Casus Belli IV (2023), 89-149
Recibido: 27/09/2023 - Aceptado: 27/10/2023

 

Análisis Interdisciplinario de los Conflictos Contemporaneos:
El Conflicto Sudanés

Cecilia Maestro, Miguel Gratacos, Jorge Obregón, Ulises Ortiz, Jorge Sillone y Sergio Skobalski.[1]

Universidad Nacional de la Defensa

 

Resumen: El enfoque desde la perspectiva de la denominada Historia del Tiempo Presente del estudio Conflicto de Sudan, en el marco de las relaciones internacionales y la historia militar contemporánea, posibilita conocer los complejos factores y tendencias de la nueva dinámica de los conflictos internacionales y las misiones de paz bajo el mandato de la ONU. Asimismo, permite integrar las perspectivas académicas que ofrecen la historia militar contemporánea, las relaciones internacionales, la geopolítica, así como los estudios culturales, entre otros. Este trabajo es una síntesis de los resultados del equipo de investigación académica de las carreras Especialización en Historia Militar Contemporánea y Licenciatura en Relaciones Internacionales (orientación en Escenarios de Conflicto Internacionales, Misiones de Paz y Desarme) (ESG-FE-UNDEF) dictadas bajo la modalidad Educación a Distancia, que procura identificar un marco teórico amplio e interdisciplinario y brindar un modelo metodológico de análisis para el estudio de este y otros conflictos internacionales contemporáneos. En este marco, fomenta la función docente-investigador y alumno-investigador en la formación académica, que demanda cada vez más integración de saberes frente a las complejidades del mundo contemporáneo.

Palabras clave: Conflictos Internacionales, Sudan, interdisciplinariedad, historia, Misiones de Paz.

Abstract: The approach from the perspective of the so-called Present Time History of the study Sudan conflict, within the framework from the perspective of international relations and contemporary military history, makes it possible to know the complex factors and trends of the new dynamics of international conflicts and peace missions under the mandate of the UN. Likewise, it makes it possible to integrate the academic perspectives offered by history contemporary military, international relations, geopolitics, as well as studies cultural, among others. This work is a synthesis of the results of the research team academic careers Specialization in Contemporary Military History and Bachelor's Degree in International Relations (orientation in International Conflict Scenarios, Missions of Peace and Disarmament) (ESG-FE-UNDEF) taught under the Distance Education modality, which seeking to identify a broad and interdisciplinary theoretical framework and provide a model methodological analysis for the study of this and other international conflicts contemporaries. In this framework, promoting the teacher-researcher and student-researcher in academic training, which increasingly demands integration of knowledge facing the complexities of the contemporary world.

Keywords: International Conflicts, Sudan, interdisciplinarity, history, Peace Missions.

 

 

Introducción

Investigar sobre el análisis interdisciplinario (histórico y desde las relaciones internacionales) de los conflictos internacionales y misiones de paz contemporáneos centrándose en el caso Sudán, constituye un aporte hacia el ámbito académico. Este proyecto, en desarrollo, se propone constituir un cuerpo de conocimiento académico general a partir de identificar modelos de análisis de conflictos internacionales y misiones de paz actualizados. En las carreras Especialización en Historia Militar Contemporánea y Licenciatura en Relaciones Internacionales con Orientación en Conflictos Internacionales, Misiones de paz y Desarme se desarrollan investigaciones académicas que requieren un conocimiento metodológico interdisciplinario (histórico y de relaciones internacionales) sobre los conflictos internacionales y las misiones de paz como objetos de estudio primarios, dada la complejidad que alcanzan al presente los mismos en el marco del proceso de globalización.

El desarrollo de un estudio de caso constituye la necesidad de contar con un modelo práctico a modo de paradigma para la capacitación de los alumnos en función del perfil profesional al que se aspira: analistas de relaciones internacionales orientados al estudio de los conflictos internacionales y misiones de paz y especialistas en historia militar contemporánea, entendiendo los puntos de contacto entre ambas carreras en la interdisciplinariedad de los estudios propuestos. La investigación propende al apoyo a los docentes-investigadores en el marco de los estudios de educación a distancia dentro del Sistema de Educación a Distancia (SIED).

África, un continente con históricos conflictos

África es un continente donde históricamente las potencias europeas dirimieron parte de sus enfrentamientos en busca de recursos naturales. Espacio único por sus riquezas y diversidad, las metrópolis europeas combatieron entre sí por su conquista y dominio. Los países africanos han heredado sus fronteras iniciales del acuerdo realizado en la Conferencia de Berlín (1885) por las potencias coloniales europeas. Los procesos colonizadores de las metrópolis dejaron su impronta de colonialismo, dependencia cultural y sumisión, de una u otra manera, respecto a esos centros de poder, independientemente del paso del tiempo.

Este período de dominación cultural y sojuzgamiento trajo aparejado las dificultades de progreso de las sociedades originales, basadas en sistemas tribales o de castas con concepciones sociales, políticas, culturales y religiosas diametralmente opuestas a las del mundo occidental. El siglo XX tuvo en el continente marcada presencia europea y durante la I GM y la II GM fue escenario de conflicto y enfrentamiento militar de las naciones enfrentadas. La etapa de la Guerra Fría no fue ajena a esta tendencia.

Los procesos de descolonización, desde Argelia en 1962, dieron paso a una nueva situación de guerra; la aparición del combatiente clandestino y los movimientos de liberación, que con su accionar, y una nueva lógica de combate, contribuyeron al enfrentamiento Este - Oeste en este Continente junto a otros. En la década del 60, la mayoría de los mismos accedieron a la independencia de sus metrópolis y se generaron nuevas situaciones de litigio, por circunstancias locales y por vincularse la independencia de cada país al contexto de la Guerra Fría al adscribir o no a los intereses de la entonces Unión Soviética (URSS) y los Estados Unidos de Norteamérica (EE. UU.). El continente inició su proceso de descolonización sin desprenderse de los intereses económicos y geopolíticos que sobre ellos existían, siendo un lugar más del enfrentamiento entre las grandes superpotencias de la Guerra Fría.

A su compleja situación étnica, religiosa, cultural y política sumó un nuevo componente ideológico que acrecentó la violencia en este continente. El final de la Guerra Fría encontró al continente con naciones de distintos grados de desarrollo político, económico, cultural y esencialmente de intereses cruzados por nuevos actores estratégicos. En consecuencia, África se caracteriza, a partir del inicio de los 90, por tener en su territorio áreas donde existen conflictos armados que les dan a las regiones una calificación de alta instabilidad. Esos conflictos, en su mayoría, pueden ser considerados en sus motivaciones como de naturaleza intra-estatal y trans-estatal, así como los inter-estatales, obligando a un esfuerzo importante para el logro de restituir el orden y alcanzar una situación de paz. Ese esfuerzo fue realizado por una variedad de entidades regionales e internacionales, fundamentalmente la ONU. A ello se sumó el impacto, a partir de 1992, del surgimiento del accionar de grupos terroristas internacionales, especialmente Al Qaeda, que irrumpieron en la frágil convivencia de muchas naciones.

La conjunción de intereses por los recursos naturales se ha convertido en objetivo estratégico para las industrias de primera línea, vinculadas en particular a un espectro tecnológico electrónico, medicinal, de recursos minerales y de investigación científica. Ello motivó la presencia activa de potencias europeas, asiáticas y americanas, así como intereses de grandes empresas, que dirimen conflictos comerciales, militares y de supremacía mundial en el continente africano en procura, principalmente, de recursos estratégicos.

En este contexto, existió un incremento fomentado e incentivado por diversos conflictos de naturaleza política, religiosa, étnica, cultural y territorial que derivaron en grandes matanzas, generaron desplazados y refugiados que provocaron la existencia de crisis humanitarias con el reclamo de ayuda internacional que, en su dinámica, muchas veces retroalimentaron los conflictos en la región. Ante esta situación conflictiva, en este período de pos guerra fría, se incrementó la presencia de organismos internacionales, tanto en cumplimiento de misiones de paz, humanitarias como de desarrollo regional (misiones de observación de procesos electorales, de reconstrucción de infraestructura, de restablecimiento de las instituciones, etc.). Así, ante esta situación la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha intentado de innumerables formas, y con diversos órganos y procedimientos, el morigerar o solucionar gran parte de los conflictos continentales, lo cual la ha llevado a establecer un gran número de misiones en todo el territorio africano en búsqueda del logro de esos objetivos.

A raíz de las tragedias de Ruanda y los Balcanes en los años noventa, la comunidad internacional comenzó a debatir aspectos esenciales para proteger a la población. Entre otros aspectos, la discusión trató de dilucidar si los Estados tienen soberanía incondicional sobre sus asuntos o si la comunidad internacional tiene el derecho de intervenir en un país con fines humanitarios. En su Informe de 2000 sobre el Milenio, el entonces Secretario General Kofi Annan, recordando que el Consejo de Seguridad no había actuado con decisión en Ruanda y en la ex Yugoslavia, colocó a los Estados Miembros ante la disyuntiva siguiente:

Si la intervención humanitaria es, en realidad, un ataque inaceptable a la soberanía, ¿cómo deberíamos responder a situaciones como las de Ruanda o Srebrenica y a las violaciones graves y sistemáticas de los derechos humanos que transgreden todos los principios de nuestra humanidad común?

Surge a partir de este momento, un marco más específico para atender el caso de desplazados y refugiados. La expresión “responsabilidad de proteger” apareció por primera vez en el informe de la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados (ICISS), establecida por el Gobierno del Canadá en diciembre de 2001. Asimismo, en 2004, el Grupo de alto nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio, establecido por el Secretario General Kofi Annan, hizo suya la norma que acababa de plantearse acerca de la responsabilidad de proteger, ejercida por el Consejo de Seguridad por la que se autorizaba la intervención militar como último recurso en caso de genocidio y otras matanzas a gran escala, limpieza étnica y graves violaciones del derecho humanitario, que los gobiernos soberanos hubiesen demostrado no poder o no querer evitar (ONU, 2004).

En la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas celebrada en septiembre de 2005, todos los Estados Miembros aceptaron oficialmente la responsabilidad de cada Estado de proteger a su población del genocidio, los crímenes de guerra, la depuración étnica y los crímenes de lesa humanidad. La primera vez que el Consejo de Seguridad se refirió oficialmente a la responsabilidad de proteger fue en abril de 2006, en la resolución 1674 sobre la protección de los civiles en los conflictos armados. El Consejo de Seguridad se remitió a esa resolución en agosto de 2006, al aprobar la resolución 1706 por la que se autorizaba el despliegue de las tropas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas en Darfur, Sudán.

 

Los estudios de Historia del Tiempo Reciente

En los estudios históricos contemporáneos ha surgido una perspectiva contemporánea “más cercana”. En tal sentido, los estudios de relaciones internacionales, que desde hace medio siglo comenzaban adquirir mayor autonomía, han comenzado a volver a interrelacionarse con sus ciencias madres para una mayor comprensión de los fenómenos de la globalización. Un caso concreto son los estudios de historia militar. Así, comienzan a ser empleados en centros para volver a vincular los estudios internacionales con ciencias y disciplinas afines que permitan comprehender la compleja realidad internacional. En el campo de las ciencias históricas, ha comenzado a desarrollarse la denominada Historia del Tiempo Presente, o Historia del Tiempo Reciente, entendida como “una historia de las gentes vivas, una historia escrita por sus propios protagonistas, en consecuencia, no es cronología”, porque “la Historia no es el pasado sino el tiempo de las sociedades” (Aróstegui, 1998: 15-18). Este enfoque historiográfico, tratará de explicar las dramáticas consecuencias de las dos guerras mundiales, y, a partir de los años ’70, tendrá alcance académico desde Alemania y Francia, al entender a la historia “muy contemporánea” o “la historia vivida” que trata de temas específicos (Bédarida, 1998: 19-27).

Asimismo, también desde Argentina, especialistas han descripto criterios que contribuyeron a desarrollar esta perspectiva histórica incorporando análisis de caos, crisis e incertidumbre desde la interdisciplinariedad (Figallo y García de Ceretto, 2009). Así, la historia del tiempo presente constituye una respuesta a la historiografía del siglo XX constituyéndose en “una perspectiva de análisis de lo inmediato” en respuesta a:

[…]las aceleradas transformaciones que nos vuelcan sobre la instantaneidad, nos desvinculan los fenómenos actuales de su pasado y, por lo tanto, nos impiden ver la profundidad de los mismos. Es decir, la historia del tiempo presente no sólo es una inquietud de los historiadores, sino una necesidad social que nos debe permitir entender las fuerzas profundas que están definiendo nuestro abigarrado presente (Vengoa, H., 1998)

En este marco se “presupone una organización conceptual y metodológica en el estudio del presente que rompe con la secuencialidad de la cronología, y su contenido en parte se desprende del tipo de organización social que caracteriza a nuestra contemporaneidad” (Fazio, H., 2010). Entendiendo la complejidad de “la guerra y la paz en el siglo XXI” (Hobsbawm, E., 2007).

En este sentido, los sucesos que han tenido lugar, desde la caída del Muro de Berlín, comienzan, en consecuencia, a ser objetos de estudios históricos, desde la perspectiva del tiempo presente, entre ellos los conflictos internacionales y las misiones de paz por parte de la ONU, tendientes a la resolución de los mismos.

Por su parte, los estudios internacionales como disciplina científica de la realidad internacional son relativamente recientes. Con su desarrollo más autónomo, fundamentalmente a partir de fines de los años 70, se comenzó a entender la diversidad de fenómenos que “caen dentro de la mira cada vez más amplia de la disciplina de las relaciones internacionales” (Couloumbis T. y Wolfe J. 1979, p. 17).

 

Los nuevos enfoques de Historia Militar Contemporánea

Existe en la actualidad una ingente cantidad de publicaciones sobre los nuevos enfoques historiográficos. Ejemplos de las contribuciones recientes sobre el campo historiográfico son las obras de Jeremy Black (2004; 2005; 2015), Donald MacRaild (2016) y David Cannadine (2003) quienes sintetizan los elementos que deben tomarse en cuenta para realizar un trabajo histórico, según los criterios contemporáneos de redacción científica en este ámbito. Howard (2006), por su parte, señala el renovado interés de la historia militar y recuerda la importancia permanente de esta ciencia para la formación del militar profesional.

No obstante, y a fin de seleccionar un abordaje específico de la nueva historiografía militar, se parte desde la obra de Jeremy Black (2004; 2005; 2015), complementada esta por la obra de Stephen Morillo y Paul Lococo (2009), y W. Murray, Hart Sinnreich (2006).

Unos y otros, aunque de manera especial Black, plantean en común la necesidad de resignificar los enfoques de historia militar frente a los desafíos que plantea el siglo XXI. El objetivo es actualizar la disciplina según las principales tendencias que marcan las propias prácticas historiográficas. Las obras mencionadas establecen nuevos criterios de producción del conocimiento en historia que demuestran las limitaciones, cuando no simplificaciones, que presentan las discusiones tradicionales. Estas últimas, además, se caracterizan por grandes limitaciones desde el punto de vista en el plano teórico; lo cual, manifiesta graves problemas cuando se estudia algunos conflictos específicos, de gran complejidad, y que se caracterizan por presentar múltiples niveles de análisis y una combinación de variables y dimensiones imposibles de ser simplificadas.

Black (2004; 2005) permite reconsiderar bajo nuevos lentes la historia militar, a partir de las principales tendencias en la práctica. Plantea que para el avance del tema hay que poner de manifiesto las limitaciones teóricas e historiográficas de los enfoques actuales, los cuales conducen necesariamente a generalizaciones, omisiones y simplificaciones excesivas. Una de los mecanismos para superar esta situación es la incorporación de contribuciones de otras disciplinas, ya sea en categorías para el análisis de los conflictos o mediante la aplicación de abordajes que permiten trascender las narrativas tradicionales.

De su parte, Stephen Morillo, Jeremy Black y Paul Lococo (2009) sostienen que la guerra ha sido una de las actividades más frecuentes de la humanidad a lo largo de la historia. Más aún, todo el ejercicio de la organización del aparato militar y la adquisición de destrezas para el combate han sido fundamentales para la dinámica interna de las estructuras de muchas comunidades humanas.

La guerra misma ha sido una de las formas primordiales en que las sociedades y grupos humanos han interactuado entre sí. En efecto, ya sea por el vínculo que los conflictos bélicos tienen sobre el cambio tecnológico, la difusión de ideas y la expansión de formas religiosas, los intercambios económicos y el control de rutas comerciales, se puede afirmar que la guerra ha sido en la historia un medio importante de contacto e influencia. Pero, además, al ser la guerra una actividad tan central, se convierte en un buen lente para arrojar luz sobre las estructuras sociales y de gobiernos, ya que expone las fortalezas y debilidades de las instituciones como también el grado de cohesión cultural de las comunidades.

Estos autores sostienen que la nueva historia militar se debe caracterizar por darle un sitio especial a los contextos en los cuales se desenvuelven los acontecimientos; mejor expresado, en sus muchos y variados contextos (socioeconómicos, políticos e institucionales y culturales), al mismo tiempo que debe tratar de integrar las dinámicas estrictamente bélicas en una historia más amplia desde una perspectiva internacional y global. A modo de ejemplo, un determinado conflicto debería contemplar necesariamente y en distintos planos, no sólo un análisis sobre la tecnología de armas o del transporte, los niveles de productividad económica de un país o la modalidad de toma de decisiones estratégicas, sino que debería comprender la dimensión cultural de una sociedad, la estructura del sistema de alianzas regionales e internacionales y un análisis de las percepciones de los actores involucrados.

La relación mutual entre una Guerra en particular (o un ciclo de guerras) y sus contextos ilumina los impactos de las conflagraciones bélicas en el conjunto social y, a su vez, los efectos de los cambios sociales en la práctica de la guerra. Ambos procesos son fundamentales para comprender por qué y cómo una guerra fue llevada adelante en un preciso momento de la historia. En suma, los acontecimientos adquieren su sentido pleno al comprenderlos en el marco de una estructura histórica, sea ésta la Guerra Fría o la post-globalización.

Por último, la historiografía militar mantiene un interés, incluso renovado, por el estudio biográfico de ciertos líderes con actuaciones decisivas sobre ciertos acontecimientos particulares. Es así que algunos autores (Cannadine y Blanning, 2002), por ejemplo, permiten repensar el retorno de la historiografía basada en individuos “excepcionales” (para bien o mal), con vidas que fueron importantes en el decurso histórico de las sociedades. Estos autores plantean, asimismo, que las nuevas biografías permiten superar los excesos en que caían algunas concepciones estructuralistas. Esto es, que, durante demasiado tiempo, muchos historiadores se preocuparon casi exclusivamente en la reconstrucción del pasado mediante perspectivas sistémicas, por ejemplo, cuyo fundamento es la identificación de fuerzas impersonales, la determinación de estructuras subyacentes y los desarrollos a largo plazo. En cambio, Cannadine y Blanning sostienen que, en la actualidad, surge una necesidad de volver a recuperar el rol de algunos personajes claves, con actuaciones decisivas y personalidades más o menos complejas. Esta postura permite, al mismo tiempo, ver la diferencia con anteriores historias biográficas, ya que comprenden narrativas con tramas más complejas, con análisis de contextos históricos, con apoyo de la psicología histórica (psychohistory), y estudios multicausales (Equipo de Investigación, 2021).

 

Aportes de la Geopolítica y de la Geoeconomía

Aunque de larga historia académica, la Geopolítica, ha presentado un renacer teórico (Agnew, 2003; Sempa, 2002). Desde finales de la década de 1990, surge la multidisciplinariedad de estudios (políticos, geográficos, históricos y sociológicos) vinculados a la geopolítica, incluyendo nuevos temas como los ambientales o el debate sobre los conflictos globales de fin de siglo (Ó Tuathail, Dalby and Routledge, 1998). Simon Dalby (1998) argumenta por la misma época que el concepto de geopolítica debe conceptualizarse nuevamente a medida que se acerca el siglo XXI, para lo cual sostiene la necesidad de analizar nuevas formulaciones. Así, surge una nueva geopolítica de la seguridad global, repensando los supuestos culturales populares sobre geografía y política junto a la comprensión de las modalidades que adoptan los discursos de la violencia contemporánea y la economía política; en un contexto de luchas renovadas por el conocimiento, el espacio y el poder (Dalby, 1998), la geoeconomía de los recursos (Klare, 2008; 2002) y los modelos de análisis que brinda la Geoeconomía (Blackwill and Harris, 2016).

Por geoeconomía se puede entender, tanto el uso de herramientas económicas para la consecución de objetivos geopolíticos como el énfasis en las capacidades geopolíticas para la búsqueda de resultados económicos. A través de la visión de Edward Luttwak (1990) se difundió el uso del término en los ámbitos de la estrategia internacional y de la geopolítica. En este artículo se argumenta que el proceso histórico que estaba conduciendo al fin de la Guerra Fría, trasladaba –al mismo tiempo- el centro de gravedad de la agenda hacia el poder geoeconómico, puesto que la lógica del conflicto era -en lo fundamental-, económica. Al darse un tránsito desde la geopolítica tradicional a la geoeconomía y al enfatizarse la importancia de la dimensión económica en el nuevo orden mundial, los autores situados en este línea de análisis consideran que en los últimos decenios surge un mapa con una distribución del poder mundial, que es diferente a la anterior, y que se encuentra signado por un conjunto de nuevos ganadores (y nuevos perdedores) así como de nuevas rivalidades emergentes en el escenario internacional (Csurgai, 2017). Frente a ello se evidencia que Sudan con 40 millones de habitantes, posee un ingreso per cápita de 4500 U$S por año, mientras que Sudan del Sur, con casi 11 millones de habitantes tiene un ingreso per cápita de 1420 U$S por año. Esto indica la fragmentación económica que rige entre el norte y el sur.

Así, de modo concordante, J. Mark Munoz (2017) considera que la geoeconomía es la principal fuerza subyacente que rige las verdaderas relaciones entre los países, en la lucha denodada por el poder. La geoeconomía se caracteriza por analizar las implicaciones de los eventos y procesos económicos internacionales, en los ámbitos nacionales y regionales.

A modo de reflexión final del apartado, puede señalarse que los nuevos enfoques en geopolítica y geoeconomía adoptan perspectivas tendientes a la interdisciplinariedad –o por lo menos una multidisciplinariedad integrada-, dado que incorporan aspectos financieros, geográficos, demográficos, históricos, culturales y políticos (Equipo de Investigación, 2021).

Recientemente, Omer Freixa, historiador africanista, investigador y docente de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Tres de Febrero, indicó, en relación con el conflicto que padece Sudán, que luego de padecer dos guerras civiles se estaría entrando en una nueva guerra civil “que sería realmente muy distinta a las anteriores porque básicamente, para resumir, las dos guerras civiles anteriores que duraron varios años, enfrentaron al norte y al sur, que fue un llamado de atención del sur por cierto desinterés y cierto maltrato del norte, de Jartum” (Realpolitik, 2023), pero tras la creación del Sudán del Sur desde 2011, Sudán, deja de ser uno de los países más grandes de África y pierde el potencial petrolero, además de la existencia del oro, otro de los grandes fuertes de la economía sudanesa. Asimismo, entiende que la crisis comenzó en 1956, con la declaración de la independencia de Sudán, ya que el país empieza en guerra y, en estos 67 años “la mayoría estuvo bajo dominio militar” y mucho se remite “al genocidio de Darfur”. Para Freixa, hay que tener una visión geoestratégica, ya que “en la época de la dictadura de Bashir, que duró de 1989 al 2019, Estados Unidos tuvo un realineamiento con la junta, con idas y vueltas y traspiés. Están todos, está China, está Rusia, que está construyendo una base en Port Sudán que básicamente es la que permitiría sacar el petróleo de Sudán del Sur, vía Sudán”, entendiendo que se trata “de una zona caliente donde no se ve voluntad política entre las partes para negociar” y donde “siempre se desprenden los focos migratorios”. No obstante, Freixa recalca que África se caracteriza en los medios de comunicación mundial por las noticias de crisis y conflictos y no se atiende a datos como que Kenia puso en 2023 en órbita su primer satélite sumándose a otras 25 naciones africanas (Realpolitik, 2023).

 

La interdisciplinariedad para entender los complejos conflictos contemporáneos.

Black (2005), destacado historiador británico, se pregunta: ¿por qué suceden, por cuáles motivos se generan las guerras? Sostiene en su trabajo que, aunque la misma es pregunta crucial, aún existe mucha tela para cortar sobre las respuestas posibles y plantea una comprensiva desde los estudios interdisciplinarios basados no sólo la historia, sino también en la ciencia política y en las relaciones internacionales. Además, manifiesta que deben examinarse las guerras modernas más significativas en sus contextos históricos, teniendo en cuenta diversas teorías de conflictos. Black indica que es necesario clasificar los tres tipos principales de guerra: entre culturas, dentro de culturas y civil, y descubrir si las guerras reflejan los niveles de agresividad latentes en las sociedades y entre los Estados, así como los factores que posibilitan el surgimiento de situaciones de amenazas graves e incluso de conflictos.

En el mismo sentido, Martin van Creveld, en La transformación de la guerra (1991), sostiene que el mundo asiste a una serie de cambios sin precedentes en los asuntos internacionales, los cuales están obligando a los gobiernos, los ciudadanos y las fuerzas armadas de todo el mundo a reevaluar la cuestión de si las soluciones militares a los problemas políticos son posibles en las condiciones actuales. Argumenta que, durante doscientos años, la teoría militar y la estrategia se han guiado por la suposición clausewitziana de que la guerra es racional -una reflexión del interés nacional y una extensión de la política por otros medios-. Sin embargo, sostiene van Creveld que el abrumador patrón de conflicto en el mundo posterior a 1945 ya no se ajusta plenamente al análisis racional. De hecho, la planificación estratégica basada en tales cálculos es, y continuará siendo, ajena a las realidades del presente. Por su parte, plantea que algunos Estados se desmoronan o se fragmentan, de manera que muchas de las funciones estatales, probablemente, sean tomadas por una variedad de organizaciones que, cualquiera que sea su naturaleza, no son Estados. Además, las erupciones militares a pequeña escala en todo el mundo han demostrado nuevas formas de guerra con personajes diferentes: ejércitos guerrilleros, terroristas e insurgentes, persiguiendo diversos objetivos por medios violentos con las armas más primitivas a las más sofisticadas. Aunque estos guerreros y sus tácticas atestiguan el fin de la guerra convencional como la conocemos, el público y los militares del mundo desarrollado siguen contemplando la violencia organizada como un conflicto entre las superpotencias (Equipo de Investigación, 2021).

En otro plano, hay que tener en cuenta que las condiciones de complejidad creciente en el mundo contemporáneo han hecho modificar sustancialmente las perspectivas más tradicionales sobre el fenómeno de la guerra (Creveld, 2008; 2000). De hecho, se han elaborado diversas tipologías que intentan clasificar, en distintos niveles, el fenómeno de la guerra, desde la civil a las asimétricas. Esto sucede porque se pueden discernir diferencias en la manera en la cual la violencia sucede y es explicada. De hecho, puede generarse un ordenamiento en función de varios criterios: actores principales de la guerra, motivos para la guerra (económicos, de liberación nacional, etc.), tipos de armamentos utilizados, etc.

Estas temáticas dan de lleno en las formas del conflicto en la guerra civil de Sudán, ya que esta es del tipo “convencional”. Esto significa, según Evans y Newnham (1998:97), que el conflicto bélico se desarrolla de manera normal o tradicional, esto es, mediante la confrontación de los ejércitos oficiales de cada Estado. Esta expresión es utilizada comúnmente, para distinguirla de las no convencionales (unconventional warfare), la que se aplica a los conflictos donde participan, por ejemplo, grupos insurgentes del tipo guerrilleros, que suponen el empleo de fuerzas irregulares y el empleo de tácticas diferentes a las habituales. Algunas de las teorías contemporáneas de la guerra se vinculan a las obras de Jan Angstrom e Isabelle Duyvesteyn (2004) y la más reciente del mismo Angstrom con J.J. Widen (2015). En ambas interpretaciones, los autores toman en consideración los impactos de los procesos globalizatorios, los cuales se hacen visibles, por ejemplo, en la aparición de grupos insurgentes que operan en escala mundial, o en la profundización de las diferencias étnicas. Se interrogan si estas dinámicas están modificando la naturaleza de la guerra y si ciertos acontecimientos tienen impactos sobre las modernas teorías militares. Estas, de su parte, intentan contestar a si existe un cambio fundamental en los actores, las conductas o los propósitos de la guerra. Al igual que el renombrado Martin van Creveld, los autores se preguntan sobre cómo puede entenderse el cambiante carácter de la guerra, y acerca de la utilidad de la fuerza, en particular, cuando pueden alcanzarse objetivos políticos a través de medios militares. Es claro que en estas obras los autores relacionan el pensamiento militar, con estudios estratégicos, de seguridad y de defensa, ilustrados mediante una pléyade de ejemplos históricos.

Así, el conflicto histórico en Sudán, de cierto modo, puede enmarcarse en las nuevas formas de la guerra (Murray and Mansoor, 2012). Así y todo, conlleva en su interior ciertas modalidades que la hacen diferente a otros conflictos propios de la Guerra Fría, ya sea por la combinación de aspectos geoeconómicos, por la actuación de grupos militares más o menos irregulares, o por la presencia de factores étnicos al lado de los políticos tradicionales o por el auge de grupos irregulares en el conflicto. Por tal razón, no debe dejarse de lado que este conflicto en estudio abre las puertas a los nuevos paradigmas sobre la guerra. En esta línea, deben destacarse tres nociones que tienen en común el intento por dar cuenta de los mismos (Montero, 2011; Luttwak, 1990): los conceptos de ‘Guerras Hibridas’, ‘Guerra de Tres Bloques’ y ‘Guerras de IV generación’; entre otros que describen las demandas y realidades del campo de batalla moderno (Murray and Williamson Murray, Peter R. Mansoor (2012). Al respecto, resulta importante destacar la tesis de Robert Walker (1998), donde preveía el surgimiento de fuerzas híbridas para guerras híbridas y las tesis de Frank Hoffman, quien afirma que “las doctrinas militares convencionales del siglo XX dirigidas contra Estados Nacionales y ejércitos de masas de la era industrial están efectivamente muertas” (citado en Eissa, 2012).

Otro de los subcampos analíticos de reciente desarrollo es la Psicología Política Internacional (Beyer, 2017). Bajo esta expresión compuesta se describe una nueva rama de las ciencias sociales, la cual emerge de los cruces disciplinarios entre la psicología política y los estudios internacionales. En última instancia, la psicología política internacional inaugura una línea de trabajo orientada a proporcionar herramientas conceptuales que mejoran la comprensión de la política global. No es casualidad que esta perspectiva surgiera tras los eventos del 11 de setiembre de 2001.

Rose McDermott (2004) contribuye a la psicología política al incorporar una serie de conceptos aplicables al desarrollo teórico y al fundamentar una metodología. Plantea que tal disciplina permite, de un lado, percibir algunos de los grandes problemas psico-religiosos e ideológicos enmarcados en la “lucha de las civilizaciones”; de otro, identificar las estructuras de personalidad de los líderes que encauzan algunas visiones políticas. Aunque también McDermott considera la percepción que de los procesos políticos –e incluso bélicos- tienen los participantes, los observadores y las víctimas.

Por su parte, desde la teoría de la percepción, el internacionalista Robert Jervis (2010) argumentó sobre la falla del sistema de inteligencia estratégica de los Estados Unidos de América y de otros países occidentales, quienes fueron incapaces de prevenir el surgimiento de la revolución iraní en 1979, a causa de errores en la ponderación de las fuerzas profundas que dinamizan estructuralmente los procesos políticos como los recursos naturales, minerales, geopolítica del petróleo o de intervención de carácter más estratégica (presencia en África).

Anna Cornelia Beyer (2017) brinda las pautas para una comprensión entre ambas disciplinas: la psicología y las relaciones internacionales. Para ello, recoge una serie de categorías, tales como conflicto, liderazgo, hegemonía, dominación social, etc. Además, desarrolla una gama de nociones conceptuales provenientes de la psicología para explicar fenómenos críticos en la política internacional. Así, el terrorismo o el comportamiento insurgente de algunos Estados son analizados –en un sentido analógico- desde la fenomenología de la esquizofrenia o según estándares de la salud mental.

Por último, Richard Ned Lebow (2016) postula una original aplicación de nociones psicológicas, en particular las emociones en entornos de cooperación y conflicto, a las candentes cuestiones de la ética de la identidad. Esta contribución se utilizará en la última unidad, cuando se abordan los temas de la construcción de la paz en los escenarios posconflictos en Sudán. Aquí deben tenerse en cuenta los aportes de la justicia transicional y de modelos de paz imperfecta (Equipo de Investigación, 2021).

 

Los centros de estudio

Desde principios del siglo XX, comenzarán a crearse centros de estudio sobre conflictos internacionales y la búsqueda de la resolución de los mismos. Antes de la primera guerra mundial se creó la Carnegie Endowment for International Peace y la World Peace Foundation con sede en Boston. Como consecuencia de la conferencia de Paz de París de 1919, se crearon dos de las más influyentes instituciones de investigación en materia de cooperación y conflicto internacionales: el Royal Institute of International Affaires (RIIA), con sede en Londres desde 1920, y el Council on Foreign Relations (CFR), con sede en Nueva York desde 1921. Ellos fueron los primeros think tanks (tanques de pensamiento) con influencia en la política exterior de sus respectivos países. Desde allí han surgido innumerable cantidad de estudios y análisis de la realidad internacional tanto de ese carácter como en el mundo académico.

Contemporáneamente, las principales universidades de países centrales cuentan con centros de estudio e investigación en relaciones internacionales y existen numerosos institutos ad hoc. De ellos se destacan, entre otros, el China Institute of International Studies, a partir de 1956, y la International Studies Association de la University of Arizona, fundada en 1959. Estos ámbitos son una clara respuesta a lo expresado por el creador de la escuela realista de relaciones internacionales cuando expuso que:

[…] la política internacional comprende más que la historia reciente y los acontecimientos contemporáneos. El observador se ve asediado por la escena contemporánea con su énfasis y perspectivas siempre cambiantes. No encuentra un piso firme sobre el cual apoyarse ni parámetros de valuación a menos que se interne en los principios fundamentales, que sólo surgen de la correlación entre los acontecimientos recientes y pasado más distantes con las permanentes cualidades de la naturaleza humana subyacentes en ambos términos (Morghuentau, 1948, p. 28).

En tal sentido, Morghentau ya preveía la necesidad de interrelacionar los estudios internacionales con los históricos del mismo modo que posteriormente lo plantearían los estudios del tiempo presente. Los escenarios internacionales complejos como los de conflicto demandan las interrelaciones de diversas disciplinas para su entendimiento integral.

En el campo de la estrategia, el prusiano General Von Clausewitz exponía sobre cómo entender la complejidad de la naturaleza de la guerra, comprendida como un dramático y complejo fenómeno social:

[…] nos proponemos considerar, en primer lugar, los diversos elementos de nuestro tema; luego sus distintas partes o divisiones y finalmente el todo en su última conexión. Procederemos, de este modo, de lo simple a lo complejo. Pero en esta cuestión, más que en alguna otra, es necesario comenzar por referirse a la naturaleza del todo, ya que en esto la parte y el todo deben ser considerados simultáneamente (Von Clausewitz).

En tal sentido, en el ámbito de los estudios militares, los estudios de las guerras modernas e historia militar contemporánea, la reconocida Society for Military History de los Estados Unidos, que realiza estudios en una perspectiva histórica, y entiende que “la nueva historia militar es simplemente lo que la historia es al presente: amplia, inclusiva y escrita desde una amplia gama de perspectivas” y que la historia militar contemporánea puede interrelacionarse con otros campos de estudio como las ciencias políticas y las relaciones internacionales (Biddle, T. & Citino R., 2014, p. 2 y 6). Desde los estudios estratégicos y de seguridad internacional (Black, Buzan, Gray) se plantea que la guerra y el temor a la guerra, han sido de lejos las más poderosas entre las influencias que han dado forma al curso de las relaciones internacionales durante los últimos dos siglos. Frente a esa complejidad de los problemas y su constante cambio en el siglo XXI, emergen en el ámbito académico perspectivas de estudios históricos y de relaciones internacionales sobre los conflictos internacionales y su resolución vinculados al estudio desde su historia reciente con académicos como: Barry Buzan, Lawrence David Freedman, Colin Gray, John Baylis o Jeong, Ho-Won, entre otros.

En ese campo se denominarán estos estudios como “Estudios de paz y conflictos”, denominados disciplinarmente como “irenología”, que se ocupa del estudio de los distintos factores que amenazan a la paz y potencializan los conflictos y las guerras, entendidos no solo como ausencia de aquella, sino en el sentido positivo a partir del estudio de los niveles de justicia, desarrollo económico y social, equilibrio y respeto entre naciones, etc. El sociólogo noruego Johan Galtung fue el fundador, en 1959, del primer instituto para la investigación en la materia, el International Peace Research Institute of Olso, desde donde señaló Julién Freund, se comenzarán a estudiar sistemáticamente los fenómenos de la violencia y el conflicto

De ellos, en el marco internacional, se destacan con metodologías propias y como ámbitos para relevar, identificar y compilar métodos de estudios de conflictos y misiones de paz, entre otros: Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI); Instituto de Investigación de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada; Real Instituto Elcano; Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE); Heidelberg Institute for International Conflict Research (HIIK), Clingendael – Netherlands Institute of International Relations; Centro Militar de Estudios Estratégicos, Italia; Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, WDC; Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales, Washington DC; Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres; Instituto Ruso de Estudios Estratégicos; Centro para los Estudios Estratégicos Asiáticos, de India y el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas, París, entre otros (Equipo de Investigación, 2021).

 

Desarrollo histórico y conflictos recientes en Sudán

Sudán, el país más grande de África, está dividido en múltiples religiones, etnias y diferencias socioeconómicas; entre musulmanes y cristianos, árabes y africanos; nómadas y campesinos. El triple conflicto de Sudán refleja este escenario, el cual se ha extendido por pugnas sobre los recursos naturales. El conflicto entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos y animistas del sur del país es aparentemente una lucha entre el intento del primero de imponer el islam en el conjunto de la sociedad y los movimientos que se resisten. Sin embargo, en este país rico en petróleo y tierras fértiles, que alberga a 600 subgrupos étnicos, las raíces del conflicto se encuentran en la competencia por recursos -algunos de ellos cada vez más escasos debido a la agricultura intensiva-, y en el racismo de los que se identifican como árabes hacia los negros africanos (Manoeli, 2019). La religión es, en realidad, un instrumento de legitimación y un factor de cohesión.

La historia de Sudán se puede dividir en tres grandes etapas, aquella primera que se encuentra estrechamente vinculada con el desarrollo de la civilización del Nilo; pasando por una segunda, que es campo propicio para los descubrimientos geográficos y la expansión europea por la geografía africana, especialmente la británica; y la tercera, desde que se convierte en una nación independiente, en el contexto de los procesos de descolonización de mediados del siglo XX, más específicamente, en enero de 1956. Si existe un término que enmarca todo el ciclo histórico es el del “desorden duradero” (Sorbo and Ahmed, 2014), el cual da cuenta del trastorno político y societal de instituciones estatales débiles, élites dominantes corruptas e influenciables y una ausencia de una política centrada en las propias necesidades del desarrollo político, social y cultural. Similar valoración sostienen otros autores como Deng and Deng (2016), al señalar que, desde su independencia, Sudán ha estado en guerra consigo mismo.

Según algunos analistas, la segunda etapa signada por el imperialismo económico y político europeo marcó para siempre el desarrollo histórico del Sudán. Es así que la futura nación independiente arrastraría con los lazos históricos de la esclavitud y el colonialismo, la formación del estado sudanés (Idris, 2005). De tal manera que no puede obviarse la centralidad del legado histórico de los dramas mencionados, y la persistencia e incidencia de los mismos en la crisis del Sudán independiente y poscolonial.

Desde esta perspectiva, el devenir histórico de Sudán es una serie casi ininterrumpida de inestabilidades políticas, violencia étnica aguda, descontrol financiero y ausencia de una política de crecimiento sostenida aunada a desequilibrios macroeconómicos. Por tales razones, los autores anteriormente citados sostienen que puede hablarse de un Estado blando, fallido y de agujero negro, donde el “ciudadano” común es víctima de uno u otro grupo (Barltrop, 2011).

A la cuestión debe agregarse el cruzamiento con los problemas que se derivan de la construcción de la identidad nacional, más aún después de la secesión de Sudán del Sur en 2011, donde las cuestiones de la identidad nacional, reciben tendencias centrífugas y con fuertes tensiones étnicas, religiosas, económicas y políticas, conformando una fuerza profunda que subyace al accionar de la superficie. En este sentido, puede hablarse de una crisis de identidad, anterior a la partición reciente.

Al mismo tiempo, los conflictos han dejado huellas en la memoria histórica, de manera que hay un continuo debate sobre las voluntades políticas, los defectos de los acuerdos de paz y las heridas traumáticas de la violencia de los crímenes de guerra, que vienen de lejos, desde el período de las guerras civiles (primera guerra civil de 1955 a 1972, y la segunda guerra civil de 1983 a 2005). Además, desde 2011, con el conflicto de secesión, han aumentado la tensión fronteriza no sólo entre los dos países surgidos de la fragmentación, sino con el resto de los Estados con quienes comparten sus límites.

En septiembre de 1983, el entonces presidente Yaffar al-Numeiry creó un Estado federal que incluía tres Estados federales en Sudán del Sur. Pero más tarde introdujo la ley de la sharía y disolvió los tres Estados federales del sur, lo que provocó la Segunda Guerra Civil Sudanesa. El sector musulmán del norte, se enfrentó contra los cristianos del sur, pereciendo alrededor de dos millones de personas.

En simultáneo, emergieron dos crisis paralelas: la presencia del Ejército de Resistencia del Señor de Uganda en el sur de Sudán, llevando a la ruina a ambas partes de la frontera por años; y la crisis humanitaria en la provincia de Darfur en el Oeste de Sudán. Surgió así la organización política Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM, según sus siglas en inglés) y, vinculado a ella, el Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA).

El SPLA consiguió atraer a todos los opositores al régimen de Nimeiri. Al principio contó también con el apoyo de los habitantes de la región occidental que se sentían abandonados en favor de los del valle del Nilo, y consiguió algunas victorias en sus enfrentamientos militares.

La guerra civil sudanesa entre el Norte árabe y musulmán, y el Sur subsahariano, cristiano y animista no ha merecido una intervención de las grandes potencias hasta que se produjeron dos hechos concurrentes: la explotación de petróleo y los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 con los ataques de Al Qaeda en EE. UU.

El 21 de octubre del 2002, el presidente Bush firmó la Ley para la Paz en Sudán (Sudan Peace Act) para presionar al gobierno de Jartum (capital de Sudán) a que negocie la paz. De esa forma, se permitió el bloqueo de los ingresos por la venta de petróleo y de los préstamos multilaterales, embargo de armas, reducción de vínculos diplomáticos, congelación de haberes de sociedades sudanesas en Norteamérica y, sobre todo, financiación de las fuerzas rebeldes.

Tan pronto como la guerra del Norte y Sur en Sudán parecía estar terminando, la pugna por la tierra y el poder en Darfur se intensificó hasta finales del 2003 y comienzos del 2004, con el apoyo gubernamental de la milicia Árabe Janjaweed sometiéndose a una política de limpieza étnica contra la población local.

A pesar del acuerdo de paz firmado en 2004, la violencia ha seguido presente en la región occidental de Darfur, donde el grupo armado Movimiento para la Liberación de Sudán luchaba para terminar con la discriminación de las tribus. Sus cruentos enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales colocaron a la población en una gran crisis humanitaria. La conflictividad en la región se extendió, ya que Uganda y Eritrea apoyaron a la guerrilla sudista mientras que Sudán, por su parte, apoyó a la guerrilla denominada Ejército del Señor (guerrilla supuestamente integrista cristiana, pero que es un instrumento del régimen sudanés) que combate al gobierno ugandés.

Con este contexto, el 26 de abril de 2005, el Consejo de Seguridad de la ONU votó de manera unánime por el envío de 10.000 militares y más de 700 policías civiles al Sur de Sudán, por un período inicial de seis meses, para apoyar el acuerdo de paz firmado en el mes de enero entre el gobierno y la guerrilla por la que concedió el derecho a la autodeterminación de los territorios del sur, con excepción de los Estados Nilo Azul y Kordofan del Sur dejando como trágico resultado 2 millones de muertos entre combates, hambre y enfermedades. El 9 de julio de 2011 Sudan del Sur alcanzó su independencia, luego de décadas de guerras. Pero esa estabilidad duró poco, ya que en julio de 2013 el presidente Sal Kiir destituyó al vicepresidente Reik Machar, y, a su vez, ordenó su detención acusándolo de preparar un golpe de Estado para derrocarlo. Ambos representaban a etnias locales diferentes; Kiir pertenece a la tribu Dinka y Machar a la Nuer. Cuando el presidente ordenó el arresto de su segundo, los miembros nuer de la guardia presidencial se enfrentaron a tiros a sus compañeros dinka, lo que fue el detonante de los enfrentamientos posteriores en gran parte del territorio, desembocando en un nuevo conflicto interno, volviendo a rivalidades ancestrales.

La guerra entre el Gobierno y los grupos rebeldes cristianos del sur es, en gran medida, una lucha por el control de los recursos naturales de Sudán. El colapso de la economía del norte, por la sistemática explotación del suelo, ha obligado a las elites mercantiles norteñas -los Jellaba- a expandir sus actividades económicas hacia el sur. Es allí donde se encuentran las fértiles tierras de Renk, la zona petrolífera de Bentiu y los yacimientos de níquel y uranio. Sólo el 5% del suelo sudanés es cultivable, lo que agudiza la lucha por el territorio útil.

Lógicamente, esta situación estructural de Sudan se agudizó en el marco de la globalización contemporánea, ya que esta dinámica desafía y pone a prueba las capacidades institucionales y estratégicas de los Estados. Por lo expuesto, puede afirmarse que Sudán es un claro ejemplo de la violencia intrasocietal e internacional del mundo contemporáneo, caracterizado por las guerras civiles y el conflicto recurrente en sociedades multiétnicas y con recursos económicos muy atractivos para las potencias extranjeras; e, internamente, con la presencia de clases políticas muy débiles en la dinámica de la construcción del Estado.

En esta línea de análisis, Francis Deng (1995) ha manifestado que los países con una grave crisis de identidad nacional se enfrentan a serios dilemas. Por un lado, las identidades, independientemente de cómo se determinen, ofrecen a los individuos y grupos una base para un profundo sentido de pertenencia, dignidad y seguridad, especialmente cuando los Estados no garantizan protección y asistencia. Las identidades también pueden proporcionar bloques de construcción para la nacionalidad desarrollada sobre los atributos distintivos de un grupo. Por otro lado, la construcción de una nación requiere unidad y un sentido común de propósito, que debe trascender las perspectivas e intereses de facciones o sectarios. Estas realidades a menudo entran en conflicto y, en última instancia, ponen en peligro no solo los intereses colectivos del país, sino también los intereses de las facciones de las partes. El resultado final es casi obvio: la inestabilidad en todas sus dimensiones y la quiebra de la identidad nacional. Como grandes actores internacionales involucrados a lo largo del desarrollo del conflicto se destacan: países y empresas de vecinos (Etiopía, Eritrea y Uganda), del Medio Oriente (Arabia Saudita, Egipto, Irak hasta Irán,), de diversos países de la Unión Europea (RUGB, Francia, Alemania, etc.), potencias como EE. UU, China y organismos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Liga Árabe, African Rights. Asimismo, internamente, se destacan: el Ejército Popular para la Liberación de Sudán (EPLS), rama militar del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (MPLS); sectores cristianos del Sur del país y sectores musulmanes del Norte del país; la Alianza Democrática Nacional (ADN), que coordina las actividades de toda la oposición al régimen islamista de Jartum (Equipo de Investigación, 2021). A ello se le suman las empresas vinculadas a la extracción de hidrocarburos en Sudán del Sur y su frontera con Sudan.

 

Situación geoestratégica de Sudán del Sur: los recursos energéticos

Sudán del Sur se posiciona estratégicamente, limitando con la República Democrática del Congo, rica en el mineral coltán, y de población mayormente cristiana, igual que la propia Sudán del Sur (60%), seguida de animista y de otras creeencias, frente al avance de un norte mayormente musulmán. A ello se le agrega la gran diversidad etnolingüística de la región, tanto en Sudán del Sur como en la misma Sudán sin el nuevo territorio independizado.

Asimismo, la población de Sudán del Sur es de carácter mayoritariamente rural, dada la potencialidad para la agricultura y la ganadería que otorgan los suelos y la climatología, conforme lo indica la misma FAO, frente a las regiones más al norte de carácter desértico lo que genera mayores debilidades frente a las inestabilidades políticas, económicas y conflictos armados intraestatales. La existencia de recursos naturales en Sudán influye en los conflictos internos, especialmente entre el norte y el sur, y también en las relaciones regionales e internacionales. Gas, petróleo, oro y los recursos hídricos del Nilo constituyen, a la par de cuestiones étnicas y religiosas, los elementos estratégicos en gran parte en la determinación de situaciones de conflicto El petróleo se empezó a buscar en Sudán entre 1959 y finales de la década de 1970. En 1974, la firma estadounidense Chevron inició la exploración en el actual Sudán del Sur y comenzó a comerciar crudo en 1979. Luego se le sumarán otras compañías petroleras de EE. UU., Canadá y Francia (Diez Alcalde y Vacas Fernández, 2008).

Las explotaciones petroleras se incrementaron a partir de 1999, llegando a posicionar al país en 2005 como el tercer productor de petróleo del África subsahariana, sólo superado por Nigeria y Angola. Asimismo, el acuerdo de paz entre el norte y el sur firmado en 2005 permitió al país ampliar su producción. Así, Sudán del Sur es un país de interés por parte de diversos actores ya que cuenta con reservas de petróleo y tierra fértil altamente explotable. Su independencia se origina, además de por cuestiones étnico-religiosas y políticas, por intereses económicos por parte de Estados como Estados Unidos, Israel y China quienes, a través de empresas, poseen intereses en la zona y en el crudo, donde “un dato significativo es que el conflicto entre el norte y el sur se genera por el pago de regalías del petróleo, que exige el norte, ya que Sudán del Sur requiere los oleoductos que atraviesan Sudán, para la exportación” (Scaramutti, 2014).

 

Fuente: Website oficial de Sudan del Sur

Las principales concesiones en torno a las dos áreas fronterizas que comenzaron a operar en ese entonces fueron:

- Petronas (empresa de Malasia),

- ONGC (India’s Oil and Natural Gas Corporation)

- CNPC (China National Petroleum Corporation)

- SudaPet (estatal del país)

Desde 2006, Sudán manifestó su interés por ingresar en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), participando como observador en las reuniones del grupo.

 

Paz, Seguridad y Defensa, 2014

http://catedrapsyd.unizar.es/observatorio-psyd/opina/sudan-del-sur-un-conflicto-interminable.html

Por su parte, China mantiene comercio con Sudán del Sur de productos manufacturados y a la par conserva sus intereses petrolíferos por medio de la China National Petroleum Corporation controla la mayor parte de las empresas que producen hidrocarburos en Sudán del Sur. A ella se han sumado otras empresas de Qatar (Gulf Petroleum Co,), Canadá (Talisma Energy) y Austria (Sudan Exploration GmgH) que operan desde 2002. De estas empresas se destaca, a partir de 2011, el posicionamiento de China en materia de intereses petroleros en el país que se incrementó notablemente pasando las exportaciones sudanesas del sur del 77 al 83% en 2013, frente a cifras mínimas de Japón, India y Corea del Sur, y la retirada de empresas de Indonesia, Italia y Tailandia (Global Security, s/f). En 2014, las áreas de concesión se ampliaban en el territorio del país (Reeves, 2014). Para 2017, gran parte del territorio sudanés del sur se encontraba ya mensurado para la exploración y explotación gasífera y petrolera (África Energy Series, 2017). En 2019, el posicionamiento chino en Sudán del Sur se amplió, cuando un consorcio liderado por la estatal CNPC de China hizo un nuevo descubrimiento de petróleo en el estado nororiental del Alto Nilo del país por más de 300 millones de barriles de petróleo, en un pozo de exploración cerca del campo petrolífero Adar próximo a la frontera con Etiopía y Sudán, después de perforar a una profundidad total de 1.320 metros. Así, China domina ampliamente la industria petrolera de Sudán del Sur, con CNPC operando con los consorcios Dar Petroleum Operating Company (DPOC) y Greater Petroleum Operating Company (GPOC), que están produciendo prácticamente todo el petróleo del país. El objetivo es construir un oleoducto de crudo interior al principal oleoducto de exportación, que remite el crudo a través de Port Sudan en el Mar Rojo para la exportación al Norte y, luego, ampliar la extracción por Djibuti al Sur. El valor estratégico de las zonas petrolíferas del Sur aumentó y EE. UU. decidió intervenir. Ejerciendo presiones contrarrestadas por la Liga Árabe y por Francia, hasta que se consiguió poner en marcha un proceso de paz que condujo a una partición de Sudán (ver Mapa, Gallopin, J.B., 2016).

 

 

Una nueva tragedia humanitaria

A la serie de tragedias humanitarias que padeció Sudán se suma una nueva catástrofe. A principios de 2019 la ONU calculaba los niños muertos por el conflicto en 4,4 millones y estimaba que unos 1,3 millones tendrán desnutrición aguda en 2020. Un 70% de ellos no asisten a ningún tipo de educación. Asimismo, unos 4,1 millones de personas han tenido que huir de sus hogares a causa de la violencia. De ellas, 1,8 millones lo han hecho al interior del país, mientras que 2,3 millones se encuentran refugiadas en los países vecinos. Se calcula en 19.000 los niños han sido reclutados en las filas de fuerzas y grupos armados, y se registran las violaciones y agresiones sexuales contra menores. Más de la mitad de la población sufre inseguridad alimentaria grave, una cifra récord en este país. Unos 6 millones de personas no tienen acceso a agua potable e instalaciones de saneamiento adecuadas, con el consiguiente aumento de enfermedades transmisibles por el agua. Esta situación podría derivar en una nueva hambruna si no hay acceso de la ayuda humanitaria, donde ya cada 12 minutos muere un niño o niña por enfermedades prevenibles. El 80% de los servicios de salud funcionan gracias a la ayuda humanitaria (UNICEF, 2019). En abril de 2023, ACNUR informó que la situación de los refugiados “es insostenible, en un momento en el que las necesidades superan en mucho las que se pueden atender con los recursos disponibles", afectando también a los países vecinos. Actualmente (Sept. 23) decenas de miles de refugiados de Sudán del Sur, Etiopía y Eritrea que viven en Sudán han huido de los combates en el área de Jartum para ubicarse en los campamentos existentes más al este y al sur, lo que ha creado nuevos retos humanitarios. Se estima que casi un tercio de la población del país, unos 15,8 millones de personas, ya precisaban ayuda antes de que empezaran los combates. El Plan de Respuesta Humanitaria de Sudán para 2023 de la ONU sólo ha recibido un 13,5% de los fondos solicitados. Sudán acoge a más de un millón de refugiados, en particular de Sudán del Sur, Etiopía y Eritrea, decenas de miles de los cuales han huido del país, junto con miles de ciudadanos sudaneses. ACNUR calcula que hasta el momento unas 20.000 personas han cruzado a Chad, 10.000 a Sudán del Sur y un número indeterminado ha llegado a Egipto, República Centroafricana y Etiopía (ONU, 2023).

Las Misiones de Paz de la ONU en Sudan

La ONU ha desarrollado y desarrolla diversas misiones de paz en Sudan:

- La Misión de las Naciones Unidas en Sudán (UNMIS) (2005-2011). Tras el acuerdo de Paz del 5 de enero de 2005, suscripto entre el Gobierno de Sudán y el Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés, el Consejo de Seguridad de la ONU aprueba la Resolución 1590 que crea esta fuerza multinacional de mantenimiento de la paz desplegada en Sudán teniendo como misión principal apoyar dicho acuerdo, facilitando el movimiento de refugiados y desplazados internos a sus zonas originarias, y su asistencia humanitaria. Asimismo, esta misión implica la realización de trabajos de desminado y la vigilancia de la protección de los derechos humanos en Sudán, especialmente de refugiados, niños y mujeres. La misión cesó con la declaración de la independencia de Sudán del Sur

- La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en la República de Sudán del Sur (UNMISS) (desde Julio de 2011) es sucesora de la anterior UNMISS y fue establecida por Resolución 1996 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas del 8 de julio de 2011. Se estableció con la misión de apoyar la consolidación de la paz; prestar apoyo al gobierno de Sudán del Sur, previniendo, mitigando y propiciando la solución de los conflictos; proteger a los civiles; y prestar apoyo al gobierno de Sudán del Sur para proporcionar la seguridad y justicia propia de un Estado de derecho. La Resolución 2155 del 27 de mayo de 2014 reforzó la UNMISS y recondujo las prioridades de su mandato hacia la protección de los civiles, la vigilancia de los derechos humanos y el apoyo a la prestación de asistencia humanitaria y a la aplicación del acuerdo de cese de las hostilidades. A principios de agosto de 2020 prestan servicios 18065 efectivos, entre personal militar, policial y civil (ONU, 2020).

- La Operación Híbrida de la Unión Africana y las Naciones Unidas en Darfur (MINUAD o UNAMID) (desde 2008). La Resolución 1769 del 31 de julio de 2007 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estableció la Misión para estabilizar la zona Darfur. Tiene como principal mandato proteger a los civiles, así como contribuir a la seguridad en relación con la asistencia humanitaria, vigilar y verificar la aplicación de los acuerdos, ayudar a conseguir un proceso político inclusivo, contribuir a promover los derechos humanos y el estado de derecho, y vigilar la situación a lo largo de las fronteras con el Chad y la República Centroafricana e informar al respecto (ONU, 2020). A principios de junio de 2020, la ONU acordó finalizar la misión UNAMID en Darfur a cargo de 6500 efectivos y sustituirla a partir de diciembre de 2020 por una estrategia civil enfocada a realizar un proceso democrático en Sudán.

- La Fuerza Provisional de Seguridad de la ONU para Abyei (desde 2011). La Resolución 1900 del Consejo de Seguridad del 27 de junio de 2011, estableció esta Misión de carácter urgente para contener la situación de la región de Abyei, Sudán, donde se había desatado la violencia, la escalada de las tensiones y el desplazamiento de población, teniendo como tareas vigilar la frontera y facilitar la entrega de ayuda humanitaria, protegiendo a los civiles y los trabajadores humanitarios de Abyei. La misma se activó en el marco del acuerdo de Addis Abeba (Etiopía) entre el Gobierno de Sudán y el Movimiento de Liberación del Pueblo Sudanés (SPLM) que estableció desmilitarizar Abyei y permitir que las tropas etíopes controlaran la zona.

- La Misión de Asistencia Integrada de Naciones Unidas para la Transición en Sudán (UNITAMS) (desde 2021). Establecida a partir del 1 de enero de 2021 para un periodo inicial de un año. Se articulará para asistir al Ejecutivo en la “construcción de la paz, la protección de los civiles y el Estado de derecho, en particular en Darfur, proporcionar asistencia técnica en la redacción de una Constitución y respaldar las negociaciones de paz y la implementación de cualquier acuerdo de paz si se requiere” (ATALAYAR, 2020). El objetivo es paliar la situación humanitaria del país, donde más del 55% de la población, principalmente mujeres y niños, se enfrentan a la crisis alimentaria generada donde, entre otras causales, diversos grupos evitan que la ayuda humanitaria llegue a los civiles por diferentes partes en el conflicto.

 

 

Conclusiones

Con posterioridad a la guerra del Golfo de 1991, donde se instala la unipolaridad, ya que dejó de existir el concepto y enfrentamientos de la Guerra Fría, los conflictos mundiales tomaron otro cariz, donde las acciones, aparentemente sin conexiones, buscaron, en forma directa o indirecta un solo objetivo: disputar el poder a los EE. UU. Este equipo de investigación, ya en el libro Génesis de las nuevas Amenazas (1990-2005), un aporte historiográfico, detalló los criterios vigentes en el período de cierre del siglo XX e inicios del XXI, enmarcados en una evolución emergente de los criterios de conflictividad manifiesta y la necesidad de comprender la complejidad de los mismos para la construcción de enfoques efectivos para su entendimiento.

En el caso de África en general, la pérdida de la importancia geoestratégica que tuvo en tiempos de la Guerra Fría adquiere otra percepción estratégica a partir de sus riquezas naturales, en particular, por la abundante riqueza mineral que existe en su territorio. Esto se ha convertido en objetivos estratégicos para las industrias de primera línea vinculados, en particular, a un espectro tecnológico electrónico, medicinal, de recursos minerales y de investigación científica.

El continente africano ofrece no pocas dificultades para su comprensión y mucho más aun para su manejo práctico, más cuando el choque de culturas, idiosincrasia y tradiciones posee contrastes tan marcados como los que se producen entre los miembros de la ONU allí destacados y los sujetos protagonistas de sus conflictos internos.

Algunos de los principales problemas y dificultades que la organización mundial ha tenido en la concreción de su misión han sido, en primer término, la falta de respeto y reconocimiento, de las partes en disputa, de su entidad como mediadora o como organización quien tiene como misión la imposición de la paz; lo cual ha generado el ataque permanente a sus tropas e instalaciones allí desplegadas, la ignorancia constante y contumaz de todas sus recomendaciones y resoluciones, como a su vez la falta de compromiso de las autoridades estatales con el objeto de su despliegue en esos territorios, lo que incluso genera que, no pocas veces, las tropas de la organización mundial no puedan acceder a ciertas zonas de las naciones donde están diseminadas debido a que las mismas se hallan bajo control de grupos armados paragubernamentales o es el mismo gobierno estatal el que no colabora con la ONU, saboteando o impidiendo su pleno desempeño.

A su vez, la matriz de anomia estructural, la profunda corrupción e insensibilidad de las autoridades políticas, la fragilidad e inmadurez de las instituciones de gobierno estatal, la carencia de cultura democrática de los pueblos, la tradición tribal y cultural milenaria y el desarrollo natural de una violencia desmedida y omnipresente hacen del territorio africano un escenario cuando menos caótico, y de difícil entendimiento y manejo para ciudadanos del mundo occidental. Si bien en orden a esto la ONU ha desplegado tropas de otros Estados del continente con la intención de poder manejar las situaciones antes citadas, esta política no ha dado resultados concretos y las mismas siguen siendo amenazadas o diezmadas en todos los frentes continentales.

Asimismo, el deterioro del Estado y los gobiernos, que puedan brindar coexistencia entre las diversidades políticas, étnicas, religiosas y culturales, ocasionan profundos conflictos de magnitud con las consecuentes crisis humanitarias que se suman a la precariedad económica. Esta situación demanda la ayuda internacional, encabezada por las Misiones de la ONU junto con múltiples organismos no gubernamentales.

Sudán, antes y después de su fragmentación, enfrenta un serio dilema. El triunfo de esta última, cristalizada en el proceso de secesión, marca, asimismo, la capacidad de las fuerzas centrífugas, alimentadas por las alianzas con los intereses de las potencias internacionales, para intervenir en un Estado nacional institucionalmente débil por la violencia continua en su sociedad con desplazamientos de poblaciones y la agudización de los conflictos intrasocietales. Asimismo, el modelo de resolución del complejo conflicto sudanés que está en desarrollo constituye un caso aplicable a otras regiones de África y del resto del mundo, al tiempo que una fragmentación efectiva de Sudán del Sur podría generar derivaciones del conflicto en la región. Su estudio posibilita entender la complejidad del mismo y la necesaria interdisciplinariedad académica para su más precisa comprensión. Asimismo, se requiere actualizar constantemente los enfoques teóricos en la materia desde las distintas disciplinas, para acompañar los cambios y enriquecer la permanente formación académica.

 

 

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1Equipo de Investigación de las carreras: Especialización en Historia Militar Contemporánea y Licenciatura en Relaciones Internacionales (orientación en Escenarios de Conflicto Internacionales, Misiones de Paz y Desarme) a Distancia (ESG-FE-SIED-UNDEF)