Casus Belli – Nota Reseña


José Enrique García Enciso y Benito Rotolo, Malvinas. Cinco días decisivos.

Buenos Aires, SB Editorial, 2021, 272 pp. ISBN: 9789878384535.

José Enrique García Enciso
Academia Nacional de la Historia
Universidad Católica Argentina

El libro Malvinas. Cinco días decisivos (2021) fue escrito por el Almte. Benito Rotolo, Aviador Naval, veterano de la Guerra de Malvinas, y por el autor de esta nota, integrante del equipo Malvinas, de la Secretaría General de Presidencia de la Nación desde octubre de 1981 hasta diciembre de 1983.

En esa obra se relatan en primera persona las vivencias y experiencias de ambos protagonistas, que se entrelazan especialmente en los sucesos acaecidos el 1 y 2 de mayo de 1982 en el portaaviones 25 de Mayo y en la Sala de Situación de la Casa Rosada.

El entonces piloto de combate, Benito Rotlo, nunca comprendió por qué, habiendo podido lanzar un ataque decisivo en condiciones favorables el 2 de mayo, la orden no había llegado, y se había indicado, en cambio, “volver a posición inicial”.

Ya avanzada su carrera, pudo entablar una cordial relación con el Almte. Jeremy Black, comandante del HMS Invincible, y con el Almte. Alan West, comandante durante el conflicto de la fragata HMS Ardent, que contribuyera a hundir el Almte. Rotolo. Ambos le trasmitieron que el combate hubiera sido muy, muy parejo, con cierta ventaja para la flota argentina, pues ellos carecían de reconocimiento aéreo y solo disponían de interceptores, no de aviones de ataque.

Años después, el Almte. Rotolo, conversando con el autor de esta nota, pudo por fin comprender lo que le había resultado incomprensible en aquel momento: por qué no se había atacado.

Supo entonces que el 1 de mayo, cerca de medianoche, el Presidente de Perú, Arq. Fernando Belaúnde Terry, se había comunicado telefónicamente con el General Galtieri para presentarle una propuesta de paz, llamada “Plan de los Siete Puntos”, que satisfacía plenamente las pretensiones argentinas. Solo una condición debía ser previamente cumplida: no debían registrarse hechos bélicos el 2 de mayo.

La propuesta fue aceptada. Belaúnde Terry anunció que la ceremonia oficial de la firma del acuerdo se llevaría a cabo en Lima ese domingo a las 17 h (hora local), 19 h de Buenos Aires. Pueden consultarse en el libro los pertinentes documentos.

A las 18:45 h de Buenos Aires llegaron a la Casa Rosada las primeras noticias del hundimiento del ARA General Belgrano, con la probable pérdida de mil hombres.

La ceremonia fue postergada, y la paz ya nunca tuvo otra oportunidad.

Pero el relato no se agota allí.

Para comprender lo sucedido, no con la visión que pueden dar los casi 40 años transcurridos desde entonces, sino con total lealtad a las cosas tal como se veían en ese momento, se explica cómo y por qué nace en enero de 1982 el Plan “B”, a ejecutarse si, y solo si, fallaba a lo largo de 1982 la alternativa de negociación diplomática y se comprobaba que no existía el propósito por parte del Reino Unido de tocar el tema de la soberanía. Debe recordarse que años después el Informe de la Comisión Franks que analiza antecedentes del conflicto, confirmó que la soberanía fue siempre innegociable para los británicos.

El Plan “B” preveía provocar una crisis en agosto o septiembre de 1982, siempre antes del 3 de enero de 1983, que consistiría en hacer pie en las Islas con una fuerza policial, no militar. La fecha del 3 de enero estaba relacionada con información de que el Concejo de las Islas, recientemente electo, de extrema dureza, realizaría entonces un pedido formal de autodeterminación.

Pero el incidente Georgias, absolutamente imprevisto por el equipo que preparaba esta alternativa, precipitó los acontecimientos.

Le consta personalmente al autor de este artículo, pero también puede verificarse en el Informe Rattenbach, que el desembarco en Georgias no fue parte del plan. Más bien precipitó los acontecimientos y determinó que se cayera en la improvisación.

El gobernador británico de las islas decidió enviar un buque a apresar a los obreros argentinos y se produjo una escalada que resultó inmanejable.

Luego vinieron algunos hechos no conocidos hasta el día de hoy referentes a la mediación del Grl Haig y al hundimiento del ARA Belgrano.

El 20 de mayo de 1982 fue recibido en la Casa Rosada un enviado del senador Jesse Helms, presidente de la Comisión de RR. EE. de esa Cámara. Su nombre era Clifford Kiracofe, asesor legislativo. Quería averiguar por qué habíamos rechazado la propuesta presentada por Haig. Se le explicó que nunca fue rechazada. Quería averiguar por qué nunca habíamos presentado una proposición de negociación. Se le mostraron cinco borradores de propuestas que habíamos presentado. Con eso se dio por satisfecho y dijo que había encontrado lo que había venido a buscar. Nos dijo que el Grl Haig no había informado cabalmente al Senado, para favorecer al Reino Unido. Poco tiempo después Haig fue despedido por Reagan. Adjudica el hecho en sus memorias a adversarios políticos que utilizaron unos borradores de negociación con la Argentina de los cuales no informó al presidente por considerarlos de poca trascendencia.

No mucho tiempo después recaló en Buenos Aires un sudafricano que había sido presidente de Shell Argentina, Desmond Rice. Me informó que residía en Londres y que venía de parte del parlamentario escocés Tam Dallyel, miembro del Parlamento, quien sospechaba que la primera ministra había engañado a sus integrantes en lo referente al hundimiento del Belgrano: lo había hundido justamente porque sabía que habíamos aceptado la propuesta peruana. Dallyel quería realizar una moción de censura contra Thatcher.

Durante un año y medio trabajamos enviando a Londres ‒vía Holanda, para que no fuera detectada‒ toda la documentación en nuestro poder para avalar esa moción. Tam Dalyell obtuvo 183 votos. Necesitaba 226. Pero de ello surgió un libro de gran importancia para la defensa de la posición argentina titulado The sinking of the Belgrano, de Arthur Gavshon y Desmond Rice, publicado en castellano por Emecé con el título El hundimiento del Belgrano.

Estos son sucintamente los hechos conservados en el recuerdo de lo vivido y en la documentación que lo avala.

Pero ¿qué enseñanzas se pueden extraer? En el libro se mencionan aciertos y errores tanto argentinos como británicos. Pero es interesante llevar el análisis un poco más allá y considerarlos desde el punto de vista de los principios enunciados por un gran estudioso de la guerra, Karl von Clausewitz. En su libro De la guerra enuncia varios, que, como veremos, no respetamos al momento de planificar la crisis que luego se convirtió en guerra.

Primer[1] principio de Clausewitz

Clausewitz sostiene en el capítulo I del primer tomo:

La primera, la más importante, la más trascendente decisión que deben tomar el estadista y el conductor es en qué tipo de guerra se van a embarcar. No pueden equivocarse al respecto, y no podrán cambiar a posteriori. Esta es la primera de todas las cuestiones estratégicas.[2]

Este principio no fue respetado por nuestra conducción. No se previó qué tipo de conflicto se iba a realizar. Un ejemplo fue haber ubicado nuestras mejores tropas de montaña en la Cordillera y haber enviado una brigada de monte a Malvinas.

Segundo principio de Clausewitz

El estudio de las campañas debe ser activo y no pasivo. Se debe estar en el lugar del conductor, trabajando cada caso de la operación, investigando la razón de cada movimiento, viendo la importancia de lo material y lo moral, y deduciendo los principios por los cuales los generales actúan.[3]

Esto se refiere a los principios permanentes del arte de la guerra, pero también se refiere, en términos actuales, al conocimiento de la doctrina del adversario en los niveles estratégico y táctico. Es un conocimiento que no se puede improvisar. No conocíamos la doctrina de nuestro adversario. Por ejemplo, si el combate diurno es muy costoso, es conveniente operar de noche. Esto sucedió a partir de Pradera del Ganso. Al encontrar más resistencia de la esperada de día, decidieron atacar siempre de noche.

Tercer principio de Clausewitz

La guerra es la continuación de la política por otros medios.[4]

La guerra no es un fin en sí misma. Debe tener un objetivo. Pero “cuando comienza el combate, una gran niebla invade todo”.[5] Ello significa que el combate, en su fragor, en su dolor y en su tragedia, puede llevar al conductor a olvidar por qué había comenzado, y seguirlo llevado tan solo por una emoción incontrolable o por el temor de no ser comprendido por sus subordinados.

 

Cuarto principio de Clausewitz

Mientras lograr la sorpresa es indispensable, es igualmente cierto que esto rara vez es decisivamente exitoso. Este principio es muy atractivo en teoría, pero en los hechos es frecuentemente opacado por la fricción de los sucesos en su conjunto.[6]

La Directiva Estratégica Militar N.º 1 de la Junta Militar adjudicó enorme importancia a la sorpresa estratégica. Esta se logró. Sin embargo, no alcanzó a ser un hecho decisivo, pues la misma dinámica de los hechos la superó, y la hizo perder cualquier carácter verdaderamente decisivo.

Quinto principio de Clausewitz

No existe otra actividad humana que esté tan condicionada universal y continuamente por la fortuna.[7]

El mencionar estos principios de Clausewitz no tiene como propósito adjudicar culpas individuales, buscar culpables y mucho menos renegar de una gesta rebosante de hechos de valor, de coraje y de amor a la Patria. Para quienes en ese momento tomaban las decisiones, eran el honor, el amor a la tierra irredenta, sus motivaciones más que el frío análisis. Es simplemente analizar lo que sucedió y tratar de extraer enseñanzas de ello. Pero aprender no es criticar livianamente. No es correcto criticar a posteriori lo que no objetamos en su momento. Pero sí es importante estudiar y extraer conclusiones, tal como lo enuncia Clausewitz en su quinto principio.

 

 

Obras citadas

COHEN, Eliot A. y GOOCH, John. Military Misfortunes: The Anatomy of Failure in War. Nueva York: Vintage Books, 1990.

VON CLAUSEWITZ, Carl. De la guerra. Buenos Aires: Círculo Militar Argentino, 1967. (Biblioteca del Oficial, vol. 594).

 

 


1 La adjudicación de un orden numerado a los principios de Clausewitz mencionados en este artículo es arbitraria y ha sido hecha por el autor a efectos de clarificar su sentido.

2 Citado en E. A. Cohen y J. Gooch, 1990, p. 190. Traducción del autor.

3 Ibid., p. 36.

4 C. Von Clausewitz, 1967, p. 51.

5 Ibid., p. 131.

6 Ibid., p. 312.

7 Ibid., p. 47.