Casus Belli III (2022), 45-71
Recibido: 24/5/2022 - Aceptado: 10/07/2022

 

Así en la tierra como en el cielo:
El nuevo armamento industrial en la postal de la Gran Guerra

José Manuel López Torán

Universidad de Castilla - La Mancha

 

Resumen: La Gran Guerra ha sido comúnmente calificada como la primera contienda industrial de la historia. Si bien la historiografía militar tradicional ha dedicado grandes esfuerzos en dar a conocer las características de las novedosas armas que fueron incorporadas, otros aspectos como las impresiones que despertaron entre los contemporáneos han quedado desatendidos. Ante esta situación, la presente investigación, construida a partir del análisis de más de un millar de tarjetas postales editadas y circuladas en la época, buscaba determinar, por un lado, cómo los gobiernos, como parte de sus estrategias de propaganda, hicieron un uso sistemático de ejemplares ilustrados con esos nuevos medios técnicos. Por otra parte, se fijó como objetivo conocer testimonios directos de combatientes o civiles que aludieran a cualquier aspecto relacionado con tales innovaciones.

Gracias a la información recabada, ha sido posible determinar que esos avances se hicieron patentes en tres grandes ámbitos: los combates terrestres, las disputas navales y la guerra desde el cielo. En las próximas páginas, se ofrece al lector un recorrido textual y visual con el que se pretende exponer algunas de las líneas generales que rigieron la política de comunicación tanto de los gobiernos como de la población.

Palabras clave: Gran Guerra, tarjeta postal, emociones, propaganda, armamento.

 

Abstract: The Great War has commonly been described as the first industrial war in history. While traditional military historiography has dedicated great efforts to explaining the characteristics of the new weapons that were incorporated, other aspects, such as the impressions they aroused among contemporaries, have been overlooked. In view of this situation, the present research, based on the analysis of more than a thousand postcards published and circulated during the period, sought to determine, on the one hand, how governments, as part of their propaganda strategies, made a systematic use of illustrated postcards with this new technical equipment. On the other hand, it was set as an objective to obtain direct testimonies from combatants or civilians who referred to any aspect related to these innovations.

Thanks to the information gathered, it has been possible to determine that these innovations were evident in three main areas: land combats, naval battles, and warfare from the sky. In the following pages, the reader is offered a textual and visual overview of some of the general lines that ruled the communication policy of both governments and the population.

Keywords: Great War, Postcard, emotions, propaganda, weaponry.

 

Casus Belli III (2022), 45-71

Recibido: 24/5/2022 - Aceptado: 10/07/2022

 

1. Introducción

La guerra es la más destructiva y despiadada de las actividades humanas. Todas las contiendas que se han librado a lo largo de los siglos han sido atroces y brutales, sin embargo, las modernas lo han hecho de una manera muy especial. La Gran Guerra ha sido considerada comúnmente como el primer conflicto armado moderno de la historia, ya que la revolución técnica llevada a cabo en las décadas previas fue determinante a la hora de introducir en el combate nuevas formas de lucha y conducir a los países beligerantes a una destrucción sin precedentes. La ciencia y la tecnología se aplicaron con fines plenamente letales y los grandes avances se materializaron, de manera general, en tres grandes ámbitos: tierra, mar y aire.[1]

En primer lugar, el desarrollo del armamento en tierra modificó por completo la concepción de la guerra y aceleró todos los procesos de movimientos de tropas en un conflicto de tan grandes dimensiones. Una de las motivaciones que llevó a ese adelanto en el combate fue, sin duda, el deseo de reducir la carga emocional que conlleva dar muerte a otro ser humano. En efecto, los adelantos proporcionados consiguieron que esta acción se convirtiera en algo impersonal al quedar eliminada la relación directa entre los combatientes. Igualmente, los nuevos medios de transporte, como los tanques, fueron incontestables aportaciones al mundo bélico y consiguieron erigirse como símbolos indiscutibles de ese progreso. Por otro lado, el mar también fue uno de los escenarios elegidos por las potencias implicadas para dar la batalla contra el enemigo. La envergadura de las grandes operaciones libradas en las aguas era una muestra más de la magnitud del avance tecnológico, ya que los acorazados, destructores, torpederos o submarinos llevaron el nivel del combate a un nuevo estadio. Finalmente, el último teatro de operaciones donde se enfrentaron las naciones en liza fue en el aire, sin duda la gran novedad que incorporaron los conflictos armados del siglo XX a la historia militar. La conquista de los cielos gracias a los aviones o dirigibles es un hecho que caracteriza como pocos a la Gran Guerra, bien por las nuevas ventajas estratégicas que proporcionaban a los ejércitos o bien por los nuevos riesgos que entrañaban para combatientes y para civiles.

La historiografía militar tradicional ha dedicado grandes esfuerzos en dar a conocer las características de las novedosas armas que fueron incorporadas, sin embargo, otros aspectos como las impresiones que despertaron entre los contemporáneos han quedado destendidas. No obstante, en los últimos años, se ha producido una incipiente renovación dentro del mundo académico gracias, sobre todo, a dos factores. El primero es la irrupción de nuevas corrientes, como la historia de las emociones, que han permitido centrar la atención en asuntos en los que antes no se reparaba.[2] En segunda instancia, la incorporación de nuevas fuentes documentales -entre las que se encuentran diarios, fotografías o tarjetas postales- ha permitido a los historiadores acceder a esferas más personales y obtener puntos de vista diferentes y desconocidos sobre los conflictos.[3]

En el diseño de la presente investigación se advirtió que todas las innovaciones y los cambios producidos en torno a la revolución tecnológica a los que se aludían anteriormente ocuparon un lugar privilegiado dentro de los anversos de las tarjetas postales editadas en aquellos años. Como tendremos ocasión de comprobar en las próximas páginas, su representación constituía una de las formas predilectas de los gobiernos para demostrar su potencial militar dentro y fuera de sus fronteras. Por su parte, el reverso de las tarjetas nos proporciona una visión privilegiada sobre esta cuestión, puesto que sobre ellos quedaron impregnadas las impresiones o sensaciones de quienes debían usarlas y de quienes temían morir bajo sus efectos. En este sentido, quedaron patentes las posibles oportunidades que las postales podían ofrecer a la hora de conocer estos aspectos relacionados con ese nuevo potencial armamentístico.

Con esta situación de fondo, se partía de la hipótesis de que los diferentes soportes visuales editados en la época, entre los que se encuentra la tarjeta postal, sirvieron a los organismos de propaganda para transmitir a la sociedad su fuerza y su superioridad frente al enemigo a través del armamento representado. Del mismo modo, se intuía una tendencia generalizada en los distintos países beligerantes a asociar el potencial armamentístico con el orgullo nacional. Por último, se percibía que, en estas pequeñas cartulinas, utilizadas como medio de comunicación interpersonal entre los combatientes y sus familiares, sería posible encontrar testimonios sobre las sensaciones que conllevaba la utilización de las nuevas armas o sobre su padecimiento.

De este modo, y con el fin de obtener los resultados esperados que permitieran corroborar dichas ideas, se fijó un triple objetivo. En primer lugar, se buscaba determinar hasta qué punto las postales fueron concebidas por los gobiernos de las potencias beligerantes como potentes vehículos de transmisión del nuevo potencial. En consonancia, se pretendía mostrar cómo el armamento constituyó uno de los conjuntos más cultivados en los anversos. En segunda instancia, se percibió necesario fijar cómo estas pequeñas cartulinas fueron uno de los espacios elegidos por los combatientes para narrar los sentimientos que estaban experimentando en su convivencia diaria con estos mortíferos aparatos. Y, en último lugar, exponer, gracias a la información que proporcionan los dos cauces, cómo esas nuevas incorporaciones al arte de la guerra modificaron por completo las percepciones de los contemporáneos y su relación con los episodios bélicos que se iban sucediendo.

Por tanto, la presente investigación busca huir de las aportaciones tradicionales en las que primaba la descripción pormenorizada de todos y cada uno de los elementos técnicos empleados en la contienda. Por el contrario, pretende centrarse en las implicaciones que el desarrollo y uso del nuevo armamento conllevaron, así como su explotación dentro del mundo de la propaganda oficial.[4] Así, en las próximas páginas se ofrece al lector un recorrido en el que se ha buscado combinar los dos tipos de informaciones que ofrece la postal dentro de su doble condición como documento visual y textual.[5] Detrás de las reflexiones finales obtenidas se encuentra un cuidado análisis de cerca de un millar de tarjetas postales procedentes de cinco países: Alemania, Bélgica, Francia, Italia y Reino Unido. A ellas se ha tenido acceso mediante consulta directa en centros de documentación internacionales como la Bibliothèque nationale de France, la Bibliothèque Royale de Belgique o la Württembergische Landesbibliothek de Stuttgart (Alemania), y a través de importantes iniciativas de digitalización emprendidas por instituciones europeas y estadounidenses de primer orden. Es el caso de Europeana 1914-1918 y The New York Public Library, solo por citar algunas de las más relevantes.[6]

 

2. Nuevo armamento para una guerra total

Las Gran Guerra se caracterizó, entre otros muchos factores, por la utilización, durante el desarrollo de las hostilidades, de sofisticados armamentos que cambiaron de manera definitiva la forma de combate y las experiencias en el frente. En la carrera hacia la contienda, que se inició varios años antes de que estallaran las hostilidades en el verano de 1914, confluyeron una serie de factores de carácter psicológico,[7] como el militarismo [8] o la psicosis de guerra instalada en las élites europeas, que terminaron por minar la paz entre los países. Si rastreamos los presupuestos que las potencias destinaron al rearme de sus territorios, observaremos cómo las economías se pusieron al completo servicio de la contienda. Además, la fuerza militar era considerada una manifestación de la fuerza nacional y, por ende, un estado poderoso necesitaba de un ejército potente y bien equipado para defender las fronteras, proteger los intereses del país y disuadir las amenazas procedentes del enemigo. Esta creencia se hizo rápidamente extensible al ámbito de la propaganda bélica, ya que los gobiernos percibieron como una tarea necesaria trasladar al conjunto de la población ese sentimiento de orgullo nacional vinculado al potencial militar. Aunque son varios los medios que nos podrían acercar a conocer tales experiencias, la postal posee la ventaja de presentar dos realidades distintas, a la par que complementarias, sobre esa relación con las nuevas armas: bien a través de la ilustración del anverso o bien a través del mensaje depositado en el reverso.

En lo que respecta al frente de la tarjeta, resulta significativo comprobar que, de manera general, los servicios de propaganda utilizaban estos motivos para demostrar esa superioridad frente al enemigo. La exhibición de fuerza por medio de estas imágenes tuvo un lenguaje propio y, en todo momento, estaba orientado a evidenciar de cara a la población que su nación era más poderosa que las enemigas al poseer armas más sofisticadas que acabarían con las defensas del contrincante sin grandes esfuerzos. Esta reflexión lleva implícito otro objetivo, el deseo de desmoralizar al ejército contrario, al verse en situación de inferioridad después de comprobar el potencial al que se debían enfrentar. Así, su función era doble, levantar los ánimos de la población del propio país y minar la moral de los combatientes y civiles del bando contrario. Dentro de ese extenso catálogo, el armamento ligero -las armas individuales como pistolas o granadas, y las que necesitan un equipo para hacerlas funcionar como ametralladoras y morteros- tuvo una abundantísima representación, ya que, por sus características, era el que estaba en contacto con un mayor número de soldados y al que tenían un acceso más rápido y directo. Basta una rápida consulta para concluir que en la postal se les dio especial atención a estas armas fáciles de producir en serie y que se pudieran disparar desde la distancia.

El fusil es una de las armas más representadas debido a su gran nivel de utilización. En el caso de las tarjetas ilustradas con imágenes, normalmente aparecen en brazos de un soldado, bien en escenas tranquilas o bien simulando estar en combate. Por otro lado, las ametralladoras también tienen su hueco en las postales y, aunque ya se habían utilizado en conflictos anteriores, en esta ocasión constituyeron uno de los sistemas defensivos y de ataque preferidos por los ejércitos de todos los países.[9] Como se puede ver en esta tarjeta británica, la imagen elegida para ilustrar el anverso muestra a tres soldados preparados para utilizar la ametralladora. El interés radica en poder visualizar que el uso de este tipo de armas era una tarea colectiva que requería la implicación de varios hombres (véase figura 1).

Figura 1. British maxim gun in action (ca. 1915). Fuente: Europeana.[10]

Por su parte, de los reversos de estos ejemplares se extrae información relevante para la investigación, ya que era el lugar en el que recogían los pensamientos, sentimientos o impresiones que sentían ante el uso de armas tan distintas entre sí y con unos efectos tan variados, a la hora de ser utilizadas.[11]Entre los miedos que les producía este pequeño armamento se encuentra el hecho de que resultaban menos detectables que el de mayor tamaño, algo que, unido a la intensidad con la que eran disparadas estas armas de menor calibre, hacía que en cualquier momento un soldado pudiera ser objetivo directo. Esta es, precisamente, la idea que se extrae de la siguiente tarjeta circulada en Italia el 31 de marzo de 1916:

Querido papá,

hoy escuché silbar las bolas por primera vez […]. Mientras inspeccionaba los puestos de observación, me han dado dos disparos uno más cerca que el otro. No me he quedado esperando el tercero que probablemente habría tenido la audacia de alcanzarme la piel; pero me he escondido detrás de una fisura para esperar a que el audaz enemigo mostrara su cabeza, para devolverle lo mismo que me había enviado; pero esperé una hora inútilmente. Bueno, otra vez será. Todavía no he recibido tus cartas y esto está empezando a impactarme más que las balas alemanas. Te escribiré una carta mañana por la noche.[12]

En este punto es preciso señalar que, aunque se intuye la incertidumbre o el miedo que les generaba enfrentarse a estos peligros diarios, los mensajes que transmitían omitían ese tipo de datos. Posiblemente, el temor a la censura y el deseo de no inquietar demasiado a sus seres queridos influyó en la moderación del contenido. Por ese motivo, la inmensa mayoría de las consideraciones relacionadas con el pequeño armamento se centran en el respeto que les producía utilizar las armas, así como en la excitación de encontrarse con uno de estos artefactos entre sus manos o en los éxitos que cosechaban durante los periodos de adiestramiento.[13]

De manera complementaria, el armamento pesado tuvo un lugar destacado dentro de las estrategias seguidas por los gobiernos a través de las tarjetas. La fuerza que transmiten estos enormes aparatos -cañones, morteros o lanzallamas- es incuestionable, de ahí que se tomara la decisión de inmortalizarlos en una extensa variedad de ejemplares para los mismos fines que se exponían con anterioridad.

Figura 2. Russisches 28 cm. Geschütz welches von den Deutschen erobert wurde (1916). Fuente: The New York Public Library.[14]

Entre los que tuvieron una mayor cuota de presencia en los anversos se encuentra el Paris-Geschütz, el arma alemana de asedio de largo alcance considerada como el mayor aparato de artillería utilizado durante el conflicto. Diseñada por la empresa Krupp, se puso en marcha para bombardear París en el último año de la contienda. La longitud del tubo oscilaba en torno a los 35 metros y la instalación que precisaba para soportar el peso marcaba enormemente el terreno y dejaba una huella que la tarjeta postal se encargó de difundir. Del mismo modo, el transporte de las enormes piezas desde Alemania a las proximidades de la capital francesa fue recogido por un buen número de imágenes que se llevaron al frente de distintos ejemplares. Otro de los casos más curiosos es el de la Gran Berta, un arma capaz de lanzar proyectiles de entre 800 y 1000 kilogramos a una distancia de más de quince kilómetros y que fue utilizada para atacar las fortalezas belgas en los primeros años de la guerra.[15] Sin duda, gozó de una enorme popularidad dentro de las tarjetas de la época y se convirtió en todo un símbolo de la artillería alemana.[16] Por su parte, en el ejemplar que se ha seleccionado, se muestra un impresionante aparato ruso junto a soldados alemanes, una escena con la que se pretende demostrar el potente armamento que las tropas están arrebatando al enemigo (véase figura 2).

Las reglas que ya se han mencionado, relativas a los detalles que los combatientes expresaban sobre la relación con el nuevo armamento, volvían a cumplirse para estos grandes artefactos. En esta ocasión, la fascinación que manifestaban llevaba incluso a que los propios soldados pidieran fotografiarse junto a ellos para luego mandar esas imágenes como postales a sus seres queridos. Un ejemplo de esta situación es la siguiente tarjeta, enviada el 26 de febrero de 1915, en la que se hace referencia a la imagen que ilustra el anverso. El soldado en cuestión eligió ser representado portando un proyectil, hecho que luego remarca en el mensaje que envía:

Querida Emilie

Una vez más te escribo para enviarte mi foto en una postal de toda la 3ª línea de la sección 14ª. Yo estoy con un obús[ Se ha respetado el término original empleado por el emisor para plasmar la confusión que generaba la terminología referente al armamento. Utiliza la palabra obús para referirse al proyectil, algo muy habitual que con el tiempo perduró. ] [sic.] entre mis rodillas y el que tiene otro a mi lado es de Angers, y luego Autreux, con toda su barba. Tengo buena salud, me va bien. Tu hombrecito que te besa con todo su corazón. Adolphe Chartier.[17]

Cada nuevo paso que se daba en la incorporación de armamento implicaba ascender un nuevo peldaño en la escala de deshumanización de la guerra. Entre las novedades técnicas incorporadas al combate, el apartado más siniestro está reservado, sin duda, para el empleo de gases tóxicos.[18] Estas armas químicas fueron utilizadas por primera vez de manera eficaz el 22 de abril de 1915, cuando los alemanes recurrieron a gas de cloro durante el ataque lanzado contra las posiciones aliadas cerca de Ypres. La nube de color verdoso que se acercaba a las posiciones de las tropas francesas fue dejando un rastro de cadáveres a su paso, algo que generó un profundo pánico entre los combatientes al conocerse la lenta asfixia que experimentaban todos aquellos que lo inhalaban. El siguiente ejemplar, custodiado en el Royal Air Force Museum de Londres, fue enviado el 19 de junio de 1915, es decir, apenas dos meses después de que se perpetrara el primer ataque. En el breve mensaje, vemos una referencia al efecto que producía esta letal arma química en los pulmones de quienes lo inhalaban:

La cuestión del gas ayer fue de lo más interesante. Ver que llegaba a los pulmones fue una sensación horrible. Sin embargo, con el casco[19] uno está perfectamente cómodo y no puede detectar nada fuera de lo común. Hoy hemos tenido un desfile divisional y la inspección del general por F.M. Francés.[20]

Desde ese momento cundió el pánico en las potencias europeas, ya que vieron que debían enfrentarse a un enemigo invisible que traía consigo unas consecuencias devastadoras. De todas las variantes que se usaron, el fosgeno fue el que más muertes produjo, ya que era mucho más tóxico, además de incoloro, lo que lo hacía indetectable hasta la aparición de los primeros síntomas. Finalmente, el último en ser incorporado fue el gas mostaza, utilizado por primera vez por lo alemanes en 1917 en el trascurso de la Tercera Batalla de Ypres. A pesar de no ser tan mortífero, los efectos psicológicos que provocó fueron de extrema gravedad. Entre las consecuencias que implicaba se encontraba la aparición de grandes ampollas por todo el cuerpo, ceguera, hemorragias internas y la destrucción del tejido pulmonar. Los pacientes solían tardar entre cuatro y cinco semanas en morir, por lo que la agonía tan prolongada era un auténtico infierno para quienes lo padecían. Una enfermera británica, Vera Brittain, escribía estas líneas a partir de su experiencia con soldados que padecían los espantosos efectos del gas mostaza:

Deseo que las personas que hablan de continuar con esta guerra, cueste lo que cueste, puedan ver a los soldados sufriendo envenenamiento por gas mostaza. Grandes ampollas de color mostaza, ojos ciegos, todos pegajosos y pegados, siempre luchando por respirar, con voces que se quedan en un simple susurro, diciendo que sus gargantas se están cerrando y saben que se ahogarán.[21]

Verdaderamente, el periodo de agonía tuvo que ser extremo y generar auténtico terror entre quienes lo vieron de cerca. La letalidad de los gases obligó a las potencias beligerantes a tomar medidas urgentes con las que contrarrestar esos terribles efectos. Es así como se empezaron a utilizar máscaras, primero fabricadas con caucho para tapar la nariz y después mucho más sofisticadas con cristales para cubrir los ojos y un tubo conectado a un filtro de aire que permitía alargar el tiempo de permanencia en las zonas afectadas.

Una vez más son las postales las que, indirectamente, nos dejan evidencia del uso de estos elementos químicos, ya que se han localizado bastantes ejemplares ilustrados con imágenes de soldados con máscaras.[22] No obstante, las tarjetas fotográficas no fueron las únicas que dieron cuenta de este capítulo que se abría dentro de la guerra industrial. Al igual que en otras situaciones de especial dureza, también la caricatura se hizo eco de los ataques con gas, en un intento por dotar a este desolador momento de un rasgo de humor suavizando la realidad que llevaba implícita y calmando el terrible miedo que desató. Así, hubo ejemplares que mostraban escenas infantiles entre las que las flatulencias o los olores corporales constituyeron uno de los motivos más utilizados para representar esta cuestión (véase figura 3).[23]

Figura 3. Sandy: I think the Germans are making another gas attack (1916). Fuente: Europeana.[24]

El último conjunto destacable dentro de las campañas terrestres lo acaparó el tanque. Sin lugar a duda este fue el elemento estrella en la guerra, ya que generó un gran impacto en la sociedad y representó como pocos inventos esa idea de progreso tecnológico. Este carro de combate hizo su primera aparición en la Batalla del Somme como parte de la ofensiva británica de 1916 y fue desarrollado con el fin de dar solución al estancamiento que desde el año anterior se mantenía en la larga línea de trincheras que cruzaba el continente europeo de norte a sur. Su mecanismo permitía a los ejércitos traspasar los campos de alambre que precedían a las profundas zanjas cavadas en el suelo, por lo que su puesta en marcha implicó modificaciones en la forma de combate.[25] Sin embargo, tal y como señala el historiador británico David Stevenson, los inconvenientes que presentaban en esos inicios superaron a las soluciones que lograron aportar. El mayor problema con el que contaban era su escasa potencia, que, unido a su enorme peso, la hacían una máquina lenta y fácil de alcanzar. Además, su conducción era complicada, sufrían numerosas averías y presentaban serias dificultades para atravesar terrenos escarpados.[26] Precisamente, la tarjeta postal fue testigo de muchas de estas situaciones, ya que no son pocos los ejemplares que transmitían a la sociedad la relativa frecuencia con la que tenían que ser abandonados por el camino.

Igualmente, el ambiente en el interior resultaba insoportable debido a las altas temperaturas que se alcanzaban y al aire irrespirable producido por los vapores de aceite y combustible, lo que convertía el tiempo de desplazamiento y combate en un auténtico reto. En consecuencia, los gobiernos eran plenamente conscientes de que debían seguir trabajando en la mejoría del recién creado medio de transporte para evitar esta situación. Aun así, los servicios de propaganda lo presentaban como una auténtica revolución y una máquina que el enemigo debía temer. En este sentido, el enmascaramiento de la guerra fue capaz de presentar una visión extremadamente interesada, al obviar este tipo de situaciones y mostrar solo las ventajas que ofrecían en la lucha terrestre. El ejemplar seleccionado, de origen británico, muestra, casi con total seguridad, un modelo Mark IV, introducido en combate en el año 1917 y reconocible por las ametralladoras Lewis con las que va equipado (véase figura 4).

Figura 4. One of our tanks (1917). Fuente: Europeana.[27]

 

3. Barcos de papel: el mar como escenario bélico

Aunque la inmensa mayoría de las acciones bélicas se llevaron a cabo en tierra, los mares y océanos también se convirtieron en escenarios de las tensiones entre las potencias implicadas. La guerra marítima no fue una novedad en este conflicto bélico, ya que durante siglos las distintas civilizaciones han combatido contra el enemigo en las aguas. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial incorporó importantes novedades, entre las que se encuentran el inicio de campañas submarinas a gran escala y el desarrollo de grandes máquinas con un potencial destructor inmensamente superior al utilizado anteriormente.[28]

Dentro de ese militarismo al que se ha aludido anteriormente, el control de los mares también tuvo un especial significado, y el Reino Unido y Alemania fueron sus principales protagonistas. Gran Bretaña era una potencia marítima desde largo tiempo atrás, ya que el desarrollo de una gran flota era el único modo de controlar su inmenso imperio colonial. Sin embargo, ahora, la dueña de los mares se veía amenazada por el ascenso de un nuevo competidor, el Imperio alemán. Estas tensiones previas quedaron plasmadas cuando estallaron las hostilidades en 1914, a raíz de que Alemania declarara toda el área del Mar del Norte como zona de guerra y adoptara la política de lucha sin restricciones en la que se reservaba el derecho de hundir los buques de cualquier nación, tanto civiles como militares, que ayudara a sus enemigos.[29] El desplazamiento de las hostilidades al Mar del Norte fue recogido en un buen número de tarjetas, ya que no son pocos los mensajes que dejan evidencia de las operaciones llevadas a cabo tanto en mar abierto como en la larga línea costera. Este ejemplar enviado el 11 de abril de 1915 por la enfermera británica Margaret Ripley, desde Dunquerque, a su madre en Londres avisa de la cercanía de los disparos en la playa de la localidad francesa:

Di un hermoso paseo ayer por la tarde a lo largo de las arenas y nuevamente después del té a lo largo del camino y encontré un jardín con narcisos y campanillas que crecían en la hierba entre los árboles. Los caminos y canales serían bastante bonitos, pero la mayoría de los árboles están cortados. Los disparos sonaban muy cerca, es extraño lo claro que desde mar llegaba el sonido. Con amor, Mar.[30]

En este sentido, podemos comprobar de qué manera los mensajes enviados por los civiles también incluían referencias a hechos que comúnmente asociamos con los lejanos frentes de batalla. Este hecho no es sino fruto de la mayor cercanía que los combates tuvieron a las poblaciones europeas, de la completa irrupción que hizo esta gran contienda en la retaguardia y del consiguiente cambio de percepción que inevitablemente conllevó. Si bien los reversos pueden aportar algún dato interesante sobre las relevantes campañas que se llevaron a cabo en el mar, los anversos son los que juegan un papel decisivo en lo que respecta a esta cuestión. En el complejo mundo de la tarjeta postal, los ejemplares ilustrados con motivos navales habían gozado de una notable popularidad mucho tiempo antes del estallido de la Gran Guerra, ya que rápidamente se consolidó como un tema de interés para el público. De alguna manera, las grandes embarcaciones simbolizaban los avances de cada momento y sin duda generaban fascinación entre quienes adquirían de manera habitual estas pequeñas cartulinas. Esta atracción, lejos de verse reducida con el inicio de la primera de las guerras mundiales, se vio acrecentada y, como consecuencia, las casas editoras generaron un amplísimo catálogo de las grandes naves que surcaron los mares en aquellos cuatro largos años.

En primer lugar, los acorazados y buques constituyeron uno de los mayores reclamos, ya que mostraban a la población la fuerza nacional, del mismo modo que lo hacían los medios terrestres ya descritos. El HMS Dreadnought revolucionó el poder naval desde su puesta a punto en el año 1906 como parte de la flota de la Royal Navy .[ Para conocer datos referentes a la evolución de estas naves y a su aspecto técnico véase MASSIE, R. 1991.] Su relevancia fue tal que su nombre, en castellano acorazado, se hizo extensible a toda la generación de buques que para 1914 estaban perfectamente preparados. Como parte esencial de la defensa naval que eran, ninguna nación podía permitirse perderlos, por lo que solo navegaban en situaciones relativamente seguras. Si bien la importancia que tuvieron dentro de la guerra naval les confirió un lugar destacado dentro de la postal, la inmensa mayoría de ellas están ilustradas con imágenes en las que aparecen navegando en alta mar o bien atracados en un puerto donde podrían funcionar como elemento disuasorio ante una posible amenaza.

Al mismo tiempo que se estaban fabricando los pesados dreadnought, los cruceros de batalla fueron incorporando mejoras eficaces que les hicieron ajustarse a las necesidades que los modernos enfrentamientos navales requerían. Estas embarcaciones conformaron una parte sustancial de las flotas británica y alemana, principalmente en operaciones en el Mar del Norte, que culminaron en la batalla de Jutlandia, el mayor combate naval de la Gran Guerra.[31] Tras el estudio de los anversos, se ha podido constatar que la forma más popular de representar los barcos era en combates en medio de escenas tormentosas, posiblemente porque proporcionaba mayor dramatismo y transmitían una imagen de invulnerabilidad que se haría extensible al momento del ataque del oponente. Este esquema fue la opción mayoritaria en las postales de todos los países implicados y tuvieron que recurrir a dibujantes, ya que mediante la fotografía resultaba imposible capturar dicha acción.

De menor tamaño que los dos anteriores fueron los torpederos, también con amplia presencia dentro del catálogo de tarjetas postales.[32] Desarrollados a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y utilizados en las contiendas libradas a principios del XX, llegaron a la Gran Guerra con un nivel de perfeccionamiento muy notorio. La construcción de estas embarcaciones fue una forma de contrarrestar los altos costes que traían consigo los grandes buques y acorazados y, además, resultaban muy ágiles al tener un peso mucho más reducido. En lo que respecta a su representación dentro de las tarjetas postales, se ha podido constatar que se hizo efectiva también a través de escenas pictóricas con el mar arrebolado, aunque también se han encontrado imágenes en las que los marines están cargando los pesados torpedos en la nave (véase figura 5).

Figura 5. Der kleine Kreuzer “Zenta” und Torpedobootzerstörer “Ulan” im Kampf mit der gesamten französischen Mittelmeerflotte (1914). Fuente: Europeana.[33]

Finalmente, los submarinos conforman el último gran conjunto de tarjetas relacionadas con la contienda naval. Gracias al desarrollo industrial, estas sigilosas embarcaciones consiguieron convertirse en excelentes armas que cambiaron la naturaleza de la guerra en el mar, ya que desplazaron los combates bajo la superficie del agua y fueron utilizados para otras tareas más allá de los combates, como, por ejemplo, estrangular económicamente al país enemigo.[34]

Al igual que en los casos anteriores, estas naves generaron una notable fascinación entre la sociedad, debido sobre todo a la forma de sus desplazamientos y al componente de inseguridad que transmitían. De entre todos los países, Alemania fue quien mejor explotó el uso de estas tarjetas, al mostrar en los anversos sus célebres U-Booten. El tratamiento proporcionado a estas grandes naves submarinas les dotó de un halo de misterio que se extendió con absoluta facilidad por la población del momento y que perdura en muchas de nuestras percepciones actuales (véase figura 6).

Figura 6. Unterseeboot I in voller Fahrt (1914). Fuente: Europeana.[35]

Los submarinos fueron unas máquinas que, al margen de los efectos que provocaron en el desarrollo de las hostilidades, generaron una serie de emociones que resulta interesante señalar.[ El Imperial War Museums dedica uno de los capítulos de su interesante proyecto, Voices of the First World War, a la situación vivida en el mar. A través de distintos testimonios presenta el trasfondo de la delicada situación que vivieron aquellos que estuvieron destinados en submarinos https://www.iwm.org.uk/history/voices-of-the-first-world-war-the-submarine-war.] Por un lado, su presencia en los mares causaba pavor entre los soldados, sobre todo teniendo en cuenta que en un principio eran indetectables. Por el otro, aquellos que debían embarcar contaban con una gran incertidumbre, ya que sabían de donde zarpaban, pero no dónde acabarían ni cuándo podrían salir a la superficie de nuevo una vez que el peligro hubiera cesado.[36] Muchas veces, los tripulantes sufrían Blechkoller,[37] o neurosis de la lata de conserva, cuando la monotonía y la sensación de estar atrapados les sobrepasaban. El día a día dentro de esos aparatos angostos era sumamente incómodo y, en ocasiones, desagradable, debido a los olores; por lo que esa idealización que la propaganda les proporcionó pronto se disipó para quienes conocieron de cerca la realidad.[38]

Ante la ausencia de grandes combates con submarinos en esta primera contienda mundial, la atención de los editores de postales quedó reservada, en una amplia cuota, al bloqueo naval de Gran Bretaña y Alemania.[39] En un intento por descubrir el porqué de tan abultado volumen, se ha podido concluir que el principal motivo puede explicarse por las consecuencias tan directas que tuvo en la moral de la población de ambas naciones. Al ser un problema que las afectó de manera directa, fue en esos territorios donde las campañas tuvieron un éxito mayor. En este diálogo abierto, alemanes y británicos se acusaban mutuamente de ser tan despiadados como para permitir que millones de personas murieran de hambre, algo que tuvo un impacto considerable entre la población receptora de esos mensajes al ver que eran ellos los objetivos directos de esos enemigos sin escrúpulos.[40] Por su parte, se ha podido observar en el trascurso de la investigación que, entre las postales alemanas, era frecuente utilizar estadísticas o gráficos que evidenciaran el duro golpe que estaban asestando a la que hasta ahora se había considerado la nación dueña de los mares.

Finalmente, resulta preciso señalar que, si bien las embarcaciones coparon casi la totalidad de la producción, las experiencias en el mar también incluyeron de manera inexcusable a quienes estaban llamados a protagonizar los combates. Así, aunque de manera mucho más reducida, los organismos de propaganda también dedicaron atención a los marines o a las tropas que se enfrascaban en viajes náuticos para llegar al frente. Esto es, precisamente, lo que reproduce la tarjeta de la figura 7, editada en los primeros meses de la contienda. Como se puede observar, la instantánea elegida para ilustrar el ejemplar muestra a un nutrido grupo de combatientes británicos a bordo de una embarcación partiendo hacia el continente para unirse a sus compañeros en la campaña contra los ejércitos del Káiser. Posiblemente, el hecho que más llame la atención sea la expresión de euforia que se observa en el rostro de los combatientes. Aunque resulta evidente la intencionalidad del ejemplar, lo cierto es no que fue algo tan manipulado como otros casos aquí expuestos, ya que ese sentimiento estuvo ampliamente extendido entre los jóvenes que marchaban al frente durante los primeros meses de la guerra. Según se ha podido extraer de sus mensajes, muchos concebían esa marcha como una aventura, como una oportunidad de demostrar su valía. Sin embargo, resulta paradigmático cómo en el momento en el que se toparon con la crueldad de la guerra, y observaron con sus propios ojos sus terribles efectos, las impresiones cambiaron de manera diametral.

Figura 7. Armée anglaise. A bord : le départ pour le continent (1914). Fuente: Colección privada.

Otra estrategia interesante que se ha podido determinar fue la seguida por los franceses, que optaron por dar un toque de humor a la situación con la edición de conjuntos con un tono distendido, centrados no en aspectos técnicos, sino precisamente en esa vida de los soldados a bordo de las distintas naves. Algunas de las que más difusión tuvieron fueron las series Nos marins editadas con viñetas del conocido ilustrador galo Henri Gervèse y de las que se han podido localizar ejemplares en francés, inglés, ruso y holandés.[41] La disponibilidad en varios idiomas es un indicador de la popularidad de la que gozaron estas tarjetas en las que el hilo principal era las condiciones en las que vivían los marines durante sus largas travesías.

 

4. La conquista de los cielos

Pocos avances han revolucionado tanto el arte de la guerra como la conquista de los cielos.[42] Llevar el combate a este nuevo espacio abrió un sinfín de posibilidades estratégicas que, rápidamente, fueron identificadas por los países implicados. Desde que, en diciembre de 1903, los hermanos Wright consiguieran realizar el primer vuelo controlado y sostenido, de un aparato más pesado que el aire, la carrera por el desarrollo de la aeronáutica en el ámbito militar se puso en marcha. La aviación fue todo un símbolo en la guerra del 14, una novedad que desde la propaganda gubernamental era vendida como sinónimo del progreso alcanzado durante todo el desarrollo tecnológico e industrial desplegado en las décadas anteriores.[43] Las utilidades que podía ofrecer eran numerosas, de ahí que se apostara de manera decidida por incorporar mejoras que convirtieran a los aparatos aéreos en potentes armas de combate.[44] Estos medios de transporte realizaron una importante labor en tareas de reconocimiento y observación del terreno y permitieron bombardear poblaciones, entre otras muchas aplicaciones. También encontramos un uso directo en lo referido a la fotografía, ya que desde el aire se pudieron tomar imágenes que luego fueron incorporadas a la tarjeta postal y que proporcionaron puntos de vista desconocidos hasta ese momento.[45]

El avión fue, posiblemente, la nave que mejor se adaptó a las distintas oportunidades que la guerra en las alturas podía ofrecer, hecho que la llevó a posicionarse como la más utilizada por todos los países en los distintos frentes desde el mismo inicio de las hostilidades. No obstante, a pesar de esa versatilidad y del interés suscitado entre los dirigentes y la población, la realidad es que los primeros aparatos todavía se encontraban poco desarrollados teniendo en cuenta el potencial que años más tarde desplegarían. Estas aeronaves contaban con materiales un tanto rudimentarios como maderas, planchas de acero y telas, y con motores poco eficaces que limitaban las horas de autonomía considerablemente. Además de estas cuestiones técnicas, la falta de experiencia de los ingenieros aeronáuticos y de los recién incorporados pilotos hizo que este tipo de nave fuera estructuralmente frágil y que se rompiera en pleno vuelo, especialmente durante maniobras de combate más arriesgadas. Sin embargo, el interés por mostrar estos medios tuvo más peso y la presencia en los distintos canales de propaganda le encumbró a lo más alto en la lista de elementos técnicos representados (véase figura 8).[46]

Entre los modelos más utilizados y, por ende, con mayor presencia en las postales de la época está el Handley Page O/400, el bombardero británico más eficaz, una gran nave capaz de transportar hasta a cinco tripulantes (pilotos y ametralladores) y equipada con el mismo número de ametralladoras, o el Vickers F.B.5. Al otro lado del canal de la Mancha, los alemanes dieron un uso extensivo a los distintos modelos de Gotha G; entre los cuales destacó el G.IV, el bombardero más conocido de la Gran Guerra desde que entrara en servicio a principios de 1917, los modelos Fokker o el Albatros D.V. Por su parte, Francia recurrió a aparatos Nieuport o SPAD para contrarrestar los ataques lanzados por la aviación germana, todos con unas características técnicas parecidas y un tratamiento idénticos en las tarjetas postales.[47]

Figura 8. Hindenburg (1915). Fuente: Europeana.[48]

Si bien los franceses y los británicos supieron detectar las múltiples ventajas que el avión podía ofrecer al combate, los alemanes apostaron fuertemente por el dirigible para surcar los cielos durante la Gran Guerra. Por ello, junto a los aeroplanos, estos imponentes aparatos fueron la otra gran incorporación aérea que el primer conflicto mundial trajo consigo. Su desarrollo se llevó a cabo en los primeros años del siglo XX, a partir de que en el año 1900 el conde von Zeppelin realizara el primer vuelo sobre el Lago Constanza, cerca de la localidad alemana de Friedrichshafen.[49] Tomando este momento como punto de partida, se pusieron en marcha distintas iniciativas y se concentraron todos los esfuerzos para perfeccionarlo y convertirlo en un aparato que pudiera ser utilizado de manera eficaz en caso de que estallara un conflicto bélico.

Cuando se pusieron en marcha, estos grandes aparatos aéreos sorprendían a las poblaciones en medio de la noche, ya que durante un tiempo los gobiernos no contaron con tecnología capaz de detectarlos desde la superficie, por lo que provocaban escenas de verdadero terror entre la población. Sin embargo, desde el punto de vista estratégico, no fueron demasiado eficaces, se incendiaban con relativa frecuencia debido a las operaciones con los gases situados en su interior, su navegación era bastante imprecisa y su escasa velocidad y elevado volumen les hacía muy vulnerables frente a los aviones franceses y británicos.[50]

Precisamente esta cuestión es de la que se hicieron eco un buen número de postales francesas o británicas. En los anversos recogían imágenes en las que aparecía uno de estos aparatos derribado o en llamas, ya que era una buena forma de evidenciar la superioridad en el cielo y de tranquilizar a una población que temía por sus vidas debido a los ataques sobre las ciudades. Con esta estrategia de presentar los zepelines como máquinas poco desarrolladas y fácilmente abatibles tuvieron un relativo éxito, aunque su avistamiento en el horizonte siguió provocando pavor entre la gente. Así, postales como la que se recoge en la figura 9 fueron editadas en Francia, Gran Bretaña o Bélgica con el fin de demostrar la facilidad con la que estas aeronaves eran destruidas. Tras el incendio que caracterizaba su caída a tierra, quedaba solamente un amasijo de hierro y otros materiales que conformaban el armazón de la estructura. Por su parte, la visión que nos proporcionan los ejemplares alemanes es totalmente opuesta, ya que en estos casos mostraban con orgullo la que consideraban una de las mayores aportaciones que habían realizado a la guerra aérea.[51]De esta manera, se evidencia el importante papel que jugaron los dirigibles alemanes en la propaganda. Mientras que los aliados incidieron en su vulnerabilidad, los alemanes hicieron alarde de la superioridad tecnológica sobre los modelos enemigos. En este sentido, asistimos a uno de los muchos diálogos visuales que se establecieron sobre la tarjeta postal, al contraponer dos interpretaciones enteramente opuestas acerca del mismo hecho.

Figura 9. Le zeppelin abattu à Compiègne le 17 Mars 1917 (1917). Fuente: Colección privada.

A pesar de que el elemento técnico tuvo un papel esencial a la hora de mostrar visualmente el desarrollo alcanzado en la conquista del cielo, también el componente humano tuvo un hueco dentro la postal, tal y como también se ha observado en el caso del mar. En este sentido, la propaganda se encargó de proporcionar un discurso muy concreto en el que se glorificaba la potencia de la máquina y del hombre, en ocasiones olvidado debido a la perplejidad que genera el elemento técnico, pero igualmente importante, sobre todo en un trabajo de estas características.[52]

El piloto era el verdadero protagonista de la guerra aérea, ya que por muy desarrollada que se encontrara la parte tecnológica, el componente humano resultaba de suma importancia para llevar a buen puerto cualquier tipo de intervención en el aire. El manejo de una nave aérea exigía de una destreza excepcional y de una responsabilidad que no todos conseguían, de ahí que los altos mandos militares se afanaran en buscar la forma de crear la combinación perfecta entre el aviador y el aparato con el fin de conseguir una mayor eficacia en las operaciones a las que fueran destinados. Gracias a la correspondencia enviada por aquellos hombres, tenemos la evidencia de los programas de adiestramiento a los que eran sometidos, como en el ejemplo que se muestra a continuación. Esta tarjeta enviada el 4 de diciembre de 1917 desde Étampes (Francia) da una pista de esa situación al citar de manera indirecta que “regresa el campo de aviación”:

Mi querida prima.

Otro pequeño momento de placer para darte estas pocas palabras de la tarjeta para que sepas de mis noticias que todavía son buenas por el momento […]. Puedo decirte que al salir del Campo de Aviación volvemos a Étampes, a la ciudad, ni siquiera demasiado pronto porque aquí es como en el campo, tanto es así que en la ciudad hay momentos de diversión. Besarás a la abuela y a Auguste por mí, y compartirás mi carta con mis padres porque mi pobre madre debe hacerse una reputación, ahora debes consolarla lo mejor que puedas. Tu primo que no te olvida.[53]

Este es solo uno de los muchos ejemplares en los que se mencionan los entrenamientos a los que eran sometidos esos hombres antes de ser valorados como aptos para emprender el vuelo. Debemos tener en cuenta que aquellos que se aventuraban a unirse a las filas como pilotos posiblemente era la primera vez que tomaban las riendas de una máquina de esas características y, sobre todo, que se enfrentaban a las condiciones tan especiales como las de hacer la guerra desde el aire. Esos hombres debían lidiar con experiencias muy duras durante el tiempo que permanecían en vuelo. Las bajas temperaturas del exterior, los cambios de presión entre las distintas alturas o el hecho de saber que podían caer bajo el fuego enemigo son solo algunas de las circunstancias que tenían que aprender a sobrellevar. Estas condiciones climáticas, físicas y psicológicas daban como resultado una mezcla entre estrés, miedo y excitación que debía ser manejada correctamente para así poder lidiar con un entorno casi completamente desconocido y lleno de peligros. Sin embargo, ese peligro no pareció ser un impedimento para los miles de hombres que optaron por convertirse en maestros de la aviación y, a pesar de las inseguridades que generaba abandonar la superficie, hubo otros elementos que provocaron que se decantaran por servir a su nación desde las alturas.[54]

Según los datos que se pueden extraer de los mensajes que esos jóvenes enviaban, las motivaciones que los llevaron a tomar esa decisión fueron muy diversas. Para muchos, el componente técnico de esas máquinas voladoras era un elemento de atracción potente, otros deseaban experimentar las emociones de pilotar uno de esos aparatos, otros salir del hastío que vivían en aquel mundo en guerra y otros tantos lo veían como una forma perfecta de escapar del infierno de las líneas de combate y encontrar una situación más digna. El aviador no pasaba horas entre el barro de las trincheras, no tenían que dormir en incómodos camastros a la intemperie o dentro de estrechos barracones y no era víctima del deprimente clima que se respiraba en aquellos parajes de cadáveres y ruinas como sí hacían sus compañeros de los ejércitos de tierra. Del mismo modo, el aviador tenía la ocasión de salir del anonimato que caracterizaba a la masa del frente y contribuir de una manera más individual a la guerra con la que alcanzaría un estatus muy diferente debido a las frecuentes condecoraciones que recibía.

En todos los casos, la aviación traía esperanza a aquellos que querían unirse a sus filas, aunque sin lugar a duda, en estas decisiones también jugó un papel relevante el halo de heroísmo que la propaganda oficial extendió entre la sociedad y de la que buena parte somos deudores hoy día en nuestra visión sobre la aviación. Una evidencia más de la idealización de la guerra aérea es el hecho de que hayan trascendido los nombres y apellidos de multitud de pilotos, mientras que quienes luchaban en tierra o incluso en el mar no eran recordados o reconocidos de la misma manera. Basta con percatarse de la existencia del término “ases de la aviación” para darnos cuenta del carácter que se les imprimía a todos esos caballeros alados que libraban intensas campañas bélicas desde el aire.[55]

En los anversos tuvieron un lugar destacado y, al igual que los aparatos gozaron de una enorme difusión en distintos soportes, la representación de estos hombres tuvo una fuerte presencia, ya que resultaron de interés para los organismos de propaganda y se encargaron de inmortalizados siempre rodeados de ese halo de heroísmo que tanto les caracterizó. Sin duda, el que contó con un mayor número de ejemplares fue Manfred von Richthofen, el Barón Rojo, considerado el mejor as de la Gran Guerra y sin duda el que mayor fama cosechó de todos ellos. Esa importante veneración que se generó en torno a su figura se puede fácilmente apreciar por el tono del ejemplar que se recoge en la figura 10. El modo en el que es retratado, en un plano medio corto, ataviado con el uniforme y con el nutrido elenco de condecoraciones da cuenta del respeto que infundía su persona. Igualmente, la referencia “Nuestro piloto de combate más exitoso” es otro signo claro del estado de opinión que se generó sobre los aviadores.

Figura 10. Unser erfolgreichster Kampf-Flieger: Freiherr von Richthofen (1917). Fuente: Wikimedia.[56]

 

5. Conclusiones

Con esta reflexión, construida sobre documentación procedente de distintas instituciones internacionales, se pretendía dar las claves necesarias para comprender el papel tan relevante que jugó la tarjeta postal en la difusión de las impresiones en torno al nuevo armamento incorporado al conflicto. Como se ha podido concluir, sus efectos fueron más que evidentes y el protagonismo que se les dio es, posiblemente, la mejor evidencia de ello. Gracias al recorrido ofrecido, ha quedado de manifiesto que la postal constituye una fuente de sumo interés, en la medida en que nos permite tener un acercamiento visual y textual al objeto de estudio. Asimismo, con la estructura tripartita que se le ha proporcionado a la investigación, ha sido posible comprobar de qué manera estas pequeñas cartulinas cubrieron todos y cada uno de los escenarios en los que se decidieron los designios de la gran contienda. No obstante, a pesar de esos múltiples espacios en los que estuvo disponible, tras la consulta de más de un millar de ejemplares ha sido posible establecer una serie de patrones comunes que resultan aplicables a las estrategias seguidas y a las experiencias vividas en todos ellos.

En lo relativo a la propaganda, se ha podido determinar cómo en los tres escenarios descritos sus objetivos eran claros; amedrentar al enemigo y mantener encauzados los sentimientos de orgullo de la población hacia la contienda que estaban librando. Los gobiernos se percataron de que la fascinación que estos aparatos provocaban entre la gente permitía conservar ese espíritu dentro de una sociedad que necesitaba continuos recordatorios que le hicieran sobrellevar mejor la participación en tan graves situaciones. En otro orden de cosas, es conveniente señalar que todos esos avances bélicos fueron consecuencia del extraordinario progreso industrial de los países beligerantes, de ahí que sea perfectamente entendible que cualquier elemento relacionado con ellos fuera motivo digno de ser ensalzado. Su desarrollo no hubiera sido posible si las naciones implicadas no hubiesen apostado por la modernización de sus industrias y no hubiesen dedicado grandes esfuerzos económicos a la adquisición o fabricación de todos estos artilugios, por lo que también con su incesante presencia en los medios de propaganda se hacía justicia a los costosos procesos que se encontraban detrás de su puesta a punto. Además, independientemente de si estas imágenes se distribuyeran con motivos propagandísticos o simplemente aparecieran de manera indirecta como un elemento más dentro de las escenas de guerra, no cabe la menor duda de que todas estas postales proporcionan grandes ventajas dentro del mundo académico. Una de las múltiples oportunidades que ofrecen es la de conocer de manera clara el aspecto que tenían esos nuevos avances técnicos, ya que constituyen un verdadero catálogo visual de la tecnología utilizada.

Por su parte, los reversos, aunque resultan mucho menos abundantes, también nos dan gran cantidad de datos sobre cómo se produjo ese cambio en la guerra. En este sentido, podemos concluir que la censura posiblemente ha limitado en buena medida las oportunidades que tendremos de conocer las situaciones reales. Sin embargo, la recurrente presencia en los mensajes de guiños al armamento nos da pistas de la frecuencia con la que estos nuevos artefactos estaban presenten en los pensamientos de los contemporáneos. Gracias a los fragmentos localizados, se ha podido acreditar la existencia de sensaciones como la fascinación que conllevaba su uso o el miedo a morir por algunos de sus terribles efectos.

Igualmente, podemos certificar que, ya sea por sus ilustraciones o por los mensajes de sus reversos, la postal sirvió para acercar a la población a las líneas de batalla, unos escenarios que les resultaban completamente ajenos hasta ese momento: ya fuera en tierra, en el mar o en los cielos. En este sentido, las tarjetas modificaron la relación entre los civiles y la guerra, ya que de alguna manera aproximaron esos teatros de operaciones a la retaguardia. Si bien el frente había estado siempre rodeado de cierto halo de misterio, provocado por la distancia física, la enorme cantidad de imágenes circuladas o las reflexiones de los combatientes llevaron a una familiarización con las campañas muy superior a la de conflictos armados anteriores.

Finalmente, es preciso destacar que la abundancia de fondos consultados en el trascurso de la investigación ha permitido evidenciar la envergadura y la dispersión de tales soportes. Si bien una completa sistematización sería objeto de otro estudio independiente, se consideraba como propósito fundamental proveer a los lectores, y a futuros investigadores, de un punto de partida sólido para seguir profundizando en un aspecto clave dentro de la historia bélica como es el estudio de las impresiones que despertó entre combatientes y civiles el nuevo armamento industrial diseñado para librar la guerra que acabaría con todas las guerras.

 

 

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1 Esta división tripartita es la que se ha tomado de base para estructurar la presente investigación debido a las características propias que para cada caso tuvieron los soportes documentales sobre los que se ha llevado a cabo el estudio.

2 Véase ENGLUND, 2011; HASTINGS, 2020 y SONTAG, 2014, solo por citar algunos de los trabajos más relevantes que han dedicado su atención en este conflicto armado.

3 Algunas de las contribuciones centradas en el papel de la postal en la Gran Guerra, y que han visto la luz en los últimos años, son PAIRAULT, F. 2002; M. HEBERT, M. 2008; BROULAND P. y DOIZY, G. 2013; HOLT T. y HOLT, V. 2014; SADLER, N. 2014 y DE VRIES, G. 2016. Todas ellas han permitido consolidar una base teórica de referencia, tanto para la metodología de los estudios posteriores como por las conclusiones a las que llegan.

4 Véase GAJATE M. y GONZÁLEZ, L. 2017.

5 No obstante, se advierte que, por cuestiones metodológicas, nos hemos visto en la obligación de reproducir tan solo una muestra representativa del abundantísimo corpus que se ha tenido ocasión de estudiar. La decisión de qué documentos incorporar no ha resultado ser una tarea fácil, ya que cualquier intento de sistematizar ese abundante conjunto del que se dispone corría el riesgo de mermar la calidad de la aportación. Por ello, para el contenido visual se ha optado finalmente por reproducir ejemplos representativos de aquellos conjuntos más destacados en número. Por su parte, en lo referente a la información extraída de los reversos, la labor era más compleja debido a la enorme disparidad de reflexiones con las que nos hemos encontrado. Por ello, se ha considerado más oportuno mostrar los resultados como parte del desarrollo del discurso y recoger únicamente algunos ejemplos que permitieran ejemplificar esas ideas.

6 Sin duda, gracias a la ingente labor de digitalización que han llevado a cabo las instituciones, se ha podido tener acceso a un volumen de material que, en otras circunstancias, hubiera resultado imposible de consultar. Sobre estos recursos digitales, siempre que ha sido posible se ha proporcionado la ruta de acceso a los fondos consultados. Todos los enlaces incluidos en las próximas páginas han sido revisados por última vez a fecha 14 de mayo de 2022.

7 Conceptos acuñados en RENOUVIN, P. 1990.

8 Término que ha sido definido por el historiador alemán Alfred Vagts como “el dominio del militar sobre el civil, una preponderancia indebida de las demandas militares, un énfasis en las consideraciones militares”. Véase A. VAGTS, 1981.

9 Ian Kershaw calcula que solo la artillería fue responsable de las tres cuartas partes de las bajas sufridas por los franceses entre 1914 y 1917. Véase KERSHAW, I. 2016, p.107.

10 Imagen disponible en: http://www.europeana1914-1918.eu/en/contributions/19526#prettyPhoto[gallery]/10/.

11 nbsp;Véase HERNÁNDEZ, F.X. 2013.

12 Traducción del autor a partir del original en italiano. Ejemplar disponible dentro del proyecto “La Grande Guerra, i diari raccontano”, una iniciativa nacida de la colaboración entre el grupo editorial l’Espresso y el Archivo Nacional de Diarios de Pieve Santo Stefano. Véase en: http://espresso.repubblica.it/grandeguerra/index.php?page=estratto&id=388.

13 Podemos determinar que el tratamiento que se le confiere a esta cuestión en los reversos de las postales es descriptivo en la mayor parte de los casos y no profundiza en la implicación emocional que conlleva otro armamento de mayor calibre.

14 Imagen disponible en: https://digitalcollections.nypl.org/items/510d47de-01bc-a3d9-e040-e00a18064a99.

15 Véase HUYON, A. 2008.

16 BROULAND, P. y DOIZY, G. 2013, p. 213 y PAIRAULT, F. 2002, p. 61.

17 nbsp;Traducción a partir del original en francés. El ejemplar privado se ha puesto a disposición del público a través del proyecto colaborativo Mémoire familiale des deux guerres: https://lewebpedagogique.com/memoirefamiliale/

18 nbsp;Sobre la guerra química en el periodo 1914-1918 se recomienda la lectura de HABER, L. 1986 y PALAZZO, A. 2000.

19 Con el término “helmet” posiblemente se refiera al primitivo sistema empleado por el ejército británico para hacer frente a los ataques con gas. Por la fecha en la que está circulada la postal, casi con total seguridad se trata del Hypo Helmet, ya que el siguiente modelo, el P Helmet, no fue introducido hasta julio de ese año. El casco Hypo estaba formado por una capucha de lona tratada con una serie de sustancias químicas capaces de absorber el cloro, cubría toda la cabeza a excepción de los ojos, que eran tapados por un visor rectangular. Para más detalles véase MAYER-MAGUIRE, T. y BAKER, B. 2015.

20 Traducción del autor a partir del original en inglés. Disponible en el siguiente enlace: https://www.europeana.eu/en/item/2064138/Museu_ProvidedCHO_museum_digital_19273__technical_number_?q=what%3Apostcard#dcId=1569772212047&p=1.

21 Cita original en inglés en https://www.europeana.eu/portal/en/exhibitions/visions-of-war/the-human-cost.

22 HEBERT, M. 2008, p. 20.

23 Véase TAYLOR, J. 2016.

24 Imagen disponible en el siguiente enlace: http://www.europeana1914-1918.eu/en/contributions/14754.

25 HEBERT, M. 2008, p. 26.

26 STEVENSON, D. 2013, pp. 273-275.

27 Imagen disponible en el siguiente enlace: http://www.europeana1914-1918.eu/en/contributions/18197#prettyPhoto.

28 Dos autores que abordan de manera excepcional la evolución de la guerra naval son GRANT, R.G. 2010 y KEEGAN, J. 2004.

29 CLARK, C. 2014, pp. 80-84.

30 Ejemplar disponible en las colecciones de Europeana: https://www.europeana.eu/portal/en/record/2020601/https___1914_1918_europeana_eu_contributions_14542_attachments_202169.html?q=what:postcard#dcId=1571002613725&p=1.

31 HOLT, T. y HOLT, V. 2014, p. 159.

32 Para profundizar en la cuestión de los buques torpederos se recomienda la lectura del segundo capítulo de la obra FRIEDMAN, N. 2011.

33 Imagen disponible en: http://www.europeana1914-1918.eu/en/contributions/740#prettyPhoto[gallery]/10/

34 PAIRAULT, F. 2002, pp. 134-135.

35 Imagen disponible en: http://www.europeana1914-1918.eu/en/contributions/1116#prettyPhoto[gallery]/0/.

36 Véase SONDHAUS, L. 2017.

37 Se recomienda GOEBELER, H.J. y VANZO, J. 2005.

38 Véase BUSCH, H. 2008.

39 HOLT, T. y HOLT, V. 2014, p. 159

40 BROULAND, P. y DOIZY, G. 2013, p. 217.

41 Sobre la figura de Gervèse véase SCHIRMANN, J. 2018.

42 Sobre la figura de Gervèse véase SCHIRMANN, J. 2018.

43 La representación visual de la guerra aérea ocupó todos los soportes posibles de la época como postales, carteles y medios escritos. La prensa también contribuyó a magnificarla como bien evidencia la revista ilustrada La Guerre aérienne illustrée: revue hebdomadaire publicada entre noviembre de 1916 y enero de 1919. Sus páginas constituyen un auténtico tesoro gráfico de los avances producidos en aquellos años. Los números se encuentran localizados en la página web de Gallica: https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb327844357/date.

44 Véase KENNETT, L. 1997.

45 HÉBERT, M. 2008, p. 72.

46 WILKIN, B. ;2013, pp. 43-65.

47 Para ampliar esta cuestión se recomienda PACAUD, S. 2000.

48 Imagen disponible en: http://www.europeana1914-1918.eu/en/contributions/21270#prettyPhoto

49 ROBINSON, D. 1973, p. 28.

50 HOWARD, M. 2003, p. 126.

51 MORIN, C. 2012, p. 184.

52 Este último punto resulta especialmente relevante, ya que la práctica totalidad de los trabajos publicados que abordan esta cuestión pecan de hacer solo referencia a la parte técnica de la aviación. Así sucede, por ejemplo, en HOLT, T. y HOLT, V. 2014; PAIRAULT, F. 2002 y DE VRIES, G. 2016.

53 Ejemplar disponible en el siguiente enlace: http://www.corpusetampois.com/cpa-es-talabot.html.

54 Ese debate interno viene desarrollado de una manera fiel en la obra R. HUBSCHER, 2016.

55 La bibliografía existente sobre esos “ases de la aviación” es infinitamente superior a la dedicada a otros cuerpos militares, lo que da cuenta de ese carácter especial que desde el mismo desarrollo de las hostilidades se les confirió a estas figuras. Algunas recomendaciones son: IMRIE, A. 1987; RAZOUX, P. 2019 y SUMNER, I. 2015.

56 Imagen disponible en: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/ee/Manfred_von_Richthofen_Sanke_Card_450.jpg