Casus Belli III (2022), 89-121
Recibido: 17/02/2022 - Aceptado: 22/10/2022

 

Costa Brava
Una batalla olvidada

Guillermo Caviasca

Universidad de Buenos Aires

Resumen: Abordamos la batalla fluvial de Costa Brava en donde la Armada Federal, al mando del Almirante Brown, derrotó a la escuadrilla de Montevideo capitaneada por Giuseppe Garibaldi el 15 y 16 de junio de 1842. Con esta victoria, las Fuerzas Federales conducidas por Juan Manuel de Rosas y Manuel Oribe lograron el control de los ríos, y así abrieron la posibilidad de proyectar su campaña hasta la Banda Oriental. Analizamos los antecedentes de la batalla, la guerra dentro de la cual esta se inserta, las características de las tácticas y estrategias desarrolladas, la gran estrategia, y la geopolítica, que eran el marco general de estos enfrentamientos

Palabras clave: Brown, Garibaldi, Confederación Argentina, Banda Oriental, Costa Brava

Abstract: We address the river battle of Costa Brava, where the Federal Fleet under the command of Admiral Brown, defeated the Montevideo squadron led by Giuseppe Garibaldi on June 15 and 16, 1842. With this victory, the Federal Forces led by Juan Manuel de Rosas and Manuel Oribe gained control of the interior rivers, thus opening the possibility of continuing their campaign to the Banda Oriental. We analyze the background of the battle, the war within which it is inserted, the characteristics of the tactics and strategies developed, the grand strategy, and the geopolitics that were the general framework of these confrontations.

Keywords: Brown, Garibaldi, Argentine Confederation, Banda Oriental, Costa Brava

 

 

1. Contexto y antecedentes

La batalla fluvial de Costa Brava fue definitoria en la campaña naval contra las fuerzas comandadas por Giuseppe Garibaldi durante una campaña de la guerra civil e internacional que asoló la región del Río de la Plata desde 1836 hasta 1852. En esta batalla fue destruida la flotilla del gobierno Oriental montevideano, quedando el control de los ríos en manos de las Fuerzas Federales hasta la intervención directa de las escuadras de Inglaterra y Francia. La historiografía argentina, uruguaya o brasileña fragmentan la explicación de esta larga guerra de acuerdo a ópticas políticas y nacionales estrechas.[1] Sin embargo, la única forma de comprender el conflicto es verlo como una unidad, como un único proceso. Al que, además, hay que comprender dentro del marco en el que el desarrollo del capitalismo y del comercio mundial donde las potencias europeas despliegan sus intereses en el planeta.[2] Así diferentes campañas, batallas, golpes de estado, rebeliones, invasiones, etc. hacen a un conjunto que cobra una coherencia explicativa muy clara como una unidad y sin discontinuidades, que se inicia en 1836 con la rebelión de Fructuoso Rivera contra Manuel Oribe en la República Oriental, y termina en 1852 con la caída de Juan Manuel de Rosas frente a una coalición de liberales, argentinos, orientales, brasileños y rebeldes federales. La batalla de Costa Brava es un punto de unión entre las diferentes campañas y problemas geopolíticos que se despliegan durante esos años. No abordaremos más que como mención, en caso de que sea necesario, otras etapas del conflicto centrándonos en la expedición de Giuseppe Garibaldi y la persecución realizada por Guillermo Brown.

A lo largo de este artículo, analizaremos la batalla de Costa Brava como un hito clave de esta guerra. Nuestro objetivo es presentar el carácter estratégico de la victoria fluvial de Guillermo Brown que permitió la inmediata victoria de Manuel Oribe sobre Fructuoso Rivera y el posterior sitio de Montevideo. Subsidiariamente a este objetivo analizaremos la capacidad operacional de las fuerzas navales federales y las consecuencias de la batalla en lo que respecta a la cuestión geopolítica en relación con potencias extranjeras implicadas en el conflicto.

Realizamos nuestro estudio abordando fuentes primarias, secundarias, estudios de tipo ensayístico, académico y periodístico. Metodológicamente el artículo es eminentemente cualitativo, ya que buscamos interpretar el significado de la batalla, y consideramos, además, que el análisis estratégico u operacional, al igual que el geopolítico y de RRII es, en mayor o menos medida, tributario de este método, que consideramos el más adecuado para realizarlo. Aunque tenemos la base de los datos cuantitativos para dar sustento a nuestras conclusiones. Partimos del realismo en geopolítica, de la idea de poder naval del Almirante Mahan[3] y de la concepción cualitativa de la guerra de Clausewitz.[4] Siguiendo a Pierre Vilar haremos una historia razonada del hecho histórico, asumiendo que la investigación consiste:

“[…] en el estudio de los mecanismos que vinculan la dinámica de las estructuras, es decir, las modificaciones espontáneas de los hechos sociales de masas a la sucesión de acontecimientos en los que intervienen los individuos y el azar, pero con una eficacia que depende siempre, a más o menos largo plazo, de la adecuación entre estos impactos discontinuos y las tendencias de los hechos de masas”.[5]

Desde esta dispersión de fuentes, mediante un estudio crítico de las mismas, haremos una reconstrucción del hecho para insertarlo en una historia global y presentarlo como clave para demostrar nuestra hipótesis sobre la unidad del proceso de guerra desde 1836 a 1852, y lo central de esta batalla.

Respecto al estado de la cuestión, señalamos que no existen trabajos que aborden en profundidad la historia militar de la Armada Argentina en este período. Sí, se encuentran trabajos sobre la intervención francesa y anglo-francesa, y se han estudiado con diversos énfasis ideológicos la resistencia de estas. Pero la flota de la Confederación cuenta con pocos estudios, ninguno contemporáneo. Existen artículos periodísticos, algunos de la provincia de Corrientes (donde se desarrolló la batalla), especialmente porque en ella Giuseppe Garibaldi fue uno de los grandes protagonistas. La Armada nacional no destaca este período en la formación de sus cuadros, sin embargo, en el Boletín de Centro Naval de la década del 30 y del 40 existen trabajos de gran interés sobre la Armada nacional y sobre las campañas de la Confederación donde se recurre a fuentes de la época (aunque sólo dos son sobre la campaña y uno de ellos de la batalla)[6]. Entonces, en lo que hace a la batalla, e inclusive a la campaña, no existen estudios académicos, ni ensayos, desde las primeras décadas del siglo pasado. Si tenemos que presentar un estado de la cuestión respecto de Costa Brava solo podemos remitirnos a los artículos del capitán Teodoro Caillet Bois de 1934, del Boletín mencionado. Otros artículos sencillos o informativos salpican los noventa años posteriores, pero ninguno aporta nada nuevo de destacar por sobre el señalado. Si hablamos de la campaña (dentro de la que se desarrolló el combate de Costa Brava) ha sido abordada, aunque sin profundidad, desde la constitución de los primeros estudios de intenciones históricas como los de Bartolomé Mitre; pero es recién con Adolfo Saldías donde la batalla y la campaña aparecen dentro de un estudio histórico propiamente dicho. Sin embargo, la batalla y su significado, aun para los revisionistas,[7] aparece como un hecho lateral a otros de mucho mayor importancia, la campaña misma aparece oscurecida por la posterior intervención anglo-francesa. En este artículo pretendemos devolver su especial importancia.

Conviene precisar algunas cuestiones conceptos y categorías que pueden dar lugar a confusiones.[8]

El período en que se inserta la batalla es el de la construcción de la Nación y el Estado argentinos. Sus límites geográficos actuales recién se definieron varias décadas después. A lo largo del texto, intentaremos no remitir a las categorías argentinos o uruguayos, por ejemplo, no tanto por anacrónicas -de hecho, la idea de argentinos ya estaba en circulación, no así la de uruguayos que era más bien reemplazada por la de orientales, sino porque lo que se dio en este período no fue una guerra entre Argentina y Uruguay, sino una guerra civil donde los orientales estaban en ambos lados de la trinchera, al igual que los argentinos. Y el carácter internacional se da por la intervención europea y brasileña (aunque también en el Brasil se desarrolla una guerra civil).

Usaremos más frecuentemente la categoría federales o Confederación para definir un bando; y liberales, frente antirrosista o fuerzas de Montevideo, para definir el otro. En algún momento hablaremos de gobierno Oriental (así se llamaban en esa época a sí mismos los actuales uruguayos) aceptando el hecho de quien ejercía el poder en la mayoría del Estado en ese momento: el general Oribe, Fructuoso Rivera y de nuevo Oribe cuando marcha a recuperar el gobierno. Aunque entremos en una polémica, asumimos en este texto que Oribe era el presidente legítimo y que nunca renunció, sino que se replegó hacia la Confederación para reorganizar sus fuerzas y recuperar el gobierno. Hecho que casi realizó, si no fuera por la intervención europea. Pero durante un período, el gobierno oriental estuvo en manos del general Rivera y es el de desarrollo de la campaña que estudiamos aquí.

Por último, advertimos también que usamos la categoría de federales tanto para las fuerzas que responden a Juan Manuel de Rosas, a Manuel Oribe, como a la flota conducida por Guillermo Brown; pero es de destacar que entre los opositores a Rosas existían federales notorios, especialmente, en lo que hace a nuestro artículo, el gobernador de Corrientes Pedro Ferré. En este sentido y sin pretender adentrarnos en el debate sobre el tema, que correspondería a otro artículo, podemos señalar que lo que se da en este período es una consciente lucha por el sentido de las palabras, por apropiarse de ellas. Para los sectores populares, ser federal o ser unitario implicaba una serie de virtudes o descalificaciones automáticas. Constituía una identidad más que un programa, aunque no negamos una serie de valores o ideas identificables respecto de la política o los derechos.[9] De esto era claramente consciente tanto la dirigencia y la prensa rosista, como la antirrosista.

En nuestro período, el ordenamiento de los nuevos estados independientes no había resuelto ni su forma de gobierno, ni sus fronteras, ni su orden económico, ni el tipo de vinculación con el mundo. De hecho, las independencias fueron parte de un proceso de desarrollo del capitalismo, lo que se llama revolución burguesa, y se concretaron en el momento de éxito y ascenso de Inglaterra; lo que tendría muy importantes consecuencias sobre los nuevos Estados. El control de las vías navegables de la Cuenca del Plata era (y es) central en la región, ya que oficia como estructuradora de las comunicaciones internas; así como de la proyección del comercio, tanto nacional como internacional. Quien controla los ríos controla las provincias argentinas, la Banda Oriental, Paraguay y tiene acceso al interior del sur brasileño.

La escisión de la Provincia Oriental y la creación de la República Oriental del Uruguay, luego de la guerra contra el Imperio del Brasil y a partir de la mediación inglesa, creó una situación compleja para las provincias rioplatenses.[10] Ya que el control del acceso a los ríos pasaba a estar dividido entre dos estados (o proto estados nacionales). Allí se articularon distintos intereses a través de los que, a su vez, se expresaban los intereses globales al interior de las mismas provincias argentinas. Los partidarios de la libre navegación y apertura de los ríos a todas las potencias (por su influencia, Inglaterra y Francia, en primera instancia, y Brasil, en segunda), que depositaban confianza en que el comercio y las mercancías europeas derramaran civilización en estas tierras bárbaras. Frente a los que pretendían mantener controlado el acceso a los ríos declarando que se encontraban cerrados (o más bien regulados) para la navegación internacional, ya que correspondía exclusivamente a la Confederación Argentina, el Paraná, y, en acuerdo con la República Oriental, el Plata y el Uruguay.

Una era la línea liberal más cercana a los intereses europeos y brasileños, por un lado; frente a otra línea más orientada al nacionalismo, llamada federal. Aunque no imaginemos un federalismo monolítico y enfrentado, aislacionista o contrario al comercio con las potencias. Todas las fracciones de la región del Plata (no tanto del interior argentino) era partidarias de insertarse en el comercio mundial, especialmente el litoral con su amplia producción de derivados del vacuno (principalmente cuero y carne salada). Otros factores daban cuenta de los complejos alineamientos, como, por ejemplo, el control por parte de Buenos Aires de las rentas aduaneras y la entrada y salida de los ríos. O el tipo de organización constitucional, la participación de la población en la política o la independencia de la Banda Oriental, y la relación con Paraguay y Brasil.

Para lo que importa en la explicación del porqué de Costa Brava, debemos tener en cuenta lo antedicho. Los ríos son estructurales para la región, y su control es la clave geopolítica para varios países y para las potencias con capacidad e interés en el comercio.

En términos concretos, quien controlara los ríos controlaría las comunicaciones, la logística en forma determinante; y, además, siendo ríos de enorme caudal y capaces de soportar la navegación de flotas de cierta envergadura, y con un ancho muy grande (en algunos lugares de varios kilómetros), se transforman en barreras muy difíciles de franquear para cualquier ejército que no disponga de una flota fluvial capaz de controlarlos. Además, una vez cruzados, si no se tiene su control, las comunicaciones y los abastecimientos desde el principal punto de apoyo federal: Buenos Aires, se corta. Para que las fuerzas federales llegaran hasta Montevideo (y repusieran a Oribe de presidente) existían dos ríos navegables que franquear: el Paraná y el Uruguay, cuyo control era clave para el triunfo en la guerra.

Además, un segundo foco rebelde contra las fuerzas de la coalición federal subsistía en la provincia de Corrientes, río arriba en el Paraná, y el Paraguay era afín a la causa antirrosista[11]. Por lo tanto, para las fuerzas cuya base era Montevideo, abrir las comunicaciones entre ambos puntos de aglutinación de fuerzas militares permitía que Corrientes recibiera recursos desde Montevideo, donde una poderosa burguesía comercial y los intereses de Francia e Inglaterra aportaban prodigalidad de recursos.

El origen inmediato de la guerra fue un golpe de estado en la república Oriental del Uruguay que llevó al poder al general Fructuoso Rivera,[12] un caudillo rural exgeneral artiguista que se había pasado a los portugueses durante la invasión iniciada 1816, cuando hacia el final (en 1820) parecía definida a favor de estos. Enfrentaba a Manuel Oribe (presidente legal), también exgeneral artiguista, pero que se había respaldado en el resto de las provincias para, junto con otros importantes dirigentes orientales (los muy reconocidos como 33 Orientales), expulsar a los brasileños y reincorporar al Uruguay a las Provincia Unidas. Esto es importante de tener en cuenta, ya que los seguidores de Rivera acusaban a Oribe y a los federales de ser más argentinos que uruguayos, y estos a los liberales y seguidores de Rivera de ser pro brasileños y europeos, antiamericanos. Junto a Rivera se encontraban los antirrosistas y liberales de las provincias argentinas, el apoyo de los Farrapos de Río Grande, y el dinero y apoyo material (y militar) de Francia e Inglaterra.

La toma del poder en la Banda Oriental por estas fuerzas era intolerable para Rosas, y era el reinicio de la guerra civil.[13]
Por ello envió al almirante Guillermo Brown,[14] con varios buques, para construir una flota oriental eficaz de sostener a Oribe antes de que fuera derrotado. En esa situación Francia, a través de su estación naval, impidió este apoyo, obligando al presidente legal a capitular con sus fuerzas aisladas en diferentes plazas ribereñas. El presidente derrocado con los suyos se retiró, nuevamente, a la Confederación. Allí Rosas lo designó jefe de las principales Fuerzas Federales y de un poderoso ejército que batió a todos los rebeldes en dos años combatiendo brillantemente contra fuerzas encabezadas por militares con experiencia[15] hasta los confines norte y oeste de la Argentina. Retrotrayéndose con esas fuerzas victoriosas hasta la ribera del Paraná con la intención de derrotar a las fuerzas rebeldes restantes (las de José María Paz y Fructuoso Rivera) y ocupar Montevideo. En ese ínterin, mientras Oribe se dirigía al norte, los franceses bloquearon y atacaron la ribera del Plata, el Uruguay y el Paraná (1838-1840) respaldando a la flotilla oriental, pero la intransigencia rosista y la imposibilidad de derrotarlo, obligaron a los europeos a desistir por un tiempo y retirarse de escena. Es allí cuando comienza la campaña naval de la flota de la Confederación comandada por el Almirante Brown contra la flota oriental, al mando primero del comodoro John Coe[16] y, luego de sus derrotas, reemplazado por Giuseppe Garibaldi.[17]

El escenario en el que hemos explicado que se inserta esta batalla tiene como un marco condicionante la importante intención de las fuerzas, cuya base era Montevideo, de conseguir apoyo externo. O sea, esto es destacable, ya que como veremos, Garibaldi señala en sus memorias que fue enviado a una operación de muy pocas posibilidades militares (es, claro, un río, o sea solo movimientos lineales, con riberas en manos enemigas; si una flota desde Buenos Aires, presumiblemente tan o más fuerte lo alcanzaba tenía muy pocas posibilidades de vencer). Sin embargo, el apoyo externo se basaba en la acertada idea de los líderes montevideanos de que las potencias europeas no permitirían el fortalecimiento de un único poder en la Cuenca del Plata, que además fuese desconfiado de la libertad de comercio. Mientras ese poder fuera de esa orientación y se pudiera fortalecer una alternativa como Montevideo que (en extremo) pidió ser transformado en protectorado europeo con tal de conservar su independencia de la Confederación, los europeos darían apoyo a ese polo opositor. Por esto para los montevideanos era necesario mostrar determinación

Es importante entonces recordar que esta intervención extranjera (francesa e inglesa) se da en un período histórico mundial en el que varias intervenciones similares con iguales objetivos se realizaron en el resto del planeta sobre Estados a los que se les exigía el libre comercio. Los casos más famosos son los de China, con las guerras del opio. Con consecuencias diversas, las intervenciones se dieron en Argel, donde los franceses iniciaron un proceso de colonización, Egipto, México, Venezuela, Japón, etc. A lo largo del mundo, diferentes potencias abrían el comercio a cañonazos, era la famosa diplomacia de cañoneras. Dentro de esta estrategia se desarrollaban también contradicciones entre potencias, las aspiraciones francesas contra las británicas, por ejemplo. Si bien era un inicio de la entente cordiale (no siempre cordial) estas contradicciones permitieron en el Plata que, si bien Uruguay se escindió de Argentina (no pasó lo mismo con la Mesopotamia a la que también se planeó escindir), esta provincia aislada no fue convertida en un protectorado y conservó una independencia formal.

En 1840, la primera intervención francesa había fracasado,[18] y hasta la llegada de las tropas federales a las murallas de Montevideo el 16 de febrero de 1843, británicos y franceses solo presionarían diplomáticamente con amenazas de sus cada vez mayores Estaciones navales en el Plata, con dinero, voluntarios y mercenarios[19] (y en emergencias marinería y piezas de artillería oficiales). Eso dio la posibilidad de que la flota federal recuperara el control de los ríos.

 

2. Fuerzas enfrentadas

La escuadrilla del gobierno de Montevideo que combatió en Costa Brava era heredera de la que un año antes había comandado el estadounidense John Halstead Coe. Cuando Fructuoso Rivera tomó el poder en la República Oriental, poco después se decidió armar una flota. Durante esa lucha Oribe casi no disponía de una armada y, cuando pidió los servicios de Brown para construir una ante la rebelión de Rivera las potencias europeas lo impidieron, amenazando con intervenir contra las fuerzas navales que se desplegaran bajo el mando de Brown por considerarlas extranjeras.

Rivera, los exiliados argentinos, la Logia y los intereses del comercio internacional eran una base política y material para proponerse equipar una Armada, comprar y armar una serie de barcos[20] que fueron puestos a cargo al coronel Coe el 31 de diciembre de 1840 (con el cargo de Comodoro). Se nombró una Comisión Marítima destinada a su equipamiento y armamento que inició de inmediato una suscripción entre la clase adinerada, especialmente, los comerciantes montevideanos, los más interesados en la guerra (y los aportes de las arcas francesas).

A comienzos de 1841, la flota de Coe constaba ya de la corbeta Sarandí de 10 cañones (18 cañones en su momento de máximo artillado) como buque insignia bajo el mando del sargento mayor inglés Malcolm S. Shannon. El bergantín Pereira, 9 piezas de a 12 libras y 2 de a 24 libras giratorios; de 165 toneladas, construido en Brasil, con una tripulación cercana a los 140 hombres y de 12 a 14 pies de calado comandado por Beazley (aunque otras fuentes le dan 4 cañones). La goleta Palmar de 3 cañones, a cargo del estadounidense Guillermo Roberto Mason. El bergantín goleta Montevideano de 6 cañones, comandado por Bernardo Dupuy francés de Bayona. El bergantín-goleta General Aguiar (que desertó en febrero para unirse a la escuadra de Brown), a cargo de Enrique Sinclair. El bergantín goleta Yucutujá. En marzo, la escuadra riverista había sumado a las naves ya citadas las goletas Luisa y Rivera. El 4 de junio arribó a Montevideo el bergantín portugués Prontidao, adquirido en Río de Janeiro, bautizado Cagancha de 10 cañones. A este se sumaron la barca/corbeta Constitución (Originalmente barca francesa Consolation, segunda nave de ese nombre) de 255 toneladas de desplazamiento y 18 pies de calado. Tripulación de alrededor de 170 hombres, incluyendo la infantería de marina, armamento de 18 cañones, piezas largas de a 18 libras en el centro de su batería (las únicas de largo alcance, ya que el resto eran cañones cortos o gonadas o tal vez carronadas); y la barca/goleta griega Ulises, bautizada 25 de Mayo de 22 cañones y unos 185 hombres.[21]

Con estas incorporaciones, la flota de Montevideo alcanzó su máxima expansión. Era realmente una importante inversión económica para el pequeño estado oriental que a su vez estaba inmerso en una guerra civil. Es probable que los estrategas de la Logia, interesados en poder desplegar una política regional e internacional y así terminar con el régimen de Rosas, influyeran en esa decisión. Esto no era difícil, ya que solo necesitaban alimentar las ambiciones de Rivera de crear con la Mesopotamia argentina, Río Grande do Sul y Paraguay, un estado federado bajo su autoridad (la Federación del Uruguay). Para eso, la idea de una flota y el control de los ríos era de fundamental importancia. El principal y más hábil jefe militar rebelde, el general José María Paz, quien dirigiría en el momento de la incursión de Garibaldi el ejército en Corrientes, y luego se haría cargo de organizar la defensa de Montevideo ante el avance arrollador de Oribe, señala en sus memorias, como balance, que la ambición de Rivera de competir en el dominio naval era excesiva y una distracción de recursos a una tarea imposible. Pero, a pesar de las apreciaciones tácticas de Paz, lo cierto es que solo podía triunfar la coalición antirrosista si conseguía dominar los ríos y por eso la decisión de llevar adelante ese gasto. Con la derrota de las fuerzas navales montevideanas, el problema que implicaba para las fuerzas antirrosistas obtener el control de los ríos fue resuelto por la intervención extranjera directa.[22]

Las fuerzas de Montevideo debían batirse con la notoriamente fortalecida Armada Federal, al mando de Guillermo Brown[23] llamado por Rosas junto con otros fogueados marinos para hacerse cargo de ella. En un primer momento, las fuerzas de Montevideo no eran muy inferiores a las federales y, además, contaban con la cobertura beligerante de la escuadra francesa. Pero a partir de la convención Mackau-Arana (firmada el 29 de octubre de 1840) y el restablecimiento de la paz entre Francia y la Confederación, el gobierno oriental y los rebeldes argentinos quedaron solos. Lo cierto es que, por más apoyo económico, la diferencia de recursos del gobierno de Rosas, más la habilidad, experiencia y prestigio de Brown, harían que Coe cayera derrotado y el río quedara bajo control de la escuadra federal, quedando únicamente los puertos en manos del gobierno de Montevideo. Rivera decidió deshacerse de su Armada, desguazando y vendiendo la mayoría de sus barcos de guerra, menos tres: la corbeta Constitución, el bergantín Pereyra y la goleta Pórcida (rebautizada Libertad).

Aunque la flotilla fue disminuida, Montevideo apostó a un nuevo comandante naval, audaz, que venía recomendado por los rebeldes de Río Grande al frente de cuyas fuerzas, ya sea como corsario o en operaciones sorpresivas y audaces, había causado dolores de cabeza a la navegación brasileña. Garibaldi fue nombrado en 1842 como jefe de la 2ª División de la Escuadra Oriental. Recuerda el italiano en sus memorias:[24]

“La república Oriental ‒así se llamaba la República de Montevideo‒, sabiendo que yo estaba libre, no tardó en ofrecerme una compensación más en armonía con mis medios, y sobre todo con mi carácter, que las de profesor de matemáticas y de corredor de comercio. Me ofrecieron y acepté el mando de la corbeta la Constitución. La escuadra oriental estaba bajo las órdenes del coronel Coe; la de Buenos Aires a las órdenes del general Brown. Algunos encuentros y algunos combates tuvieron lugar entre las dos escuadras, pero no dieron más que medianos resultados”.[25]

En ese sentido, Valentín Alsina,[26] presidente de la Comisión argentina, escribía al gobernador rebelde Ferré de Corrientes, el 23 de junio:

“El Gobierno ha comprado y armado una goleta. Hoy (23 de junio) se cerró el puerto, y a las 3 pm. salieron dicha goleta, el bergantín Pereyra (al mando del valiente español Arana) y la barca Constitución al de Garibaldi, a cuyas órdenes superiores van los tres, quedando aquí los otros dos barcos que mandan Coe y Weller. Garibaldi está en la escuadra desde enero; es italiano, exjefe de las fuerzas sutiles de los farrapos”.[27]

El 12 de abril de 1842 se firmó un Tratado entre Uruguay, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos[28] y, como consecuencia de ello, el 23 de junio de 1842 partió en auxilio de las provincias rebeldes amenazadas por el ejército de Oribe una fuerza naval a cargo de Garibaldi. Con estas tres naves con una tripulación de unos 350 hombres, artilladas con entre 20 y 35 cañones (varía según las fuentes). Así Garibaldi inició su arriesgada incursión. A lo largo de su campaña el italiano agregó la goleta Mercedes y algunos mercantes y barcas más pequeñas armadas. Y recibió cerca de Costa Brava (frontera de Corrientes con Entre Ríos) el anunciado refuerzo de la escuadrilla correntina. Esta estaba constituida por dos o tres lanchones, incluyendo el Caaguazú, veloz y eficiente, una balandra armada para la guerra con uno de ellos equipado para atención médica, todo al mando del teniente Alberto Villegas.

La Confederación era una cultura mediterránea, basada en la explotación de la tierra, con una cultura marítima de poco desarrollo. Rosas expresaba esa cultura. La idea de todos los líderes rioplatenses era a lo sumo fluvial. Por lo tanto, la inversión en una armada no era considerada necesaria. Desde la época de la independencia, la construcción de una armada fue impuesta por la guerra y las necesidades geopolíticas (no visualizadas por la elite dirigente).[29] El esfuerzo de todas las tendencias políticas era expandir la frontera pecuaria y garantizar la unidad y el orden interior. Sin embargo, la realidad geopolítica se imponía tanto por intervención externa como por desafíos internos, y el hecho de tener el poder sobre los ríos requería, de mínima, de una escuadra adecuada al despliegue fluvial. Los grandes ríos, como prolongación de los océanos hacia el interior del continente, eran brazos de penetración de las estructuras económicas comerciales de las potencias en expansión. El poder naval y el poder comercial iban de la mano en forma estrecha y pública.

El 2 de abril de 1841 escribió Rosas al oriental Oribe, jefe del principal ejército federal:

“La escuadra me ha costado inmensamente ponerla en el estado en que se encuentra, y ya debe hacerse usted cargo que habrá ocupado algunos astilleros hechos. Está hoy de paseo sobre Montevideo. El bergantín General Belgrano,[30] que monta el general Brown, ha costado a este gobierno, pelado, aunque listo para ponerle artillería, setecientos treinta mil pesos;[31] y para dejarlo listo, cincuenta mil pesos metálicos. Pero es cosa buena, construido al objeto preciso de la guerra. Son seis hoy nuestros buques de guerra”.[32]

La escuadra era, según señalaba el British Packet[33] del 10 de setiembre, más fuerte que nunca.

La flota de la Confederación Argentina quedó formada finalmente por el bergantín insignia General Belgrano de 360 t, artillado con 24 cañones con 18 piezas (de 18 en cubierta, y 4 iguales en el entrepuente, más dos de 24 a proa), al mando de Antonio Toll, y luego de Guillermo Bathurst. El bergantín General Echagüe de 165 t, con 16 piezas (de 12, 16 y 24), al mando de Joaquín Hidalgo. La fragata (o corbeta, de acuerdo al autor) 25 de Mayo de 400 t, con 26 piezas (de 18 y 24), al comando de Tomás Craig. El bergantín goleta Vigilante, con 70 t y artillado con 5 piezas (de 12 y 24), capitaneado por Guillermo Bathurst y luego por Juan King. El bergantín Americano de 180 t con 11 cañones de 8 y 24. La goleta General San Martín de 180 t, y 18 piezas (de 12 y 26), al mando del irlandés Gerardo Fisher (con un dispositivo para lanzar cohetes a la Congréve).[34]

A los que debemos agregar: la goleta Libertad con 70 t y 5 piezas de 12 y 24, al mando de Craig, y luego José María Cordero. La goleta Entrerriana, de 8 piezas, al mando de Nicolás Jorge, y Nueve de Julio (se pasó a la Confederación tras una sublevación de tripulantes el 24 de mayo de 1841 desertando de la flota de Montevideo), armada de cinco piezas, comandada por Tomás Craig y luego por Guillermo Bathurst. La goleta Chacabuco (ex-Moleska) de 3 cañones de 24 y la 9 de julio de 70 t con 18 piezas livianas de a 2 y de a 8. Poco tiempo después se incorporó el bergantín goleta Republicano de 75 t, y 6 cañones de a 12, comprado por el gobierno argentino el 4 de junio de 1842, y puesto al mando de Tomás Craig. El 9 de diciembre de 1841 fue capturado el bergantín riverista Cagancha (de 14 cañones) después del combate (abandonado por Coe), que fue llevado a Buenos Aires con 105 prisioneros, reparado y puesto en la flota de Brown con el nombre de Restaurador. Más 8 lanchas, cada una con un cañón de a 4 o de a 6. Más 8 balleneras armadas. La flota en total embarcaba unos 1600 hombres, en 11 naves y más apoyos menores.[35] Asimismo, estaba bien equipada para la tarea que debía cumplir.[36]

El 24 de noviembre la escuadra federal iniciaba el bloqueo de los puertos orientales. Y, para enfrentar la nueva expedición encabezada por Garibaldi se destinó una parte de la misma con el fin de neutralizarlo, de la que se hizo cargo el mismo Brown , mientras que otra parte de la flota quedó al mando del coronel Maza, encargada de continuar con el bloqueo.[37] Las fuerzas de la flota federal que persiguieron a Garibaldi estaban constituidas por el bergantín Echagüe con 158 hombres; el bergantín Americano, con 138 hombres; el bergantín goleta Republicano con 80 hombres; la goleta Chacabuco con 70 hombres; la goleta 9 de Julio; la goleta Argentina, la goleta Libertad; y tres naves menores: el Federal, con 1 cañón; el Santafecino; y la ballenera Cometa, con 1 cañón.

Sin embargo, en el combate de Costa Brava, Brown (según su informe) solo tenía cuatro naves, ya que el resto había quedado en otros arroyos o brazos del Paraná. Estas eran la goleta 9 de Julio armada con 1 gonada de a 18 libras giratoria en crujía y 4 cañones de a 8 libras, y con 44 tripulantes. El bergantín Echagüe, (luego de su captura por los anglo-franceses sería entregado a los montevideanos y operaría bajo el nombre de Cagancha), buque insignia de Brown, artillado con 16 cañones de a 12, 16 y 24 libras, y tripulado ahora por 120 hombres. La goleta La Argentina, artillada con 7 cañones de a 12 libras y tripulada por 80 hombres; y el bergantín-goleta Vigilante artillado con 3 piezas de a 12 libras y otras 2 de a 20 (luego 24) libras, y con 70 tripulantes (señala también la posible participación de otra goleta, la Chacabuco, armada con 3 cañones giratorios de a 24 libras, y cuya tripulación varió entre 45 y 85 hombres.

Las diferencias que aparecen en los datos de las unidades pueden deberse a errores en las fuentes, a apreciaciones equivocadas o a valoraciones distintas de los observadores del momento o investigadores posteriores; también correcciones intencionadas o apreciaciones distintas de los mismos protagonistas. Sin embargo, debemos tener en cuenta que, en término medio de desempeño y posibilidades de las fuerzas enfrentadas en batalla, las diferencias o las valoraciones de detalle no afectan el marco general para interpretar el resultado, ni tampoco la táctica de la batalla. Podemos agregar que las cuatro unidades de las que habla Brown fueron las que con él a la cabeza atacaron a la fuerza de Garibaldi.

Además, las tripulaciones y armamento varían en diferentes informes que son de momentos distintos (se trasladan tripulantes, se incorporan y cambian de nave cañones, etc.), pero es interesante conocer los datos del momento de la batalla. En ese período, con el desarrollo de la tecnología naval, los cañones se podían agregar o quitar; y los hombres, dentro de un margen de maniobra de las naves variaban, más aún si se embarcaban fuerzas de infantería para desplegar combates anfibios; o que se podía trasladar parte del personal y los cañones a otras unidades por cuestiones tácticas. Y debemos tener en cuenta que una proporción muy importante de las batallas fluviales de la región del Plata fueron anfibias. O sea, implicaba operaciones conjuntas de la fuerza naval y unidades de tierra para desembarcar, o un enfrentamiento mixto entre unidades navales y de tierra.[38]

Por último, es importante un breve pantallazo sobre las características del personal naval. Las fuerzas de la Confederación (y aun en mayor proporción las de Montevideo) se encontraban integradas por extranjeros.[39] Aunque en la Confederación existía una tendencia consciente de intentar incorporar mayor cantidad de nativos, como insistía Brown al gobierno, que eran considerados más conscientes o mejor disciplinados que los extranjeros. La disciplina era un problema, peleas a cuchillo seguidas de muerte, con ejecuciones posteriores de los responsables, azotes. Para los oficiales era también un desafío. Muchos eran también extranjeros, algunos practicaban una disciplina brutal y en casos varios se producían motines contra estos, además de que muchas veces los mismos oficiales eran indisciplinados y de regular lealtad. La presencia de mujeres prostitutas en las naves, que Brown intentaba suprimir, relajaba la moral. Deserciones, ya que el gobierno solía remitir como tripulación a personas obligadas y en algunos casos a extranjeros con experiencia de marinos a servir en la Armada. Si bien las tripulaciones eran combativas, y en su mayoría se desempañaron con patriotismo y adhesión a la causa federal. Este clima interno distaba mucho de los que uno imagina en una unidad naval formal. Esta situación era peor en las fuerzas de Montevideo, donde se sumaba el saqueo incontrolable sobre la población y la pelea por el botín, como señalaba Garibaldi. No está de más indicar que tanto Garibaldi como Brown directa o indirectamente señalan que eran los ingleses y los franceses muchos más violentos que los gauchos y negros.[40]

 

3. Características de la campaña naval

Veamos inicialmente la descripción de la campaña que Garibaldi realiza en sus memorias:[41]

“En seguida se me encomendó una expedición del resultado de la cual debían nacer muchos sucesos. Me mandaron a Corrientes con el bergantín de doce cañones el Pereyra. La goleta Pórcida debía navegar de concierto conmigo. Corrientes combatía entonces contra Rosas, y yo debía ayudarle en sus movimientos contra las fuerzas del dictador. Cuando yo entré en el río, la armada oriental se encontraba en San José del Uruguay; y la de Oribe en la Bajada, capital de la provincia de Entre Ríos: las dos se disponían al combate, y la de Corrientes se preparaba por su parte para reunirse a la oriental. Yo debía cruzar el Paraná para ir a Corrientes, cruzar seiscientas millas entre dos filas enemigas, y perseguido además por una escuadra cuatro veces más fuerte que la mía. Durante este trayecto no pude detenerme más que en islas ó costas deshabitadas”.[42]

Al enterarse de los movimientos de la escuadra de Montevideo, Brown partió de la rada de Buenos Aires en su busca con el Belgrano, el 9 de Julio, el Chacabuco y el Echagüe. Pero varó a la altura de Arenal Grande. Los federales vacilaban sobre el posible derrotero de la escuadrilla montevideana. Sin dudas, remontar el Paraná era muy audaz, rodeado de fuerzas enemigas y con fuertes ejércitos en tierra, más una población desafecta y en armas. Por ello, Brown evaluó que la escuadrilla del italiano iría hacia el Uruguay,[43] para hacerse fuerte allí con la costa en manos de fuerzas de Rivera y la posibilidad de establecer contacto con Corrientes (aunque más dificultoso) por ese río. Recordemos que, para entrar en el Paraná y el Uruguay, los canales naturales pasan por Martín García. Por ello, la importancia de la isla y la duda de Brown. Como vemos la varadura (cuya referencia, Arenal Grande, remite al Uruguay) retrasó a la persecución y también muestra que Brown buscaba al italiano para el lado oriental y no hacia el Paraná. Esto fue una suerte para Garibaldi y de allí devenía su posibilidad de éxito. Allí lo encontró Juan B. Thorne, que llegaba con el Republicano, con órdenes de tomar el mando de los buques, si Brown no se libraba de la varadura. Brown logró salir a flote y envió a Thorne con el Belgrano, el 25 de Mayo y el San Martín al puerto de Buenos Aires, para vigilar las aguas del Plata, y él con los tres buques restantes seguiría al italiano.

Así Garibaldi sorteó el primer obstáculo de Martín García con éxito. Allí se dio el primer enfrentamiento el 29 de junio de 1842. La batería de la isla le causó las primeras bajas y daños a la escuadra rebelde. Y poco más arriba de la isla, la Constitución, nave principal de Garibaldi, también encalló.[44] Cuando su tripulación transbordaba las armas a la goleta Prócida (para alivianarla y poder zafar de la varadura), aparecieron varias naves de Brown que lo perseguían.[45] Pero la niebla, las dificultades de navegación acusadas por la bajante y el retraso por la varadura del Belgrano, favorecieron al italiano.[46]

Al llegar a San Nicolás (primer pueblo de la Confederación adentrándose en el Paraná) en la ribera derecha del Paraná, se apropiaron de varios barcos mercantes y los sumaron a su flotilla. La fuerza rebelde debió sortear la Bajada del Paraná el 19 de julio, donde se hallaba el mayor Seguí, quien, ante la llegada de Oribe a Santa Fe, el 14 de enero había partido desde Buenos Aires con la goleta La Argentina, otras dos menores, la Libertad y la Entrerriana, más varios lanchones armados, que se estacionaron cubriendo la zona de La Bajada, paso desde Santa Fe a Entre Ríos.

La flotilla de Garibaldi combatió contra la de Seguí por dos horas y logró superar sin bajas las baterías de las naves federales (más que la pérdida de un bote colgado a popa de su barco principal). Continuó sosteniendo un intercambio de disparos con el campamento de Oribe poco más arriba en El Cerrito y algún tiroteo con diversos puntos de la margen entrerriana contra partidas federales.[47] En este escenario continuó hasta la frontera de Corrientes abasteciéndose de lo que saqueaba en las costas y también tomando algunas presas de naves desprevenidas. Con una de las presas, el Joven Esteban, aumentó sus fuerzas, dotándola de artillería. En sus memorias indica la “desafección de la población y la dificultad de suministrarse”.[48]

Sin dudas la apuesta a tener presencia en el río y poder usarlo como barrera contra la circulación de las fuerzas federales, y como ruta logística y estratégica propia para unir ambos focos rebeldes era muy audaz, tal como señala Garibaldi. Lo cierto es que los montevideanos (la Logia de gran influencia política en la ciudad fortificada) realizaban una apuesta más bien política que militar, pero era una necesidad política (de gran estrategia) de la que dependía el éxito de la guerra. O sea, el triunfo de Garibaldi debía demostrar la voluntad y la decisión de combatir por los ríos. De controlarlos y mantenerlos abiertos. Su resultado positivo solo era posible con el apoyo externo. Con recursos económicos que permitieran financiar una flota y/o con la intervención directa de escuadras extranjeras. Fueran las inglesas, las francesas o las brasileras. Paralelamente a esta expedición de Garibaldi, la diplomacia de Montevideo actuaba con energía para conseguir apoyos en Europa, y a nivel local la política articulaba con las delegaciones y estaciones navales extranjeras. Como se verá, a pesar de los lamentos de Garibaldi, la derrota llevó a que las fuerzas europeas intervinieran para impedir el triunfo federal.

 

4. La batalla de Costa Brava

Desde el inicio de la campaña, Garibaldi parecía tener suerte, la que se basaba en poder escapar de la escuadra de Brown y sortear los grupos de fuerzas federales sin grandes pérdidas antes de llegar a Corrientes. Llevaba una buena ventaja a causa de la varadura y confusión de los federales. Sin embargo, el río Paraná, como todos los ríos, está sujeto a un régimen hídrico difícil de prever. Además, el italiano no tenía un acabado conocimiento de los lugares más profundos de este gran río que, aun con bajantes pronunciadas, permiten la navegación (más aun a buques como los de la época). Pero es destacable que el río va perdiendo profundad a medida que penetra en el continente (como todos los ríos). Y ese año fue una época de gran bajante. Fue lo que determinó que el enfrentamiento se diera en Costa Brava. No sabemos qué hubiera pasado (es contrafáctico) si Garibaldi hubiera logrado escapar a la persecución de Brown. Lo que sí es cierto, es que, si llegaba a algún puerto defendido por fuerzas rebeldes y donde pudiera refugiarse, la flota federal hubiera tenido problemas. No creemos que los problemas hubieran sido de tipo táctico, en un enfrentamiento mano a mano aun en puerto amigo, ya que la fuerza federal era superior en calidad de hombres, barcos y armas, y no había en los puertos correntinos defensas costeras para amenazar una flota (aunque sí para evitar el desembarco de tropas). Pero sí problemas de tipo logístico, fundamental en cualquier operación militar sostenible en el tiempo. Una flota debe abastecerse y, en territorio enemigo, eso es difícil. Quizás Brown hubiera tenido que regresar hacia algún puerto de Santa Fe o Entre Ríos, y la escuadrilla montevideana hubiera necesitado conseguir tiempo para realizar acciones de hostigamiento, hasta ser acorralada por el irlandés (o no). No olvidemos que en el Río de la Plata, intentando sostener el bloqueo a los puertos orientales, se encontraba una parte sustancial de la escuadra porteña. Pero lo cierto es que los federales alcanzaron a la escuadrilla de Garibaldi con bajante, en condiciones hidrológicas tan negativas para ellos como para el italiano. Lo que motivó que no pudiera operar con facilidad, así como todas sus unidades.

Antes de llegar a Costa Brava Garibaldi fue alcanzado por la flotilla correntina que lo reforzó y aprovisionó. Eran tres maniobreras, pero pequeñas naves, producto de los astilleros provinciales ribereños (la provincia disponía en ese entonces de una embrionaria industria naval). Siguió navegando hasta donde pudo y allí busco un lugar protegido con la previsión de que, si el río no recuperaba caudal, estuviera en una posición ventajosa para el combate. Este lugar fue Costa Brava, cerca del límite entre Corrientes y Entre Ríos. Por su parte Brown, demorado, lo alcanzaría allí. Garibaldi eligió el campo de batalla, obviamente la orilla amiga de Corrientes y una costa firme favorable donde pudiera colocar su infantería, para atacar las unidades enemigas que debían acercarse muy próximas a la costa. Era un canal angosto de difícil maniobra entre una isla y la costa por si era necesario escapar. Beneficioso para él, que esperaba quieto con una artillería de menor alcance, y perjudicial para los federales que debían avanzar con menos posibilidad de maniobra y deberían acercarse sin poder disfrutar de la ventaja numérica y de la distancia.

A través de esa angostura fue donde Garibaldi tendió sus barcos en línea de combate acoderándolos, o sea, asegurándolos con cuerdas para presentar el costado al avance del enemigo y así disponer de todas sus bocas de fuego. Colocó otros a lo largo de la costa. Y en su flanco de tierra formó una gran trinchera con tercios de yerba y petacones de tabaco provenientes de Corrientes, donde apostó infantería. Buscaba tener la mejor posición para concentrar el fuego sobre el menor número de unidades federales, y golpearlas por tierra, frenado su avance y eliminando la ventaja de la artillería de Brown. Su intención era neutralizar la maniobra del irlandés, apreciando que lo atacaría frontalmente.[49]

El 14 de agosto, la flota de Brown alcanzó la posición. Había sumado a la flotilla de Seguí, al pasar por La Bajada,[50] lo que hacía que estuviera más reforzado. Las fuerzas enfrentadas en ese momento eran la Confederación, conformada por 9 barcos con 54 cañones y 610 hombres; contra la flotilla de Rivera, integrada por 3 barcos de guerra con 9 embarcaciones auxiliares, 31 cañones y unos 350 a 400 hombres.[51]

Para la batalla, Brown necesitaba aprovechar su superioridad, y esto se debía realizar exponiendo a los garibaldinos al fuego de la mayoría de los cañones federales. La clave era la maniobra y la ubicación de los barcos. Si lograba una buena posición, los rebeldes no deberían escapar ni resistir con éxito.

Al mediodía, Brown se aproximó al adversario, y se disponía a atacarlo cuando calmase el viento, dificultad que se sumaba a lo estrecho de lugar y a la bajante. Este nuevo problema climático obligó a acercarse a la sirga, o sea llevando con sogas los barcos desde tierra. Para ello mandó gente a tierra para que hicieran de sirgadores y avanzaran con cuatro naves que maniobraban cerca de la costa donde había profundidad suficiente. Viendo que era difícil y peligroso atacar a Garibaldi de un modo frontal, la maniobra buscaba evitar el fuego concentrado.

Los rebeldes disponían en tierra de su infantería parapetada. Así el avance de los barcos se vio imposibilitado por el fuego del adversario y por la fuerte correntada, que impedía a los atacantes presentar sus buques de costado para replicarle. Para proteger a sus sirgadores contra los tiradores de Garibaldi, se hizo descender a tierra a 100 hombres de infantería al mando del teniente Mariano Cordero.[52] La acción fue exitosa y concluyó con la retirada de las fuerzas enemigas.[53] A partir de ese momento los sirgadores pudieron actuar y el ala derecha de Brown pudo moverse con mayor libertad y alcanzar la distancia de tiro. A la vez, dispuso que un ala izquierda fondeara al suroeste del enemigo a distancia de tiro, atrayendo su fuego, hostigando y perturbando la reacción rebelde contra el ala que avanzaba a sirga. Así el irlandés consiguió poner en línea y acoderar también los buques, Echagüe, Chacabuco, Argentina, Vigilante y 9 de Julio (insignia) trabándose en un duelo de artillería con los de Garibaldi, en el que participaban desde tierra las líneas de tiradores.

La clave de Brown fue acercarse lo suficiente y colocar sus unidades a distancia de tiro sin exponerse a la artillería de enemiga. Relata Garibaldi en sus memorias: “El astuto almirante irlandés conocía muy bien el alcance de nuestra artillería, en su mayoría piezas cortas y permaneció a la distancia, en posición para nosotros menos conveniente”.[54]

Sin embargo, la buena ubicación defensiva de sus fuerzas hizo que, en los primeros momentos, la artillería de la escuadra oriental tuviera ventajas sobre la de Brown. Para prevenir esto, el irlandés realizó la maniobra de distracción con una columna secundaria que debía atraer el fuego enemigo hasta que la columna principal se pudiera acercar lo suficiente.

La batalla se desarrolló, a partir de este momento, con las fuerzas de Brown desplegadas como había planeado. Se aproximó, con las dos columnas, hasta unos 1000 o 1500 metros desde donde bombardeó a Garibaldi. El río estaba suficientemente calmo para hacer una buena puntería. El ala izquierda de Brown artillada con cañones de a 12 fondeó al suroeste a unos 1.500 metros de la escuadrilla de Rivera, logrando así un fuego preciso fuera del alcance de la artillería enemiga. El ala derecha entretanto se acercaba a una distancia similar. Cuando las unidades federales de la izquierda entraron a distancia de tiro de las orientales rebeldes, Garibaldi abrió el fuego, soportado, estoicamente, por el ala derecha cuyo objetivo era atraerlo. Mientras el ala izquierda habiendo alcanzado la posición asignada debía machacar a la escuadrilla montevideana en forma definitoria. Brown pudo hacer maniobrar a los buques para presentar la banda de babor al enemigo, entrando en combate todos ellos. El Echagüe era el más próximo al enemigo, con su proa sobre la ribera; cerca y al sur, aprovechando la inclinación de la costa, lo seguía la Chacabuco evitando tener que tirar por arriba de aquél; tercero, también cerca y al Sur, se colocó el Americano, tomando las mismas precauciones; y Brown abarloó a la goleta 9 de Julio y al Americano desde su centro a popa. A las 12.00 horas el fuego se había generalizado. Las fuerzas federales habían logrado una superioridad gracias a su ubicación que las beneficiaba eliminando las ventajas que Garibaldi buscaba para sí. Ahora los federales usarían su mayor potencia de fuego y el tiempo a su favor. Machacaron al enemigo sin apresurar el abordaje, sin dudas, más sangriento. De este modo, las fuerzas de Garibaldi por más ingeniosas maniobras que intentaran estaban derrotadas.

El combate, sorprendentemente, se frenó cerca de las 16 para que la gente pudiera comer, reanudándose, poco después, hasta el oscurecer, con ambos bandos tomando disposiciones de seguridad nocturna y atención de los buques y del personal herido o muerto. La situación era evidentemente desfavorable para la flotilla rebelde, que estaba duramente golpeada y no podía maniobrar ni escapar.

Relata Garibaldi que la goleta Constitución de su escuadra parecía un esqueleto y hacía agua. El comandante del Pereira había muerto y los tripulantes que aún quedaban en pie estaban agotados. En la noche del 16 al 17 el italiano preparó un brulote (embarcación cargada con materias inflamables y explosivos, que se utilizaba para incendiar grandes barcos enemigos por sorpresa, colisionándolos).[55] El catalán Manuel Rodríguez, que lo seguía desde Brasil, ató entre sí, a varios de los pequeños mercantes que habían tomado. Luego de cargarlos con elementos combustibles, protegido en la oscuridad, los remolcó hasta la línea federal tratando de llevar el fuego y una posterior explosión hacia ellos. Este primer intento fue detectado a tiempo y desactivado enviando un bote con marineros audaces a apagar la mecha. Recuerda el italiano en sus memorias: “No obstante teníamos pólvora y proyectiles, y era necesario combatir, no para vencer, o salvarnos, sino por honor”.[56] La previsión del italiano de ubicarse en un lugar favorable no solo para el combate, sino para la huida de sus hombres había sido correcta.

Garibaldi decidió entonces aprovechar la oscuridad para intentar abordar una nave federal cercana a tierra, ordenando a Arana, comandante del Pereyra, atacar por tierra con 50 hombres al Echagüe, que estaba arrimado a la costa. Esta tropa se acercó cautelosamente, pero no pudo evitar ser detectada por un centinela, quien de inmediato dio alarma, disparó y acertó al propio jefe de la partida que la encabezaba (Arana) lo que determinó la fuga de su gente. Arana era uno de los jefes al servicio de Montevideo que más se había distinguido en los anteriores encuentros.

Luego intentó de nuevo un segundo brulote con un barril de alquitrán y dos o tres de pólvora desparramada entre la carga de cueros en cubierta. Este falló por habérsele apagado la mecha. El almirante Brown lo abordó y lo llevó sobre un banco de arena. El día siguiente sería, sin dudas, el episodio final con un desenlace asegurado

Al amanecer se reanudó el fuego de cañón y fusilería en tierra, pero el de Garibaldi fue raleando poco a poco por escasez de municiones. La falta de viento impedía a los federales aprovechar esta oportunidad para lanzarse al asalto. A las tres de la tarde se levantó viento favorable y se ordenó el abordaje. Tomó la delantera Brown en la 9 de Julio, con el griterío de la tripulación propio de la época de corsarios.

El italiano, viendo agotados los medios de resistencia, pensó la última jugada para vender cara su derrota:[57] prendió fuego a sus buques, haciendo volar a la corbeta y al bergantín, pensando que engañaría a Brown y lograría volar también alguno de sus buques ya muy cercanos.

La primera explosión fue muy fuerte. Relata el irlandés a su esposa: “y en un momento desaparecieron ambos buques (la Constitución y la Pórcida), que solo diez minutos antes hacían bizarra defensa, con las banderas correntina, oriental y entrerriana enarbolada”.[58] La 9 de Julio con Brown, que estaba ya a medio tiro de cañón (unos 500 m), fue duramente sacudida. El Joven Esteban humeaba; nuevamente Cordero fue a apagar la mecha e intentar rescatar el barco impidiendo una nueva peligrosa explosión para los buques que se acercaban. Según el legajo de Alsogaray donde se recoge el informe de Cordero, Brown le indicó: “Vaya Ud., que tiene suerte para la guerra y vea si puede apagar ese buque como el de anoche […] Mientras esto acontecía, huían los enemigos, en botes los que pudieron, los demás por la costa, con la esperanza de alcanzar el primer pueblo fronterizo o estancia”.[59]

Entonces, como posiblemente había previsto en caso de derrota mientras sus naves volaban, el italiano escapó a tierra firme.[60] Recordemos que en tierra ya se encontraban unos 100 hombres de Brown. Las fuerzas de Garibaldi sufrieron 160 a 190 muertos y heridos, toda la escuadra hundida, capturada o dispersa, debiendo huir hasta Montevideo pasando por Corrientes.[61] Las unidades de la Confederación no sufrieron mayores bajas, a pesar del elevado consumo de munición. Se apresaron 5 embarcaciones mercantes de las 6 capturadas por Garibaldi (la Santa Ana fue hundida) y un botín considerable en armas, pólvora y mercaderías de la Bella Margarita y del Joven Esteban, pero no se perdió ningún barco. Todo según informaba el British Packet y el legajo de Alsogaray. La Gaceta señalaba que en el lugar se encontró alguna carga desembarcada.

La victoria fue total, la flotilla rebelde comandada por un audaz jefe había dejado de existir. La elección del lugar del combate por el italiano tuvo sus ventajas como había previsto. Pero no fue suficiente porque Brown no cometió errores. La tierra firme era propicia para la retirada, aunque tuvo desertores y la flotilla correntina ante el desfavorable curso del combate lo había abandonado, Garibaldi estaba en tierra amiga y podía huir por Corrientes aun en manos rebeldes.[62] Brown contaba con gran superioridad, disponía de fuerzas desembarcadas también victoriosas y aguerridas, pero decidió no perseguirlo. Lo cierto es que la explosión de las naves les dio a los rebeldes un cierto tiempo y frenó el avance de las fuerzas vencedoras. La persecución era un riesgo si se internaban en territorio correntino. Brown escribió después de su victoria:

“Pelearon como tigres, fiados en que por su fuerte posición saldrían airosos; pero todo fue en vano; así es que pusieron fin a la farsa con ayuda de un par de mechas y pólvora […] La conducta de estos hombres ha sido más bien de piratas que de guerreros pertenecientes a un pueblo civilizado, saqueando o destruyendo cuanta criatura o cosa caía por desgracia en su poder: difícilmente puedes figurarte cuán mal se han portado. Después de lo cual no debe extrañar su derrota, siendo así que hay un poder Supremo que todo lo ve, y que tarde o temprano nos premia o castiga según nuestras acciones Censura que no podemos menos de creer destinada a la galerie y pues, dada la ferocidad que presidía a la guerra terrestre difícilmente pudo hacer Garibaldi nada que mereciera especial admiración”.[63]

Después de Costa Brava, se ordenó reconocer las islas del Paraná Pavón (el brazo del río era el óptimo para proveer desde Buenos Aires al ejército de Oribe) para el transporte de caballadas a Entre Ríos desde San Nicolás, tarea realizada por el general Mansilla.[64] Con este fin, el 18 de septiembre se construyeron cuatro balsas capaces de pasar mil caballos diarios. Para el 14 de octubre se habían pasado ya más de 5.000 caballos a Entre Ríos con las balsas y Oribe estaba con movilidad y bien montadas sus fuerzas para enfrentar a Rivera. Según las crónicas, estas caballadas constituyeron una sorpresa para Rivera y serían factor principal en su próxima derrota.[65]

La noticia de Costa Brava llegó a Buenos Aires el 27 de agosto y la significación que se le dio en ese momento fue de una victoria de enorme importancia. Cuestión que es real, aunque en el relato histórico argentino no tenga tal trascendencia. Esto tiene que ver con problemas de construcción del relato histórico para la memoria del pasado y para la identidad nacional. Ya que las fuerzas federales, y específicamente el rosismo, fueron excluidos como un otro completamente externo, malo absoluto, como una anomalía de la sociedad que debía ser eliminada. Los victoriosos de Costa Brava fueron derrotados en 1852, quienes los vencieron fue una coalición donde revistaban en forma determinante las fuerzas político militares que habían sido derrotadas en Costa Brava. Estos nuevos triunfadores lo fueron en forma definitiva construyendo el Estado y la identidad nacional.

 

5.Consecuencias

En este apartado final presentaremos una síntesis de las consecuencias de la batalla. Dentro de estas hay cuestiones que ya fueron desarrolladas en el artículo y otras que fueron apenas mencionadas. Estas últimas requerirían otro artículo para desarrollarlas, ya que abarcan cuestiones que exceden el marco restringido de esta propuesta. Pero consideramos que es necesario enumerarlas para dejar abiertas otras líneas de trabajo, y completar la comprensión de la importancia del acontecimiento. Sin embargo, debemos señalar que en algunos casos que enumeramos la investigación y la polémica tiene un mayor desarrollo que el de la campaña que encierra la batalla de Costa Brava.

Podemos dividir las consecuencias del triunfo de la flota federal en inmediatas y estratégicas. Aunque siempre pueda ser artificioso separar muy tajantemente ambas, lo haremos en base a pensar las consecuencias político militares inmediatas y las de más largo plazo. Aunque ambas se deben evaluar para todo el escenario operacional.

Para empezar, definamos de nuevo el escenario. A partir de la pacificación rosista del interior la guerra quedó circunscripta al litoral, por lo tanto, como señalamos más arriba el control de los ríos era definitorio, ya que sería muy difícil, sin apoyo externo, sostener cualquier rebelión contra la Confederación sin contar con apoyos desde Montevideo. O sea, la guerra tenía dos pivotes que eran el punto central donde giraba la logística (y la política). Uno, Montevideo y otro, Buenos Aires, como epicentros del que parten las comunicaciones.

Primero señalamos una consecuencia que es a la vez táctica, operacional y estratégica. De implicancia geopolítica. La afirmación del control de las vías fluviales por la flota de la Confederación. Entre el 15 de agosto de 1842 y el 2 de agosto de 1845, cuando la escuadra de Brown fue decomisada por las fuerzas anglo-francesas (y algunas naves puestas a disposición de Garibaldi nuevamente), la primacía de la Confederación era indiscutible, salvo por la amenazante presencia de fuerzas inglesas, francesas y brasileñas que permanecían a la expectativa. Esa presencia amenazante se manifestó lo suficiente para impedir que la escuadra hiciera efectiva la más importante maniobra para culminar la guerra: el bloqueo a la ciudad sitiada.

Una consecuencia inmediata de la batalla es la destrucción de la flotilla de Garibaldi y la absoluta superioridad de la Confederación desde este momento. De allí se deduce el aislamiento de la provincia rebelde de Corrientes respecto de la base de Montevideo. Corrientes no podía ser socorrida por el Paraná; únicamente quedaba la vía del río Uruguay (en realidad hasta Salto y después por tierra); pero esa posibilidad también se malograría pronto por la llegada de Oribe y la batalla decisiva de Arroyo Grande, que es complementaria (y consideramos consecuencia) de la victoria de Brown.

Paralelamente vemos la afirmación de la seguridad logística y operacional del ejercito confederado al mando de Manuel Oribe. El ejército al mando del presidente oriental disponía de absoluta libertad de movimientos a través de los ríos, para cruzar y abastecerse, con lo que aumentaba notoriamente sus posibilidades de maniobrar y avanzar sobre el gobierno de Montevideo. De allí se deduce el triunfo de Arroyo Grande. Oribe pudo reforzar sus fuerzas sin contratiempos, lo que sería una de las razones de su aplastante victoria.[66] Como vimos, los rápidos movimientos y el refuerzo de caballada sorprendió a Rivera.

Otro resultado de la nueva situación es el avance de Oribe hacia Montevideo. Este se produjo en el período de tiempo en que la flota federal dominaba las aguas de la Cuenca del Plata. Oribe avanzó relativamente lento, se suele señalar, pero está claro que el oriental debía dar por descontado que la flota de Brown estaría en condiciones de bloquear la cuidad, y que esta debía caer sin necesidad de un asalto sangriento. Por último, una vez retornado a Buenos Aires y puestas en condiciones las naves, Brown partiría hacia Montevideo a hacer efectivo el bloqueo (Brown se presentó en la rada el 1 de abril).

Aquí ya podemos ver las consecuencias estratégicas. La primera y más importante es el cambio de relaciones de fuerzas dentro del frente antirrosista. Para las potencias, el equilibrio de fuerzas en el Plata era una cuestión que pretendían asegurar. Con sus variantes, Francia e Inglaterra no consideraban aceptable la unidad entre la Confederación y la República Oriental. Sea esta una unidad en la Confederación o una unidad de estrecha alianza. La política de las potencias de libre navegación de los ríos se afirmaba con la existencia de una disputa entre Buenos Aires y Montevideo. Y esta última parecía, en ese momento, una base más segura y manejable para el comercio internacional. Por ello, los encargados de negocios de Francia e Inglaterra, y los marinos a cargo de las estaciones navales rápidamente se pusieron en acción para evitar la caída del puerto oriental.

Las potencias realizaron dos acciones. Una indirecta: el refuerzo de la plaza sitiada para que los defensores (comandados por el hábil General Paz) pudiera establecer la resistencia con eficacia. Y la otra, a través de una acción directa: la ruptura del bloqueo federal y el decomiso de la escuadra de Brown. Primero, en forma inmediata, el comodoro John Brett Purvis (a cargo de la estación naval británica) desconoció el bloqueo, abasteciendo a la plaza y provocando a la Confederación, lo que tensó gravemente las relaciones diplomáticas. Y el 2 de agosto de 1845 los almirantes Samuel Inglefield y Jean Baptista Lainé, a cargo de reforzadas fuerzas navales de las potencias, decomisaron la escuadra federal. A partir de este segundo hecho (claramente una acción de guerra directa) comienza una serie de campañas fluviales (nuevamente con Giuseppe Garibaldi a la cabeza) de la alianza rebelde, respaldada militarmente por las potencias extranjeras, dando comienzo a lo que en Argentina se conoce (una expresión de la fragmentación de interpretación) como la guerra del Paraná. La que para nosotros es una nueva campaña en el escenario operacional de los ríos interiores o una fase más de esta larga guerra.[67]

La segunda consecuencia, aunque de menor envergadura que la anterior, es el naufragio del proyecto del general Rivera de crear un estado confederado entre las provincias del litoral, Río Grande do Sul y La Banda Oriental: La Federación del Uruguay. Todos los movimientos militares de Rivera iban de la mano de este proyecto estatal y geopolítico. Se basaba en que al controlar Montevideo (fuente de poder alternativa a Buenos Aires donde estaba radicado el exilio antirrosista, desde donde operaban las potencias extranjeras y desde donde se podía articular el comercio internacional), el caudillo oriental disponía de una base sólida para intentar ponerse a la cabeza de fuerzas tan disímiles como las encabezadas por el correntino Pedro Ferré, el general Paz, o los Farrapos riograndenses. La pérdida del control de los ríos y el sitio a Montevideo no solo lo dejó en una situación difícil en el ámbito regional, sino que minó su autoridad frente a las fuerzas políticas radicadas en la ciudad sitiada, tanto las porteñas como las de su propio partido colorado, y también ante las potencias, que preferían negociar con líderes locales menos ambiciosos.[68]

Así vemos que la batalla de Costa Brava fue el punto culminante de una campaña fluvial emprendida por el gobierno de la República Oriental para lograr el control de los ríos Paraná y Uruguay, fracturar así la logística de las fuerzas federales, lograr la articulación con el foco rebelde de la provincia de Corrientes y la construcción de una organización estatal alternativa a la encabezada por Rosas en Buenos Aires. Es también el fin de una etapa del conflicto por el control de las aguas. En junio, el ejército comandado por Manuel Oribe se preparaba para cruzar el Paraná, ocupar Entre Ríos y seguir hacia el Uruguay. Pero era una necesidad operacional y estratégica tener aseguradas las vías de comunicación, y estas eran los ríos. De la misma forma, el bando liberal/unitario con sede en Montevideo pensaba que ocupar u hostigar esas desequilibrantes vías era una cuestión clave pata mantener bloqueado el avance federal y comunicados logísticamente los focos rebeldes.[69]

Otro tema es el balance de las fuerzas enfrentadas. En general en ese período se encontraban bastante equilibradas en lo que hace a armamento y número de hombres. La cuestión es más discutible en recursos. Sin dudas Buenos Aires era la ciudad más rica y más habitada, era la llave del Plata. La tierra y la aduana le proporcionaba una cantidad de recursos varias veces superior a cualquier otra provincia, inclusive, mayor que todas las demás sumadas. Pero Montevideo, desde su fundación en la época virreinal, fue su competidora. Mejor puerto y con posibilidades de conectarse con el mundo alternativamente. Lo cierto es que, a pesar de ello, era mucho más pequeña, pero allí residían poderosos intereses extranjeros que en forma directa servían de apoyo en caso de que una conflagración contra un gobierno bonaerense no agradable a los intereses europeos y, si paralelamente, existía uno oriental favorable. Siendo así la fuerza rebelde tenía en Montevideo una baza de equilibro frente a la poderosa Buenos Aires.

Otro tema era la calidad de las tropas. Nos referimos a la de los soldados no la de los jefes pues, tanto en el ejército y la marina, había muy buenos en ambos bandos. Pero la tropa federal tenía más alta moral (en el sentido de Clausewitz), ya que en general no existían deserciones de unidades enteras, cosa que solía suceder con las fuerzas rebeldes. La flota puesta en acción por Montevideo nunca alcanzó a equiparar a la federal. A pesar del esfuerzo y que en algunos momentos tuvo una cantidad de unidades importante que se aproximó a la de sus adversarios. Sin embargo, la fuerza federal se encontraba en desventaja respecto de las fuerzas extranjeras por dos razones. Una porque eran marinas europeas con una industria naval detrás y una política de estado destinada a crear fuerzas capaces de proyectar poder en el mundo y abrir mercados a cañonazos. Inclusive, la del Imperio del Brasil, era heredera de la flota portuguesa y, a pesar de que Brown la puso en jaque, los brasileños tenían mayor potencia naval. Esto era mucho más en relación a Francia e Inglaterra. La otra es porque la guerra abierta con las naciones europeas era algo que la Confederación deseaba evitar. Sin embargo, la utilización del poder naval para abrir el comercio y lograr zonas de influencia era una política clave de las potencias: el mar era suyo desde su concepción.

En este sentido queremos reforzar como conclusión un tercer elemento, el carácter mediterráneo de la cultura de los federales y, en general, de la Argentina hasta el siglo XX. No se imaginaba un despliegue marítimo como sí terrestre, tanto militar como económico. Es en la historia argentina del siglo XIX una constante el problema de ausencia de una cultura marítima que permitiera proyectar el poder hacia el mar.

Creemos a través de la descripción y análisis de la batalla, tanto desde el plano táctico como estratégico, haber avanzado en la confirmación de nuestras hipótesis, ya que Costa Brava se configura como una victoria táctica de consecuencias estratégicas y el inicio de un cambio de etapa de la guerra. En ella se manifiesta con claridad la unidad de todo el conflicto desde 1836 hasta 1852. Esta batalla fluvial aparece claramente como un eslabón vinculante indispensable entre: el golpe de estado que llevó a Rivera al poder en la Banda Oriental; la campaña de Oribe para reprimir los levantamientos en el interior de las provincias argentinas; la intervención extranjera, tanto francesa como anglo-francesa; y las campañas tanto de Rivera, primero sobre el litoral, como de Oribe, inmediatamente, hasta sitiar Montevideo. Este artículo ha sido un aporte para rescatar el importante significado de esta victoria del almirante Brown, la habilidad militar desplegada y la importancia geopolítica del río Paraná. Buscamos así abrir vías para una mejor comprensión de una guerra y un período que se presenta fragmentado.

 

 

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1 No es parte de nuestro artículo adentrarnos en las formas en que las historias nacionales fragmentan el estudio de esta guerra. Pero señalamos que la clave del problema se encuentra en que esta etapa de la historia debe ser necesariamente estudiada desde un punto de vista regional. Lo nacional, en este período, se encuentra indefinido y los actores se comportaban en la región con una gran libertad asumiendo roles, indistintamente, en Buenos Aires o la Banda Oriental o en cualquier otra provincia. Pero, posteriormente, las historias nacionales y los campos académicos en el siglo XX se constituyen nacionalmente. Por eso en general los estudios se centran en sus naciones, cuya definición en la época que nosotros estudiamos era “vaga”. BERRO. M., 1895; PIVEL DEVOTO, 1945, entre los clásicos uruguayos. Desde un punto de vista regional o “rioplatense”, METHOL FERRE A., 1959. Para un estudio inicial del campo historiográfico uruguayo en general ver: CORBO, T., 2010. Un resumen sobre el estado de la cuestión respecto del Imperio del Brasil y el Rio de la Plata en nuestro periodo en LIMA S., 2021.

2 HOBSBAWN, E. (2016).

3 MAHAN, A., 1890. Para el caso del pensamiento naval argentino se puede consultar STORNI, S., 2009.

4 CLAUSEWITZ, C., 1969. Para una introducción histórica al pensamiento estratégico moderno PARET, P., 1992. Para el caso argentino AA.VV., La construcción de la Nación Argentina, 2010.

5 VILAR, P., 1982. P. 43-44

6 AA. VV, 1934, Boletín del Centro Naval, N.º 505 y 506. Los artículos específicos pertenecen al capitán de fragata Teodoro Caillet-Bois, quien realizó para números anteriores del mismo boletín una serie de artículos que abordan la historia de la flota argentina durante el gobierno de Rosas. Remitimos a la cita al pie número 21, donde enumeramos trabajos que abordan la batalla. Además de que a lo largo de este artículo señalamos trabajos donde recurrir para profundizar aspectos que aquí presentamos.

7 Como “revisionistas” remitimos a los historiadores que desde principios del siglo XX rescataron positivamente la figura de Juan Manuel de Rosas y los hechos históricos a ese periodo vinculados.

8 GOLDMAN, N. (Ed.), 2008. KOSELLECK, R., 2012. Tanto la historia conceptual de Koselleck, como Godman en su compilación (en este caso para el Río de la Plata en el periodo de la guerra de la independencia) nos permiten entender los desafíos que implica no caer en anacronismos, ni ser “víctimas” de las estrategias discursivas de los actores.

9 GOLDMAN, 2008.

10 La Banda Oriental fue ocupada por Portugal en 1820 (la invasión había comenzado en 1816) y heredada por el imperio del Brasil. En 1827 un conjunto de orientales encabezados por Juan Antonio Lavalleja (entre los que se encontraba Manuel Oribe y muchos de los protagonistas de la guerra de la que es parte la batalla de Costa Brava) penetraron e insurreccionaron la provincia, reincorporándola a las Provincias Unidas. Brasil reaccionó y comenzó una guerra en la que los ejércitos rioplatenses triunfaron en tierra (aunque fueron derrotados en el mar, lo cierto es que no con contundencia). La mediación inglesa, apoyada por sectores porteños afines, acordó la creación de la República Oriental del Uruguay. No está de más decir que en Uruguay también había partidarios de la escisión, muchos de los cuales eran también protagonistas de esta historia del bando antirrosista y antioribista.

11 La posibilidad de independencia del Paraguay no fue considerada como una opción por los gobiernos rioplatenses hasta la caída de Rosas. Consideraban el hecho de que había sido parte del Virreinato del Río de la Plata y debía seguir siendo parte de la nueva estructura estatal a formar, fuera la unitaria o la federal.

12 Algunas aclaraciones interesantes. Rivera fue uno de los fundadores del Partido Colorado, actualmente vigente en el Uruguay. Partido de orientación liberal conservadora y más abierto al mercado mundial. En esos años iniciales Rivera impulsaba el proyecto de crear un estado federal: la “Federación del Uruguay”. Con sede en Montevideo, abarcaría la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Rio Grade do Sul y quizás Paraguay y Florianópolis. Con él como caudillo militar aglutinante. Es de destacar que entre Fructuoso Rivera y la burguesía e intelectualidad liberal de Montevideo (la otra fracción del “partido colorado”) existían contradicciones, una de ellas, la mayor ambición y carácter más gregario y voluble de “don Frutos”. La sociedad entre el caudillo y la elite urbana se basaba en que Rivera aportaba la conducción militar y su prestigio de masas, lo que le otorgaba la capacidad de reclutar hombres. Era un caudillo rural en el que pesaba su personalidad más que sus ideas, fue el que le aportó una fracción popular a un partido claramente elitista.

13 La fase anterior de la guerra civil en el Río de la Plata había terminado recientemente, desarrollada entre el momento en que se anunció que se escindiría el Uruguay y la victoria “federal” sobre los “unitarios”, con la asunción de Rosas como gobernador porteño y encargado de las Relaciones exteriores de las provincias. Rivera aglutinaba tras de sí a los argentinos exiliados en la Banda Oriental, militares y civiles, muchos de ellos organizados en una logia que actuaba en forma de partido semiclandestino para orientar e influir en la política regional y tomar el gobierno en las provincias. También a Rivera los respaldaban los intereses europeos y en forma contradictoria brasileños o farrapos. Es de tener en cuenta cierto oportunismo del caudillo.

14 DEMARCO, M.A., 2021. Es la biografía más reciente y abarcadora. A lo largo de este artículo serán mencionados nombres de marinos que revistaron en la escuadra federal como en la de Montevideo. Respecto a los que no mencionamos ni citemos específicamente, hemos recurrido a algunos trabajos que estudian sus biografías como contexto. Ver: LUQUI-LAGLEYZE, J.; 2009; PICCIRILLI, R., y GIANELLO, L., 1963; GREDING, E., 2006, entre otros.

15Los generales José María Paz, Juan Lavalle y Gregorio Aráoz de Lamadrid, oficiales de los ejércitos formados desde las guerras de la independencia. Las biografías de los militares menos referenciados en este artículo se pueden encontrar en el sitio web Revisonistas.org y en el Boletín del Centro Naval donde se presentan específicamente las de la mayoría de los marinos.

16 John Halstead Coe (1808-1864) nació en Springfield EE. UU, en 1806. En 1824 se incorporó a la armada independentista en Perú bajo la jefatura del General San Martín. Continuó su carrera sirviendo bajo bandera de las Provincias Unidas en la Guerra contra el Imperio del Brasil. En las guerras civiles se alineó primero con los rebeldes unitarios y luego, dentro de la misma línea, junto a Rivera (bajo cuya autoridad fue nombrado jefe de la escuadra oriental en 1840). Era amigo de Brown (como muchos hablaban en inglés) y cuando fue desplazado por Rivera de la conducción de la flota se pasó a la Confederación siendo perdonado por Rosas. Siguió en el bando federal junto a Urquiza y luchó contra la secesión de Buenos Aires, pero aceptó pasarse nuevamente de bando con varios capitanes a cambio de una cantidad de dinero apotrada por las prodigas arcas porteñas. Ostenta el grado de Almirante de la República Argentina.

17 Giuseppe Garibaldi (1807-1882). Marino y revolucionario italiano, influenciado por ideas proto socialistas y nacionalistas mazzinianas. Fue republicano y uno de los promotores de la unidad italiana. Exiliado, entre 1836 y 1848 vivió en Sudamérica, específicamente en Brasil y en el Río de la Plata, donde participó en varias revoluciones y conflictos bélicos de nuestra región. En 1836 intervino voluntariamente en la fracasada insurrección secesionista de la república brasileña de Rio Grande do Sul como corsario y luego jefe de una escuadrilla. En 1842 fue nombrado capitán de la flota de la Banda Oriental bajo el gobierno de Fructuoso Rivera durante la guerra contra Rosas y Oribe, en la que fue derrotado. Al año siguiente, durante la defensa de Montevideo, organizó una legión militar italiana y defendió la ciudad contra el ejército federal. Durante este periodo encabezó expediciones de saqueo sobre el litoral de los ríos. Finalmente, regresó a Italia donde tuvo importante protagonismo militar y político para la creación de la unidad italiana.

18 Un trabajo que presenta un panorama político, militar y social abarcador para conocer la situación de Buenos Aires durante el bloqueo francés y los levantamientos antirrosistas en la provincia es Rosas Bajo Fuego. J. GELMAN, 2009.

19 Para un abordaje sobre la situación de Montevideo durante este periodo en relación a la presencia extranjera, voluntarios, mercenarios etc. Ver: ALPINI, A., 2013.

20 ZUBIZARRETA, I., 2009.

21 CAILLET BOIS, T., 1935. A. SALDÍAS, 1968.Todas las descripciones respecto a las unidades navales que presentamos a lo largo de este artículo se basan en un análisis de los datos que aportan, además de los mencionados Saldías y Caillet Bois, los siguientes autores y fuentes: P. DE ANGELIS, 1946, quien a través del Archivo Americano cita fuentes oficiales y periodísticas de la época sobre los acontecimientos que tratamos; J. M. ROSA, 1964, en su Historia Argentina (y otros trabajos más amplios pero de contenido similar) presenta la composición de las fuerzas enfrentadas; CARRANZA, A., 1946; FURLAN, M. s/f, el Boletín del Centro Naval de fácil acceso on line, tomo 15 p. 127, T 51 pp. 1 y 707, T 52 pp. 40 y 958, T 53 p. 75, T 70 p. 451 (para una guía que permita abordar el extenso material del Boletín se puede recurrir al Índice temático on line https://www.centronaval.org.ar/boletin/BCN802/indice.pdf ); la correspondencia de Brown recogida en el citado Boletín, en Saldías y en Rosa; el legajo de A. ALZOGARAY, 1996. Entre los artículos que mencionan el combate hemos encontrado escritos periodísticos (como de los diarios correntinos EL Litoral o La Época) que resumen el hecho, la composición de las escuadras enfrentadas y que recurren a estas mismas fuentes.

22 El general, Paz en sus memorias afirma: “El Gobierno, o mejor diré, el país, gastó sumas crecidas, y aún puede decirse, inmensas comparativamente a la importancia de la Escuadrilla, para aprontar, armar y tripular cinco o seis buques, que se pusieron al mando del norteamericano Coe, antiguo oficial de la marina de Buenos Aires. (...) Sin embargo de que no era mayor la fuerza del general Brown, nada hizo aquella de provecho, y después de unos cuantos encuentros incalificables, y por lo común”. Citado por E. PEREDA, 2014, p. 89.

23La escuadrilla de la Confederación, se encontraba hasta entonces al mando de Antonio Toll, Rosas decidió invertir en la flota y nombrar a un veterano muy respetado a su mando: el brigadier Guillermo Brown comandante general en jefe de la Escuadra de la República. Su ayudante y enlace con el canciller Felipe Arana fue el teniente primero Álvaro José de Alsogaray, de cuya foja de servicios extraemos una parte de la información de esta campaña; A. ALSOGARAY, 1996. AR-AGN.DE/AALZ Fondo: Álvaro José de Alsogaray Fechas Extremas: 1841 – 1879. legajo N.º 1 abarca el período comprendido entre 1840 y 1842. William Brown (1777-1957) nacido en Irlanda, desde muy niño emigro su familia a Estados Unidos, allí se incorporó a la armada de aquel naciente país. Pasó por la armada británica y luego se dedicó al comercio con un barco propio, durante 1810 se encontraba en Buenos Aires y se incorporó como corsario al servicio del gobierno porteño. Desde entonces fue transformándose en el principal marino argentino. Dirigiendo la lucha contra la flota españoles de Montevideo, juego contra el imperio del Brasil y finalmente en las campañas de este período. Tuvo una vida política activa en el Río de la Plata. Aunque era más bien un marino dedicado a la conducción de la armada y al servicio del estado.

24 G. GARIBALDI, 1860. Desde la página 223 a la 300 del tomo I y desde la página 1 a la 64 del tomo II, Garibaldi relata sus andanzas al servicio del gobierno de Montevideo.

25 GARIBALDI, 1860, p. 235, Tomo 1

26 Valentín Alsina (1802-1862) fue político y periodista antirrosista. Gobernador de la Provincia de Buenos Aires en 1852 y en 1858/59. Fundador y presidente de la “Comisión Argentina”, organismo público de los exilados en Montevideo durante el período rosista. Hombre clave en las actividades de la “logia”

27 Boletín del Centro Naval N 506, P. 75. P: FERRE, 1921, Pp. 571 y siguientes. Farrapos es el nombre con que se denominaban los rebeldes republicanos e independentistas de los estados del sur del Brasil.

28 En realidad, tanto Entre Ríos como Santa Fe se encontraban muy precariamente en manos de los rebeldes. Dependían de la presencia de las fuerzas del general Paz y de Rivera. Y de que el ejército de Oribe no estuviera en condiciones de desplegarse rápidamente. Los tratados que buscaban articular iban desde un nivel de acuerdo militar defensivo u ofensivo, hasta la intención de generar una posible entidad política estable. 1) Tratado de Cangüé, de 21 de agosto de 1838, entre Uruguay y la República de Rio Grande do Sul; 2) Tratado de Galarza entre Uruguay y la provincia de Corrientes, de 31 de diciembre de 1838; 3) Tratado de San Fructuoso, de 5 de julio de 1841, entre Uruguay y la República de Rio Grande do Sul; 4) Tratado de Corrientes, de 29 de enero de 1842, entre la República de Río Grande y la Provincia de Corrientes; 5) Tratado de Alianza, del 12 de abril de 1842, entre Uruguay y las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. Pero el objetivo principal es discutir el corolario de todas estas ligas, la Junta de Paysandú, del 14 de octubre de 1842, fusionando todas proyectos anteriores.

29 De hecho, el virreinato, mirando un mapa aparecía como proyectado al océano, lo que debió haber significado una proyección naval importante como actividades al mar relacionadas. Sin embargo, la parte naval era patrimonio español, los habitantes se proyectaban desde Buenos Aires como puerta de entrada y salida hacia el interior por dificultosos caminos o por los ríos. Las provincias no heredaron una cultura naval ni actividades marítimas. Si bien las había (casas comerciales que se proyectaba a otros mercados y alguna actividad con anfibios y cetáceos desde una pequeña población en la Patagonia o Malvinas. Nunca se establecieron muchas poblaciones estables o duraderas en la costa marítima.

30 Se puede encontrar en la web un interesante artículo que aborda brevemente la historia y las características de cada uno de los barcos que llevaron el nombre de Belgrano. Ver: A. ALVAREZ, 2020.

31 Los presupuestos de la Provincia de Buenos Aires se ubicaban entre el millón quinientos mil y dos millones de pesos. Fuente: ROproBA 1824, 1825, 1835, 1845, 1849 y 1850. J. C. GARAVAGLIA, 2014.

32 A, SALDÍAS, 1968, p.267. Cap. XLIII, XLIV.

33 Periódico de la comunidad británica en Buenos Aires, que era moderadamente afín al gobierno o al menos expresión de intereses de los comerciantes que necesitaban una política conciliadora de parte de su metrópoli. Sin dudas opuesto a los intereses de los comerciantes asentados en Montevideo.

34 Como señalamos las fuentes varían o deben ser interpretadas, como también los diversos ensayos específicos que abordan la composición y características de las naves y de la flota. Además de aportar datos y fuentes para la reconstrucción de la historia. CAILLET BOIS, T.,1944; CARRANZA, A., 1946; DE ANGELIS, P., 1946; FURLAN, L., (s/f); etc.

35 CAILLET BOIS, T., 1935. SALDÍAS, A., 1968.

36 Es interesante conocer cómo se suministraban los navíos de la flota federal de pertrechos militares. Según el Boletín del Centro naval (que no cita referencia específica, aunque suponemos que es el legajo de Alsogaray), del 15 de mayo antes de que la flota saliera a combatir a la armada de Coe se enviaron: 10 cañones (5 de hierro de 20 pulgadas, 3 de 16 pulgadas y 2 de bronce de 12 pulgadas). 20 carronadas de 20. 3000 balas de cañón y 700 tarros de metralla casi todos de 20 pulgadas. 19 palanquetas de 16 y 12. 60 sables, 24 hachitas y 48 picas de abordaje (se puede imaginar el armamento y como se realizaba el asalto a otro navío). 6 loggerheads (instrumento de hierro con un gancho o punta para asegurar la línea de un arpón). 8 faroles para señales, etc.

37 La designación del coronel Maza como jefe provisorio de la escuadra federal en el Río mientras Brown se encontraba intentando neutralizar a Garibaldi, fue polémica. Maza era un oficial del Ejército de Tierra federal rosista de destacada actuación al frente de unidades al mando de Oribe en la represión a los levantamientos en el interior de la Confederación. Con “fama” de duro, ganada en ejecuciones sumarias. Los oficiales de la Armada como Alsogaray, Bathurst, etc. que venían secundando a Brown desde hacía años se mostraron incómodos. Maza no tuvo una destacada actuación, no pudo concretar el objetivo de bloquear eficazmente los puertos aun en manos de Rivera, y la flotilla remanente oriental no pudo ser destruida. Es probable que hayan pesado consideraciones de confianza política de Rosas. Ya que Maza tampoco tenía la ambición de ser un jefe naval.

38 Si bien la existencia de infantería de marina es muy común, el tipo de operaciones que describimos es típica de la época. La idea misma de acciones punitivas de las potencias, la “diplomacia de cañoneras”, implicaba una intervención de una fuerza naval que amenazaba, bloqueaba, cañoneaba y desembarcaba contingentes no muy grandes en condiciones de ocupar una sección de la costa, un punto clave, temporariamente como acción de demostración de fuerzas. Aquí en la Cuenca del Plata las operaciones de las fuerzas locales en el río tenían como fin, o el saqueo de pueblos, o la ocupación de los puertos.

39 ETCHECHURY BARRERA, M., 2017. pp. 491-524.

40 El 30 de mayo, en un informe al gobierno, Brown comunica que la escuadra (en ese momento bajo su mando se encontraban el Belgrano, el 25 de mayo, el San Martín, el Echague y el 9 de Julio incluían entre sus tripulantes 137 extranjeros de los que 71 eran forzados. Y pide que se vayan reemplazando de a poco. El gobierno decide ir reemplazando 12 marineros por cada mes. Boletín del Centro naval. op. cit.

41 Relatos abarcativos sobre el período, las campañas militares o específicamente sobre la Batalla de Costa Brava y la campaña en que se inserta se pueden encontrar, además de en los ya mencionados, en: ROSA, J.M., 1964; PICCIUOLO, J. L., 2007; PEREDA, S., 1914; PAZ, J.M., 2000. Todos los artículos, memorias, fuentes y ensayos que hemos consultado para contrastarlos e intentar precisar un relato de los hechos y su contexto que se aproxime a lo sucedido

42 GARIBALDI 1860, Tomo 1 Pp. 235 y siguientes.

43 En carta del ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de Montevideo Francisco Antonino Vidal Gosende a Pedro Ferre el 1 de agosto le informa: “Este cañoneo (el de Martín García) puso al enemigo en Buenos Aires sobre aviso del ataque que se hacía a la isla, y zarpó inmediatamente. Cuando avistó a los nuestros éstos se hallaban ya al norte de la Isla. Con viento favorable y densa niebla entró al Paraná el 29 de junio, y el 2 de julio estaba a tres leguas arriba de S. Pedro”. Boletín del Centro Naval, op. cit, p. 76. P: FERRE, 1921. Pp. 571-635. Mientras que el “El almirante Brown, engañado sobre la dirección da nuestros buques, los buscó hacia el Uruguay, donde varó el Belgrano, el más fuerte de su escuadra, frente a Los Amarillos. Allí ha estado hasta el 18 de julio, en que pudo flotar, y el 29 entró al Guazú con dos bergantines y dos goletas, dejando al Belgrano en la Isla de Martín García”. Ibídem. P. FERRE, 1921

44 SALDÍAS, A., 1968. A lo largo de este artículo se puede ver como las unidades navales encallan en bancos de arena. Es de tener en cuenta que el río estaba en una bajante. Pero también que el Río de la Plata y el mismo Paraná (pero sobre todo el Plata) es de muy poca profundidad en gran parte de su superficie. Si uno desconoce sus canales o se ve obligado a realizar maniobras desatentas, existe una alta posibilidad de quedar varado. Además, el río tiene un régimen de mareas que permite navegar determinados sectores a una hora, pero en otras horas quedan con el lecho a muy poca profundidad.

45 En este punto hay ciertas discrepancias. Ya que un grupo al mando de Thorne y otro al mando de Brown operaban separados, mientras que Brown se había adentrado un poco hacia el río Uruguay (donde quedó varado), Thorne se encontraba en las cercanías de Marín García. Pero el hecho es que no llegó a haber cañoneo entre naves, sino que las baterías de la isla fueron las que dispararon contra Garibaldi

46 Recuerda Garibaldi que “poco después de mi salida tuve que sostener mi primer combate contra la batería de San Martin García, isla situada en los alrededores de la confluencia de dos ríos, el Uruguay y el Paraná, y cerca de la cual debía pasar sin remedio, puesto que no existe para la navegación de los buques de ciertas toneladas más que un solo canal á medio tiro de canon de la misma. En este primer encuentro tuve algunos muertos y entre ellos un bravo oficial italiano, Pocarobba: una bala de canon le llevó la cabeza. Además, tuve ocho ó diez heridos. U Constitución se encalló á tres millas de San Martin García, y por desgracia sucedió este accidente cuando la marea estaba baja. Para ponerla á flote tuvimos que trabajar muchísimo, y, gracias al valor de nuestros hombres, salió adelante nuestra flotilla. Yo me encontraba en una mala situación: para aligerar la Constitución, había hecho trasportar todos los cañones á la goleta Proceda, donde se hallaban amontonados, por cuya causa nos eran completamente inútiles. No nos quedaba pues más que el bergantín “Pereyra”, cuyo valiente capitán se hallaba al lado mío, ayudándonos en nuestro trabajo con la mayor parte de su tripulación. Entretanto el enemigo avanzaba á nuestro encuentro, ensoberbecido con las aclamaciones de las tropas de la isla y seguro de la victoria con sus siete navíos de guerra”. GARIBALDI, G., 1860, p. 5-17. Tomo II.

47 CAILLET BOIS, T., 1935.

48 Garibaldi estaba por San Pedro, el 2 de julio, y Brown entrando al Paraná Guazú tras zafar de su varadura y planificar con Thorne los pasos a seguir. Hay casi a un mes de intervalo (29 de julio) entre ambos. Según la citada carta que del ministro Vidal, a Ferré “Garibaldi debe de hallarse seguramente a la altura de La Bajada, como lo dicen cartas de Buenos Aires (…) Convendría despacharle una canoa desde Corrientes (…). El Gobierno de Montevideo “recomienda nuevamente a Garibaldi emplearse en defensa de esta provincia y hostilizar la retaguardia del enemigo en cuanto pueda, pero sobre todo no empeñar combate dudoso sin procurar, a todo trance, conservarse en caso de ser atacado, ya sea metiendo sus buques en el río de Corrientes o en cualquier otro defendible con ventajas”. CALLET BOIS, 1935, p. 85. Como vemos la conciencia de la inferioridad militar en el combate naval era clara. Con la ventaja de tiempo, la posibilidad que la flotilla rehuyera el combate directo con Brown era una posibilidad, y así el italiano reviviera su estrategia contra las fuerzas imperiales cuando sirvió en Río Grande. Donde por ejemplo en las lagunas, aprovechado el calado y las complejidades de las costas de estos “mares de agua dulce” causó dolores de cabeza a las muy superiores fuerzas del Brasil con operaciones rápidas y sorpresivas.

49 “No era pues posible evitar el combate: lo único que podía hacerse era prepararse para llevarle á cabo. Dispuesto á arrostrarlo todo, hice aproximar mis buques, más ligeros que los del enemigo, á la costa, para encontrar al menos, cuando nos viésemos perdidos en el río, el último medio de salvación, el desembarque. También procuré dejar desembarazado el puente de la goleta á fin de que pudieran servirnos algunos cañones; y después de tomar todas estas disposiciones, esperé”. G. GARIBALDI, 1860, pp. 5-10 Tomo II.

50 Al mando de Seguí, se encontraba una flotilla compuesta de las goletas Argentina, Libertad, Entrerriana y varios lanchones armados. CALLET BOIS, 1935, p. 960.

51 Las cifras varían, pero hemos elegido las más altas para ambas partes. Otras fuentes, el Almirante Cordero (importante protagonista de esta batalla), y el legajo de Alsogaray, señalan que eran 8 naves con 40 cañones. Y Brown, como vimos, señala una cantidad también menor. Nuevamente indicamos que dada la posición de los buques de Garibaldi las fuerzas federales que entraron en combate fueron menos.

52 Mariano Cordero (1818-1988) y Bartolomé Cordero (1830-1892) eran teniente y guardiamarina en esos años y servían en la flota federal. Llegarían al grado de vicealmirante y contraalmirante de la República Argentina. El último tenía solo 12 años cuando peleó en esta batalla.

53 La maniobra en tierra se desplegó de la siguiente forma en tres columnas: una de 20 hombres al mando del teniente Mariano Cordero se dirigiría por la ribera; la derecha hacia el interior también de 20 hombres al mando del teniente French, previendo un flanqueo y la 3ra en el centro, la principal con 60 infantes, al mando del teniente Montaña, quien limpió la orilla de los tiradores emboscados que perturbaban la maniobra naval.

54 GARIBALDI, G., 1860, pp. 5-10 Tomo II. L. BORELLI, 2020.

55 La correntada favorecía que el brulote se fuera contra los barcos federales a buena velocidad. La Argentina y el Vigilante corrían peligro de volar a su contacto. Al ver esto, un bote (enviado con baldes y cuatro bogadores) conjuró el peligro torciendo el rumbo y llevándolo a encallar en “el banco de enfrente”. Esa misión valió una distinción a Bartolomé Cordero quien hacía sus primeras armas junto al Almirante. Según el informe, desempeñó con toda sangre fría su peligrosa tarea, y se trajo de trofeo la mecha del brulote, que en cinco minutos más hubiera producido una catástrofe.

56 GARIBALDI, G., 1860, pp. 8-9. Tomo II.

57 “Pero ya por último al terminarse, no teniendo ni un solo proyectil á bordo, habiendo perdido más de la mitad de mis soldados, mandé incendiar los buques, mientras que sufriendo el fuego de nuestros contrarios ganamos tierra. Cada uno llevaba su carabina y la parte de cartuchos que nos había tocado en la última distribución. Llevamos con nosotros los heridos trasportables: en cuanto á los demás (…) ya he dicho lo que acostumbrábamos á hacer en semejantes circunstancias”. Y “Dispuse que se rompieran las cadenas de los buques, mandé reunir los clavos, los martillos, todo lo que era cobre ó hierro, reemplazando con ello las balas y la metralla, y solo así pude ocultar al enemigo aquella deplorable falta, logrando por este medio atacarle durante todo el día”. G. GARIBALDI, 1860, pp. 8-10.

58 Ibídem, p. 9

59 Bartolomé Cordero partió en un bote, pero en otra embarcación su hermano Mariano salió a competir a ver quién se ganaba la distinción por la audaz acción. Ganó Bartolomé, cuyo bote era más liviano, y que se trepó con su gente, baldes y hachas al buque amenazado: “Por el castillete de proa asomaba el fuego; la pólvora estaba en la bodega, y la mecha se extendía a lo largo; unos minutos más y volaba todo (…) buque, carga y gente” Cordero recordaba que Brown le había señalado que “Lo que Ud. ha hecho en cumplimiento de su deber es mucho para su edad; pero así se forman los hombres”. AR-AGN.DE/AALZ Fondo: Álvaro José de Alsogaray. Fechas Extremas: 1841 – 1879. Legajo N.º 1. 1996.

60 Relata Garibaldi que sus hombres eran muchos ex convictos, soldados castigados y gente obligada a pelear, que cuando decidió prender fuego las naves con aguardiente sus hombres se la tomaron y quedaron en pésimo estado (cuando la situación se complicó Garibaldi sufrió deserciones, lo que era muy común en las fuerzas antirrosistas). Debiendo huir, pero sin poder rescatar a muchos heridos. Las memorias del italiano son muy transparentes en la poca calidad de sus hombres en general (aunque exime a los italianos y carga las tintas sobre orientales, ingleses y franceses, que presenta como saqueadores y violadores).

61 Según Ángel Carranza Garibaldi llevó consigo 161 hombres de su dotación hacia Esquina (se supone que incluiría los huidos en las tres balleneras). La Prócida, que no intervino en el combate, llevaba unos 40 hombres más algunos apresados. Por lo tanto, hay 200 tripulantes salvados del desastre de Costa Brava. La dotación inicial era de unos 350 hombres más los diez pasados a Oribe, por lo que la expedición sufrió la pérdida de unos 160 tripulantes, entre muertos, heridos, prisioneros y pasados de bando.

62 La huida podría haber sido el fin de todos los expedicionarios rebeldes, la infantería patriota se detuvo en la persecución al momento que la santabárbara de las naves incendiadas explotó. Brown decidió no continuar ni aniquilarlos. En algunos casos se critica esta decisión por considerarla de un hombre demasiado “bonachón”. Ante el pedido de los soldados argentinos de perseguirlos y matarlos habría exclamado: “déjenlo escapar ese gringo es un valiente”. Sin embargo, hay un par de temas que ponen en dudas esta cuestión. Una es política: la historia oficial siempre ha rescatado a Brown y buscado hacerlo un héroe nacional impoluto (como el San Martín “santo de la espada”). Brown es el mito fundante de la Armada nacional, lo que no es poco. Pero el marino, en definitiva, encabezó la armada rosista, contra Garibaldi, Rivera, Lavalle, Paz y los anglo-franceses. Todos héroes paradigmáticos de la futura república, luchadores contra la “tiranía” rosista. Su actitud en el golpe de Lavalle contra Dorrego fue ambigua y conciliadora, siendo que los conspiradores logistas decidieron apartarlo de lugares de expectación rápidamente. Brown parcia más bien un soldado de la nación, no muy amigo del faccionalismo y que buscaba un “estado fuerte y unido”, en lo que quepa esta definición en 1830-1840. Por ello se impone una visión de “ingenuo” y “bonachón” apropiada por diferentes corrientes. Así se evita problematizar su servicio a la causa de la Confederación, tan importante como estamos viendo. Además, en el plano militar la persecución a Garibaldi, fuera del ensañamiento o eliminación de este líder que era percibido como un individuo entre aventurero y mercenario, no era sencilla. Para perseguir por tierra al italiano que disponía de entre 50 o 100 hombres debía destacar por lo menos una fuerza superior. Que dada su escasez de efectivos, cansancio y riesgos no perecía necesaria para terminar con un grupo que (al menos por ese momento) no implicaba ningún peligro, ya que un grupo de marinos sin naves, poco vale.

63 Caillet Bois, T. op. cit., pp. 89. Carta dirigida por Guillermo Brown a su esposa después de la batalla.

64 Militar de gran experiencia, artillero, participaba de la conducción militar desde la guerra de la independencia. Sería poco tiempo después el jefe de las fuerzas de la Confederación que enfrentaron con éxito la intervención anglo-francesa que intentaba liberar la navegación del río Paraná.

65 Rosas lo engañó hábilmente, haciéndole creer que Oribe no tenía caballos. Maniobra que, siguiendo a Saldías, fue hecha por “El Restaurador” cuando recibió al encargado de negocios británico. El líder federal sabía que los ingleses apoyaban a los rebeldes, aunque lo hicieran con cierto ocultamiento (en ese momento), y que cualquier información que obtuvieran de él sería transmitida de inmediato a las fuerzas de Rivera. El caudillo oriental se confiaba en que el poderoso ejército de Oribe tuviera dificultades logísticas, entre ellas los muy importantes caballos (determinantes en las grandes distancias de la región). Rosas exclamó delante del inglés cuando otro oficial se acercó a tráele informes, su disgusto por la imposibilidad de suministrar caballos al ejército en operaciones, la información llegó rápidamente y Rivera se confió. Sumando un factor más para la gran victoria federal de Arroyo Grande, abriendo la Banda Oriental al ejército federal. SALDÍAS, A., 1968.

66 El 6 de diciembre de 1842 en la zona de Arroyo Grande, Entre Ríos, en las proximidades del Río Uruguay, las fuerzas de Oribe alcanzaron a las de Rivera y le propinaron una dura derrota. Allí naufragó el proyecto de la “Federación del Uruguay”, y las fuerzas rebeldes se dispersaron y Rivera huyó con los restos de su desperdigado ejército hasta Montevideo, donde también fueron los rebeldes argentinos. Mientras que los correntinos y otras fracciones del ejército de Rivera se replegaron a Corrientes. En Montevideo, el general Paz organizó la defensa con el apoyo franco-británico. Oribe marchó victorioso y ocupó todo el Uruguay y estableció su gobierno en “el Cerrito” enfrente de la sitiada ciudad. El sitio duró diez años, en Montevideo florecieron las milicias de europeos y se establecieron las escuadras extranjeras desde donde operaron contra la Confederación

67 SALDÍAS A., 1968. Tomo II, Cap. 44, 47 y 48 y Tomo III Cap. 49 a 54. Contiene un relato que, para abordar una descripción sobre el tema de la intervención Anglo-francesa, resiste al paso del tiempo.

68 SALDÍAS, A., 1968.

69 En general las fuerzas enfrentadas en ese período se encontraban bastante equilibradas en lo que hace a armamento y número de hombres. La cuestión es más discutible en recursos. Además, debemos volver a señalar el carácter “mediterráneo” de la cultura de los federales, que no imaginaban un despliegue marítimo como si terrestre, tanto militar como económico. Frente a esto, los europeos tenían problemas para la guerra en tierra, la hacían “delegada” en aliados locales, apoyando un partido u otro. En este último sentido, la intervención con armas, recursos, voluntarios extranjeros, detrás de las murallas de Montevideo o en el mar y los ríos, fue notoria. Pero hubo una cantidad mucho menor de fuerzas de tierra bajo bandera extranjera. De hecho, en las metrópolis era relativamente fácil que los parlamentos o los gabinetes, aprobaran una escuadra punitiva, pero no así un ejército de invasión.