El Plan Marshall.
¿Ayuda humanitaria o arma política?

Roy Harvey

Facultad del Ejército
Universidad de la Defensa Nacional

 

Resumen: El 5 de junio de 1947, en un discurso en la Universidad de Harvard, el secretario de Estado George C. Marshall hizo un llamado a un programa integral para reconstruir una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial. Animado por el temor a la expansión comunista, el Congreso de EE. UU. aprobó la Ley de Cooperación Económica en marzo de 1948, así como fondos para la reconstrucción de Europa Occidental. El Plan Marshall generó un resurgimiento económico de la región y también fue un estimulante para la economía estadounidense al generar mercados para sus productos. El oficialmente llamado European Recovery Program (ERP) fue reconocido también como un gran esfuerzo humanitario y por ello su propulsor, el general Marshall, recibió el Premio Nobel de la Paz. El Plan Marshall institucionalizó y legitimó el concepto de programas de ayuda exterior de Estados Unidos, que se han convertido en parte integral de su política exterior, y también contribuyó a la integración europea. Para asegurar la paz y la prosperidad de Europa y contrarrestar el avance del comunismo, estadounidenses y europeos creyeron que era imprescindible una unificación del continente; para ello debieron dejar de lado los rencores de la guerra, y quienes fueran enemigos iniciaron un camino de cooperación tanto en el campo económico como en el militar. El Plan también tuvo efectos en la economía argentina, siempre dependiente de Europa.

Palabras clave: Cooperación económica, Guerra Fría, ayuda humanitaria, rearme alemán, reconstrucción de Europa.

Abstract: On June 5th, 1947, in a speech at Harvard University, the Secretary of State George C. Marshall claimed for a comprehensive program to rebuild a devastated Europe after WWII. Driven by fear of communist expansion, the US Congress passed the Law of Economic Cooperation in March 1948, as well as secured funds for the reconstruction of Western Europe. The Marshall Plan implied an economic rebirth in the region and a boost to American economy, by creating markets for its products. The officially called European Recovery Program (ERP) was also renowned as a great humanitarian effort, and thus General Marshall, the man behind it, was honored with the Nobel Peace Prize. The Marshall Plan institutionalized and legalized the idea of US external aid programs, which have turned into an integral aspect in US foreign policy, and moreover, it contributed to European integration. In order to assure peace and prosperity in Europe, along with countering the advance of communism, Americans and Europeans believed it was imperative to unify the continent, setting war resentments aside; in this way, former enemies opened a path of cooperation in economic and military spheres. The Plan also had effects on Argentine economy, which depended on Europe.

Keywords: economic cooperation, Cold War, humanitarian aid, German rearmament, reconstruction of Europe.

 

Casus Belli II (2021), 181-201

Recibido: 20/9/2021 - Aceptado: 10/10/2021

 

1. Introducción

El discurso que pronunciara en Harvard el entonces Secretario de Estado de los Estados Unidos, General George C. Marshall, el 5 de junio de 1947, habría de tener profundas consecuencias para el continente europeo, y para la economía mundial.[1] Al describir la devastación de las economías y sociedades europeas, Marshall prometió que Estados Unidos haría “todo lo posible” para ayudar a reconstruir el continente y restaurar su “salud económica normal”, sin la cual no podría haber “estabilidad política ni paz asegurada” alrededor del mundo. Su discurso marcó un cambio histórico en la política exterior estadounidense[2]. Contrariamente a lo que ocurriera después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos no ofreció a Europa sus capitales para invertirlos en la reconstrucción de posguerra sin ninguna limitación. Esta vez, exigió a los países participantes un programa completo de tareas a desarrollar durante los años que abarcara el plan con miras a la integración económica de Europa.[3] El Plan Marshall ha sido reconocido como un gran esfuerzo humanitario y el secretario de Estado Marshall se convirtió en el único general que recibió un Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, se aplicó únicamente a Europa Occidental, excluyendo cualquier medida de cooperación con el bloque soviético. También institucionalizó y legitimó el concepto de programas de ayuda exterior de Estados Unidos, que se han convertido en una parte integral de la política exterior norteamericana. Tuvo además otras intenciones que respondían únicamente a los intereses de los Estados Unidos en su condición de superpotencia, tanto en el orden interno como en sus relaciones con el resto del mundo. Asimismo, se lo consideró como un arma política para contener el avance del comunismo. El objeto de este trabajo es evaluar lo que significó el Plan Marshall para el mantenimiento de la paz mundial luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, analizando su importancia en el mantenimiento del equilibrio entre los dos bloques hegemónicos en el marco de la Guerra Fría. Por último, veremos en qué medida tuvo influencia en la Argentina. Para ello, recurriremos al análisis de los textos citados, pero también nos permitiremos valorar, a la luz del actual contexto internacional, la vigencia de los efectos de dicho Plan.

2. La Guerra Fría

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la Unión Soviética surgieron como dos superpotencias que expresaban sistemas económicos y políticos distintos, que conformaban bloques antagónicos y que dieron comienzo a la llamada “Guerra Fría”. Su denominación se debe a que no implicó un conflicto bélico a escala mundial, sino en enfrentamientos locales, regionales o en los foros internacionales. La Guerra Fría recorrió varias etapas e influyó en el desarrollo de diversos conflictos bélicos con la participación de alguna de las dos superpotencias, desde las guerras de Corea y Vietnam hasta la de Afganistán, y llegó a poner al mundo al borde del holocausto nuclear en 1962 con la crisis de los misiles en Cuba. Los bloques antagónicos generaron también una carrera espacial y armamentística. Durante este proceso se produjeron la desintegración de los imperios coloniales y el surgimiento de nuevas naciones y movimientos nacionalistas, que constituyeron un bloque de países de Asia, África y América Latina, al que se denominó “Tercer Mundo”. Antes de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, entre el 1.° y el 22 de julio de 1944, se celebraron reuniones que se conocieron como las de “Bretton Woods” (New Hampshire, Estados Unidos), en las que se acordó un nuevo orden económico mundial, que estuvo vigente hasta principios de la década de 1970. Los objetivos fueron la reconstrucción de la economía durante la posguerra y la promoción de la cooperación económica internacional. Los acuerdos de Bretton Woods incluyeron planes para la creación de una Organización Internacional para el Comercio (OIC), pero estos quedaron inconclusos hasta la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) durante la década de 1990. En los acuerdos se decidió la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, y la adopción del dólar estadounidense como moneda de referencia internacional, basándose en las ideas del Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry Morgenthau, de su consejero de economía, Harry Dexter White, y del economista británico John Maynard Keynes, quienes buscaban establecer un orden económico de posguerra apoyado en decisiones consensuadas y de cooperación en el ámbito de las relaciones económicas y comerciales. Este enfoque reflejaba la preocupación de los líderes de los países aliados, sobre todo de Gran Bretaña y Estados Unidos, sobre la necesidad de crear un marco multilateral para superar los efectos desestabilizadores de la anterior depresión económica mundial y las batallas comerciales. En su discurso de apertura en la conferencia de Bretton Woods, Henry Morgenthau dijo que el “desconcierto y la amargura” que resultaron de la depresión se convirtieron en “caldo de cultivo para el fascismo y finalmente, la guerra”.[4] Los proponentes de las nuevas instituciones consideraron que la interacción económica a nivel global era necesaria para mantener la paz y seguridad internacional. Según Morgenthau, las instituciones facilitarían la creación de una comunidad mundial dinámica en la cual los pueblos del mundo pudiesen alcanzar su potencial en paz. El FMI crearía estabilidad en el comercio internacional al armonizar las políticas monetarias de sus miembros y al mantener estabilidad cambiaria. Al mismo tiempo, estaría en capacidad de proveer asistencia económica temporal a países con dificultades en la balanza de pagos. El Banco Mundial, por otro lado, estaría a cargo de mejorar la capacidad comercial de naciones empobrecidas y azotadas por la guerra a través de préstamos para la reconstrucción y proyectos para el desarrollo. En Bretton Woods se trató de poner fin al proteccionismo del período 1914-1945, iniciado en 1914 con la Primera Guerra Mundial. Se consideraba que para mantener la paz, tenía que existir una política librecambista entre los países. El principal objetivo del sistema de Bretton Woods fue poner en marcha un Nuevo Orden Económico Internacional y dar estabilidad a las transacciones comerciales a través de un sistema monetario internacional, con tipo de cambio sólido y estable basado en el dólar. Para ello se adoptó un patrón oro, en el que Estados Unidos debía mantener su precio en 35 dólares por onza y se le concedió la facultad de cambiar dólares por oro a ese precio sin restricciones ni limitaciones. Al mantenerse fijo el precio de una moneda (el dólar), los demás países debían fijar el precio de sus monedas con relación a aquella y, de ser necesario, intervenir dentro de los mercados cambiarios con el fin de mantener los tipos de cambio dentro de una banda de fluctuación del 1%. La quiebra del sistema acordado en Bretton Woods se produjo durante la Guerra de Vietnam, cuando Estados Unidos comenzó a emitir moneda sin respaldo en oro para financiar la guerra. En el plano económico, hacia fines de los años 40, el mundo se encontraba muy lejos de lo acordado en Bretton Woods. En Washington sostenían que el mantenimiento de la paz universal se vinculaba a una expansión del comercio internacional sin restricciones, que pusiera fin a las barreras nacionales y al bilateralismo imperantes desde la preguerra. Tales objetivos, que orientaban la política económica exterior norteamericana desde la Gran Depresión, requerían imperiosamente un acceso irrestricto a los mercados extranjeros, a fin de sortear el fantasma de una recesión que el fin de la guerra hacía prever. Se aspiraba a lograr una rápida transición hacia el multilateralismo y la libre convertibilidad al precio de políticas de ajuste interno convenidas entre países deudores y acreedores, reguladas por instituciones supranacionales y un centro financiero con base en el Tesoro de los Estados Unidos. Pero estos supuestos se derrumbaron pronto. En primer lugar, porque el avance del comunismo, con el liderazgo de la Unión Soviética, creó un sistema económico que iba en contra de esos objetivos. En los primeros años de la posguerra, mientras el superávit comercial norteamericano no dejaba de crecer, Europa Occidental padecía un continuo déficit, debido tanto a las secuelas de la guerra como a la desaparición del superávit en la balanza de pagos europea. Esto se vinculaba con la creciente deuda externa, la pérdida de la actividad marítima, el peso de los gastos militares y políticos, y la liquidación de las inversiones en el exterior. En 1947, a partir del Plan Marshall, el Fondo Monetario Internacional cesó en su operatoria cambiaria y el Banco Mundial abandonó sus actividades de reconstrucción y ayuda financiera. No hubo acuerdo para la creación de la Organización Internacional de Comercio (ITO) que iba a crearse como complemento de las instituciones de Bretton Woods en la Conferencia de La Habana de 1947. De allí surgió el GATT (Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles) con alcances mucho más limitados. Aunque Washington seguiría impulsando el multilateralismo sobre bases universales a través de las instituciones de Bretton Woods, el objetivo principal fue la recuperación e integración de Europa y luego de los países asiáticos, no solo por sus intereses económicos, sino por su seguridad.

 

3. Fundamentos estratégico-políticos para el establecimiento del Plan Marshall

En el invierno de 1946, el jefe adjunto de la misión de Estados Unidos en Moscú, George Kennan, recibió un telegrama del Departamento de Estado en el que le informaban que los sovieticos se negaban unirse al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, y le solicitaban que explicara los motivos de esa negativa. La respuesta de Kennan fue enviada en un largo telegrama en febrero de 1946 y publicada al año siguiente en una versión revisada en la revista Foreign Affairs bajo el título “Los orígenes del comportamiento soviético”. Estas publicaciones inspiraron la Doctrina Truman y la política exterior estadounidense de contención de la Unión Soviética. Kennan sostenía que el régimen soviético era expansionista por naturaleza y que su influencia debía ser contenida en áreas de importancia estratégica para los Estados Unidos:

Si el poder ruso se volviera dominante en Europa y Asia, no podríamos contar con ninguno de los recursos de esos continentes (y posiblemente de África) para satisfacer nuestras necesidades económicas, particularmente en tiempos de guerra. Este sería un asunto serio. Hay 22 materiales críticos en los que no podemos satisfacer nuestras necesidades normales de tiempo de paz con los recursos del hemisferio occidental. En tiempos de emergencia militar, este número aumentaría a 26, ya que nuestras demandas serían mayores.[5]

Agregaba que la resistencia a la agresión soviética no significaba que todos los gobiernos a los que se les debía brindar ayuda debían ser amigables o agradecidos con Estados Unidos, ni que fuesen gobiernos ilustrados, liberales, o democráticos. No importaba si esos gobiernos eran corruptos o dictatoriales, porque serían preferibles, desde el punto de vista de los intereses estadounidenses, a los regímenes dominados por los comunistas. Expresó también:

Nuestras instituciones democráticas nos dificultan combatir la agresión indirecta por los mismos medios que utilizan los comunistas para perseguirla. Nuestra máquina informativa es débil y rudimentaria en comparación con la de los comunistas. No podemos usar propaganda con la libertad cínica que los comunistas la usan, porque respetamos la verdad. No podemos dirigir movimientos políticos militantes en otros países a través de agentes ocultos, porque no creemos en ese tipo de intriga. No podemos intimidar a las personas, como lo hacen los comunistas, con el temor de que algún día podamos gobernarlas; porque no tratamos con el terrorismo.[6]

Kennan afirmaba que los comunistas nunca obtenían mayorías, por lo tanto, no podían acceder al gobierno en ningún país donde la mayoría de la población confiara en su capacidad para mantenerlos fuera del poder. Su éxito dependía de crear pánico y confusión y persuadir a la gente de que tomarían el poder a pesar de la voluntad de la mayoría. En la lucha contra la agresión indirecta, el problema sería preservar la moral y la confianza de las sociedades atacadas. Por lo tanto, las condiciones económicas afectarían la vulnerabilidad de los pueblos si la agresión indirecta causara inseguridad, pánico y desesperación. Decía Kennan que cuando las personas se sienten seriamente amenazadas, y cuando no ven medios para salir de las dificultades económicas, pierden el interés en la preservación de su independencia política. Entonces aceptarían el comunismo como una alternativa. Por estas razones, consideraba esencial otorgar asistencia económica para brindar el impulso psicológico necesario a los pueblos en cuestión. Al finalizar la guerra, Estados Unidos esperaba crear un orden mundial en el que sería posible que los países se ayudaran entre sí. También deseaba que se estableciese un verdadero sistema de seguridad internacional, en cuyo marco de protección se pudiesen desarrollar el comercio internacional y todo tipo de intercambio internacional de manera saludable. Sobre la destrucción del poder político y militar alemán y japonés, los aliados no pudieron ponerse de acuerdo con la Unión Soviética para acordar cómo llenar los vacíos creados por la derrota de Alemania y Japón. Estados Unidos propuso que esos países debían tener regímenes políticos nuevos, liberalizados, y desmilitarizados, bajo una estrecha supervisión aliada. Los rusos, en cambio, deseaban ver emerger nuevos regímenes dominados por los comunistas bajo el control soviético o de otros países subordinados a Moscú. Esto le daría al Kremlin un control efectivo sobre la fuerza militar e industrial de estos países. Dada su debilidad en comparación con Estados Unidos por carecer de armamento nuclear, el esfuerzo soviético para llenar estos vacíos de poder no apuntaba principalmente a una acción militar. Debido a la guerra de Corea surgió el delicado asunto del rearme alemán. Era necesaria una gran fuerza terrestre en Europa Occidental para disuadir el poderío de la infantería soviética que, además, a partir de 1949, ya disponía de capacidad nuclear. Pero Gran Bretaña, Francia e Italia tenían limitaciones económicas que impedían el desarrollo de una fuerza europea sin el aporte alemán. Todos los participantes del Plan Marshall reconocían que la estabilidad económica y política de Alemania era un elemento clave para el futuro del continente y los efectos del rearme era un asunto que preocupaba a todos. En Francia, la reaparición de la fuerza militar alemana generó una oposición profunda. En parte para aliviar esos temores, Estados Unidos se comprometió en 1951 a mantener cuatro divisiones en Europa. A partir de ese año y con la mejora de los términos comerciales de Europa, la muerte de Stalin y el fin de la guerra de Corea, Europa (Alemania incluida) comenzó a prosperar y los proyectos comenzaron a ser de más largo plazo. El Plan Marshall había dado a Europa una ventaja al enfrentarse con dos problemas de larga data: la aceptación de Alemania en una Europa que no temiera su renacer (un problema central en la seguridad europea desde 1870) y el mantenimiento de unos lazos, por endebles que fueran, con la Unión Soviética y Europa Oriental, pensando en el día en que llegase a su fin el imperio de Stalin. Para que Europa pudiera unirse, Francia y Alemania tendrían que encontrar antes un terreno común, pero solo Francia podía iniciar ese proceso. El 11 de enero de 1952, el Bundestag de Alemania Occidental ratificó el Plan Schuman. Robert Schuman, ministro francés de Asuntos Exteriores, pronunció la Declaración que lleva su nombre el 9 de mayo de 1950. En ella proponía la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuyos miembros pondrían en común la producción de ambos países. La CECA, formada en su origen por Francia, Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, fue la primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían en lo que es hoy la Unión Europea.[7] La CECA fue un gran éxito y demostró los beneficios de la cooperación entre los países europeos. En 1957 se decidió la creación de un mercado común (CEE) y el establecimiento deuna comunidad atómica (Euratom). A los cinco años de su fundación, la Comunidad Económica Europea ya era la máxima potencia mundial en materia de comercio, el mayor exportador y el máximo comprador de materias primas.[8]

 

4. La ayuda económica

Kennan sostenía que la ayuda externa debía representar una cantidad marginal, en comparación con el esfuerzo económico que debían hacer los países receptores, que sería el factor esencial. La ayuda otorgada, ineficaz desde el punto de vista psicológico, podía negar su propio efecto y empeorar el panorama económico resultante, al reducir la voluntad de las personas receptoras de trabajar por sí mismas. Por el contrario, esta ayuda debía lograr estimular la producción en el país receptor. Kennan consideró que Estados Unidos podría transformar la ayuda económica en un arma que brindaría superioridad respecto de los soviéticos:

Por lo tanto, es lógico que la ayuda económica sea nuestra principal arma para contrarrestar el expansionismo comunista; pero es esencial que se utilice con énfasis principal en su efecto político y psicológico, a diferencia de su efecto puramente económico.[9]

 

5. Prioridades en la asignación

a) Europa Occidental

Europa Occidental fue considerada de importancia primaria, tanto política como estratégicamente. El fundamento era que poseía un potencial industrial y militar mayor que el de cualquier área económica integrada en el mundo fuera de Estados Unidos. Un plan bien diseñado podría lograr un efecto político favorable y llevar a estos países a un punto en el que pudieran manejar el problema de la penetración comunista sin ayuda externa permanente.

b) Grecia

 

La defensa de Grecia contra la agresión comunista fue considerada fundamental tanto política como estratégicamente. Si Grecia caía en manos comunistas, era probable que Turquía e Irán no pudiesen permanecer inmunes a la penetración y dominación de los sovieticos.

c) China

China era considerada como el centro cultural y político más importante del Lejano Oriente, pero no poseía el potencial industrial que le permitiese convertirse en una potencia militar en poco tiempo. Aun cuando no se apoyara prioritariamente la resistencia a las fuerzas comunistas en China, no se perjudicaría seriamente la seguridad nacional de Estados Unidos.

d) Japón

Japón quedó muy devastado tras la guerra. Si bien este país tenía interés estratégico para los Estados Unidos, no se creó ningún plan de ayuda y la recuperación económica hasta 1950 fue lenta. Cuando estalló la Guerra de Corea, Japón se convirtió en el centro de operaciones de las misiones de las Naciones Unidas, además de un proveedor crucial de materiales. A partir de 1952, el crecimiento japonés fue en ascenso: entre 1952 y 1971 el crecimiento en el Producto Nacional Bruto real alcanzó una media anual de un 9,6%. La importancia de la Guerra de Corea puede apreciarse en que, durante los cuatro años de su duración, entró más dinero a la economía japonesa que a cualquier otro país miembro del Plan Marshall.

e) Canadá

Como Estados Unidos, Canadá prácticamente no había sufrido los efectos de la Segunda Guerra Mundial, y en 1945 era una de las economías más grandes del mundo. Sin embargo, dependía mucho del comercio con Europa, y tras la guerra se empezaron a notar las consecuencias. En abril de 1948, el Congreso de Estados Unidos modificó el Plan Marshall, permitiendo que los europeos compraran también bienes y productos de Canadá. Esta modificación fue la clave para la estabilidad económica canadiense, puesto que este país ganó 1000 millones de dólares durante los dos primeros años de la operación. Esto contrasta con el tratamiento que se le dio a la Argentina, cuya economía también era dependiente de Europa en lo atinente a sus exportaciones agrarias.

 

f) España

El único gran país de Europa Occidental que quedó excluido del Plan Marshall fue España debido a que, tras la Guerra Civil Española, se cerró en una política de autarquía y proteccionismo bajo el régimen de Francisco Franco. Aun con las reticencias en colaborar con un país de orientación fascista, los Estados Unidos decidieron ofrecer a España ayuda económica, porque el régimen de Franco era una garantía de que el país no recibiría influencias soviéticas. Durante la década del 50, España recibió financiación estadounidense y, aunque nunca llegó a un volumen similar al que sus vecinos habían recibido con el Plan Marshall, fue el punto de partida de una recuperación económica tras más de diez años de durísima posguerra.

g) URSS

Mientras que la parte occidental de la Unión Soviética había quedado muy afectada por la guerra, la parte asiática del país estaba prácticamente intacta y se había industrializado rápidamente durante la guerra. El gobierno soviético impuso el pago de cuantiosas sumas de dinero en concepto de reparaciones de guerra a Finlandia, Hungría, Rumania y muy especialmente a la República Democrática Alemana, así como la obligación de entregar recursos como muchas de sus fábricas, que fueron trasladadas pieza por pieza a territorio ruso. Todas estas reparaciones igualaron, en la práctica, a las sumas procedentes del Plan Marshall que recibió Europa Occidental.

h) Europa del Este

Sus gobiernos rechazaron unirse al plan y recibieron poca ayuda de los soviéticos. A pesar del establecimiento del COMECON[10] para contrarrestar el Plan Marshall, este no era tan generoso, y más bien acabó siendo un método para transferir recursos de Europa a la URSS.

Los miembros del COMECON recurrían a la Unión Soviética por combustible y a cambio debían entregar tanto maquinaria como bienes agrarios, industriales y de consumo. La recuperación económica fue mucho más lenta. Yugoslavia, en cambio, recibió ayuda de los Estados Unidos, pero fuera del Plan Marshall.

 

6. El Plan

El Congreso de Estados Unidos aprobó en marzo de 1948 la llamada Ley de Cooperación Económica y aprobó fondos que eventualmente aumentarían a más de 14000 millones de dólares de la época (el equivalente a 115000 millones actuales), para la reconstrucción de Europa Occidental. La transferencia representó aproximadamente el 2% del Producto Bruto Interno (PBI) de los Estados Unidos y aproximadamente la misma proporción del PBI colectivo de los países receptores.[11] El Plan Marshall, oficialmente llamado European Recovery Program (ERP), estuvo en funcionamiento durante cuatro años desde 1948. Requirió de una disminución de las barreras interestatales, de una menor regulación de los negocios y alentó un aumento de la productividad, la afiliación sindical y nuevos modelos de negocio. Las ayudas del Plan se dividieron entre los países receptores sobre una base más o menos per cápita. El mayor receptor de dinero fue el Reino Unido, que recibió el 26% del total, seguido de Francia con el 18% y Alemania Occidental con el 11%. En total, 18 países europeos se beneficiaron del Plan. No existió una correlación entre la cantidad de ayuda recibida y la velocidad de recuperación: tanto Francia como el Reino Unido recibieron más ayuda, pero Alemania Occidental se recuperó significativamente más rápido. A los productores estadounidenses se les pagaba en dólares provenientes del Plan Marshall y las mercancías importadas debían ser pagadas al contado o a crédito, con la moneda local. Este dinero se destinaba a un fondo contravalor y podía ser reutilizado para proyectos de inversión. La mayoría de los países participantes en el Plan ya sabían desde un principio que nunca tendrían que devolver a los Estados Unidos el dinero depositado en los fondos contravalor, así que fueron absorbidos dentro de los presupuestos nacionales. Por el contrario, todas las ayudas ofrecidas a Alemania debían ser devueltas; aunque tras los acuerdos de Londres sobre las deudas de 1953, la cantidad a devolver se redujo a 1000 millones de dólares (incluyendo las reparaciones de guerra). En realidad, hasta 1953 Alemania no supo la cantidad exacta de dinero que debía devolver a los Estados Unidos. Al final, Alemania pagó toda su deuda en cuotas hasta finalizar en junio de 1971. Los préstamos del Programa de Recuperación Europea fueron utilizados en su mayoría para apoyar la actividad de pequeñas y medianas empresas. De 1948 a 1952, Europa vivió el periodo de máximo crecimiento económico de su historia. La producción industrial en los países europeos que recibieron la ayuda saltó del 87% de los niveles anteriores a la Segunda Guerra Mundial al 135% en 1951, un salto del 55% en solo cuatro años. La producción industrial se incrementó un 35% y la agrícola sobrepasó fuertemente los niveles de antes de la guerra. La pobreza y el hambre de los primeros años de posguerra desaparecieron y Europa Occidental tuvo dos décadas de crecimiento sin precedentes. El Plan Marshall finalizó, tal como estaba previsto, en 1951. Todos los esfuerzos de prolongarlo se toparon con los gastos crecientes de la Guerra de Corea.

Existe un importante debate entre los historiadores sobre hasta qué punto puede atribuirse dicho crecimiento al Plan Marshall. La mayoría rechaza la idea de que el Plan, por sí solo, resucitase milagrosamente a Europa, pero que si sirvió para acelerar la recuperación.

 

7. El Plan Marshall y la Argentina

Durante la Segunda Guerra Mundial, el comercio exterior argentino se vio atravesado por las tensiones que generaba el conflicto europeo. Si bien el gobierno argentino declaró su “neutralidad”, la entrada en la guerra por parte de Estados Unidos y la declaración de guerra al Eje llevada adelante por diferentes países latinoamericanos generaron presiones sobre el gobierno para que rompiera relaciones con Alemania, Japón e Italia. Alemania no solo compraba productos agropecuarios sino que era un importante proveedor de maquinarias, hierro y productos químicos. Por su parte, antiguos socios comerciales como Francia, Bélgica y los Países Bajos, que hasta el inicio de la guerra eran importantes compradores de la producción agropecuaria, a la vez que proveedores de distintos insumos que no se fabricaban en el país, desaparecieron del mercado producida la ocupación alemana. Al quedar interrumpido este intercambio, algunos de estos insumos fueron vendidos por Estados Unidos, pero su llegada estuvo condicionada por las relaciones diplomáticas con ese país. El deseo de mantener una posición independiente tuvo consecuencias para la Argentina, en una situación en que el comercio exterior disminuía y las posibilidades de abastecerse de mercancías desde el exterior era limitada. Las presiones de Washington para sumar a la Argentina a la guerra contra el Eje se manifestaron no solo en el ámbito de la diplomacia, sino que se concretaron a través de un boicot económico desde el mismo momento en que la Argentina manifestó continuar con su política de neutralidad. Motores, máquinas agrícolas, petróleo, que eran provistos básicamente por Estados Unidos, dejaron de llegar. La mecanización del agro se vio interrumpida, dado que al verse el país imposibilitado de obtener esos insumos en otros mercados se afectaba la eficiencia del sector, reduciendo sus excedentes exportables y la posibilidad de obtener las divisas necesarias para adquirir otros bienes.[12] Gran Bretaña era el principal importador de productos alimenticios argentinos y en plena guerra necesitaba que la Argentina no se involucrara para evitar que sus barcos mercantes fueran atacados. Después del golpe militar de 1943, el general Pedro Ramírez asumió el poder y mantuvo la neutralidad argentina, lo que provocó que Estados Unidos rechazara las solicitudes argentinas de armamento incluidas en el programa de Préstamo y Arriendo. Ramírez finalmente rompió relaciones con Alemania y Japón el 26 de enero de 1944, pero renunció a favor de su vicepresidente, el general Edelmiro Farrell unas semanas después, el 25 de febrero de 1944. Estados Unidos creía que el régimen de Farrell no estaba de acuerdo con la declarada política argentina de sumarse a la defensa del Hemisferio, por lo que ordenó al embajador Norman Armour regresar a Washington el 27 de junio de 1944 y dejar en Buenos Aires a un encargado de negocios. Las relaciones diplomáticas con Estados Unidos se reanudaron el 19 de abril de 1945 y el gobierno de Farrell fue formalmente reconocido por Washington. La decisión surgió de una reunión de la Conferencia Interamericana en la Ciudad de México, donde todos los participantes acordaron retomar las relaciones con Argentina tras su declaración de guerra contra las potencias del Eje.[13] Después de la asunción de Juan Domingo Perón a la presidencia, en junio de 1946, el nombramiento de George Messersmith como embajador de Estados Unidos mejoró las relaciones entre los dos países. La administración peronista se afirmó en un rumbo proteccionista y nacionalista. Por eso, también los intereses norteamericanos partidarios de negociar con Perón se oponían a su política económica y, especialmente, a todos los aspectos que contradecían la estrategia de “puertas abiertas” impulsada mundialmente por los Estados Unidos. Estos eran el estatismo, el bilateralismo, la creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), la no incorporación al FMI y al Banco Mundial, las restricciones para la expansión de

las empresas y del capital financiero norteamericano dentro de la Argentina, y la Tercera Posición en las relaciones diplomáticas. Otro aspecto que profundizaría las dificultades económicas de la Argentina era la inconvertibilidad de la libra esterlina, decretada por el Reino Unido con el apoyo norteamericano, una medida determinada por las serias dificultades de la balanza de pagos británica. A partir de ese momento, la Argentina ya no pudo utilizar las divisas obtenidas del comercio con Gran Bretaña para pagar sus importaciones desde Estados Unidos. Por este motivo, el gobierno argentino no disponía de dólares suficientes, porque ya las reservas en esa moneda se habían utilizado en las nacionalizaciones. Aun cuando se contaba con un superávit en monedas inconvertibles (las europeas), los países europeos con los cuales comerciaba la Argentina no estaban en condiciones de abastecer de insumos y maquinarias que no se producían en el país. Pese a ello, desde la segunda mitad de 1947, el gobierno argentino debió reducir los permisos de importación desde Estados Unidos y tratar de canalizarlos en lo posible desde Gran Bretaña y otros países europeos; los dólares debían gastarse en adquisiciones imprescindibles. Se aplicaron también nuevas regulaciones sobre las inversiones de capital extranjero, limitando la remisión de dividendos. Se les explicaba a los diplomáticos norteamericanos que esas circulares del Banco Central eran transitorias y que habían sido diseñadas para “condiciones de emergencia”. El gobierno argentino sostenía que la solución a todo el problema, en beneficio de los intereses argentinos y norteamericanos, era la participación argentina como proveedor de los países europeos en el marco del Plan Marshall. En principio, Washington contemplaba que la Argentina pudiera ofrecer alimentos, fundamentalmente cereales, a ser pagados en dólares para abastecer al mercado europeo. Inclusive Estados Unidos había comprado maíz argentino para reexportarlo a las zonas ocupadas. Si bien uno de los objetivos fundamentales del Plan Marshall radicaba en facilitar e incrementar las exportaciones norteamericanas, en 1947 se preveía que en materia de alimentos y otras materias primas, la demanda no podría ser cubierta exclusivamente por ese país. El agro norteamericano podía proveer no más del 55% de las necesidades de alimentos de Europa Occidental; el resto tenía que comprarse en otros lados. La producción latinoamericana, y muy especialmente la de alimentos de la Argentina, tradicional proveedora de Europa, debería cubrir esa brecha. El pago a los proveedores bajo el Programa de Recuperación Europea (ERP) se haría en dólares que podrían utilizarse para comprar bienes estadounidenses. Esta situación permitiría solucionar los problemas derivados de la escasez de dólares y de la inconvertibilidad de las monedas europeas. Por un lado, Estados Unidos necesitaba lograr que la Argentina continuara importando de los países europeos y abonando con las divisas inconvertibles que recibía por sus exportaciones, a fin de apoyar la recuperación industrial del Viejo Continente; por el otro, respaldaba los reclamos europeos frente a los precios exigidos por el IAPI por sus exportaciones, especialmente el precio del trigo. Los norteamericanos se oponían también al control estatal del comercio exterior a través de esa institución, propiciando que el comercio se realizara entre privados. En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio Mundial en La Habana (1947/1948), el peronismo trató de ubicar a la Argentina en el rol de líder de América Latina en la “lucha contra el imperialismo yanqui”. El representante argentino anunció que su gobierno estaba preparado para ofrecer 5000 millones de dólares para el desarrollo económico del resto de Hemisferio. La Argentina no tenía los recursos como para desempeñar un rol independiente y ya no podía aprovechar los vínculos económicos con los británicos como refuerzo o justificación para su política exterior. Gran Bretaña ya no representaba en el Hemisferio el rol que había desempeñado por tanto tiempo. En ese sentido, durante la primera etapa de la Guerra Fría, la política argentina se hizo cada vez menos realista y contraproducente, asumiendo una posición pública antinorteamericana, precisamente en el momento en que Estados Unidos desempeñaba un rol dominante en la política mundial.[14] A partir de 1948, el gobierno de Estados Unidos y sus diplomáticos en Buenos Aires prometieron la participación argentina dentro del ERP como país proveedor. Pero su concreción se fue difiriendo debido a la información que enviaba a su gobierno el embajador Bruce:

Hay fuertes elementos nacionalistas en el gobierno de Perón que se oponen a cualquier forma de cooperación con los Estados Unidos [...]. El presidente Perón ha enfatizado repetidamente que comprende nuestros argumentos de que no se puede esperar que el capital norteamericano sea atraído a la Argentina a menos que mejoren las condiciones respecto de la libertad de prensa, las libertades civiles y la libre empresa. Esperamos comenzar en breve negociaciones con respecto al trato a las empresas norteamericanas; solo el tiempo dirá qué progreso seremos capaces de lograr.[15]

En abril de 1948, el Congreso de Estados Unidos comunicó que informaría a los gobiernos europeos que no se aprobarían autorizaciones de compras a la Argentina, debido a los altos precios que imponía el IAPI. A fines de mayo, el gobierno argentino accedió a rebajar el precio del trigo y venderlo al de Chicago más el costo de transporte hacia los puertos del Golfo de México. Sin embargo, promediando el año 1948, la falta de compras en la Argentina con financiación del Plan Marshall ya no se debió esencialmente a la política de presiones ejercidas sobre el gobierno peronista, sino a otros factores. En el verano del hemisferio norte hubo cosechas récord de trigo en Estados Unidos, Canadá y Australia y también la agricultura europea se recuperaba con gran rapidez. Estos hechos determinaron un cambio general en el abastecimiento agrícola mundial respecto de los años anteriores. En el caso estadounidense, se conjugaron buenas condiciones climáticas con la instrumentación de cambios tecnológicos y en la producción.

 

A modo de conclusión

Hacia el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando los que buscaban en Estados Unidos una política de consenso con la Unión Soviética se convencieron de que eso no era posible, el Plan Marshall se constituyó claramente en la política de “contención del comunismo”. Esa era, por otra parte, la causa estratégica fundamental que motorizó el Plan como arma de la política exterior americana, canalizada a través de una organización bilateral dirigida por Washington, por fuera de las Naciones Unidas y de su Comisión Económica para Europa, en la que participaba la Unión Soviética. Entre sus objetivos estaban los de expandir las exportaciones norteamericanas para alejar el peligro de una depresión económica y favorecer la reconstrucción económica y la estabilidad política de los países capitalistas europeos, consolidando el sistema social vigente. El Plan fue presentado de un modo tal que la Unión Soviética y los países de Europa Oriental lo tuviesen que rechazar. Ya en 1945-1946, Estados Unidos había puesto un abrupto final al sistema de Préstamos y Arriendos vigente durante la guerra y se rehusaban a otorgar más préstamos a los soviéticos, a menos que estos aceptaran los principios comerciales norteamericanos y buscaran también la apertura de las economías de Europa del Este. La ayuda no beneficiaría tampoco a las economías con planificación y control estatal. Por esta razón la Argentina fue excluida de los beneficios indirectos del Plan, al adoptar una posición no acorde con sus postulados, y de esa forma no pudo acceder como proveedor de alimentos, como en el caso de Canadá. El presidente Perón no supo apreciar en qué medida Estados Unidos dominaría la economía internacional en los años que siguieron a la guerra y esto le impidió evaluar el impacto de una concepción bipolar del poder mundial. Estas fallas de percepción le crearon al gobierno de Perón severas dificultades durante su segundo mandato, cuando fracasaron sus políticas económicas y se vio obligado a acudir a Estados Unidos para solicitar ayuda económica. Para agravar la situación, ubicó la política exterior argentina durante la Guerra Fría en el contexto de su histórica rivalidad con los Estados Unidos, instalando un sentimiento nacionalista basado en el “antinorteamericanismo”. Esto hizo difícil para cualquier gobierno posterior poder cooperar con el país del Norte. El sentimiento de que Estados Unidos bloqueaba la posibilidad a la Argentina de acceder a una posición más importante en el contexto internacional colaboró a enunciar la declamada “Tercera Posición”. El propósito era mantener cierta independencia y no alinearse con ninguna de las dos posiciones dominantes durante la Guerra Fría. Esta decisión hizo que Estados Unidos otorgara a otros países como Canadá y Brasil las ventajas comerciales derivadas del Plan Marshall. Las consecuencias económicas perduran hasta el día de hoy. Al Plan Marshall se le pueden reconocer tres dimensiones cuyo significado crece a medida que pasa el tiempo.[16] La primera es el papel que desempeñó en la creación de una economía global que evitó los problemas que tuvo Occidente entre las dos Guerras Mundiales, incluidos los que condujeron a la “Gran Depresión”. Los principales economistas de Estados Unidos y Europa sentían que el desempleo elevado era la mayor amenaza después de la guerra. Muchos temían que algunos países se aferraran de nuevo al proteccionismo, al ver que el mundo caía en manos de los nacionalismos económicos. Con el fin de construir un sistema comercial y monetario que diera esperanzas, los planificadores norteamericanos ataron la ayuda a la liquidación de la deuda de la guerra en que habían incurrido los países de Europa Occidental con sus colonias y con otros países en vías de desarrollo. La segunda es que el Plan Marshall contribuyó a dar forma a los acontecimientos militares y políticos de finales de los años 40 y principios de los 50. Estos incluían la presión comunista sobre Grecia y Turquía, las crisis por las pérdidas de las colonias sufridas especialmente por Francia, Países Bajos y Bélgica, que perjudicaron a las economías de esos países, y el bloqueo soviético a Berlín Occidental. La tercera fue el papel fundamental desempeñado por el Plan Marshall en la promoción de la unidad europea. Hubo que enfrentar el delicado asunto del rearme alemán, necesario para lograr el equilibrio del poder militar en relación al bloque soviético. Las heridas todavía no habían cicatrizado, principalmente en Francia, por lo que hubo que buscar instrumentos adecuados para superar esos obstáculos. Además, todos los participantes del Plan Marshall reconocían que la estabilidad económica y política de Alemania era un elemento clave para el futuro del continente. El Plan Marshall fue la política idónea en su momento y en su lugar, pero esas circunstancias no se volverán a dar. Su éxito ha inspirado la falsa esperanza de que la inyección de capital y tecnología lograría para los países del Tercer Mundo, y para Europa Oriental poscomunista, lo que se logró en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial. Pero, a diferencia de lo que sucede en estos países, Europa Occidental no tuvo que ser inventada. Con su mano de obra experta y educada, su experiencia de mercado y sus estructuras políticas maduras, la Europa moderna no es un modelo fácil de emular. En el mejor de los casos, países en vías de desarrollo como Corea del Sur y Taiwán tardaron dos décadas en ponerse al nivel del resto del mundo avanzado e industrializado. En el otro extremo está África subsahariana, que no ha logrado despegar aún, a más de treinta años después de su independencia. El Plan Marshall merece un lugar importante en la historia, pero no puede ser aplicado a los esfuerzos para resolver los retos de hoy o de mañana. No obstante, la experiencia del Plan brinda puntos de vista privilegiados a medida que intentamos hacer frente al mundo emergente tras la Guerra Fría. Los esfuerzos por lograr una hegemonía regional o global acabaron mal, como pasó en Alemania, Japón y la Unión Soviética. A medida que los asuntos del siglo XXI se van perfilando, Occidente puede que se enfrente a mayores problemas de integración que los del período del Plan Marshall. Fue parte de un esfuerzo por crear un mundo distinto al de los fracasados años de entreguerras y fue parte del tejido de la campaña militar y política para rechazar la visión global del comunismo.[17]

 

 

Obras citadas

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1 THE GEORGE C. MARSHALL FOUNDATION, 1948.

2 H. KISSINGER, 2015.

3 E. BLECKWEDE, 1952. p. 3

4 BRETTON WOODS PROJECT. CRITICAL VOICES ON THE WORLD BANK AND IMF. What are the Bretton Woods Institutions? 2019.

5 THE GEORGE C. MARSHALL FOUNDATION, 1948, cap. II ap. 3.

6 Ibidem, cap. III ap. 2.

7 UNIÓN EUROPEA. Declaración de Robert Schuman, 9 de mayo de 1950.

8 W. LAQUEUR, 1985, pp. 168-169.

9 THE GEORGE C. MARSHALL FOUNDATION, 1948, cap. III ap. 8.

10 El Consejo de Ayuda Mutua Económica (abreviado en español como CAME y en inglés como COMECON) fue una organización de cooperación económica formada en torno a la URSS por diversos países socialistas cuyos objetivos eran el fomento de las relaciones comerciales entre los estados miembros, en un intento de contrarrestar a los organismos económicos internacionales de economía capitalista, así como presentar una alternativa al denominado Plan Marshall. Abarcaba no solo al Este de Europa, sino también a otros países como Finlandia, México, Cuba y Nicaragua, Angola, Mozambique, Etiopía, Yemen del Sur, Irak, Afganistán, Mongolia, Laos y Vietnam.

11 B. EICHENGREEN, 2010.

12 T. GÓMEZ y J. RUIZ , 2013, p. 31.

13 DEPARTMENT OF STATE. OFFICE OF THE HISTORIAN. A Guide to the United States’ History of Recognition, Diplomatic, and Consular Relations, by Country, since 1776: Argentina.

14 A. J. GUEVARA, 2006, vol.23, N.º 47 [citado 2021-09-22], pp. 19-78.

15 M. RAPOPORT- C. SPIGUEL, 2009, p. 13.

16 W. ROSTOW, 1997.

17 Ibidem.