Casus Belli IV (2023), 193-229
Recibido: 04/04/2023 - Aceptado: 01/06/2023

 

De la Kleinkrieg A la Bandenbekampfung.
La Doctrina Alemana de Contrainsurgencia y su influencia en la Guerra Irregular

Darío Barral

Universidad Nacional de la Defensa

 

Resumen: Durante la Segunda Guerra Mundial las fuerzas alemanas debieron enfrentar numerosos movimientos insurgentes como consecuencia de la anexión forzosa de territorios. Ante un imperativo militar dominante y una cultura del arte operacional que evitaba la prolongación de la guerra, las fuerzas militares alemanas desarrollaron una doctrina de contrainsurgencia netamente punitiva. La misma se basaba en evitar la prolongación del conflicto bélico en el tiempo, tiempo que los ejércitos alemanes no poseían. Sin embargo, dicha doctrina que sería utilizada para la neutralización de elementos insurgentes (partisanos), sería utilizada también para justificar la guerra de exterminio contra las poblaciones del Este. La radicalización de métodos punitivos llevó a la doctrina alemana desde una guerra de aniquilamiento a una de exterminio.

Palabras clave: Kleinkrieg, contrainsurgencia, guerra partisana, insurgencia, lucha contra-bandidos, guerra de guerrillas

Abstract: In this article, we will analyze those files of the special investigative commission for the Purchase of War Material that deal with the technical evaluation, and not so much, of the cannons that our country finally acquired from the German company Krupp to the detriment of the French and English. who were also part of the batch of 5 possible suppliers at that time. The debates, the documents presented and the statements of several members of the ruling commissions will provide sufficient data to understand the reflections that arose in the acquisition of the Krupp cannon in 1909.

Keywords: Kleinkrieg, counterinsurgency, partisan warfare - insurgency, counter-bandits, guerrilla warfare

 

 

Introducción

En diciembre de 1941, un comando del Ejecutivo de Operaciones Especiales (SOE por su sigla en inglés) compuesto por ocho hombres fue lanzado en paracaídas cerca de Praga, la capital de Checoslovaquia, con la misión de contactar a la resistencia checa y matar al Reichsprotektor Reinhard Heydrich, también conocido como el “carnicero de Praga” y uno de los principales responsables de la “solución final”. Los comandos lograron su cometido e hirieron a Heydrich de muerte. Sin embargo, los mismos fueron delatados y acorralados en la iglesia de San Cirilo y, después de un cruento combate que le costó la vida al menos a quince miembros de las SS y heridas a más de cuarenta, los comandos murieron en el enfrentamiento o se suicidaron (McDonald, 2011-Wiener, 1969).

La “Operación Antropoide”, tal como fue conocida la operación de magnicidio planificada y ejecutada por el SOE, dejó una consecuencia horrible en la población checa. Especialmente por las represalias llevadas a cabo por las fuerzas alemanas, que incluso tomaron la muerte de Heydrich para continuar justificando su política de exterminio, y donde al menos unas 4.000 a 5.000 personas checas, que nada tuvieron que ver con la operación, fueron eliminadas como parte de la política de venganza. Un pueblo cercano a Praga, Lidice, fue borrado del mapa por las fuerzas alemanas como parte del “protocolo” aplicado en estos casos (Snyder, 2017-McDonald, 2011).

Lo ocurrido en Praga no fue un caso excepcional en cuanto a las represalias tomadas por las fuerzas alemanas ante un hecho ocurrido y relacionado con la “resistencia”, los “partisanos” o la “insurgencia”, e incluso contra las fuerzas de operaciones especiales y paracaidistas que operaban en la profundidad del dispositivo alemán. Es más, era la norma y la regla para aplicar. La misma estaba reglamentada, en un principio, en una serie de directivas en la llamada Partisanenkampfung (lucha contra partisanos), término relativo a Partisanenkrieg o guerra de partisanos, y posteriormente -y a medida que la guerra se complejizaba en los territorios ocupados-, a manuales y directivas tales como la orden Oberkommando Der Wehrmacht Nro 03268/44 o el manual de campo Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 6.5.1944 (Melson, 2016-Rutherford, 2014-Blood, 2006).

El sistema de represalias alemanas, en cuanto una Unidad de combate se viera afectada por el ataque de fuerzas guerrilleras, permitía a las fuerzas involucradas responder con la mayor dureza posible e, incluso, en una proporción de bajas que iban de 1 a 10 y de 1 a 100, de acuerdo a los casos experimentados. Es decir, por cada soldado alemán caído bajo las balas de la guerrilla debían morir 10 o 100 “enemigos” (Rutherford, 2014-Shepherd, 2012-Blood, 2006).

Las fuerzas alemanas no estaban respondiendo de una manera nueva y ante un enemigo desconocido. Los procedimientos extremadamente duros contra los “no combatientes” y “partisanos” provenía de larga data, especialmente de conflictos pasados en el siglo anterior como la guerra Franco-Prusiana de 1870-71, las campañas en el África sudoccidental (Namibia) en 1904-1907 y la Primera Guerra Mundial, específicamente en Bélgica y Países Bajos, como así también en Francia y Rusia (Kramer y Horne, 2001-Hull, 2006-Lieb, 2008). Estas experiencias tornaron muchas veces el llamado “aniquilamiento” operacional en un exterminio. ¿A qué se debió este comportamiento? ¿Hasta dónde el “imperativo militar” o “necesidad militar” tornó el aniquilamiento en exterminio? Son algunas de las preguntas que intentaremos abordar en el siguiente trabajo.

Poder determinar cómo se desarrolló la doctrina alemana de contrainsurgencia, de qué manera fue variando la misma a medida que la guerra aumentaba su violencia y su complejidad, y como el imperativo militar se imponía ante objetivos estratégicos, operacionales y tácticos, nos podría ayudar a dilucidar y acercar hacia un comportamiento contrainsurgente, que posteriormente podría haber influenciado en otras doctrinas de contrainsurgencia.

El nivel operacional de la guerra y el aniquilamiento

Moltke, nacido en 1800 y recibido como militar en la Kriegsakademie prusiana en 1826, al ser nombrado Jefe del Estado Mayor General en 1857 visualizó, a lo largo de una serie de estudios, influenciado por Clausewitz y Jomini, una diferenciación entre la estrategia y la táctica. Era esa la llamada “zona gris” que posteriormente sería conocida como nivel operacional, y que llevaría a los ejércitos prusianos a las victorias de 1864, 1866 y 1870-71.

Moltke establece la diferencia en todo lo que hizo entre el objeto de la guerra y el objetivo operacional. En la mayoría de los casos, el objetivo operacional es la destrucción del ejército enemigo, mientras que el objeto de la guerra puede ser la ocupación de la capital enemiga u objetivos más limitados. Citaba a modo ilustrativo la guerra danesa, cuando, el sitio de Duppel fue levantado por asalto, aunque Jutlandia no fuese invadida de inmediato, y la guerra de 1866, cuando el ejército no continuó su avance a causa de una decisión política (Krause, 2022, p. 123. El resaltado es mío).

La destrucción del ejército enemigo como objetivo operacional fue utilizado en numerosas ocasiones y por los distintos ejércitos del mundo en variadas guerras. La materialización de dicho objetivo debía cumplimentarse a través del “aniquilamiento”, es decir, la destrucción física del ejército enemigo llevando al mínimo su capacidad para seguir operando. Aniquilamiento no significaba exterminio, ya que la capacidad operacional del enemigo normalmente estaría dada por la destrucción de sus principales medios de maniobra.

Moltke expresó parte de sus ideas en una serie de normativas que pueden considerarse como un primer manual para el nivel operacional de la guerra: Instrucciones para Comandantes de Grandes Unidades (1869). En el mismo explicitaba que la guerra debía ser rápida y decisiva y evitar la extensión de la misma (Citino, 2018- Howard, 2001).

Las ideas de Moltke, reforzadas por las victorias de la guerra austro-prusiana y franco-prusiana, terminaron siendo una gran inspiración para el resto de los miembros del Estado Mayor que le sucedieron en el cargo. A partir de un proceso cultural hereditario, los oficiales del Estado Mayor planificarían las guerras en consecuencia. Las mismas deberían ser rápidas y decisivas (Citino, 2018-Krause y Philips, 2022).

Destruir al ejército enemigo y obligarlo a capitular no es, ni era, tarea fácil. Es por ello, que los pensadores alemanes sucesores de Moltke comenzaron a estudiar y ver de qué manera se podían concebir tales ideas. La idea del envolvimiento fue plasmada por el Mariscal Schlieffen en su famoso plan de “corte de Hoz” que quitaría el sueño a más de un comandante que lo heredaría. Para Schlieffen el envolvimiento era el centro y el secreto fundamental para lograr la destrucción del Ejército enemigo. Para ello, buscó en la historia militar y lo encontró en la batalla de Cannas del 216 a.C., cuando Aníbal Barca aniquiló a dos ejércitos consulares romanos conducidos por Paulo Emilio y Terencio Varro en una tarde. Aníbal había utilizado un dispositivo novedoso, donde el centro presentaba un frente convexo que más tarde se volvería una entrante y de esa manera realizaría un doble envolvimiento con sus fuerzas de elite africanas. Para Schlieffen era la panacea de una batalla de cerco y aniquilación (Roth, 2022; en Krause y Philips, 2022, p. 137).

Estas ideas expresadas a través de varias guerras, y que alcanzarían su punto culminante en la segunda guerra mundial, quedaban resumidas a:

  1. Las guerras debían ser cortas y decisivas;
  2. Se buscaría la destrucción del ejército enemigo;
  3. Se buscaría una batalla de cerco y aniquilamiento.

Implícitamente, esto llevaba a la deducción de que las guerras no debían prolongarse y, de esa manera, afectar los recursos, de por sí escasos, en una guerra larga y de desgaste para la cual Alemania no estaría preparada.

Posteriormente a la primera guerra mundial, los alemanes desarrollarían el concepto de Bewegunskrieg, mal llamada Blitzkrieg, en el cual el arte operacional alemán sería preponderante y necesario para la consecución de los objetivos estratégicos. Las campañas alemanas de los años 1939-1940 en Polonia, Países Bajos, Noruega y Dinamarca, y Francia hacían parecer a los ejércitos alemanes como invencibles. El gran desarrollo de las tácticas de choque de la primera guerra mundial de Von Huttier, con las ideas del arte operacional soviético de Leer, Tujkachevski e Isserson, como de Lidell Hart, Fuller o De Gaulle, se configuraron en un concepto de maniobra profunda que llevaba a los ejércitos enemigos a una Kesselschlacht (batalla de Caldero), terminando en un cerco y aniquilamiento de las fuerzas enemigas (Citino, 2018-Krause, 2022).

Los alemanes habían utilizado una serie de ataques concéntricos para lograr una durante la primera guerra mundial en las batallas de Tannenberg y Lagos Masurianos. Volverían a repetir estos patrones en las fulgurantes victorias de 1939 y 1940, y tratarían de aplicarlas nuevamente en 1941 al lanzar la invasión de la Unión Soviética. Durante la “Operación Barbarroja”, los Grupos Panzer (Panzergruppen), al menos cuatro encabezaron la operación, establecieron el Schwerpunkt (centro de gravedad del ataque) en el centro y obligaron a las fuerzas del ejército Rojo a quedar nuevamente cercadas cuando las pinzas de los Grupos de Hoth y Guderian se cerraron sobre estas (Citino, 2018 y 2012). Pero la victoria alemana no llegó y el peor enemigo de los ejércitos alemanes comenzó a rondar sobre ellos: la prolongación de la guerra. La guerra ya no era una guerra corta y decisiva, ahora se había convertido en una larga y de desgaste.

 

La batalla de Cannas, 216 a.C. Un ejemplo clásico de cerco y aniquilamiento. Mapa extraído de United States Military Academy of West Point.

 

La prolongación de la guerra y la guerra de resistencia

A medida que los alemanes conquistaban territorios, también aumentaba la brutalidad que exhibían ante la población civil. Fue entonces cuando comenzaron a aparecer movimientos insurgentes como elementos de resistencia a la ocupación.

Combatir una insurgencia no es tarea sencilla, la misma lleva tiempo y los límites de lo convencional con lo no convencional son bastante difusos, es más, muchos ejércitos prácticamente no los distinguen y comienzan a aplicar una serie de medidas que son cercanas a la guerra convencional, pero que no son efectivas en cuanto a resultados operativos (James Joes, 2006-Jones, 2019-Sarkesian, 2010). Esa prolongación en el tiempo era, justamente, el problema de las fuerzas alemanas en los territorios ocupados, especialmente en los del Este, cuyas extensiones obligaban a extender demasiado las líneas de suministros y eran una invitación fehaciente para la guerrilla.

Durante la guerra franco-prusiana (1870-71) las fuerzas alemanas ya habían tenido problemas con fuerzas irregulares: los franc-tireurs (francotiradores). La mayoría de los francotiradores eran miembros de milicias autoconvocadas o que pertenecían a una cierta reserva militar conocida como “Grupos Móviles” y “Guardia Cívica” (Howard, 2001-Kramer y Horne, 2001-Rossino, 2003). La respuesta alemana a estos combatientes fue brutal, algo que estaba inmerso en su cultura y que tal vez se remontaría a la devastación de Federico el Grande del territorio de Sajonia durante la Guerra de los Siete Años (Citino, 2018).

También en Rusia se había sufrido el embate de las fuerzas alemanas y, posteriormente, el comportamiento contrainsurgente. En 1918, en Ucrania, las fuerzas alemanas sobre el fin de la Primera Guerra Mundial debieron hacer frente a una guerra partisana liderada por algunos terratenientes. La respuesta alemana fue similar a la utilizada en otras partes de Europa y en África: la destrucción de aldeas, fusilamiento de civiles y partisanos por igual y deportación forzada de personas. Los partisanos y los no partisanos fueron llamados “bandidos” y tratados en consecuencia. Posteriormente, desarrollarían una estrategia particular de contrainsurgencia al darse cuenta de la polarización de la población en su contra: infiltraron agentes de Inteligencia con el fin de discriminar los verdaderos partisanos de los que no y crear fuerzas de autodefensas para luchar contra los mismos; también mejoraron la administración civil en un intento de ganarse la población. Lograron estabilizar la región y fue uno de los frentes en los que pudieron retirarse en mejor posición, tras una campaña de contrainsurgencia relativamente exitosa (Lieb, 2008 en Marston y Malkasian, 2008).

La seguridad de la zona de retaguardia era primordial para los alemanes, ya que no podían sacar tropas del frente, ya de por sí demasiado amplio, para las operaciones en la retaguardia contra partisanos/guerrilleros. Ante una situación que estaba por fuera de la planificación, es decir, la prolongación de la guerra, los alemanes se prepararon para aplicar una serie de procedimientos que en un primer momento se denominaron Partisanenbekampfung (lucha contra partisanos),partisanenkrieg (guerra contra partisanos también Kleinkrieg o pequeña guerra) y, posteriormente, se tornaría como Bandenbekampfung (lucha contra bandidos), también conocida como Freischärlerkampf (guerra irregular) (Blood, 2006-Melson, 2016).

La lucha entre Bandenbekämpfung y Partisanenbekämpfung comenzó mucho antes que los nazis. Antes de la década de 1880, una doctrina apreciada durante mucho tiempo por el soldado profesional era la práctica de la guerra pequeña al estilo napoleónico. Esto fue fundamentalmente Partisanenbekämpfung y gradualmente perdió terreno en el impulso concentrado para construir un ejército de reclutas parecido a una máquina dirigido por un cuerpo de oficiales elitista autónomo. Para 1900, el Ejército Imperial Alemán tenía una medida que era el cajón de sastre para todas las circunstancias, conocida como el principio de Cannas. Los alemanes tomaron la victoria de Aníbal sobre el ejército romano como modelo para su guerra estratégica, operativa y táctica. Las guerras coloniales de 1900 a 1912 vieron la desaparición de la Kleinekrieg a favor de la práctica universal de Cannas para todas las operaciones. En la terminología militar alemana, por lo tanto, los últimos vestigios de Partisanenbekämpfung se incluyeron en la guerra de seguridad antes de la Batalla de Waterberg (1904). Todas las operaciones de seguridad militar posteriores se llevaron a cabo como una lucha desesperada contra el bandolerismo (Blood, 2006, p. 21).

El comportamiento alemán contra las guerrillas debe ser tenido en cuenta en torno a su marco de referencia[1] y su visión de la Kleinkrieg o guerra de guerrillas. Para los alemanes, la guerra de guerrillas podía implicar tanto una guerra de partisanos como una guerra popular. La primera, como operaciones subsidiarias en una operación convencional; la segunda es de naturaleza netamente política (Melson, 2016). Para Blood, la Bandenbekampfung fue utilizada en la guerra de los treinta años contra los bandoleros y criminales como una herramienta civil para restablecer el orden, posteriormente se la relacionaría con los disturbios civiles en 1848 y subsiguientemente en la ya citada guerra franco-prusiana en una forma más militarizada contra los francotiradores y las milicias (Banden es sinónimo de mafioso, bandolero o pandillero). Obviamente esto quedaba relacionado con la legalidad e ilegalidad de los combatientes a quienes se aplicaba la Bandenbekampfung (Blood, 2006). En tanto, la denominación de partisano estaba referida a una figura legal y reconocida en las leyes de la guerra si los mismos cumplían con ciertos requisitos. Aquí encontramos una diferenciación que posteriormente tendría implicaciones en el trato dado a los prisioneros de guerra y a la aplicación de procedimientos netamente cinéticos y con una gran brutalidad de respuesta. Para poder entrelazar las diferentes terminologías e interpretaciones daremos algunas explicaciones técnicas para su mejor comprensión.

Las fuerzas de retaguardia del ejército alemán se conocían como Etappen (etapas), y eran el equivalente a la organización logística de un ejército actual. Su principal misión era la de continuar el esfuerzo logístico desde la Zona del Interior a la Zona de Combate. Era, por lo tanto, la organización que debía hacer frente a las fuerzas de operaciones especiales/paracaidistas enemigos y a los insurgentes (partisanos/guerrilleros).

Estas fuerzas de retaguardia debían brindar lo que se conoce como SZR (Seguridad en la Zona de Retaguardia). Para ello, debían realizarse una serie de operaciones militares, tales como los barridos, para poder “limpiar” ciertas áreas de fuerzas hostiles. Ello implicaba la desviación de fuerzas de magnitud y especializadas para dicha tarea, ya que estas no son acciones que las fuerzas etappen estaban en condiciones de realizar por dos motivos: en primer lugar, el tiempo. Son operaciones militares que requieren mucho tiempo para poder controlar territorios extensos y las unidades logísticas no podían desviarse de su finalidad principal que eran el abastecimiento y el mantenimiento. En segundo lugar, el tamaño de las fuerzas a utilizar. Para una operación de contraguerrilla se necesitan al menos tres elementos operativos: una fuerza de búsqueda, una de cerco y una de reacción. Esto implica una fuerza de gran magnitud. Si tenemos en cuenta la extensión del territorio en la Unión Soviética, se hubieran necesitado tantos hombres para las operaciones en la retaguardia como en el frente propiamente dicho.

Ahora bien, la situación en la retaguardia generada por fuerzas especiales o fuerzas insurgentes creaba un problema mayúsculo a las fuerzas alemanas. Como los principales elementos de maniobra alemanes se utilizaban para operar contra las fuerzas convencionales del enemigo, las fuerzas de retaguardia tenían pocas opciones para operar contra los esquivos enemigos que tenían delante. Es por ello por lo que utilizar la máxima dureza acortaba los tiempos necesarios para una contrainsurgencia eficaz, pero que a su vez prolongaba la guerra (Melson, 2016). Pero también las fuerzas principales debieron desviarse de su cometido primordial para controlar determinados territorios y coadyuvar a las fuerzas de retaguardia cometiendo las mismas exacciones que estas (Shepherd, 2012-Rutherford, 2014). Con esto no queremos justificar el accionar de las fuerzas alemanas, simplemente estamos describiendo y explicando la situación para poder comprender el marco de referencia en el cual se actuó.

Esa visión de los alemanes sobre los guerrilleros/partisanos y los criminales/bandidos estaba marcada por una delgada línea, que se relacionaba con la actitud y la caracterización de la lucha para terminar englobando a la misma en un todo. Esta caracterización del combate llevó a utilizar el mismo para justificar la “lucha” contra ciertos grupos discriminados de la sociedad y para los cuales no había otra opción que el exterminio (Rutherford, 2017-Gerlach, 2015).

Es en este punto cuando Bandenbekampfung y Partisanenbekampfung se fusionan; y, a partir de ese momento, los procedimientos de combate serán, para todos los “enemigos” de la retaguardia, los referentes a Bandenbekampfung.

 

El “enemigo” en la Zona de Retaguardia

Si hay algo que distinguió a la lucha contrainsurgente alemana es que la brutalidad y las exacciones contra las poblaciones en el frente oriental no fueron iguales a las ejecutadas en el frente occidental. Si bien las operaciones contra la Resistencia en los territorios ocupados desde Francia hasta los países nórdicos fueron también brutal y excesivamente cinéticas, no tienen comparación con la campaña contrainsurgente en los países del Este. Hitler ya había dicho en varios de sus discursos que las necesidades de raza y espacio llevarían indefectiblemente a una guerra con la Unión Soviética. También había dejado entrever que la misma iba a ser una Vernichtungskrieg o “guerra de aniquilación” (Gellately y Kiernan, 2003-Snyder, 2017-Megargee, 2007).

La guerra de aniquilación hitleriana estaba relacionada con la necesidad alemana del llamado “espacio vital”. Esto estaba conexo con una política agrícola que dependía de la migración forzada-exterminio de los campesinos de la Unión Soviética y Polonia para arrebatarles las tierras que serían colonizadas por los campesinos alemanes (Snyder, 2017-Megargee, 2007). El destino de las poblaciones conquistadas en el Este estaría marcado por una brutalidad exacerbada. La planificación alemana incluía la deportación, la esclavitud y la muerte. Literalmente, se dejaría morir de hambre a millones de personas en los territorios conquistados, se calculaba que, entre 31 y 45 millones de personas, todas de origen eslavo, morirían sin más. (Gellately y Kiernan, 2003-Megargee, 2007-Snyder, 2017). La lógica alemana se basaba en la rápida actuación de sus fuerzas militares para conquistar territorio, la “limpieza” del mismo de los elementos marginados y la ocupación de las tierras con campesinos alemanes. La victoria militar se ataba de ese modo a la política de conquista y cualquier complicación en la misma debía ser tratada en consecuencia.

El plan alemán también incluía el “tratamiento” de los llamados “elementos indeseables” por el nacionalsocialismo. Estos elementos no eran ni más ni menos que los judíos, eslavos y minorías que no alcanzaban el estatus racial adecuado y eran considerados razas inferiores. Los prisioneros soviéticos no recibirían el trato dado a los soldados capturados de acuerdo a las convenciones establecidas en el Derecho Internacional de los Conflictos Armados, y, por lo tanto, serían prácticamente exterminados:

Para ilustrar el efecto neto de cómo se trató a los prisioneros soviéticos, solo necesitamos mirar un informe alemán del 1 de mayo de 1944. Afirma que para entonces los alemanes habían tomado un total de 5.165.381 prisioneros. El informe habla de un "desperdicio" de 2 millones (es decir, murieron). Otros, 1.030.157 fueron supuestamente "fusilados mientras intentaban escapar", mientras que 280.000 perecieron en campos de tránsito, lo que elevó el total a 3,3 millones. En 1945, de un total de 5,7 millones de prisioneros de guerra, no menos de 3,3 millones de ellos murieron en cautiverio (Gellately y Kiernan, 2003, p. 260).

La victoria decisiva alemana no solo aniquilaría a las fuerzas enemigas atrapadas en constantes Kesselschlachts, sino que también iría acompañada por una campaña de retaguardia que sería conducida por Himmler y sus fuerzas, conocidas como Einstazgruppen, con la misión de matar a las elites políticas soviéticas y a los comisarios políticos (Snyder, 2017-Blood, 2006). Estas fuerzas serían utilizadas posteriormente para el exterminio de los llamados elementos indeseables y cometerían la mayor parte de las muertes relacionadas al holocausto (Browning, 2002-Goldhagen, 1997-Neitzel y Welzer, 2012).

Para los líderes nazis, la guerra era la época de todas las posibilidades: la reorganización étnica se produciría bajo la égida de la élite nórdica representada por la RSHA y la RKFV. La creación de estos dos cuerpos, con un intervalo de una semana en octubre de 1939, fue una respuesta, en la intención si no en la realidad, a la expansión nazi en Europa. La primera tarea real de la RSHA, después de todo eso, fue establecer los Einsatzgruppen, cuya tarea era, durante la campaña polaca, asegurar que Alemania tuviera un control policial efectivo a medida que extendía su ocupación. Una vez completada la conquista, los Einsatzgruppen se transformaron en oficinas locales de la Gestapo y del SD: tras la época de la conquista vino la de la administración y la germanización (Ingrao, 2013, p. 206)

Podemos determinar entonces que había al menos tres enemigos en la Zona de Retaguardia (podemos discernir que había varios tipos más como los desertores, entre otros): por un lado, fuerzas militares que hubieran quedado aisladas y los miembros de las operaciones especiales enemigas (por ese entonces no solo Fuerzas Especiales del NKVD y paracaidistas rusos operaban, sino también elementos del SOE británico también lo hacían); en segundo lugar, la insurgencia, materializada en distintos movimientos partisanos, muchos de ellos independientes y otros apoyados por las Fuerzas Especiales; en tercer lugar, la población que desde un primer momento estaba condenada a morir de hambre, a ser esclavizada o a ser exterminada. Todos ellos terminaron ocupando en la mente militar alemana un todo, algo monolítico, y que sería englobado en el término Bandenbekampfung. Serían considerados un grave problema a la seguridad en la zona de Retaguardia, calificados como elementos criminales y, por lo tanto, plausibles de aplicárseles la ley marcial, ya que los territorios conquistados se consideraban territorio alemán, y por ello serían eliminados sin más razón (Blood, 2006-Shepherd, 2012-Ingrao, 2013).

Los partisanos tenían misiones claras que eran reguladas por el NKVD, específicamente su rama de Operaciones Especiales. Los mismos debían operar de acuerdo a los siguientes enfoques establecidos en la Directiva nro. 4 emitida para los Comisarios del pueblo de la Rusia blanca por el 10.º Comité Central del Partido Comunista:

  1. Los batallones partisanos consisten en la población de las ciudades y el país, y luchan contra los fascistas alemanes para apoyar al Ejército Rojo; siguen las operaciones del Ejército Rojo, aseguran las rutas de suministro, el enlace con las ciudades, la industria, las granjas colectivas y los puentes.
  2. Los batallones organizan batallas en relación con las unidades de cruce de ríos y las tropas de paracaidistas.
  3. Los batallones construyen fortificaciones para defenderse contra el enemigo.
  4. Los partisanos deben conocer bien el terreno. En caso de ataque enemigo, deben destruir sus suministros, combustible y equipo de señales para evitar que caiga en manos enemigas (Del Gaudio, 2012, p. 257).

La estrategia rusa para la lucha partisana se basaba en un golpeteo constante de la Zona de Retaguardia alemana, obligando a los mismos a recurrir a operaciones cinéticas y a tener que retirar fuerzas del frente para combatir a las guerrillas. La lucha partisana era parte de las operaciones militares soviéticas de acuerdo a su doctrina de armas combinadas (Sudoplatov, 1994-Isserson, 2013).

La lucha partisana en los Balcanes adquiriría también un rasgo brutal en cuanto al comportamiento alemán y también de los partisanos. De la misma manera que los alemanes trataban a la población, los partisanos trataban a los alemanes. La guerra de guerrillas se había vuelto una guerra total y sin cuartel. En otros territorios conquistados, especialmente en los Balcanes donde la resistencia de los partisanos de Tito sería un capítulo aparte de la lucha antipartisana alemana, con tanta o igual virulencia que en el frente oriental.

La doctrina alemana de contrainsurgencia

Las operaciones en la Zona de Retaguardia de los elementos convencionales de la Wehrmacht y de las Waffen SS que en sí debían ser conducidas por las Etappen, en realidad iban a ser conducidas por tropas seleccionadas de las SS y bajo el mando directo de Himmler, en tanto su segundo Heydrich, dirigiría el resto de las acciones contra los judíos.

La guerra en la Zona de Retaguardia era para la concepción alemana una “guerra de seguridad” y, en algunos puntos, mezclaba la política de seguridad (esto relacionado a las acciones contra los opositores políticos, ideológicos, los judíos, las minorías no deseadas, etc) y las operaciones contra partisanos, saboteadores, espías y comandos que deberían haber sido operaciones subsidiarias de las fuerzas militares (Browning, 2002-Blood, 2006-Shepherd, 2012-Melson, 2016). Esto era un nexo entre guerra-estado-sociedad-ideología, algo que iba muy por encima de la guerra tal como se la había conocido hasta ese momento. El racismo sería una constante ideológica muy fuerte para poder justificar la actuación militar. Esto, junto al imperativo militar de la guerra, donde la victoria debía concebirse sí o sí, terminó generando una concatenación de acciones brutales, algunas previstas, otras no tanto y otras que surgieron en el momento (Malesevic, 2020-Traverso, 2009-Mann, 2009).

En una operación militar, la mayor eficacia y eficiencia se logra con una operativización estandarizada de instrucciones, cuya reglamentación permita a las fuerzas militares empeñadas contar con procedimientos y técnicas aplicables en la lucha armada. Es por ello por lo que las fuerzas alemanas desarrollaron una serie de procedimientos doctrinales que estarían volcados en un primer momento en Directivas operacionales como Merklabatt 69/1 Directiva de combate para peleas contra pandillas en el este y la Orden OKW Nro 1216/42 OESTE/OP; la Orden OKW Nro 03268/44 y posteriormente en el Manual de Campo Merklabatt 69/2 Bandenbekamfung 1944.[2] Dichas directivas y el manual de campo establecían procedimientos y técnicas de combate, para operar en la zona de retaguardia contra elementos partisanos y de operaciones especiales.

Se debe tener en cuenta, también, que muchos documentos capturados por la Inteligencia alemana, traducidos y comentados por los comandantes del frente, fueron de gran utilidad para la base de una doctrina alemana contrainsurgente. De esa manera, la orden de partisanos del 20 de julio de 1941 por el Comandante del Frente Noroeste, el General Sobeschvikow, fue traducida y analizada por el Abwehr y utilizada, en consecuencia, para el Grupo de Ejércitos Sur (Del Gaudio, 2012).

En muchos ejércitos una serie de militares que se han visto afectados por los conflictos en los cuales debieron intervenir o no, han escrito sobre las guerras pequeñas o guerra de guerrillas. Esto se debía, en primera instancia, a la falta de una doctrina formal para tales acciones militares, y es durante el Siglo XIX y principios del XX que comienzan a encontrarse trabajos relacionados al tema y en forma de manual. Un caso conocido es el del británico Callwell y su Manual de Guerras Pequeñas; el también llamado Manual de Guerras Pequeñas de los Marines de EE. UU. o de los franceses como Gallieni y Lyautey (Pimlott, 1987-Johnson, 2018-Birtle, 2007). Sin embargo, los ejércitos de la época contaban con pocos manuales procedimentales para luchar contra las guerrillas. En el caso alemán, Arthur Ehrhardt, militar y escritor alemán, quien había luchado en la Primera Guerra Mundial y participado en los disturbios civiles posteriores hasta la llegada de los nazis, escribió un libro llamado Kleinkrieg (Guerra pequeña) o guerra de guerrillas en 1935. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial, Ehrhardt ingresó a la Abwehr (Servicio de Inteligencia y Contrainteligencia alemán) y reescribió su trabajo en 1942 para darle una versión definitiva en 1944 (Melson, 2016).

Se puede inferir que el trabajo de Ehrhardt deja entrever, a través de una serie de estudios de casos que van desde la guerrilla española hasta las guerrillas en la guerra civil rusa, que está orientado a explicar los pormenores de una guerra de guerrillas y su utilidad como elemento subsidiario de las acciones principales. Su obra innovadora establece procedimientos de combate y prevé la infiltración de elementos a través de paracaídas e incluso, en algo totalmente revolucionario, en los llamados autogiros (helicópteros). Es probable que dicha obra esté más relacionada con las actividades del Regimiento Brandenburgo (Fuerzas Especiales alemanas) que con una organización insurgente. Incluso, y algo que también llama la atención, Ehrhardt prevé la utilización de armas químicas en ciertos casos para la guerra de guerrillas.

Como todo trabajo que intenta explicar la funcionalidad para extraer lecciones, es probable que la intención de Ehrhardt, esto es una mera apreciación, era la de comprender mejor un ambiente de guerrillas, pero orientado más a la generación de dicho ambiente que a la insurgencia. Como todo trabajo que explica algo vanguardista seguramente sería la base del posterior manual de campo Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 1944, ya que, si bien el trabajo de Ehrhardt no buscaba la contrainsurgencia, o por lo menos eso hace ver en su obra, deja una ventana abierta para que se puedan extraer enseñanzas y organizar una contrainsurgencia.

El alcance real de obras como la de Ehrhardt entre las fuerzas empeñadas contra partisanos fue al menos relativo en un primer momento, y es probable que no haya habido un conocimiento de la obra de Ehrhardt hasta bien entrada la guerra en el Este, especialmente, ya que las unidades que operaban en la retaguardia no tenían conocimientos acabados de las operaciones contraguerrilleras. Al menos no en 1941 durante la Operación Barbarroja. Un ejemplo de ello son los combates en la región de Uschomir en 1941, en Ucrania.

El rápido avance de las fuerzas blindadas y mecanizadas alemanas en las estepas rusas y la gran extensión del terreno hacían que los flancos y la retaguardia se encontraran demasiados expuestos. Como guardaflancos operaban las unidades motorizadas y en la retaguardia, tal como dijimos anteriormente las fuerzas Etappen. El problema radicaba en que la geografía de Rusia era totalmente distinta de la geografía de Europa occidental. Las fuerzas motorizadas no habían tenido problemas en Francia y los Países Bajos en operar coordinadamente con los blindados debido a lo llano del territorio y por contar también con buenos caminos y terrenos consolidados, pero en Rusia el problema era distinto. Las zonas pantanosas, en algunos casos dominados por bosques bajos y montañas, dificultaban a las fuerzas motorizadas seguir el ritmo de las unidades blindadas. Esto complicó la situación con la aparición de los guerrilleros. En muchos casos, movimientos insurgentes, en otros eran fuerzas rusas que habían quedado luchando en la retaguardia y en otros por fuerzas insertadas para tal misión.

 

Miembros de una Unidad de las Waffen SS bombardeando una villa rusa durante una operación antipartisana en 1941

El Grupo de Ejércitos Sur de Von Runstedt tenía bajo su mando a la 1ra Brigada Motorizada de las SS, cuya misión exclusiva era el apoyo Etappen en la Zona de Retaguardia. Dicha Brigada, que contaba con dos Regimientos de Infantería y dos Grupos de Artillería, recibió la orden de operar contra partisanos rusos que operaban en Uschomir, apreciándose las fuerzas enemigas de 800 a 1.000 hombres. Por lo tanto, el 9 de agosto de 1941, la Brigada lanzaría una operación de “limpieza” de la zona a través del “cerco y aniquilamiento”. Los combates se desarrollaron por al menos una semana y costarían a los alemanes unas 200 bajas en tanto que la fuerza rusa sería totalmente aniquilada.

Los combates en Uschomir demostraron que los alemanes no estaban capacitados para operar en zonas particulares, en este caso el monte y pantanos, y tampoco poseían conocimientos claros para operar contra una fuerza guerrillera bien equipada (Ranzow-Engelhardt, 2006).

El comisariado político del interior ejercía un cierto comando sobre las fuerzas partisanas, y si tenemos en cuenta que muchas órdenes y documentos capturados fueron utilizados para poder establecer la estructura y capacidades de los guerrilleros, no es de extrañar que las órdenes alemanas preveían el fusilamiento de los comisarios políticos rusos en primera instancia.

La doctrina partisana soviética de 1942 por organización del contenido reconoció plenamente los fracasos del año inicial de la guerra en el Este. Titulado, Principios básicos de las políticas partisanas, se basó en la Orden Número 130 de Stalin del 1 de mayo de 1942. El documento que comprende esta doctrina era mucho más completo en su enfoque de la conducción de operaciones a nivel táctico. El documento contenía 16 capítulos con varios subcapítulos, que cubrían las operaciones de combate de espectro completo independientemente de las condiciones climáticas o la acción enemiga (Del Gaudio, op cit, p. 261)

A medida que las fuerzas alemanas fueron enfrentando partisanos la doctrina se fue puliendo. La lucha contrainsurgente alemana varió en diversos frentes, desde los Balcanes, especialmente en Yugoslavia y Grecia, hasta en la Francia ocupada, y los procedimientos se fueron unificando. Las primeras instrucciones para la lucha de contrainsurgencia provenían de una serie de órdenes y directivas. La primera se emitiría el 25 de octubre de 1941 por parte del Estado Mayor alemán (Merklabatt 69/1 Directiva de combate para peleas contra partisanos en el este), dicha orden fue emitida por Brauchitsch para que las fuerzas de retaguardia tuvieran lineamientos contra los partisanos (Der Oberbefehlshaber des Heeres, Gen.St.d.H./Ausb.Abt.Ia Nr 1900/41 Richtlinien für Partisanenbekämpfung) (Del Gaudio, 2012) y sería rectificada por la Directiva nro. 48 de Hitler de agosto de 1942 (Directiva para el aumento de la lucha contra la amenaza partisana en el Este). Esta Directiva era ampliada y llevaba a considerar a todos los “elementos indeseables” de la sociedad como “bandidos”, esto incluía obviamente el exterminio de los judíos al haberse determinado dicho “problema” como de seguridad (Blood, 2006-Melson, 2016-Del Gaudio, 2012). También en dicha Directiva se establecía qué organizaciones deberían ser responsables de las operaciones “antibandidos”; de esa manera Himmler asumía como responsable de dicha tarea, responsabilidad que sería compartida con el Jefe de Estado Mayor General del Ejército para la lucha contraguerrillera en el área operativa. Esto involucraba indefectiblemente a la Wehrmacht en las operaciones de retaguardia y, por lo tanto, en su responsabilidad en el exterminio (Rhuterford, 2017-Megargee, 2007-Del Gaudio, 2012).

La principal doctrina alemana provenía entonces de Directivas especiales y órdenes, muchas de ellas establecían procedimientos y técnicas específicas para luchar contra las guerrillas. Las traducciones hechas por la Inteligencia alemana de órdenes y directivas rusas para la operación partisana también sirvieron para establecer parámetros contrainsurgentes. Un análisis del Manual Bandenbekampfung 1944 nos permite inferir que dicha doctrina fue establecida en base a todo lo anterior nombrado, especialmente el manual de Ehrhardt sobre la Kleinkrieg. Si algo deja entrever el manual es establecer los principales procedimientos, y más efectivos, para la lucha contraguerrillera.

La experiencia alemana previa, desde Clausewitz hasta la Primera Guerra Mundial, las luchas internas de la posguerra y hasta los años treinta, y las posteriores experiencias de los comandantes de campo fueron moldeando la doctrina contrainsurgente (Melson, 2011):

Las fuentes alemanas de experiencia incluyeron a los generales del ejército Manstein, Zeitzler, Manteuffel y Gehlen. Los contribuyentes a la doctrina señalados por el comandante de la División Prinz Eugen, el general de las SS Otto Kumm, fueron Wolff, Arlt y los comandantes de campo Fegelein, Klingenberg, Schimana y Lombard. Kumm agregó: "Schimana y Klingenberg también enseñaron en el curso sobre guerra antipartisana en Bad Tolz, y todos asistimos a la vez. Este fue el primer intento de hacer de este tipo de guerra un curso legítimo de instrucción, y era muy necesario" (Melson, 2011).

La guerra de guerrillas en la zona de retaguardia tenía como objetivos aferrar la mayor cantidad de fuerzas enemigas, atacar las líneas de suministros y, cuando las condiciones operativas lo permitieran, realizar un alzamiento general contra las fuerzas de ocupación. La estrategia alemana derivada de la experiencia de lucha convencional de destrucción del ejército enemigo preveía el cerco y aniquilamiento de las guerrillas como principal acción militar (Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 1944, tomado de Melson, 2016).

La operación debía comenzar con un reconocimiento de área, luego se ejecutaría un barrido y, posteriormente, se cercaría al enemigo y se lo destruiría (Art(s) 60 a 72, Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 1944, Melson, 2016). Las operaciones cinéticas eran una preponderancia en la mentalidad de las fuerzas alemanas. Tal como especificamos en párrafos anteriores, el arte operacional alemán requería el cerco y aniquilamiento del enemigo para llevarlo a su destrucción; dicho pensamiento sería llevado también para luchar contra un enemigo guerrillero. Se buscaría llevar a las guerrillas a pequeños calderos o bolsas (Kesselschlachts) buscando evidentemente su destrucción física, es decir, su aniquilamiento.

 

Cerco y aniquilamiento de una banda partisana (Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 1944, Melson, 2016)

Como la retaguardia debía asegurarse, de una manera u otra, la máxima dureza y rapidez permitirían mantener un cierto orden trasero; es por ello por lo que la principal doctrina alemana marcaba nuevamente el cerco y aniquilamiento como el elemento más efectivo para asegurar el objetivo.

La doctrina alemana preveía también el envolvimiento vertical, es decir, la utilización de tropas paracaidistas, para encerrar a las guerrillas. Las batidas y barridos empujarían a los partisanos contra las tropas que realizaban el cerco y se encontraban apostadas esperando a que aparecieran las guerrillas en retirada.

 

Estrechamiento de las bolsas para la destrucción de las fuerzas partisanas (Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 1944, Melson, 2016)

 

El empleo de medios aéreos para la lucha contrainsurgente fue un adelanto para la época. Desde la observación, el mando y control utilizando aviones de enlace como los Storch, y el apoyo aéreo cercano, fue una evolución constante en base a la experiencia que se iba adquiriendo en el combate. También el empleo de trenes blindados y la seguridad en las columnas de abastecimiento fueron parte operativa de la doctrina contrainsurgente alemana (Merklabatt 69/2 Bandenbekampfung 1944, Melson, 2016). Pero, tal vez, uno de los puntos más importantes de la doctrina sea el relacionado a la que esta marca con respecto a la población. Entre los artículos 157 y 163 se establecen procedimientos para el control de la población y medidas a adoptar contra la misma tales como:

En las operaciones contra las bandas, la actitud de los nativos es de suma importancia. Las bandas no podrán mantenerse en medio de una población que simpatiza con nuestras fuerzas. Además de otros factores, las cantidades de bienes entregados por los nativos permitirán conclusiones valiosas en cuanto a su actitud. Debe consultarse a los administradores regionales. La administración debe asegurarse de que, a través de un tratamiento justo, a través de una organización metódica y eficiente, así como a través de una instrucción minuciosa y decidida, la población asuma la actitud correcta hacia nuestra causa. Estos son los objetivos: se supone que los granjeros deben defenderse de sus posesiones contra los bandidos. Para lo cual recibirán armas y otro tipo de apoyo por nuestra parte una vez que se hayan establecido como dignos de confianza. Las decisiones relativas a la creación de aldeas de defensa son tomadas por los Líderes del Reich de las SS y los oficiales al mando de las fuerzas policiales, en el seguimiento de las operaciones o por el Alto Mando del Ejército para la región en cuestión  (Melson, op. cit, p. 188).

Esto no siempre se cumplió, debido a los aspectos que hemos desarrollado anteriormente, donde la ideología y el concepto de bandido englobaba también a elementos sociales que no tenían ninguna posibilidad de subsistir ante el régimen nazi. Lo establecido doctrinariamente es probable que haya sido producto de la experiencia previa a la guerra, como los hechos relatados en párrafos anteriores sobre la ocupación alemana en 1918 de Ucrania y la aplicación de una contrainsurgencia en apariencia exitosa.

La destrucción de los partisanos era el objetivo principal en la doctrina, sin embargo, esto mismo terminó incluyendo otras acciones punitivas contra la población que iban más allá de la doctrina. Había dos regulaciones importantes para tener en cuenta en el comportamiento y que estaban por sobre la doctrina: el imperativo militar, apuntalado por una cultura de destrucción absoluta, y la ideología genocida (Hull, 2006-Rhutherford, 2017). El modo alemán de la guerra, donde se buscaba una victoria decisiva a través del aniquilamiento del enemigo, impedía una doctrina contrainsurgente adecuada debido al tiempo requerido y a las fuerzas necesarias para llevarla a cabo (Citino, 2018).

Una de las modalidades que los alemanes utilizarían para luchar contra la insurgencia serían las denominadas “zonas de muerte” (Tote zonen), zonas que debían quedar vacías de población, ya fuera por deportación o por muerte. Se ha llegado a pensar que dicha estrategia estaba relacionada con quitar recursos a los guerrilleros, pero es algo que plantea serias dudas. Especialmente debido a que muchas operaciones antipartisanas enmascaraban operaciones de exterminio y ello se puede observar en la métrica utilizada para optimizar el desarrollo positivo o negativo de una operación: cantidad de armas capturadas, cantidad de cadáveres, cantidad de edificios o recursos destruidos. Estos números siempre eran inferiores a la cantidad de guerrilleros muertos o que se suponían operaban en la zona. Un ejemplo de ello es la Operación Swamp Fever donde luego de un mes de operaciones antipartisanas habían muerto 489 “bandidos”, se habían eliminado a 8.350 judíos del gueto de Boranowitsche, a otras 1.274 personas no determinadas y “evacuado” a 1.217 personas. Las armas, eran menos de 100 las capturadas (Ingrao, 2013-Gerlach, 2015).

 

La operativización de la doctrina

Toda doctrina se transmite a través de Reglamentos/Manuales, Directivas determinadas y órdenes particulares, también a través de cursos y entrenando tropas específicas para la tarea requerida. Es necesario poder comprender el tipo de tropas que los alemanes entrenaron o designaron para llevar a cabo la guerra en la Zona de Retaguardia.

Para la administración de la seguridad en los territorios conquistados, los alemanes desarrollaron una estructura pertinente para el control poblacional y para el control militar, como ser, los Reichskommissariate (Comisarios del Reich) a quienes se agregaron Divisiones de Seguridad. Estas organizaciones estaban más ligadas a las tareas policiales que a las tareas militares, adjuntándoseles también Batallones de Reserva, o Batallones Territoriales, cuya capacidad de combate era de clase “C”, para hacer una comparación con las unidades militares de primera clase, o incluso los relevos de segunda (Lieb, 2008). Las Divisiones de Seguridad fueron asignadas una a cada Grupo de Ejércitos, su misión era la protección de la retaguardia y las líneas de suministro.

Durante la ocupación de Polonia comenzaron a crearse unidades Selbstschutz (Autodefensa) que posteriormente se convertirían en unidades de servicios especiales o Sonderdienst, que quedaron bajo el control civil en los condados o provincias (Browning, 2002). Ninguna de estas fuerzas tenía la preparación correcta para la lucha contra partisanos, tampoco respondían a una doctrina contraguerrillera. Si lo harían los Jagdkommandos. Estas fuerzas serían desarrolladas exclusivamente para combatir en la Zona de Retaguardia contra las guerrillas. Serían las que responderían, en un principio, a una doctrina de contrainsurgencia por sobre el resto, su misión principal era la de buscar y destruir a las fuerzas enemigas infiltradas en la retaguardia (Melson, 2016-Blood, 2006). Los Jagdkommandos eran fuerzas entrenadas al estilo de los Rangers estadounidenses, desarrollando una serie de procedimientos y técnicas para luchar en áreas complejas, como montañas, montes y localidades. Eran del tamaño de una Subunidad (Compañía) y se agregaban a los batallones que estaban designados para alguna misión en particular en la retaguardia (Blood, 2006).

En 1941, se conformaron también los Einsatzgruppen (grupos operacionales móviles). En un principio se establecieron cuatro unidades móviles especiales, cuyo objetivo principal era la “limpieza” de judíos y eslavos para la llamada “solución final”. Pertenecían a las SS y estaban compuestos por un heterogéneo grupo de personas, que incluirían posteriormente a miembros comunistas desertores y grupos sociales excluidos de territorios conquistados. Estaban bajo el mando de Reinhard Heydrich y se componían también de fuerzas de las Waffen SS. Se dividirían a su vez, para una mayor eficiencia operativa, en Einsatzkommandos, donde habría cuatro por cada Einsatzgruppen (Browning, 2002-Blood, 2006).

Otra unidad que se haría famosa sería la denominada Brigada Dirlewanger, una organización de cazadores furtivos creada en 1940, muchos de ellos con penas de prisión por delitos comunes, y que se especializarían en la caza de seres humanos. Esta fuerza desarrolló una serie de procedimientos y técnicas propias para luchar contra los partisanos, pero también para eliminar a judíos y eslavos. Comenzaron a operar en Bielorrusia y pronto se harían famosos de tal manera que incluso algunos mandos de las SS los detestaban (Ingrao, 2013). La brigada sería posteriormente aumentada al tamaño de División y sería responsable de numerosos crímenes de guerra. Su comandante Oskar Dirlewanger, de ahí el nombre de la Brigada, había luchado en la Primera Guerra Mundial en el frente occidental e incluso había luchado en Francia contra los Franc-tireurs; posteriormente había combatido a los diversos movimientos internos en la Alemania de posguerra y participado activamente en la Legión Cóndor en la guerra civil española.

Oskar Dirlewanger no era un militar improvisado, poseía mucha experiencia de combate y especialmente en luchas insurreccionales, algo que probablemente los benefició en los combates contra fuerzas partisanas (Ingrao, 2013).

Las operaciones alemanas antipartisanas nos dejan ver una serie de procedimientos que estaban acorde a lo establecido en su doctrina contrainsurgente; pero, aunque la misma es de 1944 cuando realmente se conforma como Manual de campo, como dijimos en párrafos anteriores, las directivas, órdenes y cursos desarrollados en los diversos ámbitos sirvieron para el desarrollo doctrinal contrainsurgente previo. En otros casos, como la Brigada Dirlewanger, crearon sus propios métodos, donde muchas veces eran correctamente aplicados a la lucha antipartisana; en otros eran cercanos a delitos comunes y también al exterminio de judíos, eslavos y otras minorías por cuestiones raciales.

Las operaciones antipartisanas en los Balcanes determinaron un modelo de operación para la lucha contrainsurgente, eso lo podemos ver en numerosas operaciones donde el patrón establecido siempre es similar. Un ejemplo es la Operación GEMSBOCK en Grecia:

GEMSBOCK tuvo lugar entre el 6 y el 14 de junio, con la participación de la 1ra División de Montaña y la 297ma de Infantería, además del Grupo de División (División Provisional) Steyrer, compuesto por varios batallones de seguridad. La 1ra División de Montaña, como la más fuerte y experimentada, mantuvo el frente más amplio, extendiéndose desde Gramsh en el norte, a través de Korca, hasta Vasilikon en el sur. La 297ma División de Infantería, a su vez, mantuvo la línea desde un punto al oeste de Gramsh hasta Valona. En el sur, el Grupo de División Steyrer mantuvo el frente desde un punto al oeste de Vasilikon hasta el mar en Sarande. El XXII-Cuerpo de Montaña, que dirigía la operación, tenía su puesto de mando en Vasilikon y la misión de destruir aproximadamente a 9.000 combatientes del ELAS y otros irregulares comunistas en el cuadro irregular dentro de la línea Korca-Valona-Sarande-Vasilikon, estas como zonas de montaje final.

 

Operación GEMSBOCK. Mapa extraído de German antiguerrilla operations in the Balkans. 1941-1944. Department of US Army. 1954

A pesar de la planificación detallada, la primera fase de la operación fue un riesgo ya que cada hombre tenía que cubrir un frente de más de 100 yardas. Por lo tanto, era de suma importancia que las intenciones enemigas de efectuar una fuga se determinaran lo antes posible; esta desventaja disminuiría a medida que se comprimiera el cerco. La escasez de combustible retrasó el movimiento de la 297ma División de Infantería hacia las áreas de concentración, lo que permitió a los guerrilleros reunir sus unidades dispersas e idear un plan de defensa. Con la operación finalmente en marcha, se desarrollaron intensos combates en el frente de la 1ra División de Montaña, que logró expulsar a las guerrillas mientras la división avanzaba hacia el oeste. Buscando brechas en el frente alemán, varios pequeños grupos guerrilleros se deslizaron a través de la línea formada por la 297ma División de Infantería y huyeron hacia el norte. Al llegar a la carretera al cuarto día de la operación, la división de montaña descansó y se reagrupó para escalar las laderas casi verticales al oeste de Permet a la mañana siguiente. Con las vías de escape hacia el norte y el sur ahora bloqueadas, los guerrilleros restantes fueron comprimidos en la zona montañosa alrededor de Kuc y eliminados en otros tres días de duros combates. El terreno, lleno de cuevas, tuvo que ser registrado con cuidado y los guerrilleros tuvieron que ser asesinados o capturados en combate cuerpo a cuerpo. GEMSBOCK costó a la guerrilla más de 2.500 muertos y prisioneros, y un gran stock de armas; las bajas alemanas de la operación fueron 120 muertos y 300 heridos.[3]

Observando la operación GEMSBOCK, los alemanes desarrollan la misma mediante una operación de cerco y aniquilamiento, donde van estrechando los anillos hasta asfixiar a la guerrilla. Como podemos ver esta es una operación a gran escala, donde participan elementos de al menos tres Divisiones, una de ella especializada en la guerra de montaña. Las fuerzas alemanas en los Balcanes, ya sea en Grecia, Albania o Yugoslavia, habían lanzado una serie de operaciones contrainsurgentes desde 1941, lo que permitió a los mandos alemanes obtener una vasta experiencia en este tipo de acciones militares.

El patrón procedimental se repetiría nuevamente en operaciones posteriores debido al relativo éxito que dichos procedimientos producían en el Alto Mando alemán. Otro ejemplo es la Operación STEINADLER:

Tres semanas después del cierre de GEMSBOCK, el XXIIdo Cuerpo de Montaña salió al campo en la Operación STEINADLER, para destruir a las fuerzas guerrilleras que amenazaban las carreteras Korca-Yannina y Yannina-Trikkala. Se adjuntó al cuerpo para la operación la 1ra División de Montaña, una división provisional formada por elementos del Grupo de Cuerpo Salónica y varios batallones de seguridad. Las estimaciones de la fuerza del enemigo eran vagas, pero probablemente podrían situarse entre 6.000 y 8.000. De considerable importancia fue el estrecho enlace entre estas guerrillas griegas y los fuertes grupos comunistas en Albania al otro lado de la frontera. Como medida de seguridad, solo el número mínimo de comandantes y oficiales de estado mayor fueron informados del plan operativo, mientras que a las tropas se les dijo que se estaban reuniendo para una serie de operaciones de pequeña escala. Otros pasos para preservar el secreto de la operación consistieron en silencio de radio por parte de las unidades que se movían en el área, movimientos de tropas a pequeña escala en áreas adyacentes y tráfico de radio de la división ligera debajo de Arta que indicaba un ataque más al sur. La red de radio operada por la guerrilla fue monitoreada cuidadosamente para determinar su reacción a estas medidas y detectar posibles alertas a sus unidades. El reconocimiento aéreo se extendió a Albania para disipar las sospechas de la guerrilla sobre un interés inusual en el área. Estableciendo su puesto de mando en las cercanías de Metsovan, el XXIIdo Cuerpo de Montaña desplegó la 1ra División de Montaña a lo largo de una línea que se extiende desde ese punto hasta Yannina, Vasilikon y Leskovic. Puntos fuertes y unidades de seguridad reforzadas que actuaban como fuerza de bloqueo aseguraron la carretera de Leskovic hacia el norte y un cruce con el Grupo de División de Salónica cerca de Korca. Desde un punto al este de Korca, la fuerza de Salónica era responsable de la línea Bilisht-Kastoria-Neapoli-Grevena-Krania-Metsovan. 

 

Operación STEINADLER. Mapa extraído de German antiguerrilla operations in the Balkans. 1941-1944. Department of US Army. 1954

Conscientes de su situación tan pronto como las tropas alemanas se retiraron, los guerrilleros evacuaron Pendalofon y se trasladaron a las montañas. Sin embargo, el reconocimiento aéreo informó que todavía estaban dentro del cerco y las tropas continuaron su movimiento según lo planeado. El primer día terminó con elementos de la 1ra División de Montaña aferrados por una dura resistencia al norte de Metsovan. Durante el día, las tropas del Grupo de División de Salónica rechazaron un intento de una fuerte fuerza guerrillera de irrumpir en Grevena. El segundo día, el Grupo de la División de Salónica se vio obligado a detenerse y reorganizarse, ya que le resultó difícil mantener la cohesión en el terreno accidentado. Mientras tanto, la 1ra División de Montaña se comprometió fuertemente en espacios cerrados cuando intentó romper la resistencia en su frente. Fue en este enfrentamiento que los guerrilleros asaltaron un puesto de socorro de un batallón, que se adelantó demasiado, y ochenta heridos fueron asesinados y mutilados. A su izquierda, la 1ra División de Montaña logró avanzar y al tercer día envolvió la bolsa guerrillera al norte de Metsovan, solo para descubrir que una gran parte de la fuerza defensora había escapado hacia el noroeste. Unos 1.500 guerrilleros fueron comprimidos en un anillo alrededor de Pendalofon y destruidos en una operación de rastrillaje sistemática que duró dos días más. STEINADLER costó a las guerrillas griegas un total de 567 muertos y 976 prisioneros. Además, también fueron capturados 341 italianos y siete británicos. El botín tomado incluyó 10 toneladas de explosivos, más de tres cuartos de millón de cartuchos de munición para rifles y ametralladoras, y 10.000 cabezas de ganado, en su mayoría ovejas y cabras. A pesar de estas pérdidas, las fuerzas guerrilleras comenzaron a reagruparse tan pronto como las tropas de combate alemanas abandonaron el área.[4]

Las operaciones militares antipartisanas respondieron a una doctrina que estaba en fluctuación, pues la misma se fue e iba desarrollando a medida que los mandos y las fuerzas adquirían experiencia en dicha lucha. Sin embargo, las mismas sirvieron también para utilizarse como fachada de las operaciones de limpieza y exterminio de judíos y otras minorías raciales como parte de la solución final. El mando policial de Erich Von dem Bach-Zelewski y del propio Himmler fue categórico desde un primer momento en el empleo de las fuerzas en la seguridad de la retaguardia: todos debían ser tomados como “bandidos” y por lo tanto las tropas estaban autorizadas a utilizar la máxima dureza. Fuerzas militares, como la Brigada Dirlewanger o los Einsatzgruppen, serían utilizadas más para el exterminio racial que para la lucha antipartisana propiamente dicha (Blood, 2006-Ingrao, 2013-Melson, 2016-Shepherd, 2012-Rutherford, 2017).

 

Consideraciones finales

Las fuerzas alemanas desarrollaron una serie de procedimientos contrainsurgentes en base a una experiencia previa en la lucha antipartisana y a la que fueron adquiriendo a lo largo de la guerra. Dichos procedimientos y técnicas tuvieron su basamento en una serie de órdenes y directivas particulares de empleo para posteriormente convertirse en un manual de campo. Los escritos de Ehrhardt, las directivas particulares de los comandantes de Grupos de Ejércitos, del OKW, las órdenes previas y posteriores al inicio de las operaciones militares y la herencia de conflictos anteriores permitieron el desarrollo doctrinal.

Sin embargo, la lucha contrainsurgente estuvo marcada desde un principio por una herencia cultural de “destrucción absoluta” (Hull, 2006) y por una ideología racial netamente punitiva. El imperativo militar, o necesidad militar, hizo el resto. Esta simbiosis entre imperativo militar, ideología racial, herencia cultural de destrucción absoluta imponía una marca particular a la contrainsurgencia: el enemigo debía verse como un “bandido”, un ilegal y, por lo tanto, debía procederse con la máxima brutalidad contra él.

 

La herencia cultural de destrucción absoluta

La segunda guerra mundial no sorprendió a las fuerzas alemanas con la lucha partisana o de guerrillas. Las guerras coloniales, especialmente en el África sudoccidental alemana (Actual Namibia), fueron el campo de una despiadada guerra de supresión que se convirtió en aniquilamiento, algo que después de 1907 se consideró un exterminio. Previamente, las fuerzas alemanas ya habían tenido que lidiar con fuerzas irregulares durante la ocupación de Francia en la guerra de 1870 y 1871. La lucha contra los franc-tireur terminó en acciones brutales y en una guerra a outrance (Howard, 2001) donde lo real y la producción de sentido de los soldados alemanes inició una espiral de violencia sobre los civiles, donde ante cualquier sospecha se los trataba como franc-tireur y se los ejecutaba o se aplicaba un alto grado de dureza que iba más allá de una necesidad militar real.

Durante la primera guerra mundial va a volver a encontrarse una actitud similar ante la defensa de las milicias civiles contra la ocupación alemana en Francia. Alemania había entrado a la guerra con una serie de procedimientos nuevos para las operaciones en la Zona de Retaguardia (Etappen), pero el problema vendría cuando la guerra de movimientos breve y de aniquilación de las fuerzas enemigas comenzara a prolongarse. El trato a los civiles estaba sujeto a la aplicación de la máxima dureza, materializado en castigos colectivos contra la población ante la aparición de “síntomas” de sabotaje o guerra de guerrillas (Hull, 2006). Muchos de los comandantes de División o Brigada, como Jefes de Regimiento y Batallón habían luchado en las guerras coloniales, algunos de ellos habían visto y ordenado masacrar a los Herero y Namaqua, habían luchado contra los franc-tireurs en Francia y Bélgica y habían respondido con brutalidad; muchos de ellos habían luchado en las calles de Alemania durante las insurrecciones civiles de la Liga Espartaquista en 1919 y posteriormente luchado con la Legión Condor en España (un caso específico de esto es Oskar Dirlewanger). Adquiriendo todos ellos una experiencia relativa a la contrainsurgencia y que aplicarían nuevamente en la segunda guerra mundial.

Esta cultura de destrucción absoluta que como podemos observar tiene un recorrido bastante amplio, estaba ligada al segundo concepto: la ideología racial.

 

Tropas de asalto de las Waffen SS durante un combate antipartisano en el Este.
Ideología racial

 

Como dijimos anteriormente, la lucha antipartisana estuvo marcada por la ideología. Para los alemanes, la guerra de guerrillas es un conflicto anómico donde las reglas de la guerra pocas veces o casi nunca se aplican. La guerra de guerrillas fluctúa entre lo legal y lo ilegal. El enemigo no es un “adversario legítimo”, por lo tanto, no se le debe aplicar el derecho de la guerra.

Himmler, quien tenía la responsabilidad de control sobre los territorios ocupados, emitió una serie de órdenes donde a los partisanos se les debía aplicar la ley marcial. Esto estaba relacionado a que los territorios ocupados se los consideraba territorio alemán y, por lo tanto, se les debía aplicar la ley marcial ya que era similar a una insurrección popular (Blood, 2006). Este accionar fusionaba lo político-ideológico y lo militar. El partisano era plausible de una ley marcial que preveía la ejecución instantánea sin juicio previo, era un civil que se levantaba contra la autoridad. No importaba que fuera miembro de un grupo insurgente con motivo de una ocupación o movimiento de resistencia, la carátula de “bandido” lo englobaría en un todo. El “bandido” era un criminal y, por lo tanto, se debía aplicar contra él el máximo rigor.

El concepto de “bandido” terminaría designando al enemigo en la Zona de Retaguardia. De ese modo la Partisanenkampfung se convirtió en Bandenbekampfung, a pesar de que Bandenbekampfung se aplicaba en todo tipo de guerra irregular desde, al menos, la guerra de los Treinta Años. Pero también incluiría a los civiles que estaban en los territorios ocupados y que serían alcanzados por la guerra irregular. En el frente oriental, exclusivamente, el destino de las poblaciones civiles estaba condenado de antemano. Se los deportaría, se los mataría o se los esclavizaría (Snyder, 2017). Para ello, la lucha antipartisana enmascararía dicho accionar. Esto no es ni un reduccionismo, ni un simplismo. Creemos que el comportamiento hacia la población civil estuvo marcado por tres aspectos fundamentales: la economía alemana en el futuro de la consecución del espacio vital; la ideología racial con la “solución final” desarrollándose y la guerra de guerrillas en la Zona de Retaguardia. Esta combinación hizo que la lucha en la Zona de Retaguardia llegara a los extremos a los que llegó.

El exterminio de los judíos, eslavos y otras minorías raciales debía enmascararse y dársele un sentido legal: la guerra antipartisana. Llama la atención la cantidad de bajas que se producían en una operación de contraguerrilla en un bando con respecto al otro. Una unidad alemana sufría 20 o 100 bajas y los partisanos tenían 5.000 a 10.000 muertos, se recuperaban 500 armas, etc. Pocas veces los muertos eran realmente partisanos. Para ello el término bandido justificaría el accionar. Si una unidad partisana atacaba a una columna alemana, la población debía ser castigada, la lógica indicaba que había entre ellos partisanos o que habían ayudado a los partisanos; ante la duda se sometía a la población.

El exterminio de los judíos y los eslavos caería bajo la égida de la guerra irregular. La seguridad y las tareas policiales de los Einsatzgruppen llevarían el peso de la matanza. Se cree que de los casi seis millones de judíos que fueron exterminados más de la mitad fue ejecutada por los Einsatzkommandos y fuera de los famosos campos de exterminio. No fue responsabilidad solo de las SS, la participación de la Wehrmacht ha sido más que comprobada (Rutherford, 2017-Goldhagen, 1997-Neitzel y Welzer, 2012-Browning, 2002-Ingrao, 2013 y 2015).

El accionar militar debía estar justificado, para ello entraría a tallar el tercer concepto que hemos nombrado: el imperativo militar.

 

El Imperativo militar (necesidad militar)

Con Moltke, “el viejo”, los alemanes habían desarrollado el arte operacional que implicaba destruir al enemigo para alcanzar la victoria decisiva en una concepción clausewitziana de la guerra. Para ello se debía destruir al enemigo en una guerra corta y decisiva, mediante el cerco y el aniquilamiento. La prolongación de la guerra podía equivaler a una catástrofe. Alemania no podía ir a una guerra prolongada, de desgaste, donde los recursos terminarían inclinando la balanza. Eso marcó el imperativo militar.

El problema radicaría en la mecanización de la guerra, la extensión de los territorios conquistados y la velocidad a la que se intentaban alcanzar los objetivos estratégico-operacionales. La extensión de las líneas de comunicaciones, las bolsas de fuerzas enemigas en las Kesselschlachts o la incursión de fuerzas especiales-paracaidistas y el accionar de la población en los movimientos de resistencia convertían la Zona de Retaguardia en un verdadero talón de Aquiles de las fuerzas alemanas de primera línea. Por lo tanto, el imperativo militar implicaba que se debía asegurar a toda costa la Zona de Retaguardia; de lo contrario las operaciones militares no progresarían y la guerra iría directamente al fracaso.

La orden de Hitler contra los Comandos/Paracaidistas terminaría marcando el compás en la lucha de retaguardia. Si las Fuerzas de Operaciones Especiales debían ser tratadas por fuera de las leyes de la guerra, ¿qué se podía esperar para la población civil que ya estaba condenada de antemano?

De esa manera podemos concatenar los principales aspectos de la lucha irregular: la destrucción absoluta, la ideología racial y el imperativo militar. El enemigo principal: el “bandido”, que terminaría englobando a los comandos/paracaidistas, los partisanos, los grupos sociales condenados al exterminio y todo aquel que debía ser extirpado de la sociedad nazi.

Así, la guerra de aniquilamiento se convirtió en una guerra de exterminio. El concepto de aniquilar, tal como lo expresa Clausewitz teniendo en cuenta al mismo como un concepto político, como la destrucción física del enemigo. Para el teórico prusiano la destrucción física del enemigo se logra de dos maneras: directamente o indirectamente. La batalla no es el único medio para lograr el aniquilamiento, la destrucción de la infraestructura o de los recursos también lleva al aniquilamiento (Clausewitz, 2005, pp.278-279).

Aniquilar es, por lo tanto, la reducción de la capacidad operacional del enemigo al mínimo. Un enemigo que pierde la capacidad operativa está aniquilado. No posee capacidad de maniobra y queda a merced de la fuerza enemiga. Aniquilar no es exterminar. Las fuerzas alemanas tenían un concepto claro de aniquilación; esto se podía ver en el comportamiento con las fuerzas británicas, francesas y estadounidenses entre otras. Se tomaban prisioneros, se aplicaban las leyes de la guerra. No fue así en el frente oriental, donde los preconceptos raciales, la ideología y el imperativo militar devino el aniquilamiento en exterminio.

 

La herencia doctrinaria alemana en la guerra irregular

Las guerras de posguerra estarían marcadas por la lucha irregular. Las llamadas guerras de liberación, especialmente en las colonias africanas y asiáticas, estarían caracterizadas por la guerra de guerrillas. Malasia, Kenia, Indochina-Vietnam, Argelia, Angola entre otras, demostrarían que la guerra irregular había llegado nuevamente para quedarse. Los ejércitos convencionales no contaban, en un primer momento, con una doctrina acorde para suprimir a los diversos movimientos insurgentes, y por lo tanto comenzaron a desarrollar una serie de procedimientos en base a la poca o nula experiencia en el tema. La segunda guerra mundial sería, en un primer momento, la fuente donde abrevar. Las experiencias de muchos de los combatientes en estas guerras, que ya habían luchado en el segundo conflicto mundial, y su experiencia con los alemanes, especialmente aquellos que habían luchado en la resistencia, probablemente les hicieron extraer dichas lecciones.

Los alemanes habían desarrollado una doctrina clara en 1944 para la Bandenbekampfung, las fuerzas británicas que operaban en la retaguardia, igual que las francesas en los maquis, habían visto el desempeño de los alemanes contra las guerrillas y es probable que muchas técnicas y procedimientos se copiaran o imitaran. Uno de los procedimientos más exitosos contra la guerra de guerrillas era el cerco y aniquilamiento. Para ello eran necesarias ciertas acciones previas, como la búsqueda y destrucción. Y para ello, se debía contar con fuerzas especializadas en la guerra de contraguerrilla, tal como lo habían sido los Jagdkommandos alemanes.

En Indochina los franceses desarrollarían los conceptos de Bouclage y Ratissage, donde el Bouclage era la fuerza que acordonaba, en tanto el ratissage era la fuerza que rastrillaba y llevaba a las guerrillas contra el Bouclage. El enemigo quedaba de esa manera atrapado en una operación de cerco y aniquilamiento (Hogard, 1954-2014).

Los estadounidenses operarían de la misma manera durante la intervención en Vietnam: búsqueda y destrucción, bombardeo estratégico y conteo de cadáveres serían parte de la estrategia estadounidenses. El reasentamiento de población en aldeas estratégicas, el bombardeo sistemático de poblaciones enteras como represalias por pertenecer al Vietcong y el empleo de fuerzas convencionales en operaciones de cerco y aniquilamiento llevan a pensar que hay mucho de la doctrina antipartisana alemana en ello (Birtle, 2010-Melson, 2016).

La guerra irregular se basaba doctrinariamente en la Guerra Revolucionaria con distintos enfoques: guerra popular y prolongada; insurrección y conspiración, y guerra de guerrillas. Los nombres de Mao, Trotsky/Lenin y Ernesto Che Guevara estaban ligados a dichas doctrinas. En Mozambique, Angola, Rhodesia, Sudáfrica, China, Indochina-Vietnam, Medio Oriente, etc, la guerra revolucionaria llevó a la guerra irregular a los distintos ejércitos de las principales potencias. La doctrina militar desarrollada a lo largo de numerosas guerras ha terminado basándose en ciertos conceptos comunes: el cerco y el aniquilamiento, la búsqueda y la destrucción, el reasentamiento de la población, el control de la población. Y, por sobre todas las cosas, en el extremismo institucional de los ejércitos que debieron combatir las insurgencias.

En muchas ocasiones de las guerras mencionadas, el aniquilamiento se terminó tornando en exterminio.

 

 

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1 La referencia a los “marcos de referencia”, valga la redundancia, está relacionado a lo establecido por Neitzel y Welzer en su obra “Soldados del Tercer Reich”, donde “la consideración a las interpretaciones y los comportamientos de una persona sin reconstruir que veía esta: dentro de qué modelo de interpretación, de qué ideas y relaciones percibían las situaciones, y como interpretaban esas percepciones”. En conceptos antropológicos, podemos hablar de contextualización, es decir, tratar de interpretar las percepciones de los alemanes en el momento en que los hechos se sucedieron. Neitzel, Sonke y Welzer, Harald. Soldados del Tercer Reich. Testimonios de lucha, muerte y crimen. Ed. Critica. 2012. Pags 16-19. Para la contextualización ver Harris, Marvin. Antropología cultural. Ed Alianza. 2011. Pag 587. También ver Milgram, Stanley. Obediencia a la autoridad. El experimento Milgram. Ed. Capitán Swing. 2016. Pags 237-251

2 Las directivas y los manuales se encuentran en la página web: www.superborg.de. La traducción de las directivas y ordenes son tomadas del inglés del trabajo referenciado de Melson, Charles. Kleinkrieg. The german experience with Guerrilla Warfare, from Clausewitz to Hitler. Ed Casemate. Pags 123-196

3 Department of the Army Pamphlet Nro 20-243. German antiguerrilla operations in the Balkans. 1941-1944. Department of the US Army. CMH. August 1954. Pag 70.

4 Ibidem. Pags 71-72