LIBRO » RESEÑA
COLUMNA CULTURAL
“Quien conserva su cabeza de niño,
conserva su cabeza”
Antonio Porchia
“Lo que más temo es la muerte de la imaginación.”
Sylvia Plath
Si bien este libro ya es un clásico de la literatura infantil (y no tan infantil), Donde viven los monstruos no tuvo un comienzo exitoso. Según su autor, Maurice Sendak, cuando se publicó en 1963, recibió malas críticas y varias bibliotecas lo prohibieron, ya que les parecía algo rebuscado para representar una historia infantil. Sin embargo, al año siguiente obtuvo la Medalla Caldecott al mejor libro ilustrado, y poco a poco se dieron cuenta de que a los niños les encantaba. Ya lleva vendido más de 19 millones de ejemplares en todo el mundo, ha sido adaptado a varios cortometrajes, a una película de Spike Jonze y a una ópera infantil.
Todo comienza la noche que Max, disfrazado de lobo y con una corona de rey, se porta mal, y su madre lo manda a la cama sin cenar. Max no piensa aburrirse, así que viaja al país donde viven los monstruos para seguir jugando, hasta que se da cuenta de que tiene que regresar. Durante su estadía en aquel lugar, los monstruos lo nombran el rey de todos los monstruos y celebran juntos hasta el cansancio.
A su vez, la historia, como la buena narrativa, cuenta otra historia. Es acerca de la imaginación, de los vínculos, del amor y la infancia.
Antes de prejuzgarlo como un cuento para chicos sugiero que se aventuren a descubrir este maravilloso cuento que se quedará en el corazón de todo lector que quiera y crea en el poder de la imaginación.
Visto con los ojos de un niño, el libro resulta sumamente atractivo por los espectaculares dibujos ilustrados por el propio Sendak y porque si bien Max está castigado en su habitación, su imaginación lo libera.
Visto con los ojos de un adulto, aparte del periplo de Max, uno puede identificarse en aquel vínculo madre-hijo y simpatizar con él. Abrazar la inocencia y enojo infantil y atestiguar el amor que
prevalece entre una madre y un hijo.
Finalmente, Max se cansa, el berrinche concluye, y manda a los monstruos a la cama sin cenar: el mismo castigo que le impuso su madre. El niño se siente solo, y echa de menos estar con alguien que lo quiera. Después de todo, jugar cansa y además, comienza a oler cosas ricas. El cuento llega a su fin de una manera muy emotiva: a
Max le espera una cena caliente -preparada por su madre-, cuando regrese del país donde viven los monstruos.
Maurice Sedak
Where the Wild Things Are / álbum ilustrado / Estados Unidos,
1963, 48 páginas
Disponible en librerías de todo el país
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