Hernán Cornut
Universidad de la Defensa Nacional
Resumen: El presente trabajo indaga acerca de las actitudes, experiencias y eventuales intencionalidades de aquellos soldados—tanto milicianos como profesionales—que protagonizaron una parte de la historia argentina tan significativa como la Guerra del Paraguay. Este conflicto armado viene siendo revisitado y revaluado en sus causas y consecuencias desde diferentes puntos de vista que involucran los matices propios de las nacionalidades intervinientes como también las perspectivas que nuevos enfoques en el estudio de la guerra brindan al análisis.
La opinión de los protagonistas propicia un contraste que, más allá de los sesgos personales y apologéticos, permite abordar esta parte de la guerra con mayor intimidad y riqueza de detalles, sin soslayar el caudal informativo que en función de las posturas política y militares es puesto en juego. Así, los intereses y particularidades de los personajes construyen un relato de esta fase que, a su vez, se plasma en publicaciones de la época e irradia su influencia.
En síntesis, tomando como elemento integrador el hecho histórico nos orientaremos a examinar el relato de quienes lo experimentaron antes que los episodios en sí mismos, en la idea de ensayar algunos fundamentos que expliquen la particular actitud de cada cronista frente a la realidad.
Palabras clave: Historia militar, Guerra del Paraguay, Ejército Argentino, Siglo XIX.
Abstract: The present work investigates the attitudes, experiences and eventual intentions of those soldiers — both militiamen and professionals — who starred in a part of Argentine history as significant as the Paraguayan War. This armed conflict has been revisited and reevaluated in its causes and consequences from different points of view that involve the nuances of the intervening nationalities as well as the perspectives that new approaches in the study of war offer to the analysis.
The opinion of the protagonists fosters a contrast that, beyond personal and apologetic biases, allows this part of the war to be approached with greater intimacy and richness of detail, without neglecting the wealth of information that, depending on the political and military positions is put into play. Thus, the interests and particularities of the characters build a story of this phase, which, in turn, is reflected in publications of the time and radiates its influence.
In summary, taking the historical fact as an integrating element, we will orient ourselves to examine the record of those who experienced it before the episodes themselves, in the idea of testing some foundations that explain the particular attitude of each chronicler towards reality.
Keywords: Military history, Paraguayan War, Argentine Army, XIX century.
Casus Belli II (2021), 143-180
Recibido: 21/7/2021 - Aceptado: 21/10/2021
La Guerra del Paraguay sigue concitando la atención de los investigadores desde abordajes un tanto más heterogéneo que los dominantes durante el siglo XX. Esta singularidad se concentra en un análisis alternativo de los hechos en el contexto de una renovada mirada de la historia de la guerra, que aporta perspectivas amplias de análisis sin desviar su objeto de estudio de la contienda armada. Así, un estudio en apariencia periférico coopera en la comprensión de los aspectos esenciales a partir de la aceptación de las realidades experimentadas por grupos humanos con motivaciones distintas e intereses contrapuestos.
Dentro de la mencionada contienda analizaremos en forma particular la campaña del Pikisiry (agosto de 1868 a enero de 1869), [1] y para ello nos valdremos de los testimonios editados del general José Ignacio Garmendia,[2] del coronel Agustín Ángel Olmedo,[3] del coronel Juan Crisóstomo Centurión,[4] del coronel Jorge Thompson,[5] del coronel José Bernardino Bormann[6] y del general Dionisio Cerqueira.[7] De esta manera, se pretende abordar el período mencionado desde un punto de vista integral, teniendo en cuenta la presencia de autores argentinos, paraguayos y brasileros.
La metodología de trabajo que proponemos consiste en tomar como base de análisis la obra de Garmendia, dada su condición de relato pormenorizado y sistemático de los hechos, para luego contrastar los aspectos esenciales con el resto de los protagonistas y, finalmente, arribar a conclusiones sobre sus dichos. Asimismo, nos concentraremos en las acciones militares trascendentes de la campaña terrestre, habida cuenta de las características monográficas de la presente investigación.
En síntesis, tomando como elemento integrador el hecho histórico de marras nos orientaremos a examinar el relato de quienes lo experimentaron antes que los episodios en sí mismos, en la idea de ensayar algunos fundamentos que expliquen la particular actitud de cada cronista frente a la realidad.
El 5 de agosto de 1868 concluía la fase de la guerra conocida como campaña del Cuadrilátero, la cual se había iniciado más de dos años antes—el 16 de abril de 1866—con la invasión aliada al territorio paraguayo.[8] Atrás quedaban los amargos recuerdos de Curupaytí y la reorganización de las fuerzas aliadas con posterioridad a la batalla en el campamento de Tuyutí, sin soslayar el daño que causara la mala alimentación combinada con la epidemia de cólera. El largo asedio de la fortaleza de Humaitá también contribuyó a inquietar los ánimos aliados, ya bastante perjudicados por la inacción forzada de largos meses de recomposición. Finalmente, la posición de Humaitá comenzó una progresiva evacuación al no poder soportar el sitio prolongado, siendo también víctima del hambre y las enfermedades. El mariscal López, siempre presto al repliegue oportuno y haciendo gala de su comportamiento escurridizo, abandonó la fortaleza con antecedencia (2 de marzo)[9] y se reforzó en la línea del río Tebicuary, que más tarde cedería por su poco valor defensivo para establecerse en la posición a lo largo del río Pikisiry.[10]
Mitre ya había sido reemplazado en el comando en jefe de las fuerzas aliadas por el marqués de Caxias (João Luis Alves de Lima e Silva), ante el deceso del vicepresidente en ejercicio, doctor Marcos Paz, “lo cual marcó un aceleramiento de las operaciones derivado del entusiasmo que pusieron los brasileños, hasta entonces renuentes a conceder laureles al generalísimo argentino”.[11]
La guerra había cobrado, hasta ese momento, 50.000 vidas aliadas y 70.000 paraguayas, ocasionando una leva desesperada de López que llevó a formar sus filas remanentes con ancianos, niños y mujeres. Como nos recuerda Garmendia: “eran [. . .] los últimos rezagos de un pueblo heroico que iba a luchar hasta el postrer aliento por una mala causa”.[12] De esta manera, al inicio de la campaña del Pikisiry y por decisión de Caxias, las fuerzas argentinas al mando del general Gelly y Obes y las orientales bajo el comando del general Enrique Castro, permanecerían junto con la Brigada brasilera del coronel Paranhos en el campamento de Palmas, totalizando un efectivo de 10.130 hombres.[13] Por su parte las tropas brasileras bajo el mando directo del marqués ascendían a 21.000 individuos (sin contar los cuerpos que habían quedado de guarnición en Humaitá),[14] y serían estas fuerzas las que protagonizarían la mayor parte de la acción hasta el 21 de diciembre, oportunidad en que el Ejército Argentino y la División Oriental entrarían nuevamente en escena.
Para enfrentar este poderío aliado, López remontó sus efectivos hasta alcanzar un total de 18.000 sujetos, divididos de la siguiente manera: 2500 hombres en la fortificación de Angostura sobre el río Paraguay bajo el mando del coronel Thompson (oficial inglés ingeniero militar a favor de la causa paraguaya), 5.000 hombres distribuidos a lo largo del río Pikisiry, y aproximadamente 5.500 combatientes en el conjunto de alturas denominadas genéricamente Lomas Valentinas.[15] Por último, existía una fuerza de reserva a órdenes del general Caballero compuesta por otros 5.000 hombres en inmediaciones del cuartel general de López en Itaibaté[16].
Dentro del contexto de la situación general y enfocándonos en la obra de Garmendia, notamos una crítica velada de este autor hacia la pasividad aliada con posterioridad a la evacuación paraguaya del Cuadrilátero “cuyo sitio pudo mantenerse con dos Divisiones, en tanto que los demás del ejército marchaban sobre la nueva posición de López y no le daba tiempo para reunir nuevos elementos y ejecutar otras obras”.[17] En esta opinión también coincide Olmedo, que desde su acotada visión táctica de primera línea como jefe del Regimiento Córdoba reclamaba frecuentemente en su diario de guerra acerca de la conducta parsimoniosa de los mandos del ejército, lo que planteaba nuevamente el día 19 de agosto de 1868,[18] en coincidencia de oportunidades con Garmendia, no obstante este último salve la figura de Mitre eximiéndolo de responsabilidades al respecto, como lo deja aclarado en la nota al pie de la página citada.
En el mismo orden de ideas se inscribe la fricción entre argentinos y brasileros, al punto de convertirse en un denominador común de los relatos de ambas partes. Así, el incisivo coronel Bormann—quien se desempeñara en esta campaña como teniente de artillería en las fuerzas brasileras—alude en duros términos a la obra de Garmendia (cuya primera edición data del año 1884) contestando a la “inacción aliada” de la siguiente manera:
“Si el gobierno argentino realmente concurriese con el contingente que se comprometiera para la campaña, con certeza las operaciones muchas veces se harían con más rapidez. [. . .] Después de Curupaytí, donde nuestro aliado peleó bizarramente, los claros no se completaron más; después vinieron las agitaciones intestinas que alejaron del frente del enemigo gran parte de las fuerzas [argentinas]. Además de eso, desde el inicio de la campaña, precisábamos esperar, esperar siempre por nuestro aliado, cuyo servicio de aprovisionamiento y otros eran lastimosos [. . .] El general en jefe D. Bartolomé Mitre nunca estaba listo”.[19]
Para finalizar con esta síntesis de la situación estratégica operacional, es menester señalar la negativa de parte de Caxias a la participación argentina y oriental en esta fase de la guerra, hecho que consigna claramente Garmendia[20] y confirma por su parte Olmedo.[21]
El general Garmendia, previo al relato de las acciones de combate, realiza una minuciosa descripción táctica - topográfica del terreno en torno a la totalidad de la campaña y, en particular, detalla la línea defensiva del Río Pikisiry.[22] Llama la atención la notable semejanza de este relato con sendas descripciones que efectúan Thompson[23] y el coronel Centurión,[24] quien al momento de la campaña ocupaba un puesto en el Estado Mayor Personal del mariscal López. Cabe aquí una especulación surgida del análisis bibliográfico en curso, por la cual podemos inferir que Garmendia en este pasaje como así también a lo largo de la exposición, se apoya en la obra de Thompson ya que él mismo la incluye en forma explícita bajo el título de Documentos consultados, [25] pero ocurre todo lo contrario en el caso de Centurión, quien si bien hace notar en nota al pie de la página 236 de su libro que toma relatos de la obra de Garmendia, no presenta un comportamiento transparente, ya que en muchos fragmentos de su narración omite la referencia del original, siendo evidente la copia que realiza. Asimismo, esta observación se ve reforzada en las fechas de edición de cada texto, precediendo la de Garmendia (1884) a la de Centurión (1897).
Como parte de los prolegómenos de los combates enunciados Garmendia menciona el movimiento de las fuerzas brasileras desde su posición en Humaitá (Paré Cué) el día 17 de agosto, proporcionando un detallado orden de marcha de la columna[26]; pero esta fecha no coincide con la que nos da Olmedo (que también se encontraba acampado dentro de Humaitá con posterioridad a la caída de la fortaleza). En efecto, Olmedo aclara que si bien estaba previsto iniciar la marcha en ese día, no fue posible el desplazamiento en virtud de la fuerte lluvia caída,[27] generando una controversia que va a signar algunos trechos del tratado de Garmendia. Sin embargo, este disenso en cuanto a fechas por parte del jefe del 1er Batallón de la 1ra División Buenos Aires tiene una explicación, que surge del análisis de su foja de servicios. En efecto, Garmendia no se encontraba en Humaitá al momento de la partida del contingente expresado, ya que como refleja su legajo personal entre principios de abril y fines de agosto de 1868 se encontraba en el campamento de Paso Pucú,[28] razón por la cual no presenció los hechos narrados, sino que se basó para componer su crónica en los partes oficiales y la documentación obrante en la Memoria del Ministerio de Guerra y Marina del año 1869. A nuestro entender esto explica las diferencias de fechas, siendo lógico asignarle la mayor verosimilitud a Olmedo dada su condición de testigo presencial de los hechos. Simultáneamente, Bormann aclara que el avance brasilero desde Humaitá se produjo el 19 de agosto.[29]
El 26 de agosto el general Andrade Neves, barón del Triunfo, al mando de la vanguardia brasilera en su avance sobre la posición del Pikisiry, atacaba una tropa enemiga de observación y avanzada en inmediaciones del arroyo Yacaré. El combate de encuentro sorprendió a la posición paraguaya ocasionándole 80 muertos, 5 prisioneros, 120 caballos ensillados y algunas armas en poder brasilero. Por su parte el barón del Triunfo sufrió la baja de combate de 5 muertos, 5 heridos y 15 contusos.[30] Olmedo confirma en su diario de guerra tal hecho, registrando el día 27 de agosto un “triunfo brillante”[31] sobre el enemigo en Yacaré, aunque atribuye tal hecho al general Osorio, lo que rectifica en su anotación siguiente del día 28 de agosto. Ante el mismo evento Centurión presenta un relato idéntico al de Garmendia—acentuando de aquí en más la tendencia de repetir al general argentino—aunque difiere en el número de bajas brasileras ya que las eleva a 80 muertos y algunos heridos.[32] Esta actitud de elevar las bajas del oponente y minimizar las propias, también constituirá un comportamiento recurrente en la narración del coronel paraguayo. Thompson no entra detalles sobre el hecho, aunque lo menciona,[33] pero al igual que Dionisio Cerqueira se caracteriza por sus expresiones objetivas acerca de los acontecimientos, de manera que solo abunda en pormenores cuando presencia los sucesos, limitándose a exponer genéricamente aquellas situaciones que no le tocó en suerte vivir. Cerqueira por su parte, apenas alude a los combates de Yacaré y Tebicuary,[34] pero sí se detiene en el relato dramático de lo que observa en San Fernando como producto de los fusilamientos y torturas aplicadas por López a los paraguayos que consideraba traidores.[35] El coronel Bormann resume escuetamente el combate de Andrade Neves en la sentencia que sigue: “embistió al enemigo sin darle tiempo de reflexionar seriamente”,[36] coincidiendo en las bajas paraguayas con el resto de los autores y omitiendo las propias.
El día 28 de agosto las fuerzas brasileras por orden de Caxias efectuaron un prolijo reconocimiento de la posición paraguaya que cubría el vado del camino real (hacia Asunción) sobre el río Tebicuary. Esta posición se encontraba guarnecida por 400 hombres apoyados con 3 piezas de artillería, ante lo cual se emprendió un ataque rápido, nuevamente, bajo el mando del barón del Triunfo. Si bien los brasileros obtuvieron la victoria, la ausencia de sorpresa les acarreó “sensibles bajas” según comenta Garmendia, y a continuación agrega que fueron 21 muertos, 142 heridos y 10 contusos,[37] mientras que los paraguayos tuvieron 170 muertos y 93 prisioneros.[38] Olmedo anota en su diario de guerra una frase lacónica: “Tebicuary está en nuestro poder” y luego agrega: “Ya la guerra toca a su término, a mi juicio. Ya no tendremos que cruzar nuestras armas con los paraguayos, ¡gracias a Dios!”[39] Más allá del error que implicaba una simple presunción sin mayores elementos de juicio, queda claro el deseo que experimentaban los combatientes por llegar al fin de la contienda, término que presumían cercano por la situación de efectivos paraguayos, aunque no tenían en cuenta la actitud obcecada del mariscal de seguir el conflicto hasta las últimas consecuencias. Centurión difiere con Garmendia en las bajas de combate, atribuyendo a los paraguayos “100 y tantos muertos y 80 y tantos prisioneros”, dejando para los aliados “350 entre muertos y heridos”.[40] Esta cantidad duplica la mencionada por Garmendia, pero probablemente este número de bajas dado por Centurión se aproxime más a la realidad, teniendo en cuenta los dichos del propio general argentino al referirse a este combate con “sensibles bajas” brasileras. Ahora bien, en el relato de Bormann también se aprecian diferencias respecto a Garmendia (mínimas) y a Centurión (mayores), dictando 71 muertos y 71 prisioneros paraguayos y 24 muertos y 162 heridos brasileros.[41] Así, queda en evidencia que este combate se presentó más recio que la sorpresa de Yacaré y conllevó mayores esfuerzos, siendo nuestra opinión que el número de bajas expresado por el coronel paraguayo en su libro puede ser el más fidedigno.
Siguiendo el orden cronológico de nuestro análisis, es preciso destacar la apreciación sobre la matanza de San Fernando—tal como se la conoce—del coronel Centurión. Efectivamente, este cronista paraguayo que a lo largo de su narración deifica la figura de López en reiteradas oportunidades, no duda en condenar las decisiones del mariscal que condujeron a semejante irracionalidad,[42] pero debe señalarse que este juicio de Centurión se da en el marco de un deslinde de responsabilidades que ensaya ante la acusación de sus contemporáneos (1897) de haber sido parte de los denominados tribunales de sangre, que habrían decidido en juicios sumarísimos sobre la vida y la muerte de muchos acusados. Así entonces, entendemos que este proceder de Centurión debe calificarse, como mínimo, de especulativo, habida cuenta de su presunta responsabilidad en los hechos.
En el sentido cronológico adoptado para escrutar el desarrollo de la campaña, encontramos una nueva diferencia en los datos proporcionados por los dos cronistas argentinos. En efecto, mientras Garmendia afirma que las tropas argentinas en Humaitá evacuaron el campamento el día 7 de septiembre,[43] Olmedo indica que las fuerzas nacionales (entre las que se encontraba su regimiento formando parte de la 3ra División) recién pudieron embarcarse el 12 de ese mes para remontar el Río Paraguay en dirección a Villa Franca.[44] Como ya expresáramos, entendemos que la diferencia surge de tomar la información de fuentes oficiales—tales como partes y órdenes del día—que no siempre reflejan el detalle de la realidad, en tanto que los dichos de Olmedo no dejan dudas, habida cuenta de su participación en el transporte mencionado.
Un suceso al cual la totalidad de los autores analizados alude es la masacre que se conoce, simplemente, como de San Fernando. Obviaremos los detalles, más allá de lo que hemos mencionado con anterioridad, dado lo conocido del evento, pero queremos destacar que todas las partes analizadas condenan el hecho (incluyendo como vimos al coronel Centurión, bajo particulares circunstancias), entrando alguno de los autores en pormenores dada su observación directa del lugar poco tiempo después de la matanza (Cerqueira y Bormann), y coincidiendo en que la cantidad de cuerpos insepultos hallados era aproximadamente de 400.[45]
Superada la línea del Tebicuary las fuerzas brasileras continuaron su avance alcanzando el día 23 de septiembre el Arroyo Surubí, ubicado “una legua al sur del Río Pikisiry”.[46] Allí el jefe de la vanguardia—Andrade Neves, siendo jefe de la punta de infantería el coronel Niederauer—observa que el desfiladero que conducía al vado real estaba fortificado con una guarnición de 200 hombres de caballería paraguaya, que reguardaban el puente e impedían el paso. La iniciativa de la vanguardia dio lugar a un ataque rápido como parte del reconocimiento ejecutivo, posesionándose los brasileros del puente en forma transitoria. Lo que siguió fue una secuencia de ataques y contraataques que hicieron que el dominio del puente fluctuase entre brasileros y paraguayos hasta que, finalmente, fue conquistado y consolidado por las tropas imperiales. Las bajas paraguayas, según Garmendia, ascendieron a 130 muertos y 11 prisioneros, en tanto que los brasileros tuvieron 90 muertos y 204 heridos.[47] En uno de los vaivenes citados, el batallón 5 de infantería traspuso el puente en forma desorganizada y fue emboscado en segunda orilla por una pequeña fuerza paraguaya. Según Garmendia “aquel ataque inesperado convulsionó completamente al inexperto batallón y [. . .] el pánico [. . .] hizo un montón de hombres que sin atinar a defenderse, retrocedían en una confusión espantosa”.[48] A pesar de la opinable conducta de este cuerpo, el general argentino minimiza el acontecimiento fundándose en la falta de experiencia de combate de la Unidad, para inmediatamente criticar la resolución del marqués de Caxias de disolver el batallón por cobardía.[49] Este pasaje de la acción es el que se destaca en el relato del resto de los cronistas, ya que la narración del combate no presenta discrepancias sensibles entre los mismos. Así, Olmedo anota en su cuaderno, el día 26 de septiembre, que los brasileros sufrieron fuertes bajas en una acción de combate “que ha sido por Villeta”—lo que es inexacto—y luego agrega. “con este incidente han tenido que hacer alto los brasileños en el punto indicado, donde esperan nuestro ejército para obrar de acuerdo, lo que no pensaban hacer de no haber tenido lugar lo mencionado.”[50] Queda evidenciada, una vez más, la percepción de las tropas argentinas acerca de la conducción brasilera, en cuanto a limitar la participación de los aliados en esta campaña. Respecto del relato de Centurión, es indudable su carácter de copia de lo escrito por Garmendia, quedando a la vista los esfuerzos del primero para no repetir en forma textual la exposición de los hechos de éste.[51] El número de bajas coincide con el de Garmendia pero en cuanto al batallón 5 no duda en sentenciar que “volvió las espaldas, poniendo pie en polvorosa”.[52] Por su parte Thompson asegura que en Surubí “un batallón brasileño fue aniquilado completamente”.[53] Bormann refiere el combate con los pormenores propios de quien experimentó la acción, lo que coincide con el relato de Garmendia, a excepción del suceso que envolvió al batallón 5 de infantería de línea. Así, lejos de tratar el asunto en términos de cobardía, se limita a expresar que “el batallón se desbanda procurando en desorden el puente, perseguido a espada y lanza”,[54] y luego pone en tela de juicio las sentencias de Garmendia donde—como ya dijimos—le quita importancia al hecho y acusa a Caxias por disolver un cuerpo en esa situación, afirmando Bormann que “el ilustre camarada [Garmendia] ahora elogia al ejército brasilero para poder censurar a su general en jefe”,[55] y agrega que su libro “fue escrito y dictado por espíritu de represalia al que se escribiera en Brasil contra el comando del general D. Bartolomé Mitre”.[56] Por último, Cerqueira menciona someramente el combate de Surubí porque él no llegó a entrar en combate aquel día ya que su cuerpo formaba parte del grueso. No obstante, nos acerca dos datos que ninguno de los otros autores refiere; el primero es en relación al valor temerario del Barón del Triunfo cuando se interpuso entre la propia artillería y la carga de caballería paraguaya para dar tiempo a las piezas de cambiar de posición; el otro testimonio es sobre la conducta dudosa del batallón 5, motivo por el cual pasaron a llamarlo en los corrillos de campamento “el corredor”, en desaprobación a su comportamiento.[57]
Una vez consolidada la victoria en Surubí, quedo expedito el camino entre Humaitá y Palmas, completándose el ya iniciado desplazamiento de los efectivos al nuevo campamento. Quedaba por delante la línea defensiva paraguaya a lo largo del Río Pikisiry. El 1º de octubre Caxias ordenó al general Osorio con su 3er Cuerpo de Ejército que emprendiese el reconocimiento de la posición enemiga, en condiciones de entrar en combate si se dieran las circunstancias favorables. Luego de chocar fuertemente contra el dispositivo paraguayo y perder 80 hombres, Osorio se replegó habiendo comprobado “debidamente, lo inaccesible de la posición, aún para la caballería”.[58] Si bien se dispusieron una serie de operaciones menores para corroborar la fortaleza de la defensa en el Pikisiry, todas arrojaron idéntico resultado. Esto condujo a celebrar un consejo de guerra entre los generales aliados para decidir sobre la maniobra a desarrollar. Según Garmendia, desde un primer momento el general Gelly y Obes propuso guarnecer Palmas y embarcar la masa del ejército aliado en los buques disponibles, de manera que forzasen el paso de Angostura y desembarcaran en San Antonio, creando una amenaza estratégica en la profundidad del dispositivo paraguayo, que obligaría a López a dividir aún más sus fuerzas para enfrentar a la alianza.
“El marqués de Caxias observó, que antes de poner en planta este plan, quería primero tantear si era posible ejecutar una marcha estratégica por el Chaco para evitar a Angostura, y enseguida desembarcar en Villeta”.[59] Dicha observación fue aceptada por los generales Gelly y Castro y se procedió de inmediato a alistar las tropas. Siguiendo a Garmendia, diremos que Gelly hizo ver a Caxias la conveniencia de que la distribución estratégica operacional de las tropas debía contar tanto en el aferramiento del dispositivo en Palmas, como en la maniobra principal del envolvimiento por el Chaco, con fuerzas de las tres nacionalidades aliadas en forma proporcional a su presencia en el teatro de operaciones. Caxias se negó aduciendo la superlativa importancia que significaba mantener la homogeneidad de las tropas en Palmas, dado el carácter de sujeción y distracción que generarían para el éxito de la operación. A esto Garmendia opone en su obra el siguiente comentario: “Los móviles que agitaban al generalísimo [Caxias] se sospechaban. Era necesario explotar en el exterior la influencia moral de las victorias de los aliados a favor de los brasileros, y mantener constante el solo nombre de su nación en la prensa diaria, ilustraciones y otras publicaciones europeas, [. . .] pero se llevó un gran chasco el Sr. Marqués, porque como se verá más tarde, tuvo que recurrir a los argentinos y orientales. . .”[60] El coronel Bormann no permanece indiferente a las expresiones de Garmendia—al punto tal que pareciera ser que su libro tiene entre sus finalidades la de contrarrestar todos los dichos de éste que sean críticos hacia las fuerzas brasileras—tratando su relato de capcioso. En principio, Bormann argumenta que difícilmente Gelly y Obes pudiera proponer algo ya que “se sentía cohibido siempre ante el gran soldado brasilero”,[61] y continúa explicando que esto era lógico porque si el mejor general argentino en la guerra hasta entonces había sido Mitre, cuyas dotes de estratega dejaban mucho que desear, era imposible que Gelly que era menos preparado que Mitre pudiera sugerir modificaciones a los planes de Caxias. Pero aún así, sigue Bormann diciendo, en el caso que hubiese decidido proponer algún plan, no guardaba demasiada coherencia pretender tal maniobra por lo peligrosa e improbable de ejecutar, ya que “sería el cúmulo de las imprudencias pretender la realización de tan desastrada empresa”.[62] Independientemente de la idoneidad militar de Gelly y Obes, acerca de la cual no disponemos elementos de juicio para juzgar y tampoco es ese el objeto de este trabajo, entendemos que es dable acercar el mayor número posible de modos de acción en vistas a resolver un problema militar operativo siempre que dichas posibles soluciones se configuren como aptas, factibles y aceptables.
Desde el estricto punto de vista estratégico, la propuesta de Gelly era sin duda apta (cumplía con resolver el problema en cuestión) y factible (se disponía de la capacidad logística para llevarla adelante), quedando dudas sobre su aceptabilidad en términos de bajas de combate que podrían tener lugar. De esta manera, al cumplir con dos de los tres requisitos esenciales, el modo de acción, lejos de ser impracticable o producto de una mente insana, podía retenerse como plan de alternativa ante contingencias futuras. En el anterior razonamiento fundamos nuestra percepción de la manifiesta intencionalidad de Bormann de subestimar todo lo que pudiese destacar la participación argentina, coincidiendo nuestra opinión con Garmendia en cuanto a la negativa adrede de Caxias de participación de tropas nacionales en el brazo envolvente de la maniobra.
Solo para completar nuestra apreciación permítasenos transcribir la adulación rayana en la obsecuencia de Bormann hacia el general brasilero. “La verdad es, pues, que el plan de flanquear el enemigo por su derecha y salirle a la retaguardia, afrontando las dificultades del Chaco, fue sólo del inmortal Caxias[63].
Finalmente, la repartición estratégica operacional de tropas quedó constituida como ya mencionáramos, esto es, 21.000 hombres al mando directo de Caxias en el ataque principal y 10.000 hombres a órdenes de Gelly y de Castro en el aferramiento en Palmas.
El responsable de los reconocimientos y trabajos para el desplazamiento por el territorio de Chaco fue el general Argollo, aunque desde el 10 de octubre se encontraba destacado en el Chaco el teniente coronel Tiburcio. De esta situación da cuenta particularmente Dionisio Cerqueira ya que a su Batallón 16 le cupo la tarea de exploración pionera al mando de Tiburcio.[64]La fecha de pasaje al Chaco es confirmada por Olmedo en sus anotaciones del mismo día 10 de octubre cuando expresa “han pasado algunas piecitas de montaña y dos o tres cuerpos brasileños al Chaco, con el objeto de abrir una picada hasta reconocer bien el terreno”.[65] Es notable la precisión de esta frase del coronel cordobés, porque a pesar de su limitada vivencia en términos estratégicos, expone con absoluta claridad lo que realmente sucedió, esto es, el posicionamiento en primera instancia de una fuerza reducida que preparase las condiciones para recibir un cuerpo de ejército completo que continuase la tarea. Esto nos demuestra, junto con otras varias observaciones contenidas en su diario de guerra, la inteligencia y preparación profesional militar de Olmedo, no obstante provenir de la Guardia Nacional de su provincia.
Garmendia nos dice que el 24 de octubre el camino de aproximación por el Chaco se encontraba en condiciones de ser transitado, y a partir de esa fecha la fuerza principal se desplazó hasta un lugar en la margen Oeste del Río Paraguay y más al sur de Villeta, donde se encontraba fondeada la escuadra que había forzado con éxito el paso frente a las baterías de artillería de costa de Angostura. La caballería (dos de las tres Divisiones que componían esta fuerza) no acampó en ese lugar, sino que continuó la marcha hasta alcanzar las barrancas de Santa Elena, para luego franquear a orden el Río Paraguay a la altura de San Antonio. Este desplazamiento se operó durante todo el mes de noviembre, dando lugar a que en la madrugada del 5 de diciembre se embarcaran las tropas de infantería, artillería y logística que se encontraban acampadas en el sector ya mencionado, para remontar el Río Paraguay y desembarcar en la margen Este de dicho curso de agua, más precisamente en la localidad de San Antonio. Al anochecer de ese día 18.600 brasileros que formaban parte del brazo envolvente se encontraban prestos para continuar operando sobre la retaguardia paraguaya.[66] Por su parte, el coronel Olmedo desde su posición estática de Palmas, en cuanto sufría las consecuencias de las fuertes lluvias y la reaparición del cólera en su campamento, observa que la mayor dificultad que encontraron las tropas brasileras en su avance en el Chaco fueron las ocasionadas por los fenómenos meteorológicos.[67] De este modo, aporta un complemento a la visión de Garmendia en lo atinente a la demora del movimiento brasilero. Centurión relata las acciones del Chaco en términos casi idénticos a los de Garmendia, lo que afianza nuestro juicio acerca de que se trata más de una copia que de una producción propia. Pero el coronel paraguayo llega al extremo de no interpretar lo que copia de Garmendia, deslizando un grueso error en su libro al consignar que las tropas brasileras en el Chaco “marcharon hasta llegar frente a San Antonio, donde se encontraban fondeados los encorazados brasileros”.[68] Como ya vimos, el embarque de las tropas fue en el Chaco algo más al sur de la altura de Villeta, y no en San Antonio y mucho menos de la “infantería y artillería”.[69] Atribuimos este yerro a la falta de información de Centurión que en ese momento de la guerra se encontraba junto López en Itaibaté y también, preciso es decirlo, a su indolencia frente a la tarea de componer un relato personal de la campaña en cuestión. Sin embargo, el autor paraguayo se explaya sobre consideraciones acerca de las patrullas de hostigamiento y de las operaciones de guerrilla que su país ejecutó sobre las fuerzas en el Chaco,[70] a lo cual debemos dar crédito, justamente, por su posición geográfica y política en la contienda. Thompson, que se encontraban al mando de la fortificación artillada de Angostura, coincide en líneas generales con el relato de Garmendia, pero difiere sensiblemente en la cantidad de efectivos que pasaron al Chaco, ya que habla de 32.000 individuos,[71] algo muy superior a los 21.000 en que coinciden el resto de los autores. Como ya dijimos, Cerqueira vivió las experiencias más duras en la empresa del Chaco, ya que se desempeñó en la misión de avanzada junto al Batallón 16 de infantería de línea, lo que le confiere un punto de vista privilegiado en esta fase de la campaña que se concreta en observaciones que ningún otro de nuestros cronistas refiere, como por ejemplo la epidemia de cólera que azotó a las tropas en el Chaco durante el mes de noviembre.[72] La narración de Bormann acerca de la expedición por el Chaco confirma en líneas generales el relato de Garmendia. No obstante, el coronel brasilero reitera su propósito de exaltación nacionalista brasilera e incurre—a nuestro juicio—en excesos verborrágicos, que en su afán de ensalzar la figura de Caxias acaban oscureciendo la crónica, como por ejemplo el siguiente fragmento: “Por ahí [Chaco] va a desfilar el ejército brasilero, a cuyo frente marcha el invencible soldado, el mariscal Caxias, con el lábaro sagrado de la patria, que empuñado por su brazo es también el de la civilización y de la humanidad; porque a su sombra inmensa y majestuosa, el enemigo vencido encuentra la magnanimidad, ese grandioso atributo que señala los caracteres heroicos”.[73] Asimismo, Bormann acentúa su animadversión hacia los argentinos y a Mitre en particular, cuando en la descripción de un reconocimiento efectuado por el general brasilero en persona aclara: “Hasta ahí llegó el general en jefe reconociendo personalmente la costa enemiga. Bien diferente procedía el general Mitre en oportunidad de estar al frente de los ejércitos aliados. ¡O no hacía reconocimientos o los delegaba en otros!”.[74]
Antes de analizar los hechos de armas en la retaguardia paraguaya, nos gustaría llamar la atención sobre un detalle observado en la obra de Garmendia. En efecto, el general argentino explicita al final de su libro que una de las fuentes consultadas es Historia de la Guerra del Paraguay, con Atlas, de Jourdan,[75] y reproduce uno de los croquis denominado Campaña del Pikiciry, en el cual advertimos un error en la valoración de la escala de medidas que, si bien en el plano se consigna en la proporción de 1:10000, en realidad es de valor 1:12800. Esto ocasiona una significativa desviación al momento de corroborar las maniobras y combates mencionados en el texto con su correlato en el croquis.
El mismo día 5 de diciembre, inmediatamente después del desembarco en San Antonio, Caxias le ordenó al coronel Niederauer que efectúe un reconocimiento al frente del campamento. El jefe brasilero alcanzó la línea del Arroyo Itororó, traspuso el puente y luego de confirmar que el pasaje está libre de enemigos, se replegó hacia el campamento. Ante esta situación Garmendia expone en forma acertada que “sucedió aquí una cosa inaudita que no tiene explicación en la guerra: el puente, el único desfiladero que era un objetivo sucesivo de marcha, no fue ocupado por los brasileros, que dispusieron de todo el día y la noche del 5 para esta operación, ni volado por López que tuvo al momento conocimiento del desembarque de sus enemigos”.[76] López advertido de la presencia aliada, dispuso tardíamente enviar al general Caballero para hacerse del puente, lo que se concretó en la madrugada del 6 de diciembre luego de marchar forzadamente durante la noche. Así, Caballero con 4.000 hombres fatigados y hambrientos, estableció su dispositivo defensivo en una línea cóncava que dominaba el puente, y el desfiladero que conducía al mismo.[77] En la misma madrugada del 6 Caxias inició su avance en dirección a Itororó. Lo hizo con dos columnas que marchaban sobre el camino real y un tercer agrupamiento que, a órdenes del general Osorio con el 3er Cuerpo de Ejército, debía ejecutar un rodeo por el Este del arroyo a efectos de alcanzar la retaguardia de Caballero simultáneamente con el ataque de las columnas principales. La relación de poder de combate era muy favorable a los brasileros, ya que 18.600 soldados imperiales iban a enfrentar 5.000 paraguayos en malas condiciones luego de su aproximación forzada, esto es, una relación de 3,5 a 1; algo superior a las proporciones normales para este tipo de operación.
La acción de combate se desarrolló durante dos horas, según Garmendia, tiempo en el que las fuerzas que operaban frontalmente dominaron el puente en tres oportunidades y lo perdieron otras tantas, empeñándose en un encarnizado combate dentro del terreno confinado que presentaba el desfiladero de acceso al puente. La columna de Osorio se extravió en su aproximación, arribando al objetivo después de concluido el combate. Por su parte, Caballero luego de resistir en forma extraordinaria en la posición de Itororó, resolvió retirarse en dirección al sur ante la posibilidad de un aferramiento definitivo, logrando sustraer 3.800 efectivos. Tomando los datos del general Garmendia, las bajas paraguayas fueron de 1.200 hombres (en su mayoría muertos), mientras que las brasileras totalizaron 2.416 individuos.[78] Las elevadas pérdidas brasileras en este combate son confirmadas (sin el detalle de las cantidades) por el coronel Olmedo en sus anotaciones del día 7 de diciembre, cuando dice: “El Ejército Brasileño [. . .] ha conseguido el triunfo después de comprometer casi todas las infanterías y después de tener considerables pérdidas, las que son difíciles que hayan tenido los vencidos paraguayos. En una palabra: a un punto hemos estado de recibir un contraste con el Ejército Aliado”.[79] A continuación realiza una brillante descripción del combate acaecido, que llama la atención por la riqueza de pormenores y acertado enfoque táctico, teniendo en cuenta que Olmedo no solo no presenció la acción, sino que se encontraba bastante alejado de la misma, en su campamento de Palmas.[80] Inferimos que en gran medida han contribuido a proporcionar información oportuna al resto de las tropas, los buques que utilizando el Río Paraguay como principal línea de comunicaciones del teatro de operaciones, evacuaban los heridos de mayor gravedad hacia Corrientes. La crónica de Centurión sobre Itororó, una vez más, repite en forma palmaria lo escrito por Garmendia, coincidiendo tanto en la descripción de las acciones como en los juicios tácticos vertidos.[81] Asimismo, destaca que “El comportamiento heroico del soldado paraguayo en Tororó ha legado a los que sobreviven un recuerdo imperecedero”,[82] concordando nuevamente con Garmendia en la descollante actuación paraguaya, a pesar de la derrota. En cuanto a las bajas, registra para los brasileros “más de 3.000” y 1.200 para los paraguayos.[83] En lo referente a Thompson, no presenta su relato discrepancias de porte respecto del de Garmendia, pero llama la atención la actitud—previsible y lógica de acuerdo a su personalidad—de López: “Cuando López recibió las noticias de la batalla me mandó un telegrama, diciéndome que después de cinco horas de un obstinado combate, Caballero había quedado dueño del campo de batalla, y ordenando empavesara la batería en celebración de la victoria”.[84] Bormann, como ya mencionamos, participa directamente en este combate reemplazando al capitán Rodrigues Barboza Junior, muerto en la acción. Ya desde el subtítulo del capítulo en que trata este hecho de armas, Bormann nos previene sobre Termopilas Paraguayas”.[85] En líneas generales concuerda con el relato de Garmendia, aunque minimiza el error de Niederauer de no controlar oportunamente el puente. Más allá de estos aspectos puntuales, la crónica es redactada con visos de epopeya que, entendemos, buscan desviar la atención del lector de los yerros tácticos cometidos (no tomar el puente, atacar frontalmente a lo largo de un desfiladero, descoordinación de la maniobra de rodeo, etc.) para concentrarse en las cualidades de Caxias como conductor militar. En este orden de ideas, el autor no hesita en comparar al general brasilero con Leónidas[86] y Napoleón.[87] Pero el pasaje cardinal del relato está dado por las consideraciones en torno a la participación fallida de Osorio en el combate. Así, dedica buena parte del capítulo a confrontar las expresiones manifestadas por el vizconde de Taunay en sus Memorias, quien atribuye la malograda maniobra de Osorio a rencillas intestinas entre este y Caxias por celos profesionales. De esta manera, propone dos hipótesis para explicar la supuesta descoordinación:[88] la primera es que Caxias le habría ordenado a Osorio un envolvimiento que por distancia y terreno sabía que no podría ejecutar en tiempo, de modo de alejarlo de la acción y no hacerlo partícipe de la victoria alcanzada; la segunda opción es que Osorio demoró su movimiento ex profeso, a fin de dificultar la maniobra frontal de Caxias e impedirle el éxito. Bormann asevera que en cualquier caso estas suposiciones son falaces e intencionadas, censurando a Taunay. Por último, en Bormann las bajas brasileras son menores que las referidas por el resto, acusando un total de 1595 hombres fuera de combate,[89] esto es, 821 menos que Garmendia. Concluyendo con el análisis del combate de Itororó, diremos que Cerqueira narra escuetamente las impresiones que le causó la acción desde la singularidad de su puesto de primera línea. En este sentido, se exime de reseñas grandilocuentes ya que “el soldado que pelea no puede describir la batalla”.[90] Con este juico sincero confirma la transparencia de su crónica, ganando objetividad su libro.
Hasta el 10 de diciembre las tropas imperiales se empeñaron en reorganizarse, al tiempo que esperaron que la División de caballería de Andrade Neves que había quedado en el Chaco, en frente a Villeta, franquease el Río Paraguay y se reuniese con el grueso en el camino hacia Puerto Ipané. En tanto, el general Caballero que había recibido un refuerzo de López, se constituyó defensivamente en la orilla sur del Arroyo Avahy. La línea del Avahy no presentaba fortalezas naturales que propendieran a una defensa, ya que disponía de varios lugares de paso y sus flancos eran vulnerables porque no se encontraban apoyados en obstáculos. Además, la densidad de tropas disponibles (5.000 hombres) no permitía compensar la debilidad del terreno, impidiendo, inclusive, el apoyo mutuo entre los cuerpos.[91] La relación de poder de combate era de 3,5 a 1 favorable a los brasileros.[92]
El 11 de diciembre a las 10 horas de la mañana el marqués de Caxias ordenó el ataque, el cual estaba compuesto por un aferramiento frontal del general Osorio con su 3er Cuerpo de Ejército dividido en dos columnas de ataque, y un doble envolvimiento, conducido por el este por el general Andrade Neves con 2.500 hombres, y por el oeste a órdenes del general Juan Manuel Menna Barreto con el 1er Cuerpo de Ejército. Una lluvia torrencial encubría los movimientos envolventes favoreciendo la aproximación brasilera. En el comienzo de la lucha el general Osorio encabezó una ofensiva ante la duda de sus batallones de primera línea diezmados por la metralla paraguaya. Esto le ocasionó una grave herida en el maxilar izquierdo y debió ser retirado del campo de combate, quedando esta fuerza a órdenes directas de Caxias. La presión creciente del ataque frontal provocó el repliegue paraguayo hacia la línea de alturas inmediatamente a retaguardia, al tiempo que los brazos del doble envolvimiento se conectaban en la profundidad del dispositivo paraguayo, constituyendo un cerco que definiría la suerte de la batalla. Habían transcurrido 3 horas de combate y los paraguayos ya acusaban la pérdida de 1.500 hombres cuando, según la opinión de Garmendia, “se iba a presenciar un suceso que repugna a la conciencia humana”,[93] y continúa “La piedad no da oídos en aquella expansión de odios sin resistencia, los que no mueren por el brazo airado de nuestros aliados, son pisoteados por sus caballos y presentan una masa repugnante”.[94] Las bajas paraguayas ascendieron a 3.500 muertos y 1.000 prisioneros (en su mayoría heridos), y las brasileras fueron de 773 hombres entre muertos y heridos.[95] Además, Garmendia nos dice que “300 mujeres [. . .] sufrieron los más torpes ultrajes de la lujuria, en la noche más negra de su pena”.[96] Por su parte, no menos importante es la relación sobre los acontecimientos en torno al general Caballero, ya que ante la inminencia de caer prisionero, Garmendia aclara que: “les tiró [a sus captores] las espuelas de plata y el poncho, y mientras corrían los soldados a tomar las prendas pudo escaparse”.[97] Como vemos, el general argentino se muestra muy duro al momento de juzgar la conducta brasilera en la batalla, además de atribuir a la superioridad numérica la aplastante victoria brasilera.[98] Olmedo se refiere a Avahy en su diario de guerra con fecha 11 y 12 de diciembre, presentado un relato fragmentado de los hechos y, en alguna medida, equivocado, como es el caso de narrar la muerte del general Caballero.[99] Pero esto tiene una explicación, ya que Olmedo anota la información que día a día va obteniendo y sólo modifica sus dichos en posteriores notas, sin enmendar lo ya escrito. Así, el coronel cordobés presenta los datos con la espontaneidad y vivencia de quien está experimentando las alternativas del momento, otorgando a sus Cuadernos de Campaña la frescura del relato cotidiano y sentido, con sus aciertos y errores. En cambio Garmendia, se propone redactar una relación metódica de la campaña, para lo que recurre a fuentes y partes oficiales que disponen de información corroborada, o bien procede al análisis exhaustivo de bibliografía sobre el tema, todo lo cual le confiere a su narración una consistencia documental superior.
Consideramos oportuno introducir una digresión en nuestro análisis para retomar la figura de Osorio y su relación con Caxias, tal como la describiese Bormann. Y acá aparece un nuevo elemento de juicio para sumar a la composición por contraste entre autores que venimos realizando, toda vez que Garmendia pondera la actuación de Osorio en Avahy y enseguida agrega: “el bravo Osorio, el bueno y leal amigo de los argentinos”, para de inmediato aclarar en nota al pie de página que: “Se ha dicho que fue sustituido en el mando del ejército brasilero por la influencia que ejercía el general Mitre sobre él”.[100] Hasta aquí podría configurar apenas la opinión estricta o simpatía individual de Garmendia, pero desestimamos tal idea cuando advertimos que Olmedo también habla del brasilero en términos elogiosos, cuando frente a la pasividad de Caxias en vísperas de Lomas Valentinas, el cordobés inquiere: ¡Ya lo claman a Osorio, quieren emprender alguna operación con el ejército imperial!”,[101] en obvia alusión a la ausencia de Osorio antes de la batalla, por encontrarse herido. Pero también comprobamos que el general Osorio gozaba de un gran ascendiente entre los propios brasileros, tal como lo confirma Cerqueira al referirse al bravo riograndense en Avahy: “En el camino vimos al general Osorio, nuestro ídolo, herido en el rostro”[102]. Desde la objetividad a que nos obliga esta investigación, entendemos que la prevención de Bormann frente a los boatos que involucraban a Osorio y Caxias, tiene un fuerte contenido intencional que procura opacar el perfil del primero dada su buena relación y predicamento entre las fuerzas argentinas, blanco permanente de las críticas del cronista brasilero.
Volviendo a Avahy, encontramos que Centurión reincide en su postura repetitiva de la obra de Garmendia, aunque en este evento aporta datos que ninguno de los otros autores menciona. Es el caso de la oposición que manifestara el general Caballero a la decisión de López de defender Avahy, aduciendo el primero que dadas las características del terreno y la escasa disponibilidad de tropas era conveniente “hacer una retirada para constituir con la fuerza de su mando la vanguardia de Lomas Valentinas”.[103] Entendemos que este suceso deja a buen resguardo la idoneidad profesional de Caballero y explica, en gran medida, el desacierto táctico de intentar defender una posición en las condiciones citadas. Asimismo, coincide con Garmendia en la crónica que tiene por eje la evasión de Caballero como así también los ultrajes brasileros a las mujeres paraguayas, a lo que Centurión agrega: “conducta poco edificante de los que se titulaban portadores de la civilización al Paraguay”.[104] Cabe destacar además, el error en que incurre el coronel paraguayo en su afán de reproducción textual de la obra de Garmendia, y que es evidente cuando menciona que “A las 10 a. m. el marqués de Caxias lanzó 22.000 hombres sobre la diminuta columna paraguaya”,[105] y consigna en nota al pie de página que la fuente es el libro del general argentino. En realidad Garmendia—en una poco feliz redacción—dice algo distinto a lo interpretado por Centurión, a saber: “Todo ya dispuesto, saca Caxias el reloj y se ve que marca las 10 de la mañana, hace señal a su negro corneta y [...] estremece el espacio con el toque de ataque, que lanza a la matanza a 22.000 enemigos aguerridos”.[106] El número que da Garmendia es la suma de los efectivos enfrentados de ambos bandos (17.883 brasileros y 5.000 paraguayos),[107] algo que Centurión no tuvo en cuenta en su copia y que demuestra que no leyó la obra del argentino de manera completa. Por último, encontramos que en el recuento de las bajas, asigna a los brasileros 4.000 hombres fuera de combate,[108] lo que difiere sensiblemente de lo expuesto por Garmendia (773 bajas). Thompson coincide con las apreciaciones de Garmendia, explicitando una disensión en torno a las bajas brasileras ya que al igual que Centurión da 4.000 hombres fuera de combate,[109] esto nos explica el origen del dato que Centurión consigna, habida cuenta que sin duda lo copió de Thompson. De la crónica de Bormann sobre la batalla de Avahy consideramos preciso señalar los puntos discordantes respecto del resto de los cronistas. En primer lugar, alude al dispositivo defensivo paraguayo como una “buena posición”,[110] algo que expresamente contrarían Garmendia y Centurión. En segundo lugar, si bien acepta el vocablo carnicería para describir la represalia brasilera en la batalla, aclara que “De balde nuestra caballería intima, insiste que se rinda; el enemigo no atiende, repele la intimación para caer a golpes de espada y lanzadas”.[111] Esta apreciación, más allá de los puntos de vista encontrados ente Bormann y Garmendia, sin duda se encuentra en las antípodas de lo que nos relata el general argentino en oportunidad de referirse a este momento de la batalla: “Aterrados y anonadados, sin escape, se agrupan entre sí los paraguayos; los más bravos venden cara su vida, otros sucumben sin sentir, o los niños lanzan las armas y se arrojan a los pies de los soldados brasileros, se arrastran; oprimen sus rodillas, pidiendo compasión”.[112] En el mismo orden de ideas y respecto al suceso que envuelve a las mujeres paraguayas, el autor brasilero enuncia que: “Más de 300 mujeres y chicos […] se colocaron bajo la protección de nuestras banderas”,[113] dando lugar a otra divergencia importante con Garmendia. Claro está que Bormann no permanece impávido ante la relación del general argentino en su obra, y procede a refutar sistemáticamente todas las críticas, ensayando como principal argumento el hecho de que Garmendia no se encontraba presente en la batalla y, por lo tanto, estaba inhibido de cualquier comentario, máxime por tomar como referencia la obra de Thompson.[114] Empero, es preciso remarcar otro contrapunto oscuro en el libro de Bormann, y que tiene que ver con la situación del general Caballero. Ya vimos que Garmendia, Centurión y Thompson acreditan que el general paraguayo escapó del cerco al entregar a cambio su poncho y espuelas de plata, algo que no habla demasiado bien de la conducta brasilera. Pero Bormann sostiene una tesis diferente. Así, relata que finalizada la batalla se recorrió el campo de combate y a un oficial paraguayo herido se le interrogó por su nombre, a lo que el paraguayo interpretando que se le preguntaba por el nombre de su jefe respondió dando el nombre de Caballero. Próximo a expirar el prisionero por las heridas mortales recibidas, le fue dada la extremaunción por Frei Salvador, quien atestiguó, posteriormente, frente a Caxias que el general Caballero había muerto.[115] Opinamos que el argumento de la supuesta equivocación que alude el autor es, como mínimo, inconsistente y poco creíble. Fundamos nuestra opinión en que difícilmente Caxias se hubiera conformado con el testimonio de dos personas para confirmar la muerte de un general enemigo de renombre que le había opuesto tenaz resistencia en Itororó, ocasionándole un gran número de bajas.
Asimismo, más difícil es acreditar que un oficial y un capellán que venían desarrollando la campaña desde algún tiempo atrás, no lograsen diferenciar uniformes, aspectos y semblantes entre un general y un oficial subalterno del enemigo. Por lo enunciado, inferimos como altamente probable que Bormann haya desdibujado la realidad de los hechos para ocultar una conducta reprochable de parte de su ejército. Si bien las bajas que acusa este autor son similares a las de Garmendia, no ocurre lo mismo con las fuerzas en presencia al comenzar la batalla. En efecto, Bormann enumera que se enfrentaron 9.000 brasileros contra 8.000 paraguayos,[116] lo que arroja una relación de poder de combate de 1 a 1, algo muy por debajo del 3,5 a 1 de Garmendia, Centurión y Thompson. Una vez más consideramos que el autor modifica los datos ex profeso, para maximizar la victoria brasilera y contrarrestar la opinión de Garmendia acerca de que “En Avahy aplastó el número, derramando la sangre del enemigo con crueldad inaudita”.[117] Por su parte Cerqueira, con su nitidez característica, puntualiza que formando con el Dieciséis parte de la retaguardia del ataque frontal, no llegó a entrar en contacto con el enemigo, teniendo oportunidad de visualizar la batalla desde una altura. Esta inmejorable ubicación le permitió definir un relato en el que se confirman los principales hechos reseñados por Garmendia, en especial, la maniobra de cerco y aniquilamiento final de las tropas paraguayas.[118]
Luego de Avahy López intentó, sin demasiado éxito por la falta de tiempo y mano de obra, fortificar una nueva línea defensiva a retaguardia de la posición de Pikisiry, de modo de resguardar el sector denominado Lomas Valentinas (Cumbarity, Itaibaté y Potrero Mármol), en inmediaciones de donde se encontraba su cuartel general. Asimismo, procedió a reorganizar sus fuerzas diezmadas estableciendo la siguiente distribución de tropas: 8.000 hombres en Lomas Valentinas, 2.000 en la línea del Pikisiry y 700 en Angostura.[119] Por su parte, Caxias también tomó los recaudos para reorganizarse y acampó en inmediaciones de Villeta, aprovechando el puerto para la evacuación por agua de los heridos graves. El total de las fuerzas aliadas disponibles para operar, luego de Avahy, ascendía a 26.000 efectivos (17.000 brasileros y 9.000 entre argentinos y orientales en el campamento de Palmas)[120]. Las tropas brasileras realizaron una serie de reconocimientos entre los días 17 y 18 de diciembre, que incluyeron los caminos de repliegue de López hacia Cerro León y las fortificaciones de Cumbarity e Itaibaté. El ataque, que se consideraba prácticamente la operación final de la guerra, estaba previsto para el 19, pero a causa de las fuertes lluvias debió ser aplazado.[121] El 20 de diciembre, habiendo mejorado las condiciones meteorológicas, se resolvió llevar el ataque al día siguiente. Para ello Caxias ideó un plan en el que las fuerzas argentinas y orientales debían efectuar un ataque de demostración que aferrase la línea del Pikisiry,[122] mientras él con el grueso de las tropas brasileras asaltaba la altura de Itaibaté. En relación a la maniobra argentina, Garmendia nos dice que “Caxias participaba a sus aliados su plan de guerra, y los invitaba a que emprendieran una demostración sobre la línea del Pikisiry”; como veremos más adelante esta progresión argentina fue objeto de serias controversias. Asimismo, Garmendia no ahorra críticas a Caxias por su decisión de prescindir de la presencia de argentinos y orientales en el ataque a Itaibaté, y por emprender la ofensiva sobre los sectores más fuertes del dispositivo paraguayo[123], algo ciertamente errado desde el punto de vista táctico.
El 21 de diciembre, en las primeras horas del día, se inició el avance brasilero sobre la dilatada loma de Cumbarity, sin encontrar resistencia. Al mismo tiempo, el general Gelly y Obes junto al general Castro, ordenaba el desplazamiento de las fuerzas de Palmas (“5:00 de la mañana”)[124] en dirección al Río Pikisiry. Sobre el mediodía Caxias dominaba totalmente Cumbarity, de modo que en tanto se realizaban los reconocimientos finales para el asalto, ordenó que su tropa descansase mientras almorzaba. Por su parte Gelly y Obes adelantó al Regimiento San Martín y a la Legión Paraguaya, quienes tomaron y mantuvieron el contacto con el enemigo durante toda la jornada, dando espacio al despliegue de las tropas frente a la línea defensiva, donde permanecieron a la espera del ataque brasilero. Luego de confirmar los últimos detalles del dispositivo enemigo, Caxias mandó atacar la altura de Itaibaté con dos columnas paralelas, mientras un envolvimiento de caballería al mando de Andrade Neves se posicionaba en Potrero Mármol para cortar el camino de re-tirada de López a Cerro León y, a su vez, Menna Barreto sorprendía a la línea del Pikisiry por las espalda. Un avance arrollador de las columnas frontales, ante la casi ausencia de oposición enemiga, propendió a acelerar el ritmo de ataque y progresar en el movimiento, desorganizadamente. Esto hizo que el entusiasmo inicial que presagiaba una fácil victoria se transformase en una sorpresa formidable concretada en el contraataque del Regimiento de caballería Acaamorotí, reserva de López, ya sobre el cuartel general de éste. El resultado fue el repliegue desordenado de las tropas brasileras hacia retaguardia, quienes debieron volver a ocupar sus posiciones de ataque inicial, perdiendo todo el terreno conquistado, con grandes bajas.[125] Menna Barreto operó con éxito sobre la retaguardia de Pikisiry alrededor de las 17:00 horas, bastante más tarde de la oportunidad esperada.[126] En relación a este hecho, Garmendia nos comenta que:
“Pasó el tiempo y el ejército de Palmas sumergido en los pantanos esperó hasta las dos y media de la tarde. Entonces el General Gelly, que no sentía ningún movimiento en el cuartel general de López, ni la vibración lejana de la artillería que le anunciara la aproximación de sus aliados, supuso con razón que el Marqués había desistido en ese día de la empresa proyectada, pues iban transcurridas ocho horas desde la hora que se había convenido para dar comienzo al ataque. Entonces se retiró a su campo dejando al Coronel Álvarez de observación”. [127]
Las bajas de la acción contabilizaron 3.969 brasileros fuera de combate y enormes pérdidas paraguayas, entre las que se contaban 880 hombres de la línea del Pikisiry[128]. Para terminar con el relato de Garmendia sobre la batalla, creemos necesario reproducir las causas, que a juicio del general argentino, provocaron la derrota brasilera: “Esta batalla fue perdida por nuestros aliados por falta de refuerzos oportunos, y por la ignorancia del general en jefe, respecto a la verdadera situación del último momento de la acción”.[129] La contundencia de la afirmación nos exime de cualquier comentario.
Olmedo con el Regimiento Córdoba formó parte del aferramiento y si bien no brinda demasiados detalles de la acción, deja claro que no llegó a entrar en combate. Del mismo modo, confirma el suceso del repliegue que da Garmendia, y agrega otros elementos de juicio: “dimos la vuelta [de la posición de ataque al Pikisiry] como a las 2:00 de la tarde, sin novedad de consideración. Se reconoció la línea enemiga, consiguiendo llamarle la atención al enemigo, perdiendo solo un oficial y tres soldados argentinos […] Cuando marchamos en retirada se sintió un fuerte fuego de cañón y fusilería, y por el telescopio colocado en una lato mangrullo se aprecian las líneas de una y otra parte declarándose en triunfo por nuestra parte”.[130] De este relato surge que en algún momento—que Olmedo no precisa—durante la marcha de vuelta hacia el campamento se produjo el ataque de Menna Barreto a la retaguardia del Pikisiry; pero lo que queda en evidencia es que las fuerzas de Gelly y Obes no se encontraban en su posición de aferramiento en ese momento. Este no es un dato menor, ya que aporta certezas para entender la controversia que genera Bormann cuando en forma directa acusa a Garmendia de tergiversar la verdad histórica modificando el horario del ataque de Menna Barreto. Así, el cronista brasilero narra que Menna Barreto asaltó Pikisiry al mediodía, mientras el grueso de las fuerzas de Caxias racionaba en Cumbarity, y como Gelly ya se había replegado, no se pudo contar con el apoyo aliado. En virtud de este suceso, continúa Bormann, es que Garmendia manipula los horarios y expresa que el ataque fue a las 17:00 horas, algo que según el brasilero es totalmente inexacto.[131] Pues bien teniendo en cuenta los tres puntos de vista citados (ya que ninguno de los otros autores se refiere al evento), podemos inferir—más allá de la relativa precisión de los datos contenidos en los partes oficiales—que el repliegue de Gelly se produjo entre las dos y las tres de la tarde y que hasta ese momento no se había concretado el ataque de Menna Barreto, tal como lo confirma Olmedo, invalidando el horario de Bormann de la una de la tarde. Sin embargo, creemos que las 17:00 horas expresada por Garmendia, tampoco guardan relación con la realidad, ya que Olmedo da idea en su crónica que la ofensiva en cuestión se desencadenó en forma casi inmediata a su movimiento retrógrado (“como a las 2:00 de la tarde”).
El coronel Centurión nos transmite una viva narración de este primer combate de Itaibaté, en la que si bien se repiten aspectos ya enumerados por Garmendia también se evidencia la presencia del coronel paraguayo en este suceso. En virtud de ello, es interesante el planteo contrario a Thompson[132] respecto de la conducta dudosa de López en el combate, asegurando Centurión que: “el hombre estaba inmutable, dando prueba de la mayor serenidad y sangre fría”.[133] En cuanto a las bajas consigna 8.000 paraguayos fuera de combate y 4.000 brasileros en la misma situación.[134] Thompson, continuando con su impronta sintética, critica a Caxias por su desacierto: “Las pérdidas brasileras eran inmensas, porque habían elegido para su ataque, los únicos dos desfiladeros que existían frente a las líneas de López, en vez de hacer un rodeo”,[135] coincidiendo con las bajas mencionadas por Garmendia. Por su parte, el coronel Bormann además de consolidar su actitud burdamente apologética de Caxias—que en este pasaje de su libro no duda en compararlo con Alejandro[136] —se concentra en minimizar los errores del general brasilero y sus consecuentes pérdidas, oponiéndose palmariamente a los dichos de Garmendia. Así, para Bormann, el empecinado y poco creativo ataque frontal de Caxias seguido de un total rechazo paraguayo, no es más que: “dificultades propias de una exploración en fuerza que había ido más allá de lo conveniente y, por lo tanto, era menester mantener la posición alcanzada”.[137] Este tipo de argumentos y su reiterada actitud de manipular los datos le confieren poca transparencia y credibilidad a su crónica. Respecto de las bajas, coincide con Centurión en los 8.000 paraguayos fuera de combate, pero difiere sensiblemente de éste y de Garmendia en lo que hace a los brasileros, ya que acusa solamente 1.300 hombres[138] contra los 4.000 antes mencionados. Dionisio Cerqueira, fiel a su estilo directo y espontáneo, nos deja una visión manifiesta de la crudeza de la batalla (que además sería su última participación en la guerra ya que fue herido gravemente en la cabeza por una descarga de metralla), en la que se trasunta las dificultades brasileras en la operación y una importante cantidad de bajas, las que refleja en el estado de efectivos de su Batallón 16 de infantería de línea al término de la acción: 78% de los oficiales y 58% de la tropa, fuera de combate.[139]
A pesar de las cuantiosas pérdidas del enemigo, López se obstinaba en continuar las operaciones, lo que obligó a los aliados a planificar una nueva maniobra que, se creía, podía dar fin a la guerra de capturarse a López, punto sobre el que se generarían importantes polémicas entre las fuerzas coaligadas. Luego de la batalla las tropas imperiales se dedicaron a reorganizarse mientras Caxias convocaba, ya sin rodeos, el concurso de Gelly para que con las fuerzas argentinas contribuyese a resolver la campaña. Garmendia nos dice que el pedido de Caxias a Gelly se debió a la situación crítica en que se encontraban sus efectivos luego del primer combate de Itaibaté, habida cuenta de la pérdida de 8.000 hombres y el bajo estado moral brasilero por la derrota.[140] Sin embargo, el coronel Bormann asegura que:
“Estaba, como vimos, con el buen éxito del ataque al centro de las líneas fortificadas del enemigo por el general Juan Manuel [Menna Barreto] completamente franco el camino para Palmas, y desapareciendo así la necesidad de tener allí la fuerza argentina y brasilera para guardar aquella base de operaciones, el mariscal Caxias, fiel a su promesa hecha al general Mitre, al despedirse de este, y al gobierno argentino, de no tenerla inactiva y así llevarla consigo para tomar parte en las operaciones; mandó invitar a los generales Gelly y Obes y Castro que viniesen , si quisiesen reunirse con él, y así tomar parte en el ataque final”.[141]
Opinamos que la invitación de Caxias obedece antes a la necesidad que a su convicción de operar en forma combinado con sus aliados, fundando nuestro juicio en su propia contradicción anterior, ya que si hubiera cumplido su promesa a Mitre debería haber integrado la fuerza expedicionaria del Chaco y posterior eje de envolvimiento estratégico, con tropas de las tres nacionalidades coaligadas.
Entre los días 22 y 26 de diciembre se sucedieron varios acontecimientos entre los que se cuentan la intimación de capitulación a López y un intento singular brasilero de asaltar Itaibaté en forma inopinada y sin ninguna coordinación previa con Gelly para apoyar y participar de la acción,[142] lo que demuestra una vez más la permanente reticencia brasilera a la integración operacional con argentinos y orientales.
La relación de poder de combate previa a la batalla final de Lomas Valentinas, según Garmendia, era de 6 a 1, de acuerdo al siguiente detalle: 15.954 brasileros (sumados los refuerzos recibidos de la guarnición de Humaitá), 6.655 argentinos y 800 orientales[143] que enfrentarían a 4.000 paraguayos, que Lopez había conseguido reunir para la defensa final.[144]
El plan de ataque contemplaba operar con tres columnas simultáneamente sobre la loma de Itaibaté en una suerte de doble envolvimiento. De este modo, mientras el general Castro apoyado con la División del coronel Paranhos aferraba el centro paraguayo, el general Rivas al mando del 1er Cuerpo de Ejército Argentino y secundado por el 2do Cuerpo de Ejército Brasilero envolvería por el flanco noreste la posición, y el general Gelly y Obes haría lo propio por el flanco sudoeste, comandando una fuerza compuesta por el 2do Cuerpo de Ejército Argentino y la Reserva a órdenes el coronel García. Nótese que todas las fuerzas argentinas en presencia ocupaban el primer escalón de ataque, quedando las brasileras en un segundo escalón para actuar en forma eventual.
Al mismo tiempo una fuerza de caballería brasilera, al mando del coronel Vasco Alves, se posicionaría en Potrero Mármol, a fin de capturar a López en su retirada hacia Cerro León.
Al amanecer del día 27 de diciembre la artillería a órdenes del coronel Mallet entró en posición y comenzó un aplastante fuego de preparación previa a la ofensiva. Concluida esta acción se inició la maniobra de ambos envolvimientos convergentes, al tiempo que Castro mantenía el contacto frontal. La columna de Rivas se desplazó sin contratiempos, al igual que la fuerza de Vasco Alves, por la derecha paraguaya alcanzado una ubicación favorable para asaltar Itaibaté desde la retaguardia. En cambio el envolvimiento de Gelly (donde se encontraban el coronel Olmedo comandando el Regimiento Córdoba y el teniente coronel Garmendia conduciendo el 1er Batallón Buenos Aires), chocó desde el principio con resistencias enemigas, que si bien eran débiles, dificultaban su avance. La maniobra paraguaya consistió en una acción retardante en la que se procuraba ceder el mínimo de espacio dilatando los tiempos de combate, de manera de preservar el cuartel general de López. En el asalto de la 3ra División (Olmedo) a la última loma de Itaibaté, fue rodeado por infantería y caballería enemiga que estuvo a punto de aniquilar al Regimiento Córdoba de no haber mediado el pronto auxilio del teniente coronel Garmendia con su batallón.[145] Una vez superada esta dificultad la 3ra División consiguió apoderarse de un depósito de munición paraguayo y, finalmente, logró conectarse con la columna de Rivas en inmediaciones del cuartel general de López, quien ya no se encontraba en ese lugar. Nos parece importante rescatar el comentario de Garmendia sobre la conducta de esta 3ra División que se componía totalmente por Guardias Nacionales: “inopinadamente fue detenido [Olmedo] por una descarga repentina a poca distancia […] al principio causó sobresalto, pero reaccionando los milicianos, cargaron y desalojaron a los paraguayos”.[146] Esta observación cobrará sentido más adelante cuando analicemos la reseña del coronel Olmedo.
Volviendo a la columna de Rivas, Garmendia expresa que inició su asalto en columnas de ataque, caracterizándose su accionar por un sinnúmero de pequeños combates de fracciones aisladas que iban conquistando progresivamente el terreno. En la maniobra de esta fuerza fue preponderante el genio militar y los conocimientos tácticos del coronel Luis María Campos, que con su prudencia y aplomo logró conducir exitosamente su División, aunque el Ejército Argentino haya perdido en la batalla al bravo e impetuoso coronel Romero, jefe del Batallón 4 de línea.[147]
No obstante todo lo anterior, el dato descollante que nos proporciona Garmendia sobre la batalla tiene que ver con su crítica al general en jefe aliado por la orden impartida al coronel Vasco Alves para que abandonase su posición en Potrero Mármol, como así también por la inexplicable falta de persecución a López y su escolta personal en oportunidad de su huída hacia Cerro León.
Las bajas de la jornada fueron, por el lado paraguayo, de 1500 muertos, 1.500 prisioneros, 14 cañones, varias banderas y gran cantidad de objetos personales pertenecientes a López; en cuanto a los aliados tuvieron un total de 455 bajas de combate, de las cuales el 75% correspondieron a los argentinos.[148] Para concluir con las apreciaciones de Garmendia respecto a este hecho de armas, nos parece necesario reproducir textualmente su opinión: “Esta batalla será siempre una gloria argentina que ha de recaer sobre el general Gelly […] recayendo sobre el marqués de Caxias la grave responsabilidad de la fuga de López”.[149]
Respecto de este episodio, el coronel Olmedo nos ofrece una pormenorizada narración que lo tiene por protagonista. Ya sea por su ubicación o bien por su activa tarea en el combate, el cronista cordobés le resta importancia a la maniobra de las otras columnas, asignándole un rol preponderante a la suya, con visos de epopeya, aunque sin incurrir en ningún exceso de verborragia o ambigüedad. No obstante, es llamativo su juicio sobre el hecho en que pierde la vida el coronel Romero, ya que argumenta como causa la desorganización del batallón ya que: “no es sorpresa entre nosotros porque siempre esperamos que suceda esto entre nuestros cuerpos de línea, porque todos se encuentran compuestos de extranjeros”.[150]
Esta expresión en contra de la presencia de extranjeros y algunos otros comentarios que ponen en duda la idoneidad profesional de las Unidades de Línea, son recurrentes a lo largo de todas sus anotaciones de la guerra, y se inscriben en la lógica de antagonismo con los cuerpos de Guardia Nacional, algo que también ya observáramos, aunque sutilmente deslizado, en Garmendia.[151] Sobre esta temática y volviendo sobre la victoria en la batalla, reitera el valor de la Guardia Nacional en varios pasajes de su relato.[152] Asimismo, coincide plenamente con Garmendia en su crónica del socorro que recibió de parte de éste en el momento caótico de ser cercado por los paraguayos,[153] y también convergen en la culpabilidad de Caxias ante la huída de López en Potrero Mármol y agrega: “tal vez porque le faltaba [al ejército brasilero] el alma que era Osorio”.[154] En cuanto a Centurión, podemos decir que su participación en la batalla lo hace, en alguna medida, desvincular su narración de la del general argentino por primera vez en toda la crónica de la campaña. Así, cabe destacar su oposición a Garmendia sobre la oportunidad y escenario que rodea la, para él, evasión de López[155]. Nos brinda un interesante relato sobre el hecho de armas en que muere el coronel Romero[156] y pone en duda el comentario de Thompson acerca de un supuesto juramento de López a sus hombres de “permanecer y vencer o de perecer con ellos en aquel lugar […] hasta disponer de mejores datos para comprobar el hecho”[157] Pero el aspecto que más nos interesa resaltar de la reseña del coronel paraguayo, tiene que ver con la negligencia de Caxias por dejar escapar a López y no perseguirlo, por lo concluyente de sus dichos, a saber: “los pocos soldados sobrevivientes se retiraron en desorden, siguiendo el mismo rumbo que había tomado el Mariscal. Recién entonces emprendió la caballería enemiga una débil persecución hasta cerca del arroyo Yukyry. Si hubiera avanzado más allá de éste, podemos asegurar que hubiera alcanzado al Mariscal, quien por vía de descanso bajó del caballo no a mucha distancia del mencionado arroyo en el campo libre. […] Esa misma tarde llegamos a Cerro León, donde permanecimos unos tres días”.[158] Este comentario confirma el punto de vista de Garmendia y transforma en evidente la indolencia de Caxias en el suceso, especialmente porque de haber capturado a López la guerra hubiese concluido de inmediato.
El coronel Thompson principia su crónica de la batalla del 27 de diciembre estableciendo una relación de poder de combate en la que ninguno de los otros autores coincide, cual es de la de 20.000 aliados contra 1.000 paraguayos.[159] Luego concuerda con Garmendia en torno a la oportunidad de la huída de López y manifiesta el supuesto juramento del mariscal,[160] que ya mencionáramos. Llama mucho la atención que Thompson sea el único escritor que aluda a los fusilamientos que tuvieron lugar el día 25 de diciembre en los que fueron ejecutados: “su hermano Benigno, el obispo, Bergés, el coronel Alen, la esposa del coronel Martínez y el general Barrios”,[161] algo que omite Centurión. Por último, tiene un juicio lapidario para Caxias por su pasividad ante la fuga de López: “es responsable de todas las vidas que se han perdido en el Paraguay, desde diciembre de 1868”.[162]
El coronel Bormann, luego de enunciar el orden de batalla aliado en plena concordancia con Garmendia, procede a efectuar una descripción genérica de la batalla que difiere sensiblemente de sus anteriores relatos. En parte creemos que esto se debe a que las fuerzas brasileras, que en su totalidad integraban el segundo escalón de ataque, no tuvieron demasiadas posibilidades de entrar en contacto con el enemigo, pero además inferimos que esta postura de Bormann tiene por objeto evitar la narración del exitoso desempeño y victoria de las tropas argentinas. La mayor parte de su crónica se concentra en aspectos superficiales que reflejan, mayormente, las actividades en la propia retaguardia (movimientos logísticos, desplazamiento de heridos, funcionamiento de hospitales, etc.), en un denso lenguaje recargado.[163] Pero el pasaje más interesante de su reseña es el concerniente a la evasión de López, ya que en desacuerdo con Garmendia, Centurión y Thompson, explica que Vasco Alves efectivamente persiguió a López, pero justifica su fracaso en dicha acción argumentando que: “los caballos de estos bravos comienzan a perder fuerzas”,[164] algo que consideramos un tanto inadmisible si tenemos en cuenta la entidad del perseguido y lo que ello significaba para el futuro de la contienda. Por último, digamos que la actitud de Bormann ante la narración de esta batalla de Lomas Valentinas es consecuente con su postura anti argentina a lo largo de su libro, toda vez que para evitar destacar los logros de las fuerzas nacionales desvía su crónica en acontecimientos triviales.
La última etapa de esta campaña se vio signada por el hecho conocido como la rendición de Angostura, que dada su simplicidad fáctica no amerita un análisis particular a los fines de este trabajo, habida cuenta, también, de la casi total concordancia entre los relatos de los diferentes cronistas.
Para finalizar con este desarrollo, y antes de pasar a las conclusiones de rigor, juzgamos pertinente transcribir una de las tantas observaciones que el general Garmendia consigna para cerrar su obra:
“. . . conceptúo que ya es tiempo, que de la guerra del Paraguay se saque alguna enseñanza que sea útil para todos. En este juicio no trataré por cierto, de imitar a algunos escritores brasileros que se han ocupado de la campaña del Paraguay, los que nunca prodigaron una palabra de elogio para el general ni para el ejército argentino; muy al contrario, sus cargos injustos y la vanidad ostensible de sus relatos, desfigurando la narración histórica, los hace aparecer alguna vez más afectos a los paraguayos que a sus aliados”.[165]
De acuerdo a lo que enunciáramos en la introducción, los siguientes conceptos se proponen establecer aspectos conclusivos sobre los cronistas comparados antes que sobre los hechos históricos, dentro de la lógica de la presente investigación.
En principio, es manifiesta la diferencia entre los autores y el tipo de obras redactadas.
En un extremo del escenario comparativo tenemos que escritores como Garmendia y Bormann nos presentan crónicas metódicas y exhaustivas de la campaña, las cuales se apoyan en sus experiencias personales en la guerra, pero también en el relevamiento de documentos oficiales y bibliografía anterior sobre el conflicto. Asimismo, es evidente la mayor preparación intelectual y profesional de ambos militares, lo que reflejan en forma reiterada a través de apreciaciones, inferencias y analogías con la historia militar antigua. Uno y otro pretenden compilar con sentido investigativo la campaña analizada y, en alguna medida, sus producciones tienen carácter de refutación, lo que en Bormann aparece incuestionablemente planteado mediante su insistencia en contradecir a Garmendia, llevándolo en algunos pasajes a abandonar la ilación de la crónica. Para ello, Bormann se vale de una locución recargada, que oscurece los hechos y cansa al lector con sus adulaciones a Caxias. Cierto es también que se observa en Garmendia un empeño en destacar los logros argentinos en una fase de la guerra donde la participación nacional fue limitada, pero la actitud adoptada por el veterano general es mesurada y mucho más objetiva que la de su colega brasilero, quien no duda en manipular datos históricos para menoscabar la participación argentina.
En las antípodas de este grupo se sitúan Olmedo y Cerqueira. Ellos no escriben con la ambición de producir obras de contenido histórico, y en el caso de Olmedo previene reiteradamente que sus Cuadernos de Campaña “no son más que para repasarlos cuando desee saber alguna novedad ocurrida en este ejército y no recuerde su fecha. La forma de mis apuntes no es más que recordando las novedades como las sepa o me las hagan saber, poniéndolas tal cual son, sin compostura de palabras”.[166] Ambos trasuntan en su relato la espontaneidad de la primera impresión experimentada ante los sucesos de la guerra, en lenguajes llanos y frescos, que provocan en el lector la sensación espontánea de los hechos tal cómo fueron. Los dos autores carecen de visión estratégica sobre la campaña, lo que muchas veces se transforma en errores de apreciación o información, pero a cambio se detienen en los detalles propios de quienes protagonizan la acción, dejándonos la riqueza de los eventos cotidianos en un marco de absoluta sinceridad. Sus relatos ofrecen escasa intencionalidad, justamente porque se dirigen a reseñar las vivencias diarias y personales antes que los aspectos políticos o estratégicos.
Por último, encontramos que Thompson y Centurión ocupan un punto intermedio en el plano comparativo propuesto, ya que exhiben características inherentes a los dos grupos anteriores, en proporciones variables. Así, mientras Thompson—que aclara detestar a López en el prólogo de su libro—sólo describe lo que le toca vivir con algunas especulaciones personales, Centurión redacta su obra en un tono ambiguo en el que combina la defensa e inculpación de López por partes iguales, y donde tampoco hesita en recurrir a la copia de Garmendia y Thompson—aún con transcripciones equivocadas por mala interpretación—para componer un libro que si bien lleva por título Memorias, bien poco tiene de ellas en lo que a impresiones personales se refiere. Claro está además, la diferencia de preparación cultural y militar de ambos autores del bando paraguayo, donde se destaca la superioridad intelectual de Thompson.
Finalmente, opinamos que la sinergia provocada por el análisis comparativo entre los autores citados, arroja como resultado una importante y mayor riqueza conceptual que el estudio de cada uno de ellos en forma singular, perdiendo trascendencia las intencionalidades e improntas personales para pasar a componer una síntesis final de mayor valor historiográfico.
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[1] MIGUEL ÁNGEL DE MARCO. La Guerra del Paraguay. Buenos Aires, Planeta, 2003.
[2] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. La campaña del Pikisiry. Álbum de la Guerra del Paraguay. Tomo II. Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1895 y 1896.
[3] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Guerra del Paraguay. Cuadernos de campaña 1867 – 1869. Buenos Aires, Academia nacional de la Historia, 2008.
[4] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Memorias del coronel Juan Crisóstomo Centurión o sean reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay. Tomo III. Buenos Aires, J. A. Berra, 1897.
[5] JORGE THOMPSON. La Guerra del Paraguay. Buenos Aires, Juan Palumbo, 1910.
[6] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. História da Guerra do Paraguai. Volume II. Curitiba, Jesuino Lopes & Cia, 1897.
[7] DIONÍSIO CERQUEIRA. Reminiscências da campanha do Paraguai 1865 – 1870. Rio de Janeiro, Biblioteca do Exército, 1980.
[8] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 161.
[9] Ibídem.
[10] MIGUEL ÁNGEL DE MARCO. Op. Cit., pp. 33 y 34.
[11] Ídem, p. 33.
[12] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 161.
[13] Ídem, p. 195. Ejército Argentino: 6.500; División Oriental: 800; Brigada Paranhos: 1.030 y 1er Regimiento de Artillería a caballo: 1.800.
[14] Ídem, p. 197.
[15] Lomas Valentinas comprende las alturas de Cumbarity (monte de ají) e Itaibaté (piedra alta), teniendo por límite sudeste el Potrero Mármol
[16] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 180.
[17] Ídem, p. 163.
[18] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 277.
[19] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 209.
[20] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 166.
[21] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., 273. En este caso se refiere a las desavenencias entre Caxias y Gelly y Obes.
[22] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., pp. 163 a 165.
[23] JORGE THOMPSON. Op. Cit., pp. 184 y 185.
[24] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., pp. 219 y 220.
[25] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 326.
[26] Ídem, p. 166.
[27] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 275.
[28] ARCHIVO GENERAL DEL EJÉRCITO (en adelante AGE). Legajo personal del General de División José Ignacio Garmendia. Buenos Aires, Folio 12. Cabe agregar que entre el 1º y el 20 de octubre de 1868 se le concedió licencia para pasar a Buenos Aires (Folio 31). De modo que Garmendia sólo participa en forma directa en la batalla de Lomas Valentinas del día 27 de diciembre de ese año.
[29] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 170.
[30] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., pp. 166 y 167.
[31] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 282.
[32] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., p. 225.
[33] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 185.
[34] DIONÍSIO CERQUEIRA. Op. Cit., p. 257. Era oficial del Batallón de Infantería de Línea 16 durante la campaña.
[35] Ídem, p. 258.
[36] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 170.
[37] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 168.
[38] Ídem, p. 167.
[39] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., 283.
[40] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., pp. 226 y 228.
[41] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 171.
[42] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., pp. 206 a 210.
[43] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 168.
[44] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 293. La 3ra División se componía de los RR Córdoba y Rosario, junto al B Sta Fe y B Rioja / Catamarca.
[45] GARMENDIA p. 163; OLMEDO p. 288; CENTURIÓN pp. 206 a 210; THOMPSON p. 185; CERQUEIRA p. 258 y BOR-MANN p. 172.
[46] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 178.
[47] Ídem, pp. 178 y 179.
[48] Ídem, p. 179.
[49] Ibídem.
[50] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 305. El subrayado no pertenece al original.
[51] Cfr. JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN, p. 235 y JOSÉ IGNACIO GARMENDIA, p. 178, en relación al ataque del coronel Pedra.
[52] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., p. 236.
[53] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 187.
[54] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 177.
[55] Ídem, p. 231.
[56] Ídem, p. 212.
[57] DIONÍSIO CERQUEIRA. Op. Cit., pp. 258 y 260.
[58] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 193.
[59] Ídem, p. 194.
[60] Ídem, p. 195.
[61] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 211.
[62] Ibídem.
[63] Ídem, p. 184. El subrayado no pertenece al original.
[64] DIONISIO CERQUEIRA. Op. Cit., p. 262.
[65] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 316.
[66] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., pp. 196 y 197.
[67] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., pp. 317, 319 y 327.
[68] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., p. 261.
[69] Ibídem.
[70] /1 pp. 255 y 256.
[71] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 194.
[72] DIONISIO CERQUEIRA. Op. Cit., p. 265.
[73] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 186.
[74] Ídem, p. 185.
[75] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 326.
[76] Ídem, p. 198.
[77] Ibídem.
[78] Ídem, p. 212. Garmendia aclara en nota al pie de página que los datos son tomados del libro de Jourdan y aclara que “cara había costado a nuestros aliados esta sangrienta victoria”.
[79] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 345.
[80] Ídem, pp. 346 y 347.
[81] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., pp. 263 a 270.
[82] Ídem, p. 272.
[83] Ídem, p. 271.
[84] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 195.
[85] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 191.
[86] Ídem, p. 207.
[87] Ídem, p. 203.
[88] Ídem, pp. 204 a 207.
[89] Ídem, p. 202.
[90] DIONISIO CERQUEIRA. Op. Cit., p. 273.
[91] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 226.
[92] Ibídem. 17.883 brasileros enfrentaban a 5.000 paraguayos con 18 piezas de artillería.
[93] Ídem, p. 227.
[94] Ídem, p. 228.
[95] Ibídem.
[96] Ibídem.
[97] Ibídem.
[98] Ídem, p. 229.
[99] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., pp. 349 y 350.
[100] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
[101] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 354.[102] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
DIONISIO CERQUEIRA. Op. Cit., p. 276. El subrayado no pertenece al original.[103] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., p. 275.[104] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
Ídem, p. 282.[105] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
Ídem, pp. 277 y 278. El subrayado no pertenece al original.[106] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227. El subrayado no pertenece al original.[107] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
Ídem. p. 226.[108] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., p. 281. Aclara en nota al pie de página que tomó el dato de Thompson.[109] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 195[110] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 227.
JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 217.[111] Ídem, p. 224.
[112] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 217.
[113] Ídem, p. 224.
[114] Ídem, pp. 229 a 232.
[115] Ídem, p. 225.
[116] Ídem, p. 224.
[117] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 229.
[118] DIONISIO CERQUEIRA. Op. Cit., pp. 276 y 277.
[119] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 230.
[120] Ibídem.
[121] Ídem, p. 242.
[122] Ídem, p. 243. El subrayado no pertenece al original.
[123] Ídem, p. 242
[124] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 355.
[125] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., pp. 245 y 246. Garmendia aclara en nota al pie de la página 258 que el dato fue tomado del testimonio del coronel Donato Álvarez y de un parte oficial del general Gelly pu-blicado en las Memorias de guerra del año 1868.
[126] Ídem, p. 258.
[127] Ibídem.
[128] Ibídem.
[129] Ídem, p. 246.
[130] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 355.
[131] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 252 y ss. Afirma que Pikisiry estaba en poder brasilero a la una de la tarde.
[132] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 201.
[133] JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN. Op. Cit., p. 296.
[134] Ídem, pp. 299 y 300. En nota al pie de página aclara que las bajas brasileras las tomó de la obra de Jourdan.
[135] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 198.
[136] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., pp. 242 y 243.
[137] Ídem, p. 240.
[138] Ídem, p. 241.
[139] DIONISIO CERQUEIRA. Op. Cit., p. 290.
[140] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 259.
[141] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 244. El subrayado no pertenece al original.
[142] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., pp. 261, 273 y 274.
[143] Ídem, p. 275.
[144] Ídem, p. 260.
[145] AGE. Legajo personal del General de División José Ignacio Garmendia. Buenos Aires, Folio 26. En el apartado acciones de guerra en que tomó parte figura lo siguiente: “27 de diciembre de 1868, batalla de Lomas Valentinas, siendo recomendado en el parte oficial por el Coronel Olmedo”.
[146] Ídem, p. 280. El subrayado no pertenece al original.
[147] Ídem, pp. 292 a 295.
[148] Ídem, pp. 306 y 307.
[149] Ídem, p. 325
[150] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 363. El subrayado no pertenece al original.
[151] Cfr. Nota 145 de pie de página 31.
[152] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., pp. 364 y 365.
[153] Ídem, p. 366.
[154] Ídem, p. 367.
[155] Ídem, p. 320.
[156] Ídem, p. 318.
[157] Ídem, p. 321.
[158] Ídem, p. 319.
[159] JORGE THOMPSON. Op. Cit., p. 203.
[160] Ibídem.
[161] Ibídem.
[162] Ídem, p. 204.
[163] JOSÉ BERNARDINO BORMANN. Op. Cit., p. 267 y ss.
[164] Ídem, p. 271.
[165] JOSÉ IGNACIO GARMENDIA. Op. Cit., p. 323.
[166] AGUSTÍN ÁNGEL OLMEDO. Op. Cit., p. 445.