Casus Belli V (2024), 13-33
Recibido: 28/07/2024 - Aceptado: 30/09/2024

 

Tierra y mar argentinos: visión geopolítica de Ricardo de Labougle

Juan José Borrell

Universidad Nacional de Rosario

 

Resumen: Este artículo aborda la contribución de Ricardo De Labougle (1894-1981) al conocimiento geopolítico argentino. Si bien el autor tuvo un importante desempeño en la gestión universitaria y en el servicio exterior, realizando significativos avances en pos de la defensa nacional, el enfoque cualitativo elaborado se centra en su aporte teórico en materia geopolítica, en particular a partir del texto La República Argentina en el panorama geopolítico de mundo. La tierra y el mar argentinos (1944). Un segundo texto, complementario del anterior y que sirve de referencia es Dos mundos frente a frente (1953). El Dr. De Labougle es conocido por haber creado la primera cátedra universitaria abierta de defensa nacional, y por haber oficiado de Embajador ante el Reino Unido de Gran Bretaña durante el período 1946-1950. Sin embargo, aquí se busca poner en relieve la aguda concepción geopolítica que nutría sus acciones, y la cual consideraba debía ser el fundamento de la política exterior argentina. Este texto fue elaborado a partir de la investigación “Geopolítica Argentina: autores y obras entre la Gran Guerra y el fin de la Sociedad de las Naciones”, acreditado como proyecto UNDEFi para el período 2023-2024.

Palabras clave: Geopolítica, tierra y mar, campo académico, defensa nacional.

Abstract: This article addresses the contribution of Ricardo De Labougle (1894-1981) to Argentine geopolitical knowledge. Although the author had an important role in university management and in the Foreign Service, making significant advances in pursuit of National Defense, the qualitative approach developed focuses on his theoretical contribution on geopolitical matters, particularly from the text La República Argentina en el panorama geopolítico de mundo. La tierra y el mar argentinos (1944). A second text, complementary to the previous one and which serves as a reference, is Dos mundos frente a frente (1953). Dr. De Labougle is known for having created the first open chair of National Defense at a university, and for having served as Ambassador to the United Kingdom of Great Britain during the period 1946-1950. However, here we seek to highlight the acute geopolitical conception that nourished his actions, and which he considered should be the foundation of Argentine foreign policy. This text was prepared based on the research “Argentine Geopolitics: authors and works between the Great War and the end of the League of Nations”, accredited as a UNDEFi project for the period 2023-2024.

Keywords: Geopolitics, land and sea, academic field, national defense.

1. Introducción

Este año 2024 se cumplió el 80° aniversario de la creación de la primera Cátedra abierta de Defensa Nacional en una universidad argentina. A instancias del Dr. Ricardo De Labougle (1894-1981), entonces Rector de la Universidad Nacional de La Plata –para aquella institución “Presidente”– acompañado por un nutrido equipo de altos oficiales del Ejército y la Armada, se logró crear un espacio dentro del campo académico para enseñar temas clave de la defensa del país. El contexto era el de la Segunda Guerra Mundial, y el año 1944 comenzó con la forzada declaración de guerra por parte de Argentina al imperio del Japón y Alemania. Marcaban, además, el difícil clima de aquellos años las tensiones diplomáticas con los Estados Unidos de Norteamérica (EE. UU.) y con algunos países de la región, a causa de la posición neutralista de la Argentina, el retraimiento de los mercados a la importación de productos nacionales y la reconfiguración del tablero geopolítico mundial (Moreno Quintana, 1946).

En este marco, cobra sentido el acto pionero de creación de una Cátedra de Defensa Nacional, anterior en casi una década a la Escuela Nacional de Defensa (1952), e incluso anterior a la creación misma de un Ministerio de Defensa Nacional (1949). El nuevo concepto implicaba articular las Fuerzas Armadas con sectores civiles, para generar un pensamiento integral y convergente de las distintas disciplinas a la luz de los avances técnicos en materia militar. El colapso de los imperios europeos en sus propias metrópolis y la emergencia de potencias continentales obligaban a repensar los nuevos diseños del mapa internacional y los factores que incidirían en la posición argentina. De aquí que el aporte en materia geopolítica de Ricardo De Labougle resulte fundante, ya que su visión servirá de referencia bibliográfica obligada a estudios posteriores; tal es el caso de textos de amplia difusión en el ámbito de la Defensa como: Geopolítica. Origen, evolución, principales fundamentos, la política de poder (1948) de Jorge Jasson y Luis Perlinger, y Elementos de Política Internacional (1955) del diplomático Lucio Moreno Quintana, editados por el Círculo Militar y la Escuela Superior de Guerra, respectivamente. También de libros ya clásicos como los publicados por editorial Pleamar: Geopolítica y Geoestrategia Americana (1966) del Cnl. Justo P. Briano, y ¿Qué es la Geopolítica? (1965) del Cnl. Jorge E. Atencio. Éste último tuvo varias ediciones en décadas siguientes y amplia circulación en Iberoamérica, incluso estuvo prologado por el mismo Ricardo De Labougle con fecha 20 de abril de 1965.

En paralelo a las acciones emprendidas por De Labougle en el campo académico, otros autores, entre ellos diplomáticos, militares e intelectuales, emprenderían a su vez reflexiones geopolíticas, económicas y sobre política internacional, conformando un verdadero espíritu de época en materia de conocimiento geopolítico. Tal fue el caso, unas décadas antes y unos años después, de Estanislao Zeballos, Segundo R. Storni, Lucio Moreno Quintana, José María Sarobe, Alonso Baldrich, Enrique Mosconi, Alejandro Bunge, Joaquín V. González, Manuel Savio, Enrique Ruiz Guiñazú, Raúl Scalabrini Ortiz, Ricardo Rojas, Jorge Jasson y Luis Perlinger, entre otros. Parte de sus trabajos fueron estudiados en un proyecto de investigacióntitulado “Geopolítica Argentina: autores y obras entre la Gran Guerra y el fin de la Sociedad de las Naciones”, del cual se desprende este artículo. El equipo integrado por docentes de la ESG, profesionales cursantes de la Maestría en Estrategia y Geopolítica (ESG) y a cargo de este autor, presentó en 2023 el proyecto de investigación a la convocatoria de la Universidad de la Defensa Nacional y el mismo fue aprobado para su ejecución.

Este artículo entonces, aborda el aporte teórico de Ricardo De Labougle tomando en particular el texto La República Argentina en el panorama geopolítico de mundo. La tierra y el mar argentinos (1944). Un segundo texto, mucho más voluminoso que el anterior, aunque secundario por ser sólo descriptivo de la situación política internacional y de escaso desarrollo teórico es: Dos mundos frente a frente (1953). Allí sintetiza sus impresiones como Embajador ante el Reino Unido de Gran Bretaña durante el período 1946-1950, aunque por discreción protocolar expresa que no escribiría de forma pública pormenores diplomáticos sobre la Argentina y países de la región. Algunos conceptos y apreciaciones son tomados de este último libro, pero el foco de nuestro análisis es el ya mentado Panorama geopolítico… leído el 24 de junio de 1944 como segunda clase de la cátedra de Defensa en la UNLP. El estudio del texto fue realizado siguiendo en general una metodología cualitativa, tomando elementos de la historia conceptual, el análisis de contenidos, y del análisis de discursos. Su propósito es meramente exploratorio y tiene como finalidad historiográfica poner en valor el pensamiento geopolítico del autor, sin llegar a ser exhaustivo de toda la producción de De Labougle o sobre su accionar diplomático. Para un detalle en extenso de la metodología y la bibliografía de referencia se debe consultar el corpus de la investigación madre.

El artículo está dividido en tres apartados breves: el primero explica la fructífera relación entre la Universidad y la Defensa Nacional en el contexto específico de producción del texto referido; el segundo analiza el paradigma de conocimiento geopolítico esbozado por el autor; y el último apartado expone su concepción sobre la importancia geopolítica del territorio y los recursos naturales, en particular el agua, los alimentos, la minería y la energía. El artículo cierra con una reflexión sobre la significancia de la producción de De Labougle, su valor historiográfico y los antecedentes teóricos, esperando que sus aportes sean incorporados no sólo a programas de formación y futuros proyectos de investigación, sino que también a la planificación de Estado.

2. La defensa nacional y la función del campo académico

En principio es importante destacar el trasfondo social y familiar del cual surge nuestro autor a los efectos de comprender su trayectoria posterior. Ricardo Gastón del Carmen De Labougle Carranza nació el 29 de agosto de 1894 en Buenos Aires, en la familia conformada por Adolfo De Labougle Lagraña y Luisa Carranza Mármol. En 1927 se casó con Ema María Guillermina Frers Nicholson, nacida en 1873. Estudió Abogacía en la Universidad de Buenos Aires, institución en la que años después de desempeñó como docente en la cátedra de Derecho Civil en la Facultad de Derecho (1939-1942). Luego de ser miembro del Consejo Superior de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), desde donde impulsó en 1943 la creación de la Cátedra de Defensa Nacional, fue nombrado, en octubre del mismo año, Presidente (Rector) de dicha institución por un breve lapso. Desde 1946 hasta 1950 fue Embajador argentino en Londres ante el Reino Unido de Gran Bretaña, nombrado por el presidente electo Juan Domingo Perón (1946-1955).

Su familia no era en absoluto ajena al ámbito académico y del servicio exterior. De los nueve hermanos que tuvo se destacaron, como diplomáticos y catedráticos, Eduardo, Raúl y Alfredo. Su hermano mayor Eduardo De Labougle (1883-1965) fue sin dudas un referente por su labor profesional: luego de ser secretario de primera clase en las Embajadas de La Haya (1911), Washington (1913), y Berlín (1914-1917), fue encargado de negocios en La Habana (1919-1920), enviado argentino en Bogotá (1921-1922) y Caracas (1924-1925), y Embajador en México (1926). Estuvo destinado a Estocolmo en 1927 con representación en demás países escandinavos, y, desde 1932 hasta 1939, fue Embajador argentino en Berlín acreditado también ante los gobiernos de Viena y Budapest. Fue un testigo directo de la Primera Guerra Mundial; luego, del surgimiento del Tercer Reich y de los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Integró comités interamericanos por la neutralidad, la protección del hemisferio, y, en 1942, la reunión que dio origen a la Junta Interamericana de Defensa. Su hermano menor Raúl (1896-1986), historiador de profesión, luego de ser enviado como diplomático a Madrid (1945-1946), fue nombrado Embajador Plenipotenciario en Checoslovaquia (1947-1948), Venezuela (1948-1950), y más tarde Bélgica y Luxemburgo.

La acción de Ricardo De Labougle en materia de Defensa durante el primer lustro de la década de 1940 no se limitó a la creación de la cátedra universitaria. Junto con un colega y amigo, Juan Manuel Paz Anchorena, presentó y logró la sanción del proyecto Ordenanza N° 13.564 del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires en septiembre de 1942, respecto a la coordinación de los servicios públicos y la defensa nacional. Conmovido por el impacto de la Segunda Guerra Mundial en curso sobre el espacio urbano y la población civil, en particular el novedoso efecto destructivo del poder aéreo sobre la infraestructura de las ciudades, De Labougle fundamentó en sesiones abiertas, por qué era una vulnerabilidad estratégica la distribución concentrada de las empresas y usinas de los principales servicios de gas, electricidad y agua potable en la capital del país; y explicó la imperiosa necesidad de planificar futuras ampliaciones en base a un criterio defensivo de dispersión territorial y descentralización, en pos del resguardo de tan vital infraestructura.[1]

Más allá de la acción política doméstica, en el plano de las ideas, la singularidad de Ricardo De Labougle en el turbulento primer lustro de la década de 1940 es que buscó darle un sentido propio al conocimiento geopolítico. Entendía que, en el marco de una visión integral de la defensa nacional, contando con el aporte de las disciplinas militares y abierto al ámbito civil desde el campo académico, «La misión de la Universidad es y debe ser sobre todo labor formativa, de educación en su sentido más completo y la cátedra ha de cumplirla si no en su integral aspiración, por lo menos en la enseñanza superior» (1943, p. 10). Crítico de la subdivisión del conocimiento en ramas por especialidad técnica –ya en aquella época de pleno auge del neopositivismo–, De Labougle concebía que era menester una integración de saberes con miras a un fin superior.

Atribuía parte del desconocimiento generalizado en asuntos de defensa por parte de la población civil no a una falta de “preocupación patriótica”, sino que, precisamente, a la ausencia total de esfuerzos de formación en dicho sentido. Probablemente haya hecho suyo el razonamiento e iniciativa del Mariscal Henri Pétain, cuando todavía era considerado héroe de la Gran Guerra, quien inauguró en 1939 un curso de Defensa Nacional en la École libre des Sciences Politiques de Paris, exponiendo sobre el “deber de las élites en la defensa nacional”; traducido luego en el N° 448 de la Revista de publicaciones Navales de Argentina como El deber de las clases cultas en la defensa nacional (citado en 1945, p. 26). Tal comprendía que debía ser el espíritu y la función trascendente del campo académico:

No pretendo al propiciar que en la Universidad se estudien los problemas de la defensa nacional, dar solución a los mismos. Lo he dicho e insisto sobre ello, basta el conocimiento de sus lineamientos generales, basta la comprensión a grandes rasgos de lo que éstos significan, para considerar que se contribuye al bien de la República. (1943, p. 9)

Para el temario del Curso de Cultura Superior Universitaria que se iría a dictar en la Cátedra de Defensa Nacional, previa autorización solicitada al Consejo Superior de la UNLP el 22 de mayo de 1944, nuestro autor afirma que las clases debían tomar en especial:

(…) la consideración del suelo patrio y la posición e importancia que tiene el panorama geopolítico, sea frente al mundo o dentro de sus propias fronteras, para cuyo estudio me permití dar sentido propio a la Geopolítica y, por ende, en íntima consonancia con el espíritu que debe animar a los pueblos del continente americano. (1945, p. 9)

El programa de conferencias y clases del curso de 1944 estuvo conformado por las siguientes personas y temáticas: “Palabras inaugurales”, por el Presidente de la UNLP Dr. Ricardo De Labougle; “Significado de la defensa nacional desde el punto de vista militar”, por el Ministro de Guerra Cnl Juan D. Perón; “La República Argentina en el panorama geopolítico del mundo. La tierra y el mar argentinos”, por Ricardo De Labougle; “La estrategia como ciencia política y ciencia militar. La defensa nacional”, por el Grl Br Eduardo T. Lápez; “El arte y la ciencia de la guerra. Sus principios. El ejército moderno”, por el Grl Br Víctor Jaime Majó; “Poder naval”, por el Vicealmirante Francisco Lajous; “El factor humano. La raza y la moral”, por el Vicealmirante (R) Gonzalo D. Bustamante; “Frente interior. Su significado”, por el Grl Br Pedro R. Jándula; “Posibilidades argentinas”, por el profesor titular Ing. Juan L. Albertoni; “Las finanzas de paz y de guerra”, por el profesor titular de finanzas Dr. Alfredo Schaffroth; “Vías y medios de comunicación. Su influencia y su importancia”, por el Grl Br Julio A. Sarmiento; “Economía de paz. Economía de guerra”, por el profesor titular de economía política Dr. Isidoro Ruiz Moreno; y “El poder aéreo. Su importancia presente y futura”, por el Vicealmirante Marcos A. Zar, precedido de las “Palabras de clausura” de nuevo por De Labougle.

La participación heterogénea de civiles y militares en la Cátedra, en la que para hacer el curso «se inscribieron más de tres mil quinientos estudiantes y recibieron al término del mismo sus diplomas» (Atencio, 1965, p. 13), era la materialización de lo que años antes, el 19 de julio de 1941, en una alocución por LS1 Radio Municipal a cargo del Comando de la 1era Región Militar, De Labougle había expresado sobre la importancia de que,

(…) así como habremos de buscar la armonía del individuo para con la sociedad, dentro del Estado, también debemos mantener y fomentar la armoniosa relación de las fuerzas armadas con la ciudadanía, todo en la Nación. El respeto recíproco, el amor a las tradiciones de la Patria, y en la vida civil, como en la militar, la jerarquía de los valores espirituales, constituyen la base esencial para que podamos considerarnos una Nación perdurable por la dignidad de su vida interior y por la cohesión de sus miembros frente a los otros Estados soberanos. (1943, p. 24)

El flamante rector universitario percibía que ambas conflagraciones mundiales habían cambiado no sólo los medios técnicos, sino que el sentido mismo del conflicto y la forma de la paz. Ya en su alocución durante la sesión de sanción del proyecto de cátedra el 9 de septiembre de 1943 ante el Consejo superior de la UNLP afirmaba: «¿Cuál puede ser o debe ser el por qué de esos estudios? La guerra, lo dije al fundamentar el proyecto, ha dejado de ser la guerra de ejércitos, hoy es la guerra de naciones» (1943, p. 60). Por ello, la vital importancia de estudiar y preparar la defensa como un todo integrado sumando las ciencias militares a las desempeñadas usualmente en el ámbito civil; formación y preparación que se debe dar, de manera permanente, en el seno de la sociedad:

(…) la acción desintegradora de los pueblos se realiza en la paz. La actividad de la retaguardia es casi tan importante como la actividad en el combate. La incomprensión de las democracias a este respecto ha sido lamentable. (…) La propaganda nociva, el descreimiento y la indiferencia son los medios más eficaces para disminuir la capacidad de resistencia de la población civil (1943, p. 35).

De alguna manera, seguía la tradición del dictum latino si vis pacem, para bellum. A partir de considerar el presupuesto de base, esto es, de que la guerra es un fenómeno social inevitable, y que el mundo se divide a grandes rasgos entre dos tipos de naciones: las satisfechas que son fundamentalmente pacifistas y no buscan exponerse a perderlo todo por el azar de la guerra, y las insatisfechas que no temen recurrir a la guerra para procurarse lo que ambicionan. Además de los aportes que menciona de los militares argentinos Contraalmirante Alberto Teisaire, Grl Jorge Giovanelli y Grl Nicolás Accame, así como de militares extranjeros en materia de defensa y estrategia como el Mariscal Pétain, el Vicealmirante Castex y el Grl japonés Keisaku Murakami, Ricardo De Labougle parte de la categorización que al inaugurar la cátedra en la UNLP el 10 de junio de 1944 formula en su conferencia el Cnl Juan D. Perón, entonces Ministro de Guerra del Presidente de facto Grl Edelmiro Farrell. En su conferencia/clase semanas después, retoma la metáfora que había empleado el ministro, ex-profesor de Historia Militar en la Escuela Superior de Guerra: la defensa es como un arco y flecha; en el sentido que un país en lucha puede representarse como un arco, en tensión máxima donde la resistencia de la cuerda y el material del arco son claves para apuntar al sólo objetivo de ganar la guerra. La punta de la flecha serían las Fuerzas Armadas del país, pero el material de ésta, de la cuerda y del mismo arco, es la entera nación. El poder y la energía del país son fundamentales para la punta de la flecha; de allí que las Fuerzas Armadas no sean suficientes, sino que el esfuerzo debe comprometer a toda la sociedad (UNLP, 1945).

Partiendo de esta premisa, De Labougle formula sintéticamente su visión de la Geopolítica en la conferencia del 24 de junio de 1944, titulada La República Argentina en el panorama geopolítico del mundo. La tierra y el mar argentinos, durante el Curso de Cultura Superior Universitaria de la Cátedra de Defensa Nacional. Allí define categóricamente a la Geopolítica como «arte y ciencia de gobernar su espacio territorial, aquella actividad que tiende a buscar la armonización integral del territorio de un Estado, a preparar su cohesión y el aprovechamiento de sus recursos en el máximo de sus posibilidades» (1944, p. 13). Plantea también el objetivo de su conocimiento, el cual sirve a prepararse para la defensa nacional. Es decir, la comprende de manera funcional y subordinada a los intereses vitales del país, no como algo autónomo e idealizado escindido de la realidad política. De aquí que exprese que el propósito de la geopolítica es contribuir:

(…) al conocimiento de la posición que tiene un Estado en el concierto de las naciones y en el orden interno, facilita los medios para alcanzar el desenvolvimiento armónico y con ello los fines de bienestar y prosperidad del pueblo, al par que es preparatoria de la defensa nacional (1944, p. 14).

Vale destacar que la iniciativa de la cátedra de defensa nacional contó con el aval explícito de numerosos altos jefes del Ejército y la Armada. Citados en un apéndice final del libro, recopilación del curso de cultura superior impartido en 1944, figuran los mensajes de: Grl Div Nicolás Accame, vocal del Consejo Supremo de Guerra y Marina; Grl Div Basilio Pertiné, presidente del Círculo Militar; Grl Juan Tonazzi, director de Institutos Militares; Grl Juan Pierrestegui, jefe del Estado Mayor del Ejército; Grl Br José María Sarobe, comandante de la 1era Región Militar; Grl Br Arturo Rawson, comandante de Caballería y por un breve lapso, en junio de 1943, presidente de facto de la Nación; contralmirante Benito Sueyro, comandante en jefe de la Escuadra de mar; contralmirante Marcos Zar; vicealmirante Carlos Daireux; Grl Juan Carlos Bassi, comandante de la 1era División de Ejército y los comandantes de las divisiones 2da, 3era y 4ta del Ejército, entre otros altos mandos. El Grl Div Carlos Márquez, tras felicitar a De Labougle en una misiva de mayo de 1943, agregaba: «su iniciativa debe hacerse extensiva a todas las universidades del país para que éstas produzcan el personal capacitado que debe constituir orgánicamente al Consejo de la Defensa Nacional» (1945, p. 357). En el mismo espíritu, valorando la inspiración y el sentimiento patriótico del futuro Rector, el Grl Br Juan Bautista Molina expresaba en una carta del 18 de mayo de 1943:

Su párrafo lo dice todo: “No inspira mi ánimo la idea de una agresión, menos fomentar el espíritu imperialista y el orgullo extremo de la propia personalidad nacional, pero sí, actúo determinado por la aspiración razonable de alcanzar, mediante la preparación y cohesión de pueblo y ejército argentinos, las máximas posibilidades de aprovechamiento de todos los recursos de la República para el caso no probable, menos imposible, de atentado de la soberanía” (1945, p. 361).

De acuerdo a esta perspectiva, la reproducción de conocimiento para la Defensa no es algo meramente endogámico del campo académico, sino que debe estar abierto para nutrirse de un diálogo interinstitucional fructífero con aquellas entidades donde gravita la formación específica y la preparación para el mantenimiento de la paz y resguardo de la soberanía. En esta línea, la gestión de De Labougle posibilita que a la par de la formación en sentido liberal para un fin personal, exista la opción de integrar saberes profesionales para objetivos más trascendentes que nuclean a la nación.

3. Paradigma de conocimiento geopolítico

En relación con el conocimiento geopolítico, De Labougle entiende que la formulación disciplinar tiene origen en Europa. Demuestra saber la precedencia y la singularidad de los planteos de geógrafos como Élisée Reclús, Friedrich Ratzel y Halford Mackinder, luego el empleo que hacen de ello Karl Haushofer y Rudolf Kjellén, y cita a otros autores menos conocidos hoy en día como George Zarur y Joseph Thornsdike jr. El texto de referencia que De Labougle en varios fragmentos menciona es “Introducción a la Geopolítica” de Richard Hennig y Leo Körholz, publicado en Alemania en sucesivas ediciones (1928, 1931, 1935 y 1938), el cual fue traducido y publicado en Buenos Aires por la Escuela de Guerra Naval en 1941. Este libro de geopolítica quizás sea uno de los de mayor acceso y circulación a principios de la década de 1940 por estar en castellano. [2]

De la interpretación de estos autores, De Labougle se sirve para desmitificar un pensamiento usual en la época sobre la influencia determinante del medio geográfico sobre los asuntos humanos: «el espacio no decide el destino de los estados y naciones, sino el espíritu que en él reina» (1944:85). Cabe destacar que la perspectiva determinista era bastante común en la geopolítica germánica y anglosajona, herencia de los paradigmas biologicista y mecanicista, los cuales habían permeado profundamente los pilares epistémicos de las ciencias sociales desde su conformación en los siglos XVIII y XIX. Contemporáneo a nuestro autor sería el caso en esa línea de Carl Schmitt, quien, en 1942 aislado en el Berlín en guerra, escribió la obra referencial Tierra y Mar. Una reflexión sobre la historia universal (Land und Meer. Ein weltgeschichtliche Betrachtung). Si bien no ahonda demasiado en ello, el planteo de De Labougle podría asociarse con la denominada corriente posibilista de la geopolítica; por ello es que una referencia expresa sean las teorías estratégicas del Almirante francés Raoul Castex, publicadas entre 1929 y 1935. Al abordar la relación del “mar contra la tierra”, explicaba las operaciones ofensivas y defensivas con medios específicamente militares terrestres y navales, sin otorgarle un sentido esencialista como lo haría Schmitt, quien atribuía cierto influjo al medio natural sobre el carácter de los pueblos (Castex, 1974).

También es significativa la temprana distinción a nivel disciplinar que manifiesta entre geografía política y geopolítica. La primera informa, explica a los Estados sobre su extensión, población, idioma, religión y gobierno; pero la segunda aconseja, es una ciencia dinámica: «la geografía política es estática y descriptiva; explica y describe una condición o un hecho. La geopolítica estudia y penetra en la dinámica de las transformaciones políticas del mundo. Vivifica espacios» (1944, p. 11). Nuestro autor no niega la importancia de la geografía y su conveniencia para conocer la vida y condiciones de existencia de los pueblos, pero se pregunta: «¿es éste, acaso, el que nos interesa para los problemas cuyo enunciado motiva la Cátedra?» (1944, p. 8).

En este espíritu, De Labougle toma prudencial distancia epistémica de los autores extranjeros sobre la configuración de la Geopolítica, adoptando un criterio funcional sobre aquellos elementos que puedan contribuir a una formulación propia, más acordes quizás a la naturaleza del pueblo argentino. Por ejemplo, reconoce el planteo de la escuela germánica sobre la cuestión que «la sangre y el suelo ejercen influencia sobre el destino de pueblos y estados» (Hennig y Körholz, 1941, p. 1); aunque afirma que su manera particular de enfocar la geopolítica «no es la ortodoxa, no corresponde a la concepción de quienes la forjaron» (1944, p. 13). De igual modo, expresa que según el conocimiento geopolítico «los problemas que sugiere al estudioso el panorama europeo, así como el más amplio de la Eurasia, son distintos a aquellos que puedan determinarse en América, o sea el continente occidental, por el cual tuvieron escaso interés» (1944, p. 13). Podemos inferir así que De Labougle, concibe dos grandes espacios continentales diferenciados, Eurasia y América, con dilemas geopolíticos singulares. Al respecto, expresa que, a la Argentina:

(…) no la encontramos, desde ya, en la isla mundial, en lo que Mackinder llamaba el “Corazón de la Tierra”, ni tampoco vecina al mismo en la periferia de sus costas. Está, pues, alejada del ambiente de guerra por espacios y vida. Su posición (en el mundo) es sólo secundaria. Vive entonces alejada de esas zonas, en donde es intensísimo el intercambio y también las rivalidades entre pueblos y Estados. (…) para su propia tranquilidad, no tiene problemas de fronteras, y menos pensamiento de expansión de las suyas (1944, p. 15).

Así, entiende que la condición necesaria previa a todo estudio de geopolítica es tomar conciencia de la posición que posee un Estado en el concierto de las naciones, y derivado de esto la incidencia política. Luego en el orden interno, el espacio, teniendo que considerar en esta última ponderación primero el medio físico. En otras palabras, hoy diríamos que estipula partir de un pensamiento situado, es decir de la realidad concreta circundante para proyectarse a lo ideal planificado; y no a la inversa, por una abstracción pretender modificar lo real.

El futuro Embajador argentino ante la corte de Saint James era consciente de la cosmovisión marítima hegemónica en la angloesfera y el hemisferio occidental con centro en Washington, y la sustancial diferencia con la potencia terrestre de Eurasia, con epicentro en Moscú. Aún así no toma partido por uno ni por otro. A grandes rasgos De Labougle tampoco parece compartir el dogma de la igualdad y la fraternidad en el concierto de naciones, sino que entiende la existencia de asimetrías y una competencia permanente; es decir, hay Estados poderosos, y otros, como la Argentina, que son “medianos y pequeños”, los cuales «peligran en su soberanía si, para su desgracia, tienen lo que podría pensarse fuera fundamento de su prosperidad, las sustancias minerales que se codician» (1944, p. 30).

Casi una década después, en su libro Dos mundos frente a frente, sería más categórico respecto a los tipos de Estados en el tablero geopolítico mundial. Allí refiere a Estados o naciones Centro y a Marginales, de primer y segundo orden. En aquel contexto los dos únicos Centros referidos eran los Estados Unidos y la Unión Soviética. La definición referida de Marginal era «la nación o Estado que se encuentra en posición geográfica inmediata o próxima a uno de los Estados considerados como Centro» (1953, p. 315). De aquí que la misma Gran Bretaña con sus dominios y colonias, igual Francia, y las vencidas Alemania y Japón, eran consideradas marginales de aquellos Centros. «Los marginales pueden ser inmediatos o de primera línea, cuando la frontera con el Centro es directa, o de segunda línea cuando se interpone otro Estado» (1953, p. 315). Para nuestro autor, cuando un Estado posee en su territorio una vía, sea natural o construida, que es o puede ser de interés vital para uno o todos los Centros, se puede definir como un Estado geovial; concepto similar a la definición de Estado llave o pivote. Y en el caso que, por la influencia del Centro, el Estado marginal pierda su libre actuación voluntaria, pasa a ocupar en el orden internacional la posición de Estado satélite (De Labougle, 1953).

¿Cuál sería una de las principales razones de la proyección de los Centros sobre los Estados Marginales? Para el autor un motivo central es la codicia por los bienes ajenos; esto es lo que puede movilizar a una nación poderosa, indistintamente de su condición de “aliada” o de pertenecer al mismo bando, durante la guerra frente a un supuesto enemigo común. Por ello es que un «Estado de las proporciones y posibilidades del nuestro no puede, pues permanecer impasible frente a esos conceptos y ante estos hechos si, como veremos, posee todo aquello que la codicia atrae» (1944, p. 18). De Labougle seguramente estaría al tanto de la presión diplomática y del boicot estadounidense a las exportaciones de carne argentina a Europa, en particular a Inglaterra, las interferencias al comercio argentino con otros países latinoamericanos, y a la importación en nuestro país de insumos industriales y químicos, cuestión de discusión en las esferas políticas y diplomáticas, pero documentada y hecha pública, recién décadas después (Escudé, 1983).

La perspectiva de De Labougle podría caracterizarse como “realista”, en el sentido de que concibe de manera pragmática, desde un país no central en los asuntos internacionales, las relaciones entre Estados, guiados por sus intereses y la proyección de poder. Aunque su visión propugnaba la autonomía del país y el respeto de la soberanía, no por asumirse marginal debía propenderse a una política exterior claudicante ante las presiones de los Centros. Del mismo modo la soberanía no descansaría en una grata declamación, sino que es un principio el cual debía defenderse activa y permanentemente. Incluso llega a transmitir cierto desencanto por la situación de las naciones en el curso de la Historia:

Salimos de una era de la historia y entramos en otra. Salimos de una era cuyo pensamiento imaginaba alcanzar vida plácida para los pueblos, resultado de períodos de concepción romántica y para la sociedad, de lo que gustaba llamarse tranquilidad burguesa. Salimos de ella definitivamente, aunque todavía haya quienes –estáticos ante el panorama del mundo– crean que se pueda volver hacia atrás. Mera ilusión (1944, p. 29).

De manera explícita formula una crítica al idealismo modernista, a la concepción positivista que el progreso secular de la técnica redundaría en un mayor bienestar de la humanidad: «toda esa maquinaria prodigiosa que va reemplazando al hombre cada vez con mayor eficacia y en progresión geométrica» (1944, p. 30). Es decir, para De Labougle el cambio científico-tecnológico impone nuevos desafíos y “hondas transformaciones”. Coincide su visión con la de algunos conservadores moderados, para quienes la técnica en el fondo no es auspiciosa; a la inversa, es un factor generador de riesgos, ya que la técnica genera el cambio, y el cambio altera el orden: «Esa tierra que nos parecía tan extensa (…) hoy se encuentra interdependiente de modo tal que aun las zonas más distantes se sienten próximas por ese medio de comunicación que el espacio aéreo facilita y que todo lo va cambiando, todo lo va revolucionando» (1944, p. 30). No lo formula en estos términos, pero lejos de tener una infantil obnubilación por cada novel técnica, infiere que la reflexión rigurosa debería surgir primero intuitivamente de la pregunta: ¿de qué manera un dispositivo X empleado por otros podría vulnerar mi Defensa?

Aún así, no demuestra estar cerrado a las innovaciones, pero permite deducir que la técnica, sin un orden moral internacional, apenas es un simple instrumento al servicio del poder crudo y la dominación del fuerte sobre el débil. Lo mismo aplicaría para el conocimiento geopolítico: consciente que para las potencias aliadas la geopolítica había sido una suerte de “arma de guerra” para el expansionismo y un justificativo de la conquista de nuevas tierras por parte del Eje, pero que por su valor intrínseco no sería desdeñada en el mundo de posguerra, propone haciendo suyas las palabras del periodista norteamericano Joseph Thornsdike jr., que la geopolítica también pueda «ser usada para establecer y defender un orden moral del mundo (…) las naciones democráticas, en propia defensa, deben hacerse a sí mismas los amos del pensamiento geopolítico» (1944, p. 14).

Sin embargo, dicho orden moral en el que debía enmarcarse la geopolítica, y más aún la defensa nacional, respetuoso de la soberanía de otras naciones en el plano internacional, no proponía una dimensión valorativa de tipo cosmopolita ni tampoco materialista. La referencia geocultural de De Labougle, que nutre dicha concepción, lo expresa claramente:

(…) las debilidades, las turbaciones, y la descomposición que presenta hoy nuestro ambiente social, pienso son turbia espuma de superficie, pues creo, que las reservas morales de la Nación Argentina son imponderables, y que las fuerzas espirituales que contienen, sabrán darle, la orientación que corresponde, porque siempre, en esta Patria nuestra, ha de triunfar el espíritu sobre la materia, como triunfo de Dios Nuestro Señor, a quien invocaron para la realización de sus ideales, los conquistadores hispánicos al descubrir estas tierras (1943, p. 25).

Casi una década después de la experiencia con la cátedra de la UNLP, y a unos años de su regreso de la labor diplomática en el Reino Unido, De Labougle deja testimonio de la situación mundial de posguerra en el libro Dos mundos frente a frente, donde afirmaba:

La guerra operativa no era viable en 1947 y principios del año 1948, período crucial en mi concepto para el mundo libre. Posteriormente –fines de 1949–, a pesar de algunos oscurecimientos del panorama internacional que parecieron demostrar lo contrario, me mantuve conforme a los estudios que había realizado firme en esa tesis: No habría guerra. Por el contrario ella se alejaba de Europa, derivaba hacia la periferia, a los pueblos poco desarrollados. Los acontecimientos diéronme la razón (1953, p. 7).

En esta obra, concebida como un ensayo descriptivo y no un estudio teórico riguroso, De Labougle expresa sus ponderaciones sobre política internacional con algunos planteos de carácter geopolítico, pero por discreción diplomática evita realizar formulaciones aplicables a la Argentina. De hecho, respecto a toda Latino-América explícitamente advierte: «he querido, dada la importancia que tiene la misma para todo hijo de esta parte del continente, no referirme a ella y, por ende, no incluyo las declaraciones o planteos formulados por jefes de Estado de sus países» (1953, p. 8).

Aunque nuestro autor no profundice luego su producción geopolítica en materia teórica o doctrinaria, queda claro que, de acuerdo a su concepción, la circunscribe a los intereses soberanos del país, teniendo como norte la defensa nacional integral. Entiende que no es una labor en solitario de un ilustrado, sino que requiere de la conjunción intelectual y experiencia de diversos profesionales, tanto civiles como militares, a la luz de las amenazas reales que presentan para la soberanía los nóveles dispositivos científico-tecnológicos. Europa, por siglos faro del progreso y la civilización para la concepción eurocéntrica nativa, había quedado casi destruida por el poder de fuego desatado durante la Segunda Guerra Mundial. En palabras de De Labougle, potencias a caballo de la “tendencia moderna al súper-Estado” surgían con imperativos estratégicos de carácter mundial, lo que volvía urgente la preparación durante el tiempo de paz de la defensa para un posible tiempo de guerra.

4. Territorio y recursos naturales: agua, alimentos, energía

Para Ricardo De Labougle la Geopolítica no estaba dividida en un adentro y un afuera. Es decir, no es un conocimiento únicamente aplicable a lo exterior o internacional, sino que comienza por lo interno. La proyección implica primero el equilibrio y aprovechamiento del propio espacio y luego, en sentido centrífugo, hacia lo externo. Entendía que, históricamente, por la profundidad de su territorio y en relación a las costas, «nuestro país ha tenido carácter continental»; y en aquel contexto, «desde hace unos años, ese carácter continental va disminuyendo y ha comenzado a comprenderse que a la Patria le corresponde desempeñar también su misión en el mar» (1944, p. 26). Para lo cual era imperioso formar una conciencia marítima argentina. En otras palabras, nuevamente el rol clave de la educación para pensar y actuar sobre el espacio geopolítico propio.

Sin embargo, reconocía que existía un desequilibrio: la concentración en torno a la ciudad de Buenos Aires y del litoral bajo su influencia, «en perjuicio de todo el resto de la República» (1944, p. 18). Este desbalance en la relación nuclear territorio – población tenía, para De Labougle, causas económicas. Entendía que la distribución de la población en el territorio sucedía cuando los asentamientos obtienen frutos con el menor esfuerzo posible, y el gasto de la riqueza del suelo se efectúa sin preocuparse de la conveniencia de su conservación. Por lo que «todas las manifestaciones productoras de un país completan el cuadro en la batalla para la Defensa Nacional» (1944, p. 21). De aquí que, en principio, Geopolítica significaba un aprovechamiento inteligente del propio territorio:

La geopolítica tomada en el sentido del arte y ciencia de gobernar su espacio territorial, aquella actividad que tiene a buscar la armonización integral del territorio de un Estado, a preparar su cohesión y el aprovechamiento de sus recursos en el máximo de sus posibilidades. Esto es prepararse, como lo dije en el Consejo Superior, para la defensa nacional (1944, p. 13).

Ahora, esta ponderación es clave respecto a la noción de aprovechamiento inteligente, en el sentido de que la actividad sobre el propio territorio y los recursos naturales de ningún modo implica un modelo económico extractivista-exportador basado en capitales foráneos. De hecho, al resaltar la prodigalidad del suelo argentino y la importancia estratégica de los recursos minerales y del petróleo, afirma de modo categórico: «no entregarlos de ninguna manera al capital foráneo» (1944, p. 29).

Esto devela lo simplista de la afirmación –bastante común en manuales de geografía económica y de política internacional– que la mera existencia de recursos bajo el suelo es sinónimo de riqueza. Más aún, desmiente los esquemas de corte aperturista a rajatabla que subsumen a la Argentina a un mero rol pasivo de proveedor de materias primas en bruto al mercado internacional. La fórmula es clara: quien posea petróleo «es fuerte en potencia. La geopolítica aconsejaría un aprovechamiento racional de ese producto. (…) La prudente previsión en un país aconseja al Estado, no desprenderse de aquellas fuentes de energía y movimiento que le son necesarias para esos fines» (1944, p. 29). Es decir, geopolítica implica un criterio propio de usufructo de los recursos para la fortaleza como nación. En otras palabras, un país que no aprovecha para sí los recursos existentes bajo el suelo no sólo es débil, sino que además carece de geopolítica.

Las palabras de De Labougle no caían vacías en el contexto de gobierno: en materia de Defensa, el año anterior se había creado la Gobernación Militar de Comodoro Rivadavia, zona estratégica por ser la principal productora de hidrocarburos del país y vulnerable a una posible agresión desde el mar en el contexto de la guerra mundial. En marzo de 1944 el poder ejecutivo había creado el Consejo Nacional de Racionamiento; y con una serie de leyes y decretos hasta el año 1945 creó la Secretaría de Comercio e Industria de la Nación, nucleando la dirección de las empresas estatales de yacimientos petrolíferos, gas y centrales eléctricas bajo una Dirección Nacional de la Energía. Según consideraba el Decreto:

(…) para fiscalizar adecuadamente las actividades industriales que se desarrollen en el país, orientándolas y encauzándolas en el sentido de satisfacer eficientemente las exigencias impuestas por la defensa nacional y por las necesidades de orden público, de conformidad con un plan de acción que asegure la solución del problema de los abastecimientos en forma integral, evitando la formación ilegal de stocks de materias primas o elementos industrializados con fines de especulación y anulando, asimismo, las posibilidades de contrabando de materiales (Decreto 6855/44, del 18 de marzo de 1944, en Boletín Oficial del 30 de marzo de 1944, Buenos Aires).

No son las palabras como intelectual las que influyen en las acciones de gobierno, sino que acompañan y dan sentido al mismo, quien ante los imperativos y presiones del complejo momento de Guerra Mundial pone en marcha un plan integral para la defensa y la continuidad del modelo de crecimiento industrial-energético. En todo caso, Ricardo De Labougle buscó dar trascendencia a la cuestión clave del momento, llevándola en principio al ámbito académico y procurando involucrar a la comunidad universitaria.

De igual manera cabía indagar en las causas primarias del desequilibrio en la relación población – territorio, para efectuar un rediseño a futuro. Al respecto ponderaba que el tema del agua era «el problema geopolítico de mayor importancia para la República» (1944, p. 19), y constituía el núcleo causante de las asimetrías del espacio nacional. El uso sin criterio de las cuencas fluviales, la deforestación y la erosión de las tierras, eran epifenómenos de una carencia de planificación en el uso equilibrado del precioso recurso. En lo doméstico la «poca compenetración ha facilitado en gran parte esa concentración anormal y desproporcionada, que atenta contra la armonía que debe buscarse en su espacio territorial y, por ende, contra la preparación integral de la defensa nacional» (1944, p. 19).

Siguiendo este planteo, otorgaba especial énfasis al uso de los recursos naturales del territorio, dado que «todas las manifestaciones productoras de un país completan el cuadro en la batalla para la defensa nacional». Así consideraba en un lugar central a los alimentos para la propia población: «La ganadería y la agricultura de nuestras inmensas llanuras no escapan a esa concepción, pues, para los geopolíticos, sólo se puede llegar a constituir una gran potencia con un completo dominio y exploración del territorio que “sustenta” la Nación» (1944, p. 22). En esto parecía valorar con igual grado las ponderaciones estratégicas de la época sobre la importancia del suministro de alimentos como factor de poder; cuestión común a la geopolítica clásica europea, que recién tras la Segunda Guerra Mundial será incluida en las formulaciones teóricas de la Ciencia Política y las Relaciones Internacionales en los EE. UU., por caso en textos de referencia como Politics among nations (1948) de Hans Morgenthau, y The war potential of nations (1956) de Klaus Knorr.

La paradoja es que, si bien lo planteado por De Labougle para la Argentina es original y anterior a lo escrito por el denominado “realismo clásico” de la novedosa disciplina llamada Relaciones Internacionales –la cual desde su conformación responde a una visión anglosajona (Hoffmann, 1977)–, en la actualidad parte del campo académico internacionalista nativo referencia como precursor a Morgenthau en lugar de a De Labougle. Por ello, es necesario reforzar la idea de que una geopolítica original para la defensa nacional requiere de una producción de conocimiento con sentido propio.

5. Reflexiones finales

Ricardo De Labougle es una referencia clásica para el conocimiento geopolítico argentino. La singularidad del mismo es que unifica pensamiento con acción, es decir su visión geopolítica conlleva dos elementos: producción original de conocimiento y generación de un espacio de formación. Ambos interactúan gravitando en torno a la Defensa Nacional, lo cual constituye un acto pionero. A la inversa, un conocimiento que está desarraigado en el doble sentido de lo epistémico y lo institucional se pierde en la nebulosa de lo mucho e indistinto. En cambio, la iniciativa de De Labougle en aquel contexto histórico fue un aporte cualitativamente diferente, por su lectura en sí de la posición argentina en el panorama geopolítico mundial, por proponer una respuesta geopolítica a las asimetrías regionales internas del país, y por la concepción de que no existe Defensa Nacional sin una producción original de conocimiento desde un campo académico propio.

Como más arriba mencionamos, en la obra Dos mundos frente a frente (1953) no elaboró un análisis sobre el devenir internacional de la Argentina entre la implementación de la Cátedra y los años como embajador. Al menos públicamente, su agudo intelecto no dejó una interpretación sobre la política exterior del país de aquellos años, ni sobre la geopolítica regional. No tomó partido, ni juzgó siquiera de manera imparcial los actos de gobierno, sino que directamente se abstuvo de emitir juicio alguno. Lo cual es un rasgo característico de quienes entienden que el bien mayor de la nación debe estar por encima de las filiaciones partidarias y las preferencias personales. En ese espíritu, evaluó la importancia de la posición denominada tercera fuerza, en el plano doméstico para evitar el posible choque entre posturas extremas que arrastren al país a la tiranía de uno u otro sector. Y en el internacional, «consiste en la aspiración a mantenerse ajenos en la lucha entablada, mismo en el desenvolvimiento de la guerra fría, a la observancia de posición esencialmente neutral. En conservar las buenas relaciones con ambos campos, en propiciar sus relaciones amistosas» (1953, p. 331).

Por otro lado, en relación con el dilema geopolítico interno del país, como bien sabemos la macrocefalia en torno a Buenos Aires y la zona satélite, observada también por otros autores, no tendería a disminuir en las décadas siguientes, sino que a incrementarse. Aunque la consolidación de una industria incipiente conformaría grandes polos urbanos en las ciudades de Córdoba y Rosario, y en menor grado en algunas cabeceras de provincia, los cordones industriales en torno a la capital del país también crecerían de manera exponencial. La tendencia general en el largo plazo de las regiones Litoral, Central, Cuyana y Noroeste del país fue hacia un incremento de las migraciones internas, una mayor concentración urbana, y, por lo tanto, la acentuación de los vacíos ecuménicos, es decir grandes extensiones con muy baja densidad poblacional.[3] La articulación geopolítica que propugnaba De Labougle para el territorio argentino, tanto en materia de infraestructura como en relación a la demografía, escapó a los tomadores de decisión del último medio siglo.

Por último, respecto al valor central de la educación y el conocimiento para la Defensa Nacional, nuestro autor entendía que la generación de conocimiento no era una labor individual, fruto de alguien inspirado que halla los arcanos del saber y salva mesiánicamente a la nación o bien lo utiliza para el lucro, algo más propio de las concepciones liberales del rol de la ciencia y la academia. Por el contrario, instó a que la universidad cumpla una función trascendente en la sociedad que la sustentaba, y que dicho conocimiento dependa de una acción conjunta y profesional, metódica y constructiva, abierta a otras instituciones fundantes del país, teniendo como norte alcanzar aquellas condiciones que contribuyan en «la paz para la salud y prosperidad del pueblo, y de inmediato en la guerra para la defensa nacional» (De Labougle, 1944, p. 29). Es más, constituía una obligación de las clases cultas el involucrarse en formar a las jóvenes generaciones hacia ese norte. Por ello, es que su proyecto de una cátedra no era meramente academicista, sino que tenía como propósito ulterior, en un contexto mundial de dificultades:

(…) enlazar estrechamente nuestros brazos y corazones para afirmarnos más en la tierra donde hemos nacido, para saber conservarla y administrarla, sin agregarle ni restarle nada en extensión, si queremos que en ella continúen naciendo libres las generaciones que nos sucedan, perpetuando la tradición de dignidad y fortaleza de la Patria (1944, p. 31).

Referencias bibliográficas

- Atencio, J. E. (1965). ¿Qué es la geopolítica? (1° edición). Buenos Aires: Pleamar.

- Castex, R. (1974). Teorías estratégicas. El mar contra la tierra. Tomo Quinto. 1era Parte. Buenos Aires: Escuela de Guerra Naval.

- De Labougle, R. (1953). Dos mundos frente a frente. Buenos Aires: El Ateneo.

- De Labougle, R. (1944). La República Argentina en el panorama geopolítico de mundo. La tierra y el mar argentinos. La Plata: Universidad Nacional de La Plata.

- De Labougle, R. (1943). Universidad y defensa nacional. Buenos Aires.

- Escudé, C. (1983). Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949. Buenos Aires: editorial de Belgrano.

- Hoffmann, S. (1977). “An American Social Science: International Relations”. En Daedalus, Vol. 106, No. 3, The MIT Press. pp. 41-60.

- Moreno Quintana, L. M. (1946). Misiones en Londres y Ginebra, 1946. Buenos Aires.

- Schmitt, C. (2007). Tierra y mar. Una reflexión sobre la historia universal. Madrid: Trotta

- UNLP (1945). Curso de cultura superior universitaria. Cátedra de defensa nacional. La Plata: Universidad Nacional de La Plata.

 


1 El despacho de la comisión y el sustancioso debate de la sesión del 8 de septiembre de 1942 está incluido como capítulo VIII en el libro de De Labougle: Universidad y defensa nacional (1943), páginas 127 a 201.

2 Jasson y Perlinger comentan en Geopolítica, publicado por el Círculo Militar en 1948, que la “escasa bibliografía existente” los motivó a escribir, dado que el libro de Henning y Körholz «despertó una marcada inquietud por el conocimiento de esta disciplina» dentro del cuadro de oficiales del ejército (1948, p. 9).

3 En la actualidad, Argentina es uno de los países con mayor proporción de población urbana del mundo, más del 92% de los argentinos viven en ciudades. El dato es más llamativo si se considera que la superficie territorial es la 8ª a nivel mundial. En: https://datos.bancomundial.org/indicador/SP.URB.TOTL.IN.ZS (última consulta 26/07/24).