Casus Belli – Reseña


Casus Belli IV (2023), 233-237
Recibido: 08/05/2023 - Aceptado: 06/06/2023

 

ZUBIZARRETA, Ignacio, RABINOVICH, Alejandro, CANCIANI, Leonardo (editores), Caseros: la batalla por la organización nacional,

Buenos Aires: Sudamericana, 2022.

Eugenia Patricia Rossi

Universidad Nacional de las Artes

 

En el sinuoso derrotero de la historia argentina, el 3 de febrero de 1852 quedaría registrado como un antes y un después. Aquel verano, en las afueras de Buenos Aires, tuvo lugar la batalla de Caseros, en la que las tropas de Juan Manuel de Rosas fueron derrotadas por el Ejército Grande liderado por Justo José de Urquiza. Esta batalla implicó, en principio, el fin de la hegemonía rosista y el comienzo de un nuevo ordenamiento político; pero supo ser, también, arena de disputa historiográfica entre la mirada liberal y la corriente revisionista. Caseros: la batalla por la organización nacional propone, desde la óptica de la historia social de la guerra, revisitar este enfrentamiento en sus diversas aristas, no como un mero marcador temporal, sino examinarla en su especificidad, analizando lo ocurrido en el campo mismo de batalla, pero también los sucesos que condujeron a ella, lo que estaba en juego, y lo que este episodio tiene para decir de la sociedad de su época.

Esta obra colectiva, bajo la dirección de Ignacio Zubizarreta, Alejandro Rabinovich y Leonardo Canciani, como editores, se estructura en seis capítulos en los que, a través de un recorrido cronológico, distintos historiadores de destacada trayectoria ofrecen un estudio pormenorizado de las facetas de la contienda y de su particular contexto.

En el primer capítulo, Zubizarreta y Canciani examinan las tramas políticas, económicas y sociales sobre las que Juan Manuel de Rosas asentó su poder tanto en Buenos Aires como en la Confederación. Los autores señalan que gran parte de los factores que explican el declive del orden rosista pueden rastrearse en las características mismas de aquel régimen. Por tal motivo, estas páginas indagan en los conflictos y tensiones que se fueron gestando durante los gobiernos de Rosas, y repasan las características de la política interna y externa, la economía y la sociedad. En particular, se analizan los múltiples desafíos que el Restaurador debió superar durante su segundo mandato (1835-1852). No obstante, Rosas llegaría con un notable capital político a la coyuntura de 1851, momento en el que Urquiza se pronunciaría para recobrar la conducción de las relaciones exteriores y los asuntos de guerra de Entre Ríos, la provincia que gobernaba.

El segundo capítulo, de la mano de Roberto Schmit, se aboca al estudio del Ejército Grande y de su líder, Justo José de Urquiza. Schmit reconstruye la trayectoria político-militar del caudillo entrerriano y los fundamentos de su poder, exponiendo también el recorrido y las negociaciones que lo llevaron a encumbrarse como referente de la oposición al rosismo. En este apartado se estudian la formación, composición y las características de dicho ejército, que se nutriría de la caballería entrerriana como punta de lanza, pero además contaría con unidades brasileras, orientales, correntinas e, incluso, tropas rosistas forzadas a incorporarse. Es notable, además, la reconstrucción que hace el autor sobre la campaña de estos aliados contra los sitiadores de Montevideo, campaña que antecede a Caseros. Finalizada la misma, el relato sigue los pasos de estas tropas hacia Buenos Aires, señalando la ausencia de combates propiamente dichos en los diversos puntos defendibles en los que los porteños podrían haberles interceptado el avance. El primer encuentro entre estas fuerzas se daría recién a unos doce kilómetros al oeste de Puente de Márquez, en los campos de Álvarez, en los que dos divisiones de las fuerzas entrerrianas vencerían a la vanguardia bonaerense el 31 de enero de 1852.

En el tercer apartado, Agustín Galimberti centra su pesquisa en el ejército de Buenos Aires para dilucidar cómo esta provincia, en el marco de un estado de guerra permanente, fue capaz de desplegar de manera sostenida sus fuerzas de guerra en múltiples frentes. Entre ellos, se encontraba el prolongado sitio grande de Montevideo, para el cual Rosas había destinado seis mil de sus mejores hombres. Este capítulo se detiene también en el marco normativo provincial, la composición, el abastecimiento y la financiación de aquellas fuerzas con las que Rosas instauró su dominio en la Confederación. Por otra parte, ya ante la proximidad del Ejército Grande, se destacan los problemas que emergieron en las filas rosistas, desde la ausencia de un liderazgo militar unívoco y cohesionado, hasta los conflictos y desinteligencias entre la oficialidad.

En el cuarto capítulo, Alejandro Rabinovich sumerge al lector en la batalla de Caseros propiamente dicha, proponiendo un examen de las acciones de la batalla que integre y contraste las diversas fuentes disponibles sobre la misma y que, a su vez, recupere la contingencia del resultado como factor de la operación militar. Esta última variable tendió a ser opacada por la tradicional y teleológica visión liberal de este episodio. En segundo lugar, Rabinovich cuestiona el sedimentado supuesto de que en Caseros no hubo una verdadera batalla, premisa basada en la dispersión final de las fuerzas rosistas y en las escasas bajas totales. Si bien la mayor parte del ejército de Rosas presentó una resistencia débil, Rabinovich da cuenta de que una parte del mismo vendió cara su derrota. El autor examina entonces las características del terreno donde tuvo lugar el combate, la disposición de las fuerzas enfrentadas, la particular falta de movilidad del ejército bonaerense, así como también la carga de caballería que fue central en la victoria del Ejército Grande.

Ahora bien, ante la cuestión de las razones de aquella tibia resistencia, Rabinovich señala que la hipótesis más concreta es la que refiere al hastío de la guerra de los bonaerenses, aunque se carece de fuentes en las que se manifieste la tropa de primera mano. Por ello, este autor remite a los hechos concretos de la batalla, en la que se registra una dispersión, una ruptura del orden de aquellas tropas. Los factores que podrían haber afectado la cohesión del ejército bonaerense fueron múltiples: sus hombres mejor preparados habían sido derrotados en Montevideo y forzados a engrosar las filas del enemigo, el grueso de la tropa disponible había sido conformada raudamente sin una adecuada instrucción, las desinteligencias y sospechas de traición entre los jefes rosistas más respetados, el reciente fracaso en los campos de Álvarez, las falencias del dispositivo adoptado en el mismo campo de batalla. Rabinovich puntualiza que, contrariamente a ciertos análisis que vieron un “misterio” en la actuación del ejército de Buenos Aires, el resultado estaba dentro de lo esperable para la época, teniendo en cuenta también los factores antes mencionados.

En el quinto capítulo, Gabriel Di Meglio aborda lo sucedido después de la batalla, el 4 de febrero de 1852, cuando se registraron olas de saqueos en la ciudad de Buenos Aires por parte de soldados dispersos de la batalla y otros actores urbanos. A través de una rica variedad de fuentes de archivo, el autor realiza una reconstrucción de la experiencia de saqueadores y saqueados, y analiza la reacción represiva de los porteños ante estos hechos. Di Meglio aborda este episodio no como un mero hecho delictivo de carácter ahistórico, sino que lo integra en la trama general del contexto restituyéndole su perfil político, marcando asimismo la necesidad de incorporar estos sucesos en el estudio de la participación política de los sectores populares porteños decimonónicos. Planteando un interesante diálogo con el trabajo de Carlo Guinzburg en su estudio sobre la Roma del siglo XVI, Di Meglio sostiene que factores como la agudización del malestar social, la pérdida del poder adquisitivo durante los últimos años del gobierno de Rosas, o la acefalía de poder tras Caseros, no son suficientes para explicar los saqueos y la masacre. Habría aún que considerar las tensiones latentes durante la década previa: tras el definitivo afianzamiento del régimen de Rosas y la derrota de sus opositores, en torno al año 1842, la provincia atravesó una etapa de relativa calma en la que el estado provincial afirmó su control sobre la población, contexto que habría anulado la expresión de descontentos y la práctica de la política como se la conocía desde la Revolución de Mayo. Se habría generado así una pérdida del anterior apasionamiento del federalismo. A su vez, la merma de la participación política activa, conjetura el autor, habría estallado durante los días subsiguientes a la batalla de Caseros.

En el capítulo seis, María Fernanda Barcos e Ignacio Zubizarreta realizan un balance de lo que Caseros resolvió y lo que dejó pendiente, desde los reacomodamientos políticos, los esfuerzos conciliadores y la problemática posición de Buenos Aires ante los demás estados provinciales. Mientras el resto de provincias participaba del Congreso Constituyente en Santa Fe y daba forma a la Constitución Nacional, en Buenos Aires tenía lugar la secesionista Revolución del 11 de Septiembre, y el posterior sitio llevado a cabo por un sector del federalismo porteño que demandaba la integración al concierto provincial. Los autores examinan esta coyuntura, pero también abordan los esfuerzos de la dirigencia bonaerense destinados a pacificar y desmovilizar a su población una vez vencido el sitio. Hacia el final del apartado, los autores puntualizan los cambios efectivos tras Caseros, entre los cuales destacan la conclusión del rosismo como movimiento político, la configuración de una particular alianza entre antiguos exiliados opositores a Rosas, el establecimiento de un régimen constitucional estable a partir de 1853, la consolidación definitiva de la república federal que dejó atrás los modelos centralistas y las prácticas políticas propias del orden rosista, la nueva dinámica adquirida por la opinión pública, y el desarrollo de un renovado programa económico para la Confederación.

El libro concluye con un cierre a cargo de Rabinovich y Canciani, en el que resitúan este acontecimiento bélico en un proceso de militarización de largo plazo en torno a la disputa por la hegemonía regional. Tal proceso hilvana las discordias por el control del Río de la Plata con el Imperio portugués desde los siglos XVII y XVIII, los conflictos por la anexión portuguesa de la Banda Oriental (1816-1820), la guerra con el Brasil (1825-1828), y su persistencia con el sitio de Montevideo en el marco de la Guerra Grande (1843-1851). Este proceso desembocaría en la batalla de Caseros, con la cuestión clave de la libre navegación de los ríos y un nuevo equilibrio de poder. Asimismo, los autores sostienen que Caseros sería el punto álgido de la movilización militar rioplatense, en el que, no obstante, entró en crisis un modo de conformar ejércitos. Desde 1810, la magnitud de los mismos fue creciendo dada la gran eficacia adquirida por la movilización militar y el crecimiento demográfico. Sin embargo, como indican los autores, tal incremento cuantitativo no fue escoltado por una transformación cualitativa. Los ejércitos seguían siendo similares a los del inicio de esta cronología, caracterizados, entre otras cosas, por la escasez de adecuada de instrucción militar. Asimismo, la definición del combate continuaba reduciéndose a la carga de caballería con lanzas. Destacan entonces que, a partir de Caseros, se imponía la necesidad de desarrollar las capacidades militares estatales, es decir que las instituciones organizaran y encuadraran a las fuerzas de guerra. Rabinovich y Canciani reflexionan sobre el proceso posterior de conformación de un ejército efectivamente nacional, repasando el trayecto entre Cepeda (1859), Pavón (1861), la experiencia clave en la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) y la afirmación del monopolio de la fuerza por la autoridad nacional tras la derrota de la Revolución de 1880.

Con una afable redacción que lo hace accesible a un público amplio, sin perder rigurosidad académica, este libro aporta una mirada renovada y detallada de la batalla de Caseros, ahondando en su especificidad bélica, pero también en su realidad social. Se destaca asimismo el orden cronológico dado a los capítulos y el diálogo que se establece entre ellos, facilitando y enriqueciendo su comprensión. Por otra parte, alejándose de las tradicionales miradas historiográficas con la que fue estudiada, la obra dota de una profundidad novedosa al estudio de esta batalla, y se encarga de resituarla en el largo plazo, al tiempo que se ocupa de rebatir algunos de los más afirmados mitos de la contienda tejidos por los contemporáneos y por la historiografía posterior.